Teatro

El festival de teatro Surge se afina en su tercera edición

Imagen de 'Pornocapitalismo', una de las obras programadas en el festival Surge 2016.

El festival Surge de artes escénicas (del 4 al 29 de mayo) parece haber dado en la tecla. Cuando nació el certamen de teatro alternativo organizado por la Comunidad de Madrid, hace dos años, lo hizo con polémica. Primero, porque venía a sustituir a Escena Contemporánea, una cita que se había desarrollado durante 13 años. Segundo, porque las salas habían visto recortadas sus ayudas desde los 4,2 millones de euros en 2011 a los 1,5 millones en 2014. La magra cuantía que la región pagaba a las salas (entre 275 y 1.700 euros por espectáculo), terminó de encender los ánimos. Tres años después, y tras algunos cambios fundamentales, empiezan a limarse asperezas, con un ligero aumento del presupuesto entre los 320.000 euros en la primera edición (que se complementaban con 140.000 euros a una feria paralela, la Ventana, que acabó desapareciendo) a 380.000 en esta tercera.

Pero, más que este aumento, ha sido básica la reordenación de las partidas. El primer año se organizaron 444 funciones, y la parte del presupuesto que llegaba a salas y compañías era de 160.000 euros. Esta vez se celebran 134 funciones, y el dinero que llega a creadores y teatros asciende a 275.000 euros. Esto ha supuesto una reducción en la cantidad dedicada a comunicación, que en 2014 era de 130.000 euros (un 40% del total) y en esta edición es de 55.000 euros (un 14% del total). Se resuelve así una de las principales quejas de exhibidores y artistas en años anteriores, que se quejaban de que la cifra que les llegaba era muy pequeña, comparada con el volumen dedicado a publicidad. Algunos vieron en esto un deseo propagandístico por parte de la Comunidad. "Respondemos a la crítica de los primeros años. Mirando números, vimos que tampoco era efectivo", admite Alberto García, gestor de la sala DT Espacio Escénico y coordinador de la muestra junto a Natalia Ortega, a su vez gerente de la sala Mirador. Otra parte de las labores de comunicación se incorporan a la partida de organización, que pasa de 30.000 euros en 2014 a 50.000 este año. 

Para contentar al sector ha ayudado, y mucho, el aumento de la subvención por espectáculo: esta edición, cada compañía y sala recibirá como mínimo 1.800 euros por estreno, una cantidad que irá creciendo según diversos criterios (se premian la realización de residencias, los géneros minoritarios y la antigüedad de la sala, entre otros) asegurando que cada actor recibe un mínimo de 200 euros. Cifras pequeñas, pero más abultadas de las que suele ver la escena alternativa madrileña. La taquilla de ese primer día, previsiblemente menor que la cantidad fija que aporta el festival, se ingresa a la Comunidad. Durante el resto de representaciones (hasta cuatro), compañía y sala se reparten la taquilla al 50 por ciento sin ninguna otra ayuda, lo que reduce significativamente el total del primer día. 

Acuerdo en el sector

"Se han ido solucionando los problemas que surgían en años anteriores", opina Ana Camacho, responsable de la sala cooperativa Teatro del Barrio, que participa desde la primera edición. Menciona, por ejemplo, que las obras deban cumplir unas características mínimas (las compañías deben haber actuado previamente en al menos dos salas para ser aceptadas) y ser recomendadas por los propios teatros para entrar en el festival, cosa que no sucedió en el primer año. Se ha ido creando así un sistema de comisariado colectivo, por deseo de las salas participantes. En una votación en la que participaron una veintena de espacios, cinco de ellos solicitaron pasar a un modelo de dirección artística (un profesional que selecciona las obra ssegún su criterio), y el resto apostó por ahondar en el que ya existe, según datos de la organización. 

Eso, entre otras cosas, ha hecho que los estrenos pasen a ser de 93 en 2014 a 41 en esta edición. "La programación se reduce para poder invertir más en los espectáculos. A priori, debería suponer una mayor calidad. No tenía sentido que hubiera tantos estrenos y que fuera imposible abarcarlos todos", decía en la presentación Jaime de los Santos, director general de Promoción Cultural, nombrado por Cifuentes y antiguo asistente de la esposa de Mariano Rajoy. Él ha sido, cuenta García, el interlocutor político en todo momento con la llegada de Cifuentes al Gobierno, apoyado por los técnicos y asesores que ya estaban. El diálogo entre administración y salas ha sido "fluido", según la organización. 

