Cine español

Jonás Trueba: “El cine está esclavizado por la idea del éxito”

Jonás Trueba: “El cine está esclavizado por la idea del éxito”

Dice Jonás Trueba (Madrid, 1981) que durante el rodaje de Los exiliados románticos le comentaba en broma a su equipo queestaban haciendo una película sobre “el final del género masculino”. “Vivimos en una época en la que las mujeres son muy fuertes y los hombres somos un poco bluf”, asegura, dejando entrever que en el fondo su teoría no era del todo guasa sino un pensamiento reposado. Para contar el agotamiento de la supremacía masculina, entre otras cosas, Trueba escogió la historia de tres amigos (interpretados por Vito Sanz, Francesco Carril y Luis E. Parés) que deciden recorrer varias ciudades de Francia en una caravana Westfalia para reencontrarse con antiguas parejas con las que no han zanjado su relación amorosa.  

Rodada en apenas 10 días, Trueba quería hacer una película espontánea y particularmente alegre, donde se hablase del amor de una forma tangencial, huyendo de la historia platónica o en la ruptura dramática, dos temas representados hasta la saciedad en el cine. “Quería contar algo más sutil, efímero, sobre esas cosas que se quedan en duda [en una relación]”, explica el director. Además del amor romántico, la cinta también es una declaración de amor al cine, a la amistad y a la literatura. La distribución del filme emula su rodaje: cuando acabe el verano, habrán recorrido 11 cines al aire libre antes de presentar la película en salas. 

De Los ilusos (2013) llegó a decir que era una “tentativa de película”, porque se lanzaron a la aventura de rodar sin guion, construyendo la historia en el momento del montaje. “En esta hemos intentado mantener el espíritu amateur de Los ilusos por cómo ha sido hecha”, también sin guion pero con todos los temas que se querían tratar muy meditados previamente. De ahí que con este otro experimento cinematográfico, donde prima la intuición por encima de la planificación, sea una declaración de intenciones, un acto de amor hacia un estilo determinado de hacer cine.

Un diálogo constante con la literatura

Las películas de Jonás Trueba están plagadas de referencias literarias, aunque asegura no sentirse un “intelectual”, abrumado por la grandeza de lo que significa esa palabra. Lo que no quiere decir que no sea un auténtico letraherido. En Todas las canciones hablan de mí (2010), con la que Trueba fue nominado al Goya a la mejor dirección novel, Ramiro (Oriol Vila), el protagonista, trabaja en una librería y escribe poemas. Los exiliados románticos es una referencia al libro homónimo de E.H. Carr acerca de los emigrantes anarquistas y liberales rusos que a mediados del siglo XIX huían a Europa y se reunían para hablar sobre política y sobre la revolución. Con ironía, Trueba pretende unir a los personajes de su película con aquellos personajes. “Creo que el amor es un estado de ánimo que te exilia muchas veces”, apunta, matizando que en esta película en concreto “el tema del amor está un poco exiliado, ya que realmente es la búsqueda de un amor en el que se ha quedado algún cabo suelto”.

La otra gran referencia literaria la hacen la pareja formada por Renata Antonante y Francesco Carril (que en la película conservan sus nombres reales) durante una cena. Francesco, desde su reencuentro con Renata, un antiguo ligue, había estado dándole vueltas a su relación a través lo escrito por Natalia Ginzburg en Las pequeñas virtudes, un libro que ella le había regalado tiempo atrás. Con ese gesto, sin quererlo, demuestra su incapacidad para explicarle lo que siente con sus propias palabras, una actitud que contrasta con la clarividencia de Renata (por eso Trueba habla del final del género masculino).

Es durante una cena con el resto de compañeros de viaje, cuando Renata recita de memoria, en italiano (durante la película se pueden escuchar cinco idiomas diferentes) y traducida por Francesco, un inspirador fragmento del libro de Ginzburg: “Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber.”

Cuenta Trueba que cuando estrenaron la película (pasó por el BAFICI, el festival de cine independiente de Buenos Aires, y el festival de Málaga, donde obtuvo el premio especial del jurado) a una parte del público le llamó la atención, incluso les pareció raro, que se hablase de un libro tal y como lo hacían en esa escena. Aquello le dio que pensar, ya que un objeto tan poco cotidiano como una pistola, por otro lado, nos resulta de los más natural en el cine. Aún así, Trueba se empeña en seguir introduciendo libros en escena.“No me gusta enterrar las referencias literarias sino integrarlas orgánicamente en la película”, comenta sobre su proceso creativo.

Escribir con la cámara

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En Los exiliados románticos, Trueba repite con el mismo equipo técnico y artístico de Los ilusosLos ilusos, ahora constituidos como la productora Los Ilusos Films. Si en su primer largometraje, Todas las canciones hablan de mí, el guion estaba muy trabajado; en Los ilusos, Trueba diseñó la narración en el montaje; y en este último, el director se ha dejado llevar por la cámara. Escribir con la cámara, el concepto de caméra-stylo del que hablaba el director francés y crítico de cine Alexandre Astruc en los años sesenta. “Hay un ideal para todos los que hacemos cine. Cuando surgían los nuevos modelos de producción, se imaginaban el cine del futuro. Y ese cine ya ha llegado: podemos hacer cine más pequeño, cine que no esté esclavizado por la idea del éxito”, critica Trueba, que considera “un poco triste” que el cine se valore demasiado desde esa visión triunfalista.

El director se encuentra ahora en plena gira por cines de verano de toda España. Han pasado ya por ocho ciudades y les quedan tres presentaciones en Avilés, Barcelona y Valencia antes del estreno en salas convencionales el 11 de septiembre. “Con otro tipo de película no me habría animado a hacer esta distribución”, cuenta. Pero la estética de road movie y el hecho de que fue rodada a finales del verano pasado, hacen que se preste a ello.

Los exiliados románticos empezó como una broma entre amigos y acabó siendo un derroche de intuición cinematográfica para conseguir hacer una película rodando de manera exprés a lo largo de 4.000 kilómetros. Además, contaban con un irrisorio presupuesto, como los 4,10 euros destinados para vestuario que maquillaron con “recursos propios y mucha inventiva”. “En este equipo hemos aprendido a no estar llorando por lo que no tenemos sino que disfrutamos con lo que hacemos”, concluye Trueba.

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