Teatro

El salto del nuevo teatro

'Hard Candy', de Brian Nelson, dirigida por Julián Fuentes Reta.

Carlota Ferrer y Julián Fuentes Reta compartieron alegría el pasado 18 de mayo. Ambos resultaron premiados en la 18ª edición de los Premios Max de teatro (los más relevantes del país, organizados por la Fundación SGAE), entrando así en el panorama del sector a gran escala, y por sorpresa. Fuentes Reta se alzó con tres estatuillas por Cuando deje de llover, de Andrew Bovell (entre ellas, mejor espectáculo) y Ferrer se llevó el galardón a mejor espectáculo revelación (junto al dramaturgo José Manuel Mora) por Los nadadores nocturnos. Ambos habían estrenado en el madrileño Teatro Español, de titularidad municipal. Son de la misma generación, a unos años de tocar los 40. Ambos reclaman más espacio para las nuevas artes escénicas. Y su éxito, con sendos estrenos en el Centro Dramático Nacional, parece ser signo más de un cambio. 

Otra semejanza (o coincidencia). Los dos entraron juntos en el programa de residencias de la sala del off madrileño Lazonakubik (antes, Kubik Fabrik), que les permitía desarrollar sus obras en ese espacio durante seis meses. Y, más importante aún: les brindaba un presupuesto de 20.000 euros por pieza, y un sueldo a cada creador durante el proceso. De ahí han nacido Fortune Cookie, de Carlota Ferrer con texto de su colaborador habitual José Manuel Mora, y Hard Candy, de Brian Nelson dirigido por Julián Fuentes Reta. Las dos llegan al CDN (la primera, estrenada el 11 de junio, hasta el 21; la segunda, del 25 al 5 de julio) gracias a una colaboración con la institución, que se hace cargo de los gastos de exhibición y la comunicación. Y aquí acaban las semejanzas. 

Metateatro oriental

La protagonista de Fortune Cookie es una distribuidora que intenta vender una obra llamada Fortune Cookie. Una forma de lanzarse de cabeza al metateatro, a la reflexión sobre el hecho teatral. Hay dos polos en la pieza. De una parte, un clasicismo narrativo encarnado en la estética oriental: la belleza del manto de nieve que cubre la escena, hilos argumentales convencionales (una mujer china que se niega a abortar pese a las imposiciones gubernamentales), menciones al tao y un cierto orden superior. De otra, una ruptura del desarrollo escénico: uno de los personajes es el autor de la obra, se alude a la escritura de la escena que acaba de pasar, otro intérprete señala que el manto de nieve no es, obviamente, nieve. En medio, el espacio de representación de la realidad que exploran Ferrer y Mora, ambiguo y abierto.

El primer elemento, lo oriental, es fruto de una especie de pista falsa. Al llegar a Lazonakubik, en el barrio de Usera, una especie de Chinatown madrileño, Ferrer pensó en hacer una obra sobre esta comunidad, algo más parecido al teatro documental. “Pero lo acabamos desechando”, explica, “La libertad es también la de renunciar a las primeras ideas sin pudor”. El cambio de dirección se refleja en escena: el personaje del autor advierte que el nombre de Fortune Cookie poco tiene que ver con su contenido. 

A Ferrer y a Mora parece costarles casi tanto como a él explicar de qué va su obra. Los personajes de la misma (interpretados por Alba Celma, Joaquín Hinojosa, Alberto Jo Lee, Esther Ortega y David Picazo)

se resisten una y otra vez a ofrecer aclaraciones racionales sobre el significado del teatro. “Desde el mismo texto hay un cuestionamiento del proceso de escritura; desde la dirección hay un dilema en torno a cuánto mostrar, cuáles son los límites, qué es verdad. El teatro contemporáneo tiene que tener este germen de autodestrucción”, opina Mora.

Guión anglosajón

El origen de la obra de Fuentes Reta es mucho más mainstream. El texto de Brian Nelson fue primero una película de Hollywood, dirigida en 2005 por David Slate y protagonizada por Ellen Page. En ella, la adolescente Hayley elabora un plan para vengarse de Jeff, un perderasta que atrapa a sus víctimas a través de un chat y que parece estar implicado en la desaparición de su amiga. La fábula, en manos de Fuentes Reta, sirviéndose de la cercanía del teatro, se convierte en un relato más crudo y poco apto para las estrellas estadounidenses. 

“Nos hemos dado cuenta de que el montaje es sobre el tabú, sobre cómo nos relacionamos con él en el plano personal y en el social, a partir del tabú extremo que es la pedofilia", explica. Hayley (Olivia Delcan) no es completamente inocente, ni completamente castigadora. Jeff (Agus Ruiz) llega a generar empatía. "Éramos conscientes de esta complejidad. El personaje de él, por ejemplo, intentamos entenderlo —con límites— desde la honestidad de alguien que puede sentirse atraído por niñas", continúa Reta. Pese a la pretendida oscuridad, la narrativa es lineal, el guion es claro y la dirección, más cercana a lo clásico. 

El elemento más perturbador de la pieza quizás sea la violencia, presentada en clave de snuff moviesnuff movie (grabaciones clandestinas de torturas o asesinatos cometidos para su distribución). La adorable Hayley llega a ser temible. "Siempre se nos presenta al héroe vengador como alguien que ejerce violencia a su pesar, pero la violencia es algo divertido y seductor, y Hayley se ve arrastrada por ese torbellino. Toda la violencia es horrorosa, y precisamente por eso es atractiva", reflexiona.

¿El futuro?

Pese a la apartente mejora en su vida creativa, y al reconocimiento que supone ser programados en el CDN, los directores son escépticos sobre que estos cambios sean reales. “Los Max, por ejemplo, sí nos han ayudado a plantear una gira", explica Fuentes, "Sin actores famosos ni director famoso, ni texto famoso, es el único empujón que puede hacer que un montaje tenga gira. Pero no creo que haya más interés sobre este tipo de obras”. Ferrer es más ácida: "Lo que es síntoma de la cultura de un país es que eso tenga que ser un ciclo. Cuando tú vas a otras ciudades europeas en las que hay una mezcla de estilos y directores que no necesitan tener un corralito alrededor. Es bueno, y es una forma de acceder al público, pero el salto real es que esto esté programado un mes y pico, como todos. Eso es una apuesta".

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