Javier Yagüe, de la sala Cuarta Pared (otra de las históricas, y en el Surge desde 2014), coincide en que la reducción de cifras en estos tres años ha hecho posible que aumente la cuantía por obra estrenada. Pero le parece insuficiente: "La mayor dificultad es querer atender a todo el mundo con un presupuesto limitado. Hay muchísimas obras nuevas en tres semanas, y es difícil prestar atención a todo lo que hay". A su juicio, que comparten otros de los programadores consultados, las 134 funciones (fueron 444 en 2014) en 20 espacios de la ciudad siguen siendo demasiados y azuza la competencia por un público que no es, de por sí, demasiado numeroso. "Tampoco tendría sentido alargar el certamen. Un festival que dura más de un mes, ya no es un festival", añade, mencionando de paso la principal crítica a otra cita de la región, el Festival de Otoño a Primavera, que se extiende del 15 de octubre al 12 de junio. 

Precisamente, el atractivo para algunas salas reside en el efecto evento del festival. "Nosotros no estamos en el Surge por dinero, porque no nos supone unas ganancias demasiado grandes", dice Camacho, que programa tres obras (el máximo: BT'N'BT! una carnecinería, La Realidad y Nude&Naked) y produce otra (España ingobernable, en la Mirador) en esta edición. "¿Por qué les interesa estar a las salas? Por la comunicación. La potencia que tiene el festival no la tenemos nosotros", continúa. 

Independencia de los comisarios

El éxito, o la mejoría, reside para ambos programadores en que la Comunidad "ha dejado hacer" a los comisarios y organizadores, que forman parte de la propia escena alternativa. "Nos han dado un voto de confianza absoluto", confirma García, "La Comunidad pone el dinero, y dice: 'Organizaos'. Han sido eficaces, pero tenemos que responder con objetividad y transparencia"."Se ha escuchado a las salas, y se ha mejorado la parte organizativa", resume Yagüe, que acoge otras tres obras (I leave the lights on, La Lista y Time Out). Alberto García insiste en que "todo está sobre la mesa". Tras el cierre de esta edición, volverán a reunirse con las salas participantes para evaluar la cita. 

La trampa (política) de la nostalgia

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Pero esto no ha hecho, en opinión de las salas, que la comunicación entre la región y el sector mejore. "Lo fundamental", lanza Yagüe en un discurso que tiene muy mascado, "es que Surge no puede paliar la precariedad que hay durante todo el año. Parece que viene a solucionar los problemas de las salas por este proyecto que se hace durante un mes. Y ahí es donde están las verdaderas carencias". "El diálogo con el equipo de la Comunidad es esporádico. Hay cierta incertidumbre con respecto a cuál es su programa", critica Yagüe. "La verdad es que no, no hablamos mucho con ellos", apoya Camacho.

Esa ha sido la principal crítica al festival desde su creación: la apuesta por una iniciativa basada en lo cuantitativo cuando las salas reclaman un apoyo más constante de las administraciones y se quejan de una precariedad endémica. En sus inicios, el festival se ganó el rechazo de salas punteras de la escena alternativa, como la Cuarta Pared, Lazonakubik (que, por su cierre en junio, solo programa una obra en esta edición) o La Pensión de las Pulgas. Esta última se ha acabado desmarcando del certamen, después de que su director, José Martret, dijera: "Les interesa más hacerse la foto y presumir de números que plantear una verdadera política cultural". Unos pasos que han seguido otros espacios, como el Teatro Pradillo. Por el camino se han quedado la Sol de York o la Sala Biribó, que han terminado echando el cierre. 

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, no ha dudado, sin embargo, en utilizar la cultura como bandera de su Ejecutivo. “Con esta edición se consolida el apoyo del gobierno regional a la escena alternativa, reconociendo el fenómeno de este movimiento", declaró durante la presentación del evento, el pasado lunes. En julio, la dirigente decidió eliminar la Consejería de Cultura y situarla directamente bajo el mando de presidencia mediante la Oficina de Cultura y Turismo. Desde entonces, ha acudido a los Goya, se ha reunido con la Plataforma de defensa de la cultura y ha asistido a la presentación de actos como la Noche de los Libros

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