Literatura

La frontera lírica

En 2009, Jesús Miguel Marcos escribió en el diario Público un texto que empezaba así:

"Bob Dylan, cantante, podría ganar el Premio Nobel de Literatura. Es un hecho: cada año es candidato al galardón. Es más, hay quién no oculta que su cancionero reúne más méritos que, por ejemplo, las obras completas de Le Clézio, último premio de la academia sueca. Sobre todo después de publicar Crónicas, espléndido primer volumen de sus memorias. Ahora que su pluma no queda relegada por su guitarra, quizás los académicos vean con más claridad la seriedad del aspirante."

Les ha costado, pero al final lo han visto. Y no vamos aquí a volver sobre los méritos del galardonado, ni sobre la polémica desatada por su triunfo, que tiene que ver tanto con su condición de cantautor como con la desestimación que su elección supone de grandes de la literatura estadounidense como el eternamente preterido Philip Roth.

Lo que inspira este texto son algunos de los comentarios surgidos en las redes, a medio camino entre la broma y la reivindicación, esas exigencias jocosas tipo: «Ahora, el Cervantes para Serrat» que quizá son menos frívolas de lo que parece…

¿Poeta yo? No siempre...

¿Son poetas los cantautores? ¿Lo son de manera simultánea?

Las preguntas tienen su razón de ser. La primera, porque hay quienes sostienen que una cosa son los autores de temas musicales llenos de aciertos de naturaleza poética, y otra bien distinta los poetas. Lo decía Carlos Marzal, en el artículo antes citado, refiriéndose a Antonio Vega. Y añadía: "No se trata de un juicio de valor, sino de una precisión técnica."

La segunda, porque es evidente que hay cantantes de brillo poético (José Antonio Labordeta, Joaquín Sabina, Pedro Guerra o Ismael Serrano, por citar sólo a cuatro) que han publicado libros de poesía, rimas que nunca tuvieron voluntad de ser canciones.

Al cabo, puede que la única manera de plantearse la pregunta correctamente sea dirigiéndosela a ellos.

"Las canciones son canciones y los sonetos son sonetos", aseguró Joaquín Sabina con ocasión de la salida a librerías de su libro de sonetos Ciento volando de catorce (Visor). Y como Joaquín es Sabina hasta las cachas, añadió: "En mis habituales paranoias autocríticas pienso que hay más poesía en las primeras que en los segundos".

"Yo no considero que los cantautores seamos poetas, porque pienso que se trata de géneros bastante distintos. Uno tiene una actitud diferente ante ellos", asevera Pedro Guerra al anunciar su primer libro de poemas. "Por ejemplo, cuando he escrito el poemario, mi mente se ha ido a otro lugar diferente y he tenido otra actitud a cuando escribo música".

Guerra se estrena en la misma editorial que ya ha publicado a Ismael Serrano, Frida Ediciones, y con gran éxito. "El poeta es un niño asustado que a través de la poesía trata de generar un espacio de encuentro para sentirse acompañado", aseguró el de Vallecas al referirse a sí mismo como autor de Ahora que la vida. Y también: "Publicar me parecía una osadía: el cantautor es un tipo que no es bien recibido en casi ningún colectivo. Para los músicos, somos músicos menores, para los poetas, gente que necesita parapetarse con una guitarra".

Soy, en el buen sentido de la palabra, poeta

Podríamos quizá afirmar que en todos los hacedores de canciones habita un poetastro, no en vano, hilan rimas sin desmayo.

Cosa distinta es que el músico cobije a un poeta… José Antonio Labordeta lo era, poeta, porque (dice Antón Castro) "su modo de ver el mundo empezaba en su percepción especial de poeta, y desde ahí había sido capaz de desplegar un sinfín de talentos y ocupaciones". De hecho, su primer poemario, Sucede el pensamiento, data de 1959.

Otros lo son incluso sin poemario editado.

Con motivo del 40 aniversario de su muerte, José Madrid, biógrafo de Cecilia (Evangelina Sobredo), evocó en un artículo a "la joven que inventó una historia de incomunicación como Un ramito de violetas, criticó a la burguesía rancia y moribunda en Dama, dama o a las dos Españas eternamente antagónicas en Mi querida España" y cebó así, sin quererlo, una imagen que "desvirtuaba lo que realmente fue: una de las mejores poetas de la España del siglo pasado".

Y hay quien sostiene que "si Joan Manuel Serrat no es técnicamente más que un letrista, habrá que decir otra imprudencia: posiblemente será estudiado como un poeta central y será reconocido largamente como una especie de Discépolo iberoamericano". Quien así se expresa es Jorge Fernández Díaz (no el político: el escritor), que añade: "Un poeta popular que agregó al habla cotidiana y a la cultura expresiones, conceptos, figuras, pinturas y personajes inolvidables que modificaron nuestra percepción para siempre".

Y que, me permito añadir, como otros consagró parte de su esfuerzo a popularizar la obra de poetas preteridos y silenciados. "Paco Ibáñez introdujo en su repertorio una muestra muy importante de todas las etapas de la literatura castellana, siendo especialmente importante su papel en la recuperación de los autores medievales y barrocos; Amancio Prada populariza la poesía mística de San Juan de la Cruz y Santa Teresa; Serrat engrandece aún más a Antonio Machado y a Miguel Hernández y así una larga lista", recuerda Carlos Rodríguez Martos en su Poesía y cantautores: una propuesta de historia de la literatura españolaPoesía y cantautores: una propuesta de historia de la literatura española. "Muchos poemas y poetas recobraron, de este modo, vida y se acercaron al público no lector a través del oído; algunos de ellos han quedado ya indisolublemente unidos con sus cantores."

Se refiere Rodríguez Martos a esa pléyade de cantautores, y los citados son sólo una muestra, que "ayudaron a canalizar toda una serie de sentimientos de libertad y de oposición a un régimen que les resultaba inaceptable y, una vez caído éste, se reconvirtieron en críticos de la sociedad que había surgido del cambio y, más allá, hoy en día, del nuevo sistema mundo surgido en la década de los 90". Y que, a pesar de las construcciones políticas, crearon obras musicales de gran calidad que quedarán en la memoria de muchas generaciones. "Su valor como autores líricos —concluye— los hace merecedores para muchos del título de poetas." Aquí estamos de nuevo.

Al cantautor lo que es del cantautor, y al poeta

Apunta Ismael Serrano que "el poema tiene un ritmo interno, pero en la música ese ritmo es mucho más férreo".

Fernández Díaz lo explica así: "La poesía escrita sigue una música secreta e íntima, y la poesía cantada obedece a una música externa". La poesía, dice, es libre incluso de la rima, pero el creador de canciones está obligado por la música, la métrica y el tempo. "Cada estrofa tiene un peso, verso a verso se va desarrollando una historia y hay que saber mantener el pulso para llevarla hasta el final y terminarla con efecto y con gracia. A veces hay que escribir una novela en tres minutos."

Termino el texto confesando que no era mi objetivo alcanzar conclusiones irrefutables, si acaso, dar argumentos a unos y a otros: contribuir al desorden. Me preguntaba, es verdad, si en un mundo mestizo, híbrido, es posible erigirse en guardián de las clasificaciones antaño establecidas.

Y entonces me vino a la cabeza esa anécdota de Gabriel García Márquez. En un momento no sé si de flaqueza o de lucidez, Gabo se dijo dispuesto a cambiar toda su producción literaria por la posibilidad de escribir un bolero. Mi obra por un buen bolero.

Imaginen que lo hubiera hecho… ¿Alguien le habría negado el Grammy latino por su condición primera de prosista?

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