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El triunfo del increíble HUL

El triunfo del increíble HUL

Aquí donde la ven, ¡Hostia Un Libro!, HUL para los amigos, es una asociación cultural y, como tal, promueve todo tipo de actos (conciertos, exposiciones…) relacionados, eso sí, con la literatura. Y el festival que estos días se ha desplegado en el centro de Madrid es la culminación (o quizá será mejor decir, el gran escaparate) de ese trabajo que no es flor de un día (ni se limita al tiempo que dura el evento) impulsado por personas que trabajan en el ámbito, amplio y variopinto, de la edición independiente.

Antes de hablar de esa tarea de fondo, y para presentarles a mis interlocutores, intento averiguar si microedición y guantazos van de la mano: “Siempre –me contesta Elisabeth Falomir, una de las organizadoras–. Ser editor a pequeña escala es recibir buenos bofetones de realidad, y hay que luchar por sacar adelante un catálogo contra viento y marea. La edición es un deporte de riesgo, y en ¡Hostia Un Libro! esto nos apasiona".

La pregunta siguiente se impone. Llamar así a un festival cultural, ¿son ganas de provocar? "A mí me gusta definir las actividades de 'los del HUL' como 'agitación cultural macarra', así que obviamente hay algo de provocación –admite su compañero en la organización Pedro Toro–. En cualquier caso, el motivo principal es que somos incapaces de rechazar un buen juego de palabras y bautizar así a un festival que mezcla literatura con guantazos era perfecto, sin el nombre probablemente no habría proyecto".

En definitiva, sí, provocar, pero puntualicemos. "Provocar, provocar… puede provocar muchas cosas: indignación, sorpresa, una sonrisa –aclara Esther Villardón, de La Tribu Ediciones–. Eso es a gusto de cada uno".

Y para gustos, colores

“Madrid ya tiene una gran cita literaria en la que participan las grandes editoriales, afortunadamente la oferta cultural de la ciudad es lo suficientemente grande como para que quepamos todos.” Pedro Toro colecciona razones para explicar por qué el festival HUL se celebra en la ciudad que acoge a la mastodóntica Feria del Libro. “Sin ánimo alguno de competencia, seríamos como una hormiga haciéndole burla a un elefante, sí que creemos que las pequeñas editoriales y lo que llamamos 'microedición' merecían un espacio propio en el que fuesen tratadas con la relevancia que creemos que merecen". 

Una relevancia ganada por trabajo y dedicación, porque para quienes las impulsan esto es más que un negocio, una filosofía de vida. “Es la apuesta por lo nuevo, por lo poco convencional y por un tipo de mercado donde importa más lo que haces que el dinero que tengas para producirlo –se entusiasma Esther–. Cuando estás en la microedición, lo normal es que lo extrapoles a otros ámbitos de tu vida (comprar en librerías, apoyar al pequeño mercado) y esas cosas que parecen pequeñas e irrelevantes pero que conllevan un gran cambio".

Lo suyo es la literatura infantil, un subsector que vive un momento de eclosión. Con sinceridad le digo que me resulta difícil imaginar a una editorial como la suya compitiendo con los grandes grupos que pueden editar a mejores precios porque, y es sólo un ejemplo entre otros posibles, se alían con otros grupos no menos grandes para imprimir (en China, sin ir más lejos… la verdad es que es difícil ir más lejos) a precios mejores.

"Nunca lo hemos visto como una competición, de hecho creo que tenemos públicos diferentes –me dice–. A nosotros llega mucha gente que está harta de 'siempre lo mismo' y tienen muchísimo bagaje en cuanto a editoriales alternativas, ilustradores y autores. Se ponen a investigar y ¡tachán! te encuentran. La edición independiente y las grandes editoriales llevamos caminos diferentes y cada uno de esos caminos tiene una filosofía distinta. Nosotras elegimos estar en la que nos sentimos más cómodas, haciendo lo que nos apasiona sin esperar grandes cifras a final de mes".

En palabras de Falomir, “los grandes grupos ya gozan de espacio y visibilidad privilegiados” por lo que es interesante y conveniente “dar a conocer proyectos alternativos valiosos y menos publicitados”. Proyectos que nacen, y vuelvo con Esther, en el convencimiento de que su tarea consiste en dar papel a nuevas historias, que de otra forma no tendrían posibilidad de nacer: “No todo lo comercial es necesariamente bueno, por eso hace falta ser crítico e investigar, no dejarse llevar por lo que te ponen en las narices en las grandes superficies”.

