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Teatro

La Tristura lleva el cine a las tablas

La Tristura lleva el cine a las tablas

Nada más arrancar, el espectador tropieza con dos elementos que le advierten que no está ante una obra obra convencional: cada uno recibe unos auriculares a través de los cuales escucharán toda la pieza y una gruesa pantalla de plástico transparente se antepone al escenario. Poco después aparece sobre las tablas la tercera transgresión: el músico Pablo und Destruktion (Pablo García) interpretándose a sí mismo, aunque con una trama ficcionada.

Quienes hayan visto algún concierto o videoclip del músico asturiano conocen de sobra su gusto por una puesta en escena bastante histriónica. Sin embargo, no deja de ser curioso que la consolidada compañía La Tristura haya optado porque el protagonista de su última producción, CINE, sea un actor cuyo bagaje —como resume él mismo con sorna— era el de un puñado de frases en la obra La madre, de Gorki, cuando era miembro del grupo teatral de la Universidad de Santiago de Compostela (y estudiaba Veterinaria). Quizás por este tipo de decisiones, La Tristura se haya ganado, a lo largo de sus 12 años sobre el escenario, adjetivos como “singulares” e “inconformistas”. Por eso, puede que también Pablo und Destruktion esté cada vez más cerca de la categoría de artista total.

“Pablo es un músico, que es como si fuera él mismo, que quiere buscar la identidad biológica de sus padres y no la encuentra”, explica Celso Giménez, la mitad de La Tristura, “entonces empieza una búsqueda por diferentes lugares y países”. La trama de CINE (escrita así, en mayúsculas), que se acaba de estrenar en los Teatros del Canal de Madrid y se podrá ver hasta este domingo, entronca con uno de los trabajos iniciáticos de la compañía: Años noventa, nacimos para ser estrellas (2008), obra con la que se consolidaron y consiguieron afianzar un público fiel y joven. En aquella ocasión, La Tristura hacía un recorrido sobre las dos últimas décadas del siglo XX, a través de las historias privadas de los protagonistas. “Buscamos dónde se conectan las historias íntimas y la política de España”, subraya Giménez.

En CINE, Pablo, nacido a finales de los años 70, emprende su propia odisea, su viaje íntimo para averiguar de dónde viene, a la vez que repasa los convulsos años de la Transición. Aunque Giménez e Itsaso Arana (el otro 50% de la compañía) evitan dar más detalles sobre los temas que abordan —“que hable la obra por sí sola”, no dejan de repetir— sueltan una de las frases sobre las que ha girado la investigación: “Somos el segundo país del mundo con más desapariciones forzosas, detrás de Camboya”. Se intuye, pues, por donde van los tiros.

El viaje de Pablo es lo que sustenta el título de la obra. Cine, que viene de la palabra griega kiné, significa movimiento, y La Tristura lo interpreta como “los movimientos vitales que uno hace para saber quién es”. La segunda lectura que hacen de la palabra es más prosaica: incorporan a la escena elementos icónicos del cine como “hoteles, estaciones de servicios y chaquetas a lo James Dean”, además de la pantalla de plástico que envuelve la escena como si fuese una ensoñación cinematográfica. En cuanto a los auriculares, una iniciativa muy impersonal (como cada proyecto que pone en marcha la compañía), son una de las herramientas clave para trasladar al espectador al ambiente fílmico. A través de una cuidada arquitectura sonora, La Tristura pretende recrear primeros planos sonoros, ya que hacerlo con imágenes, como en una película, es imposible sobre las tablas de un escenario.

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Renovación de los lenguajes escénicos

Desde que comenzaran su andadura en 2004, La Tristura ha colaborado con artistas de otras disciplinas como el cantautor Rafael Berrio, el Premio Nacional de Danza Marcos Morau o los directores de cine Jonás Trueba y Gabriel Azorín. “En ese intento por interrogar lo que aguanta o no sobre un escenario hemos trabajado con niños o con artistas de otras disciplinas”, resume su filosofía Itsaso Arana. La relación con Pablo und Destruktion —a quien le acompañan en escena la propia Arana y la actriz argentina Fernanda Orazi— cuajó cuando empezaron a hablar sobre el trasfondo político de la obra. Arana y Giménez habían seguido la trayectoria del cantautor asturiano y pensaron en él para representar al protagonista de CINE. Durante los últimos tres años, Pablo ha realizado cerca de 300 conciertos por toda Europa, ha publicado cuatro discos y acompañó a Nacho Vegas durante su gira de Resituación (el álbum más político de Vegas) por toda España. “Siempre estamos trabajando con la persona y el personaje”, añade Arana, “y el fundamental que todos compartamos una conciencia sobre lo político y maneras de pensar y ver el mundo”.

A pesar, pues, de lo denso y trágico que pueda parecer a priori el argumento de la obra —“Una de las luchas de la compañía es tratar de abordar temas políticos desde un punto de vista contemporáneo y profundo”, cuentan—Arana y Giménez, que escribieron el texto a cuatro manos, quieren que el público se vaya a casa con buen sabor de boca. Por eso, terminan la obra con una frase vitalista: “Vamos a ponernos a vivir”. Y para darnos una pista sobre cómo podemos empezar esa tarea, recuperan una cita de Leopoldo María Panero: “Hay que replantearse la revolución. Más que cambiar el mundo, como decía Marx, hay que cambiar la vida, como decía Rimbaud. Hay que ir hacia una micropolítica de situación. Esto lo sabía perfectamente Guy Debord y los situacionistas. Hay que cambiar la manera de percibir el mundo”.

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