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Teatro

El teatro griego, espejo de los escenarios españoles

Una escena de 'Romeo and Juliet for 2', de IDEA Theatre Group.

Obras sin apenas presupuesto, un sector cada vez más desprofesionalizado, poca ayuda gubernamental y una explosión creativa. ¿Hablamos del teatro español? No, del griego. Así lo describen Lena Kitsopulu y Andreas Flurakis, dos de los autores invitados por el Centro Dramático Nacional a participar en un ciclo de lecturas dramatizadas sobre la creación helena (hasta el domingo en el Teatro Valle-Inclán de Madrid). 

Ambos desarrollan su creación en Atenas, entre los escasos proyectos con ayudas públicas (como el Festival de Atenas), los teatros del off (Art Theatre) y grandes iniciativas privadas (Fundación Onassis). "La mayor parte de las obras se hacen sin dinero, excepto dos o tres en las que sí puedes ser pagado. Pero están pasando muchas cosas", explica Kitsopulu. Su opinión podría ser refrendada por cualquier dramaturgo, director o actor español, pero es Flurakis quien asiente: "La gente tiene que trabajar en otra cosa para vivir. Muchos artistas no ganan absolutamente nada, y en muchos casos tienen que correr con todos los gastos para actuar. Los impuestos del Gobierno lo hacen mucho más difícil". 

Ambos exclaman "¡Es lo mismo que allí!" cuando se les describe la situación de la escena española, que vive uno de sus momentos más ricos en el terreno creativo, pese a la reducción de la inversión pública y de la contratación municipal, y la bajada de espectadores. Temáticamente, incluso, sus veredictos suenan familiares. Flurakis habla de un auge del teatro naturalista, dejando de lado experiencias estéticas más alejadas de la realidad inmediata.

"Y también hay una mirada al pasado, tomamos eventos históricos que nos explican lo que nos ha llevado hasta aquí. El teatro griego está centrado en el hoy, pero hay obras que están investigando lo que pasó hace décadas y que nos han traído a aquí", dice, haciendo mención a la obra Hijos e hijas, de Yanis Kalavrianos, que se leyó el viernes en el Valle-Inclán y recorre la memoria de cinco personajes desde los años treinta hasta la actualidad. Los espectadores que hayan visto en los últimos años obras como El encuentro (sobre una reunión entre Carrillo y Adolfo Suárez), Transición, Un trozo invisible de este mundo  o La piedra oscura (sobre el amante de Lorca) reconocerán el mismo patrón

Ejercicios para rodillas fuertes, de Flurakis (el domingo en el CDN), se apega más a la actualidad. Es una narración cruda de una empresaria que abusa de sus empleados amenazándoles con el despido, mientras su hijo adolescente recién convertido a la extrema derecha se transforma en el tirano de la casa. "El teatro aporta una perspectiva estética y política diferente de lo que vemos cada día en televisión", explica el autor, "Aunque no siempre es fácil que un autor hable de lo que pasa en la sociedad. Necesitas tiempo, no solo para escribir, sino para tomar distancia".

Romeo y Julieta a la griega

Romeo y Julieta a la griega

Kitsopulu, sin embargo, rechaza cualquier obligación o referencia política en su trabajo: "Para mí no es necesario que el teatro siga la actualidad como el periodismo. A veces odio esa tendencia de hablar de la crisis". Su texto M.A.R.I.L.U.L.A. es un monólogo puesto en boca de una joven dispuesta a hacer públicas su vida sexual o sus disquisiciones sobre la vida, plagado, eso sí, de referencias locales. No a la crisis, los bancos, y las manifestaciones, sino el de la topografía de Atenas y las dificultades de traducción del lenguaje. 

Su obra El precio se representó en 2013 en la desaparecida sala Garaje Lumière. Ellos son de los pocos autores que encuentran espacio más allá de las fronteras griegas: "Es difícil. No hay ayudas estatales. Eso es ridículo, es una broma", dice Flurakis. "Y sin embargo sentimos que hay una universalidad en lo que contamos", apunta Kitsopulu. Los clásicos se representan en todo el mundo, pero es muy difícil ver teatro griego contemporáneo fuera del país. 

Él no confía en que el futuro del teatro griego sea prometedor: "El Gobierno está estrangulando al teatro, no creo que vayamos a resistir mucho tiempo". Ella se encoge de hombros y entona: "Whatever will be, will be...". Parece acompañarle un coro de teatreros españoles. 

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