Música

El rap marca el ritmo de la revolución en Burkina Faso

El rapero burkinés Serge Bambara, conocido como 'Smockey'.

Serge Bambara (Uagadugú, Burkina Faso, 1971) se toma el primer café del día. Lleva puestas todavía las pantuflas pero luce ya un gorro negro bien encasquetado, el uniforme que se espera de un rapero en pleno invierno. Mira con desconfianza el cielo de Madrid, que amenaza con llover, pero sueña con el anonimato que le ofrece la ciudad. Allí, en su país, Bambara es Smockey —del francés se moquer, s'moquer, burlarse—, toda una celebridad de la música burkinesa que ha viajado a España con el apoyo del Consulado para dar un concierto el viernes, 2 de diciembre, en la sala Shoko. En los últimos años ha sido mucho más que uno de los cantantes más conocidos de ese país de 19 millones de habitantes: en 2013 fundó, junto al músico Sams’K Le Jah, el colectivo Balai Citoyen, la plataforma que orquestó la revolución pacífica que un año más tarde echaría del poder al dictador Blaise Compaoré, tras 27 años de gobierno. 

No han sido años fáciles para el cantante, ni para ninguno de sus conciudadanos. En septiembre de 2015, a un mes de que se cumpliera el aniversario del comienzo de la transición política hacia la democracia, el Regimiento de Seguridad Presidencial (la RSP, cuerpo de guardia del dictador) dio un golpe de Estado, finalmente fallidoun golpe de Estado, con la intención de instaurar de nuevo el régimen de Compaoré. Smockey debió entonces ocultarse durante seis días, temiendo por su vida, y su estudio de grabación fue bombardeado. Todavía no se siente seguro, y cuando debe viajar a la vecina Costa de Marfil, donde se encuentra exiliado el expresidente, tiene que avisar de su presencia a las autoridades "por lo que pudiera pasar". "Para sentirnos seguros, necesitaríamos que hubiera una verdadera voluntad política de acabar con los responsables del antiguo régimen", dice, apurando el café solo. 

Enemigos, desde luego, se ha buscado. Al poco de su fundación, la plataforma Balai Citoyen agrupó en torno a sí a un gran número de grupos de la oposición y de manifestantes. El propósito era convertirse en una "fuerza de vigilancia del poder". Su acción clave llegó el 30 y 31 de octubre de 2014, cuando la Asamblea Nacional debía votar una modificación constitucional para permitir que el dictador gobernara durante otra legislatura, pese a haberse comprometido previamente a no hacerlo. La fuerza de las protestas, que congregaron a más de un millón de personas según los organizadores, obligó a Compaoré a dimitir y a marcharse al exilio en Costa de Marfil. Desde entonces, el proceso de transición ha dado lugar a un Gobierno militar temporal, unas elecciones generales democráticas y la victoria del Movimiento del Pueblo por el Progreso (MPP), constituido por antiguos seguidores del dictador que le abandonaron en 2014. 

Bambara se encoge de hombros. "Estamos en una etapa de cuarentenauna etapa de cuarentena. Desde el 66 solo hemos tenido gobiernos militares, y hoy tenemos un gobierno totalmente civil. Es un paso, incluso si algunos consideran que los que están hoy en el poder son los arquitectos de la política de Blaise", explica. Habla del dictador con una cercanía iconoclasta. Cuando sus partidarios asesinaron a Thomas Sankara, el revolucionario comunista y antiimperialista que presidió el país entre 1983 y 1987 y del que Smockey se considera seguidor, el rapero tenía 17 años. Toda su vida adulta ha sucedido bajo el régimen del exdictador. Ahora, Balai Citoyen forma parte del grupo de la sociedad civil que está redactando la nueva Constitución, junto a los distintos partidos de la oposición. Continúa: "Es un paso que querríamos haber cumplido antes de las elecciones, pero el golpe cambió las cosas. Hay algunos elementos que nos hacen pensar que algunas cosas interesantes han sido ya redactadas. Si serán validadas, no lo sabemos".

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Algunos de los retos que afronta el país y que describe Bambara pueden resultar familiares para un lector español. "Quieren pasar a la reconciliación, pero la reconciliación no es posible sin justicia", se queja el rapero. En 2012, la Asamblea Nacional aprobó una ley de amnistía que protegía a todos los jefes de Estado burkineses desde 1960. Entre ellos, por supuesto, Compaoré, principal instigador de la normativa. "Se le atribuyen más de un centenar de crímenes de sangre, sin hablar de los delitos económicos", denuncia Smockey. Pese a eso, la justicia militar investiga dos dosieres particularmente relevantes para la opinión pública: el dosier Sankara, sobre el asesinato del antiguo presidente, y el dosier Norbert, por Norbert Zongo, un periodista asesinado en 1998 cuando investigaba la muerte del chófer del hermano menor del presidente, y también su sucesor político, François Compaoré. Los responsables del golpe de Estado fallido no han sido aún juzgados: el último primer ministro del dictador, único procesado hasta la fecha, fue puesto en libertad provisional recientemente después de pasar apenas dos meses en prisión. 

Smockey cogerá con ganas el concierto del viernes, el primero antes de regresar y hacer una gira nacional que servirá, espera, de "concienciación para continuar la lucha". Defiende que su activismo no es "cosa de dos días", y que sus letras —últimamente han ganado fama sus canciones de rechazo a la mutilación genital femenina— ya reflejaban su compromiso político: "Solo hace falta un paso para adecuar, como decía Indira Gandhi, los actos a la palabra". El movimiento senegalés Y'en a marre también tiene como líderes a varios raperos. ¿Coincidencia? "Si eres Will Smith y llegas al escenario, es mucho más fácil hacer callar a la gente porque tienes algo que decir. Utilizar eso parece evidente", dice. Pero, ¿un cantante de hip hop está por definición más comprometido que uno de otro género? ¿O que cualquier otro creador? "No. Yo siempre lo digo: antes de ser músico, periodista o agricultor, se es ciudadano. El ciudadano tiene responsabilidades y un derecho de mirada sobre lo público. El matiz es: ¿lo aceptamos, o no? ¿Aceptamos la misión o la rechazamos?". 

 

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