Música

Giorgio Moroder, de ‘I feel love’ a la eternidad

El productor Giorgio Moroder, en una imagen promocional.

Francisco Chacón

Giorgio Moroder acaba de romper tres décadas de silencio discográfico, el que se estancó en su dueto con Philip Oakey, líder del grupo de pop electrónico The Human League, en 1985. El productor y compositor, gran artífice del retrofuturismo en la pista de baile, se reinventa nada menos que a sus 75 años, impulsado por el culto sin fin que ha generado en sucesivas generaciones, y publica el álbum Déja vu (RCA).

¿Puede la producción de un disco cambiar la historia de la música? Por supuesto que sí. Él lo hizo cuando descubrió a la cantante Donna Summer y la lanzó al planeta dance con varios himnos.

Había sido coautor del tema Love to love you baby, pero la explosión de verdad llegó con I feel love, una extensa pieza de 1976 I feel loveque hoy sigue resultando tan irresistible como ayer, tal cual demuestran los DJ David Morales o Danny Tenaglia en sus espectaculares sesiones. Lo pudimos comprobar en el extinto Macumba madrileño, un domingo en una velada after a las 15.00 horas, con una lluvia de confeti cayendo y cientos de chavales eufóricos y desatados.

Sin ese riff de sintetizador, la historia de la música de baile habría sido muy distinta y, por ejemplo, no existirían en la actualidad grupos como Daft Punk, igualmente deudores del magisterio de los no menos revolucionarios Chic.

El productor Giorgio Moroder, en una imagen de los setenta. / RCA

Pero ahora, en pleno siglo XXI, Moroder se niega a que le arrinconen como una reliquia y salta a la palestra con su decimonoveno álbum, Déjà vu, todo un compendio neo-disco tal vez no tan brillante, pero más que digno en su apelación dance.

Kylie Minogue, Britney Spears o Kelis se rinden a sus pies y colaboran en la grabación, heredera de las cintas que se fraguaban en los legendarios estudios Music Land de Múnich, donde los arreglos de cuerda campaban a sus anchas en medio de epopeyas hedonistas que bebían de la estética de Marinetti y se proyectaban hacia el exterior con la fuerza de un huracán.

Jeff Lynne y su Electric Light Orchestra quedaron fascinados con sus orquestaciones salidas de unos teclados mágicos. Y hasta los mismísimos Led Zeppelin acudieron al santuario en su día.

Giorgio Moroder dejó atrás definitivamente aquel sonido chicle que le puso en el mapa allá por 1969 y vuelve a explotar la sabiduría que ya puso en práctica en el álbum de 1976 Knights in white satin y el de 1977 From here to eternity.

Por increíble que parezca, sólo hace dos años que debutó como DJ, con la Red Bull Music Academy como plataforma para que sus fans aprendan de él. En su obsesión neofuturista, apadrinó incluso un automóvil.

El alumno más aventajado de este italiano trotamundos no es otro que Hell, el productor de Múnich que mejor ha recogido su esencia, como demuestra en el excepcional Teufelswerk, donde le acompaña Bryan Ferry.

Más sobre este tema
stats