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Sampietro: “Había perdido la esperanza de volver al cine”

Mercedes Sampietro recibe el premio Mujer de Cine.

De pasar seis años sin rodar una película, a encadenar dos estrenos entre 2016 y 2015. Mercedes Sampietro (Barcelona, 1947) ha vuelto al cine. Hace un mes estrenó Las Furias, ópera prima del hasta ahora director de escena Miguel del Arco, en la que interpreta a Marga, madre de familia de los Ponte Alegre. Antes había participado en Hablar, película de Joaquín Oristrell grabada en un solo y largo plano secuencia. Coincidiendo con ese regreso, el Festival Internacional de Cine de Gijón, clausurado el pasado sábado, le ha otorgado el premio Mujer de Cine –había ganado ya el galardón Nacho Martínez en este mismo festival a toda su carrera--, que señala desde 2010 a una figura especialmente relevante para esta disciplina en España.

“Había perdido la esperanza de hacer cine. Me despedí hace un tiempo ya, porque no llegan papeles para mi edad”, cuenta en el hall de su hotel en Gijón –a donde este periódico viajó invitado por la organización del festival–. La oferta de Miguel del Arco fue una “casualidad”: “Bueno, sí, claro, hacía de abuela. Atractiva, pero abuela”. ¿Y para los hombres de su edad? ¿Hay papeles? “Para hombres sí. Es como en la vida real. La mujer se hace vieja, y el hombre, si acaso, se hace más atractivo, sobre todo si tiene dinero”. Además, su personaje se rebela contra las convenciones que le impone la sociedad, pero también su familia: su nueva pareja no es solo mucho más joven que ella, sino que es una mujer. “La desproporción de edades, que para un hombre es normal, en la mujer todavía no está aceptado, se ve con extrañeza. La película de Miguel, en ese aspecto, es muy valiente”.

Su currículum cinematográfico tiene una inusual sobrerrepresentación de mujeres directoras, teniendo en cuenta que ellas suponen todavía una minoría en el mundo del cine. Ha actuado a los órdenes de Josefina Molina (Entre naranjos), Pilar Miró (Gary Cooper, que estás en los cielos, Werther, El pájaro de la felicidad) , Gracia Querejeta (Cuando vuelvas a mi lado), Judith Colell (53 días de invierno, Nosotras) y Patricia Ferreira (Sé quién eres). “¡Cinco! Nada habitual, ¿eh?”, se sorprende ella misma.

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¿Ha observado, como suelen comentar algunas de sus compañeras, que los personajes femeninos creados por mujeres sean más profundos? Reflexiona durante unos segundos. “No. No. No lo he visto, qué le vamos a hacer. Depende mucho del talento de la persona. Pilar hizo una película en la que era ella, su vida, y ahí claro, había una mujer en el centro. Pero uno de los papeles que más he disfrutado ha sido el de Lugares comunes, de Adolfo Aristaráin. Un director hará un buen trabajo dependiendo de dónde sitúe su punto de vista”.

A una directora debe también su entrada en el mundo del cine. Pilar Miró, con quien luego repetiría en varias ocasiones, se empeñó en que ella, por entonces una desconocida en la industria y jamás había figurado en la gran pantalla, protagonizara Gary Cooper, que estás en los cielos. “Pilar se empeñó en que fuera yo. No había dinero y le dijeron que si estaba loca, coger de protagonista a una chica que no sabían si iba a poder aguantar la película. Y ella, que era así de burra, dijo: ‘Es esta, y será esta, y si no, no hay película’”, recuerda entre risas. “Ahora que lo pienso, no sé si a un hombre le hubieran impuesto tantos impedimentos”, apunta, aunque no demasiado convencida.

A Mercedes Sampietro no le importa confesar que odia las entrevistas –“No me gusta hablar, y menos de mí misma, además nunca puedo contar nada porque no me acuerdo de nada”—o que sigue sintiendo que es “una impostora” a la que en algún momento descubrirán en falta. Ella, cuenta con un pellizco de autocrítica, no estaba hecha para ser estrella. La razón: una timidez “casi enfermiza”. “Pero muchos actores son muy tímidos”, asegura. “Supongo que esa incapacidad de relacionarte y de expresarte y de tener una fluidez en la relación, te lleva al escenario… cuando te lleva”, cuenta. Para ella, el teatro ha funcionado “como terapia” y no dudaría en instaurarlo “como asignatura obligatoria en el colegio”: “Te abre puertas y te hace estar menos agarrotado dentro de ti mismo”. ¿Y en el cine? ¿Volverán a verla los espectadores? “No creo, la verdad. Tendrían que cambiar mucho las cosas”.

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