Industria cultural

Liber, la lucha por la tarta del mercado exterior

Liber, la lucha por la tarta del mercado exterior

En Liber es difícil cazar a un distribuidor. Los que vagan por los pasillos de los 3.400 metros cuadrados del pabellón de IFEMA donde se celebra la feria editorial son casi siempre autores y editores. Los ociosos, los que esperan en un stand a que llegue el trato, pertenecen mayoritariamente a la segunda categoría. Conclusión: los distribuidores son los más cotizados en un evento que sirve, ante todo, para cerrar tratos con el extranjero. No en vano, la Federación de Gremios de Editores de España, organizadora de la cita, sostiene que un tercio de la cifra de exportación del sector (que equivaldría a 180 millones en 2014) se cierra en Liber, hasta el 9 de octubre en Madrid. 

"Esta no es una feria de edición, como puede ser Fráncfort, sino de distribución", explica Sandra Ollo, editora de Acantilado. Y nombra al elefante en la habitación. Liber, con 407 empresas participantes, queda muy lejos de los 7.200 expositores de la feria alemana, la mayor cita editorial de Europa que se celebra entre el 14 y el 18 de octubre. Y también queda lejos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), la mayor cita del libro en español, con más de 15.000 expositores. Muchas de las editoriales que residen estos días en IFEMA y gran parte de los distribuidores (estos últimos suelen encadenar Madrid y Fráncfort) estarán en las tres ferias. Entonces, ¿para qué sirve Liber, la única feria profesional de España?

Depende de a quién se le pregunte. Los grandes sellos aseguran que son los pequeños los más beneficiados, y los pequeños dicen que los grandes tienen ventaja. Al visitante, desde luego, le resulta mucho más fácil encontrar a las estrellas. Sus espacios ocupan más de cinco veces los del resto, y están cuidadosamente diseñados e iluminados. Todos tienen a varios comerciales que blanden facturas y calculadoras. Parecen listas para el negocio. En el stand de Penguin Random House, tan cuidado que se diría casi acogedor, atiende Lina María Ortega, gerente de Colombia en Exportación y Grandes Superficies. "Nos interesan, sobre todo, los clientes de los países en los que no tenemos filial", explica la portavoz de la multinacional, presente ya en México, Argentina, Colombia y Chile. Algunos acuerdos vienen ya apalabrados y se firman aquí, y otros se generan en la feria. ¿Diría que hacen un tercio del negocio estos días? "Es difícil decirlo, no todo se resuelve en el mismo momento", matiza. Y acude a asesorar a un cliente. 

El panorama es distinto para las pequeñas y medianas editoriales, que ocupan el grueso del espacio. Sandra Ollo, de Acantilado, como muchos otros sellos, viene con la agenda cerrada. Ella ha pasado toda la mañana de reuniones en su pequeña mesita del área del Gremio de Editores de Cataluña. Primero Buenos Aires y luego Chile, para revisar lo acordado en abril del otro lado del charco. ¿No se acerca ningún nuevo comprador, entre los 600 a los que ha atraído la feria? "Puede pasar", admite. Pero, desde luego, no es la norma. Entre otras cosas, porque su talla no permite una gran expansión: "Ya tenemos contactos por otras vías".

¿Por qué están todos en Liber, entonces? Lo resume Chus Visor, de la editorial de poesía Visor: "Aquí viene un importador que va a comprar 100 libros. Tiene pensado comprarte 20 a ti, 20 a aquel, y así. Pero si tú no estás, se lo compra a otro". Así de fácil. Él ha tenido a un par de curiosos merodeando su estante en el espacio del Gremio de Editores de Madrid, aunque ya venía con un par de reuniones confirmadas. "Yo vengo aquí a vender. A los de siempre, y a alguno nuevo", confirma. Él cifraría en un 20% del total de su exportación los tratos surgidos de la feria. La misma cifra que da Cristina Concellón, de Kalandraka, dedicada al álbum ilustrado. Le brillan los ojos al pensar en la feria de Guadalajara. "Esto... Esto es otra cosa, es lo que podemos hacer desde aquí", concede. 

Y hay una cosa que se puede hacer: sonreír. Poner caras a los importadores con los que se lleva meses hablando por mail y teléfono, o encandilar a los responsables de bibliotecas (sobre todo estadounidenses) traídos por la organización que solitarán luego sus libros favoritos a sus distribuidores. Eso no hará que se firmen contratos inmediatos (se puede dejar para más tarde, existe Internet), pero pueden ser la semilla que dé lugar a uno posterior. Esto no es especialmente importante para las editoriales que estarán en Fráncfort, porque los principales mercados exteriores siguen siendo países como Francia o Reino Unido, que no se asoman a Liber. Pero sí lo es para los sellos que no pueden pagarse pasajes al otro lado del charco y que pueden perderse en la marea de la cita alemana.

Todos coinciden: Liber tiene mucho que ver con las relaciones públicas y los apretones de manos. Mientras la cafetería del pabellón continúe siendo, con diferencia, el stand más concurrido, el mercado exterior del libro parece estar a buen recaudo

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