No obstante lo cual, y de manera inevitable, grandes y pequeños están condenados a convivir en los estante de librerías como la que dirige Sergio Bang, Ciudadano Grant, especializada en libros de arte y en cómic, que también se ha hecho amiga de HUL. “La verdad es que no desconfiamos de los grandes grupos de edición que se mueven en estas disciplinas, de hecho trabajamos con ellos y nuestra relación es buena –nos explica–. Al margen de cualquier otra consideración, ambos tipos de editoriales, grandes y pequeñas, son necesarias para fomentar y difundir el trabajo de los autores y escritores españoles de muy diferentes tipos, temáticas y disciplinas. Es compatible que te interese un libro editado por un grupo grande como un libro de una editorial más pequeña, y nosotros en la librería buscamos que esa diversidad esté presente. Sabemos que la calidad de un autor o un libro no viene marcada por el tamaño o la fuerza de quien lo edita".

El ocio y el negocio

Con Sergio entramos en otro terreno interesante, el empresarial. Porque, claro, una cosa es hacer de la microedición (nanoeditoriales orgullosas de su independencia, editores de fanzines, etc.) un sello de calidad y vida y otra consolidar con la microedición sellos que te permitan vivir con cierta calidad.

Elisabeth Falomir trabaja en Melusina, una editorial a la que le interesan “los márgenes y lo que discurre en las orillas del discurso establecido: hemos publicado libros sobre teoría de género, relaciones no normativas y pornografía feminista”. Y luego, desde su mesa de HUL, tiene una visión global del sector. A ella me dirijo en primer lugar para saber cómo se las apañan los proyectos pequeños para subsistir en la selva editorial. Y me contesta apelando al entusiasmo: “Con suplementos vitamínicos y pocas horas de sueño. También hay una gasolina impagable: el entusiasmo. Y el apoyo de algunos libreros heroicos. Pero si me preguntas por la subsistencia económica, me parece que por aquí hay más activismo que beneficios económicos”.

También Esther alude a la voluntad y la ilusión propias, y al apoyo de los demás, porque “el mundo de la edición es muy bonito, pero también muy complicado”.

“Suicida”, es el calificativo que elige Pedro Toro, quien no esquiva la pregunta aunque sí advierte que al responderla quizá está metiéndose donde no le llaman. Pero una vez dentro… “Soy de los que piensa que tal y como está el panorama económico y laboral no me parece mucho más suicida dedicarle tu tiempo y trabajo a un proyecto que te apasione que pasar los días en un trabajo de los que la gente entiende como 'normal'".

“El futuro empresarial de un proyecto editorial depende de una serie de variables tan diferentes como la calidad y el interés de sus ediciones, la capacidad de gestión y de comunicación del editor, la implicación de sus autores, las vías de distribución… y un largo etcétera que tiene que encajar bien para que el proyecto sea rentable –tercia Bang–. Iniciativas como HUL son valientes y necesarias porque dan a conocer proyectos editoriales modestos que sirven para presentarse a nuevos lectores, y también a librerías que quieren tenerlos en sus estanterías o a distribuidoras interesadas en gestionar su comercialización”.

Cuando haces ‘pop’ ya no hay ‘stop’

Cuando haces ‘pop’ ya no hay ‘stop’

Lo curioso, lo atractivo, es que a pesar de las dificultades encuentro aquí el entusiasmo que no hay en otros nichos del mundo editorial. “Soy optimista –admite Bang–. El libro digital será una línea de edición fuerte en el futuro, pero no será la única. No al menos en un futuro cercano. Hay historias, temas y disciplinas que solo el papel es capaz de transmitir: libros de arte, libros de artista, cómic y novelas gráficas, etc. No digo que no existan o puedan existir de forma digital, pero que el papel, a día de hoy, tiene preferencia en ese sentido. Además el libro más allá del libro, como objeto que te acompaña en la vida, que es memoria de un momento de tu existencia, de lo que te interesa, de lo que te gusta y de quien eres, seguirá siendo importante en el futuro". 

El optimismo de Esther es más… antropológico. Por eso, cuando le pregunto si quiere añadir algo, su grito sale espontáneo: “¡Viva la Tribu!”.

Pues que viva muchos años. Y que el increíble (festival) HUL vele por ella, y por todos los demás.

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