Teatro

Caciques con corbata

Escena de 'Los caciques', de Carlos Arniches, en versión de Juanjo Seoane y Ángel F. Montesinos, dirigida por Montesinos en el CDN.

En una ciudad de provincias de algún lugar de España, el mismo partido ostenta el poder desde hace 30 años. El alcalde recibe el aviso de un parlamentario: el Gobierno (de signo contrario) planea mandar un inspector para que estudie la contabilidad del Ayuntamiento. Pánico en el consistorio, las cuentas están lejos de ser inmaculadas. El consejo del diputado chivato no deja lugar a dudas: "Quema las cuentas o quema el Ayuntamiento". Pero el alcalde no se rinde. Con un sobre y algunos euros, no hay nada que no pueda solucionarse. 

Podría ser el resumen de alguna reciente trama de corrupción, pero el argumento data de 1920. El 13 de febrero de ese año, Los caciquesse estrenó en el Teatro de la Comedia, recién salido de la pluma de Carlos Arniches (Alicante, 1866 - Madrid, 1943), sumándose más o menos tímidamente al regeneracionismo y atacando, desde el humor, al caciquismo imperante en la España rural. Ahora, el director Ángel Fernández Montesinos recupera y revisa su montaje de 2001 para llevarlo al Centro Dramático Nacional (del 9 de octubre al 22 de noviembre). "La trama en sí es actual. Nuestra actualización consiste solo en darle mayor ritmo. Es tan actual que me gustaría que no lo fuera tanto", se lamentaba en la presentación de la obra el pasado martes en el Teatro María Guerrero de Madrid, acompañado de algunos de sus actores, como Juan Calot, Marisol Ayuso o Fernando Conde. 

Su nueva propuesta, en realidad, sí recoge un cambio con respecto a la versión que estrenó el mismo Fernández Montesinos hace 14 años. Entonces recuperaba la escenografía y vestuario realizados por Mingote para la puesta en escena de José Luis Alonso en 1962. En esta ocasión, el costumbrismo se cambia por los trajes y las corbatas, y la acción se desplaza desde el ficticio pueblo de Villalgancio hasta una anónima ciudad de provincias. "Él lo hizo paleto para evitar presiones. Nosotros no tenemos que irnos tan lejos y lo situamos en una ciudad con la que todo parecido es buscado", lanza el director. Desechadas las boinas y chalecos utilizados en versiones como la rodada por Televisión Española para Estudio 1 en 1976, el cacique deja de ser un mal rural, superado y arcaico para ser "reconocible por el público, que cada día se desayuna con esta noticia". 

No es difícil encontrar similitudes con la realidad. Antes de las elecciones locales del pasado mayo, casi 1.500 municipios estaban gobernados por el mismo partido desde 1987, y 47 alcaldes lo eran desde 1979. "¡32 años haciendo en este pueblo lo que me ha dado la gana, para que luego no se me reconozca esta antigüedad!", protesta el regidor de Los caciques. Las faltas en las cuentas de Villalgancio también sonarán al lector: cobrar asignaciones estatales que no llegan más que al bolsillo del alcalde, desviar fondos de centros sociales que nunca se construyen y desvalijar la educación para engrosar cuentas privadas. El escaso disimulo de los dirigentes tampoco es extraño: "Eso no le importa a nadie" o "¡Ajustarnos las cuentas! Un caballero español y cristiano no tolera semejante bochorno" son dos de las excusas ofrecidas. El sobre con el soborno de rigor, también presente en el texto original, es todavía un icono del panorama político. 

"Hemos conservado los chistes más satíricos, irónicos y los que llevaban peor intención. La gente creerá que la crítica más dura es añadida, pero no es así", explica Fernández Montesinos. En sus arreglos textuales está también la voluntad de recuperar a Arniches como dramaturgo satírico, más allá de sus sainetes más blancos. En el texto de Arniches, asegura el director, subyace la misma voluntad crítica que en El inspector de Gógol, obra en la que se basó (lejanamente) el autor español. No es el primero en distinguir al dramaturgo como el único integrante de una suerte de regeneracionismo cómico, y Ramón Pérez de Ayala y Pedro Salinas señalaron la "tragedia grotesca" de parte de su teatro. Si Arniches escudó su crítica tras los ridículos tipos paletos de Villalgancio fue, asegura el director, porque "en aquella época era difícil situarlo en otro sitio, había que sortear presiones".

"La comedia española del siglo XX está por reivindicar", apoya Ernesto Caballero, director del CDN, que recuerda también a Miguel Mihura y a Jardiel Poncela. Pero que Arniches fuera más guerrero de lo que parecía, o que albergara una voluntad política, es otra historia. Caballero recuerda su "espíritu crítico indulgente", su carácter "de buen comodar" que él mismo explicabaen su Autorretrato, escrito poco antes de su muerte: "Yo creo que el mundo es un teatro, y que cada uno tenemos designado, por nuestro mérito, un sitio en él para asistir a este espectáculo de la vida. (...) Tan tranquilo estoy en mi modesta butaquita que yo me permitiría decir a todos: '¡Señores, cada cual a su sitio!'. Es lo justo y lo razonable". 

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