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La diáspora que nunca se olvidó de Armenia

Fotograma de 'La sombra de Ararat'.

Tres millones de personas viven en Armenia, un país con una extensión similar a Andalucía, pero otros siete millones de armenios viven repartidos por medio mundo como descendientes de la gigantesca diáspora que provocó el brutal y muy desconocido genocidio perpetrado por el Imperio otomano entre 1915 y 1922. En aquella carnicería, alrededor de un millón y millón y medio de mujeres, hombres, niños y ancianos fueron masacrados por los turcos en uno de los episodios más vergonzosos de un sangriento siglo XX. Pero muchos hijos, nietos y bisnietos de aquel horrible suceso no han olvidado sus raíces y proclaman con orgullo sus orígenes. El cantante Charles Aznavour, el personaje vivo más universal de Armenia, confiesa en La sombra de Ararat que se siente al 100% francés y al 100% armenio. “Soy un café con leche”, resume. En parecidos términos, el músico Ara Malikian, residente en Madrid, declara que se siente armenio, pero también ciudadano de los países donde ha vivido y, en la práctica, un artista cosmopolita.

Miguel Ángel Nieto (Casavieja, Ávila, 1960) no sabía nada de Armenia hasta que se cruzó en Sarajevo, como reportero de guerra en los años noventa, con un médico militar de origen armenio. “Tienes que conocer mi país”, le dijo el doctor a Nieto en aquellos dolorosos días de la guerra de Bosnia. El periodista y cineasta ha tardado dos décadas en seguir ese consejo, pero la espera ha valido la pena porque Nieto se enamoró de Armenia y ha dedicado dos años de trabajo a rodar La sombra de Ararat, un documental de una hora de duración que repasa a través de gente de la diáspora la historia reciente de este país cristiano y milenario, rodeado de Estados islámicos en la región del Cáucaso.

Dividido durante mucho tiempo entre los imperios ruso y otomano, Armenia fue un Estado soberano en 1918, al acabar la Primera Guerra Mundial, para ser más tarde absorbido como una república de la Unión Soviética y recuperar su independencia tras el derrumbe del comunismo. Esa década que siguió a la desaparición de la URSS en 1991 es conocida por los armenios como los años oscuros, en sentido figurado y en sentido literal, porque el colapso de las industrias y del suministro eléctrico, junto con la privatización de los servicios públicos, obligaron a la población a talar todos sus bosques para utilizar la madera como calefacción y combustible. Hoy la Armenia campesina sigue sobreviviendo en condiciones penosas, como relatan algunos entrevistados en la película, y cierto desarrollo urbano solamente se puede encontrar en Ereván, su capital.

“Cumplí con ese deseo de conocer Armenia cuando decidí viajar desde Moscú hasta los que yo llamo países inexistentes del Cáucasopaíses inexistentes”, comenta Miguel Ángel Nieto, que estrenó el viernes pasado su documental en el Matadero de Madrid donde la cinta se proyectará hasta el próximo 16 de febrero. “Nunca imaginé”, añade el director, “la importancia de la diáspora armenia que ha generado personalidades de la talla de los cantantes Charles Aznavour y Rosy Armen, los músicos Ara Malikian o Ruben Yessayan, el chef Armen Petrossian o el expresidente de Líbano Émile Lahoud, entre muchos otros. Cuando me preguntan de qué vive un país pobre y rural como Armenia contestó que, sobre todo, de las ayudas de los descendientes de la diáspora”. Todos los citados desfilan por una película de gran belleza visual y narrada con gran eficacia. El documental, producido por Diagrama Producciones y New Folder, ha sido financiado por tres millonarios filántropos de origen armenio que han preferido no revelar su identidad.

  El cineasta Miguel Ángel Nieto, director de La sombra de Ararat.

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“Un país aislado y desconocido no puede salir adelante”, ha afirmado Miguel Ángel Nieto tras el pase de su documental para la prensa. Por ello, el equipo que ha rodado La sombra de Ararat, con Nieto y el realizador Hugo Herrera a la cabeza, confían en que España se convierta en el país número 30 del mundo que reconozca el genocidio armenio, un gesto que muchos Estados no se han atrevido a adoptar por miedo a las represalias de un país tan poderoso como Turquía. “Por supuesto”, explica el director y guionista de la cinta, con más de 30 documentales rodados a sus espaldas, “aspiramos a que el documental tenga un buen recorrido en salas y en televisiones, pero también deseamos que sirva para poner en el mapa a un país como Armenia”.

El monte Ararat, con resonancias de la Biblia, ya que este libro sagrado sitúa allí el arca de Noé, simboliza la odisea del pueblo armenio. Sus perpetuamente nevadas cumbres se elevan por encima de los 5.000 metros y es el pico con mayor altitud de Turquía. Su impresionante silueta puede contemplarse desde prácticamente todo el territorio armenio. Pero la montaña está enclavada en suelo turco.

 

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