Espectáculos

Una clase loca de puro teatro

Dos actores del montaje de 'La crazy class'.

Tiene aires de grupos míticos de los años ochenta y noventa como Els Joglars, Comediants o Dagoll Dagom, recuerda mucho el cine de Luis García Berlanga y se inspira en el mimo y en la improvisación de una compañía tan aplaudida en este género como L'Om Imprebís. Con 16 personajes, encarnados por solo cuatro actores, el montaje La crazy class pone en escena en los madrileños Teatros del Canal un divertido, ameno y lúcido montaje sobre el papel que el teatro juega en la sociedad.

El actor, director y coautor de La crazy class, Santiago Sánchez,La crazy class sonríe cuando se le pregunta si la utilización de apenas cuatro actores para encarnar a nada menos que 16 personajes responde a las necesidades de afrontar la crisis económica. “En absoluto, en absoluto”, contesta este veterano hombre de teatro. “Todo lo contrario”, agrega, “el continuo intercambio de roles obedece totalmente al sentido de la obra. Hay un punto de referencia, que es el director de la escuela teatral; dos actores que se desdoblan en 12 personajes como alumnos de ese centro; y una actriz que ejerce un poco de contrapunto de la historia”. La obra funciona, debe funcionar, como un mecanismo de relojería y los cuatro intérpretes (Carles Castillo, Carles Montoliu, Elena Lombao y el propio Santiago Sánchez) ensayaron durante 10 meses para que el auténtico encaje de bolillos de la representación no fallara. Se trata de un virtuoso ejercicio teatral donde con, muy pocos elementos escénicos, los actores logran un dinamismo sorprendente.

“Más que un homenaje al teatro”, opina Sánchez, “se trata de un reconocimiento a la función que el teatro puede llevar a cabo para mejorar la sociedad en la que vivimos. De ahí que la trama esté ambientada en una escuela de barrio por donde desfilan como alumnos personas muy variadas que van desde unas hermanas cotillas y horteras hasta un ejecutivo adicto al móvil pasando por un militar reaccionario, un actor maduro, una enfermera austera o un homosexual reprimido. La crazy class pretende mostrar esa contribución humana del teatro y trata de poner de relieve que el arte no es un artículo de lujo ni un instrumento de propaganda”. Santiago Sánchez, un teatrero valenciano con numerosos premios y éxitos a sus espaldas, cita al escritor Italo Calvino para definir el espíritu de este montaje, que permanecerá en cartel en Madrid hasta el 3 de enero.en Madrid hasta el 3 de enero “Levedad, multiplicidad y reflexión componen las tres intenciones básicas de nuestro montaje”.

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A través de los 16 personajes de la obra encontramos un auténtico abanico social donde los actores abordan una radiografía de muchos caracteres y actitudes basada en una profunda observación de la vida cotidiana. “Nosotros escribimos nuestras obras desde el escenario”, comenta el director y coautor, junto a Michel López, “y no desde un despacho. Por ello no forzamos los gags, sino que las situaciones cómicas surgen de la realidad de todos los días y de estos años de una terrible crisis”. Sánchez defiende el carácter del texto teatral como disparador de las obras, pero a partir de ahí el teatro va mucho más allá. “El teatro se plasma, por supuesto, encima de un escenario. Un texto por sí mismo es literatura dramática, pero no teatro”.

Jugando, jugando, el montaje de L´Om Imprebís reflexiona de un modo muy original sobre los paralelismos entre los alumnos de esa escuela teatral de barrio y los grandes personajes de piezas clásicas como Hamlet o Casa de muñecasHamletCasa de muñecas. En este montaje destaca el impresionante maratón que despliegan Carles Castillo y Carles Montoliu. “Ellos encarnan a personajes masculinos y femeninos, pero el público acepta esa convención a los pocos minutos de que se inicie la representación. En cualquier caso, el teatro parte siempre de convenciones aceptadas por los espectadores”, apostilla el director.

Sobre los límites entre la verdad y la mentira, entre la realidad y su representación gira esta entretenida comedia, que arranca la sonrisa y hasta la carcajada, al tiempo que hace pensar sobre el teatro y sobre la vida. Al fin y al cabo, la vida siempre es puro teatro.

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