Diario de un indeciso

El puñetazo

A cuatro días de las elecciones generales, un bárbaro ha propinado un puñetazo a Rajoy, le ha roto las gafas y de paso ha nublado la visión de la campaña. Así que arrojamos a la papelera el análisis en marcha para escribir unas breves consideraciones.

1.- Nunca, que sepamos, un presidente del Gobierno en los 37 años de democracia había sufrido una agresión física. El hecho merece una rotunda y radical condena, de todas las fuerzas políticas y de cualquier ciudadano demócrata. Las bofetadas y los puñetazos se dan en las urnas introduciendo una papeleta. Aunque sea una obviedad conviene repetirla: ningún acto violento tiene justificación posible.

2.- Son tan injustificables las inmediatas insinuaciones que ligan al agresor con partidos políticos concretos como los disparates que en las redes sociales minimizan el incidente o hasta lo disculpan.

3.- Puede sorprender que las férreas medidas de seguridad que rodean a un presidente del Gobierno en ejercicio y candidato a renovar el cargo no hayan evitado la agresión, pero si uno ve las imágenes del paseo electoral de Rajoy o el de cualquier otro candidato es evidente que una agresión física individual es posible y quizás inevitable si un descerebrado decide intentar cometerla.

4.- Todos los candidatos a las elecciones del 20-D han expresado su rotunda condena de esta agresión y se han interesado personalmente por la salud de Rajoy. Son nauseabundos y miserables los mensajes de algunas conocidas voces de la caverna mediática acusando inmediatamente a “cierta izquierda” y a “algunas televisiones” de “convocar a la violencia” contra Rajoy.

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5.- La precipitación con la que se propagan datos sin comprobar sobre la filiación del autor de esta barbaridad alienta a su vez conclusiones totalmente disparatadas. Una vez más conviene distinguir entre información contrastada y simples lucubraciones más o menos intencionadas.

6.- Políticos de muy diferente signo (ministros, diputados, alcaldes y concejales) han sufrido en el pasado agresiones físicas (en manifestaciones, en actos públicos, en el aeropuerto de Barajas o por la calle en compañía de sus familias). Unas fueron conocidas y denunciadas. Otras han quedado en el silencio por miedo a alentar nuevas agresiones. La reacción exigible, en todos los casos, sólo puede ser la condena de la violencia, la aplicación de la justicia y la defensa del ejercicio de la política. 

La utilización electoralista del puñetazo recibido por Rajoy (sea su autor adulto o menor de edad, milite en un grupo de hooligans o simplemente en el desequilibrio mental) sería una ofensa a su vez al juego limpio que exige una democracia seria. Y a la inteligencia de los votantes.

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