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¿Qué será de los 'millennials'?

Manifestación de Juventud Sin Futuro en abril de 2011, en Madrid.

Las nietas del periodista y economista Joaquín Estefanía (Madrid, 1951), director de El País entre 1988 y 1993, tienen siete meses y tres años. Es improbable, por tanto, que mantengan con su abuelo una conversación sobre sus condiciones de vida y las diferencias entre sus expectativas vitales y las de generaciones anteriores... todavía. Temiendo que llegue el día en que esas personas en miniatura le pidan cuentas —cita a Enrique Jardiel Poncela para recordar que, "por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca será tan severo como un hijo juzgando a su padre"—, ha escrito Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto? (Planeta). Es, en parte, una explicación razonada que ofrecer a las pequeñas cuando no lo sean tanto y tengan que pagar el alquiler con un trabajo a tiempo parcial, como falsas autónomas o empleadas por obra y servicio. Pero también es una llamada de atención a su generación sobre la brecha que les separa de esos millennials a los que a veces tratan con dureza.

El motivo de ponerse con el que será su tercer libro en menos de tres años (después de Estos años bárbaros y Los Tyrakis), es que la amenaza de que las nuevas generaciones iban a ser las primeras en décadas en vivir peor que sus padres finalmente se ha materializado. Hay datos que permiten afirmar que esto ha ocurrido. Por ejemplo, que "los ingresos de los españoles de menor edad descendieron casi una cuarta parte (22,5%)" entre 2011 y 2014, mientras que "los de los jubilados aumentaron un 11,3%". Mientras, los millennials —categoría que él define, simplemente, como la generación que actualmente tiene menos de 35 años— son acusados de no querer comprar casas, de dejar constantemente sus trabajos o incluso de comer tostadas con aguacates en lugar de ahorrar. "Todo el mundo está muy obsesionado con los millennials", admite, "pero es que ya hay otra generación, los centennials, que no han vivido otra cosa que la crisiscentennials. Una generación que no puede estudiar, porque las matrículas son muy caras, ni pueden trabajar, porque no tienen ninguna posibilidad de hacerlo". El periodista traslada la preocupación de padre y abuelo al debate público: ¿qué va a ser de ellos?

Esto coincidía, además, con dos aniversarios particularmente significativos para Estefanía. Primero, el de la conferencia Las posibilidades económicas de nuestros nietos impartida en Madrid por John Maynard Keynes —citado y discutido continuamente por el economista—, que, en 1930, se cuestionaba sobre el futuro de las nuevas generaciones y las medidas necesarias para asegurarlo. Este libro es un homenaje claro tanto a aquel tema como al trabajo del economista, que subraya además el paralelismo entre aquella Gran Depresión y esta Gran Recesión. Se cumplen también 15 años de su libro Hij@, ¿qué es la globalización? En aquella ocasión, la editorial le pedía que explicara ese nuevo palabro a aquellos a quienes llevaba 30 años de ventaja, pero él se dio cuenta de que ya sabían más que él. En esta ocasión, trata también de escuchar a los jóvenes... a la vez que construye una "llamada de atención" a sus coetáneos que ya le ha costado "alguna discusión" con los amigos. 

Ha diagnosticado una falta de comprensión generalizada hacia los menores de 35, sustentada en "el mito" de su ausencia de "cultura del esfuerzo". Y cita a la socióloga Belén Barreiro, expresidenta del CIS y directora de My Word, cuando dice que "la pregunta habitual que habría que hacerse no sería, como hasta hace poco, qué les pasa a los jóvenes, sino qué se les ha hecho o qué les hemos hecho". "Cuando tus circunstancias vitales son que no tienes un futuro claro, que no tienes un puesto de trabajo, que cuando lo tienes lo tomas sea cual sea el sueldo que te ofrecen, que no puedes estudiar aquello por lo que tienen vocación sino lo que pide el mercado… Cuando estableces esa secuencia de hechos que son las vigas de tu vida, obviamente serás distinto", reflexiona. El resultado es que se percibe que, mientras que los actuales padres y abuelos "fueron jóvenes muy poco tiempo", las siguientes generaciones se ven obligados a "salir más tarde del periodo de estudios" y abandonar las expectativas que habían tenido sus mayores. 

Pero sus nietas están un escalón más allá. Estefanía habla de un gran "nihilismo" en los menores de 18, que apenas tienen conciencia de un tiempo anterior a la crisis, cuando se daba por sentado que los hijos, mejor formados que sus padres, les superarían también en lo económico. Para ellos recupera aquel sentirse como "flores en la basura" del "God save the Queen" de los Sex Pistols. "No future!", de nuevo. No les culpa. El contrato social, para ellos, es una entelequia. "Yo no quiero ser paternalista y decir que todo lo que está ocurriendo en el seno de los millennials es bueno", objeta, "sino que son producto de un fracaso, el fracaso de nuestra generación. Hemos perdido una batalla y los resultados se producen en el culo de los millennials y de los centennials". Los mismos que, por primera vez desde que se inició la serie histórica en el CIS, desconfían del sistema sustancialmente más que sus mayores. De nuevo en palabras de Barreiro: "Es el joven que ha vivido la Gran Recesión el único que muestra patrones de desconfianza muy superiores a los de otras cohortes de edad".

Para que Joaquín Estefanía creyera en un futuro digno para sus nietas, habría que andar —o desandar— varios caminos. El de la igualdad de oportunidades: "El hecho de que en estos momentos cada vez más chavales dependan de la renta de sus padres es un paso atrás brutal". El del cambio climático, que ha sido convertido en "un tópico" y cuya batalla se ha pospuesto indefinidamente por la crisis. La "precarización estructural", que "no hay sociedad que la resista" —literalmente, porque el economista se pregunta quién pagará mañana las pensiones—. Y "la desconfianza en el sistema político", que en última instancia puede debilitar una democracia que no es percibida como útil ni justa por los ciudadanos. A su juicio, las fuerzas progresistas —partidos políticos y sindicatos— están trabajando "con esquemas antiguos": "No digo que no sean válidos, que no sirva el izquierda y derecha, o las clases, sino que esta sociedad dual se está fracturando, además, entre jóvenes y mayores".

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La larga carta a sus nietas, escrita con un lenguaje "tan sencillo como ha sido posible", oscila entre dos polos. Uno negativo, enroscado en esa falta de futuro, en ese fracaso del que habla, en unas evidencias que solo pueden hacer mirar con pesimismo las vidas de quienes hoy son jóvenes adultos. A eso se suma que "estamos viviendo la ola más reaccionaria en 50 años", materializada en Donald Trump, en Marine Le Pen, en Geert Wilders, y a que "la otra parte ha dejado transcurrir con un, digamos, conservadurismo compasivo". Es decir, comprando sus ideas. 

Pero Joaquín Estefanía se empeña en subrayar también el polo positivo de esta tensión, materializada en unos "movimientos de indignados" que "no con sentimiento de clase sino de generación, dicen ‘Tenemos que reaccionar". Subraya que fueron los jóvenes los que votaron contra la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y los que sostienen de forma más evidente las fuerzas progresistas en las urnas. A sus nietas les recuerda la pancarta que, en el 15-M madrileño, decía "¿Recortes?: ¡lucha!". "Todo es posible, no hay nada irremediable", dice, con un optimismo que considera casi un deber político. Sus nietas, y con ellas todos los millennials, que ya son el grupo más numeroso del planeta, cruzan los dedos para que así sea. 

 

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