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La política de austeridad que recorre Europa y asfixia a los países del Sur podría tener los cimientos mal asentados. La teoría económica más aceptada sostiene que la economía de un país cuyo endeudamiento supere el 90% de la riqueza que genera anualmente, entrará en zona de riesgo al crecer menos. Pero ¿qué sucedería si los cálculos que sostienen la teoría están equivocados?

Dos profesores de Harvard, reconocidos teóricos de la economía, Kenneth Rogoff (exdirector del Departamento de Estudios del FMI) y Carmen Reinhart, Kenneth Rogoff (exdirector del Departamento de Estudios del FMI) dieron forma a las bases de la política de austeridad con un estudio (Growth in a Time of Debt) en el que concluían que la relación entre nivel de endeudamiento y crecimiento era prácticamente nula en economías con endeudamientos por debajo del 90% del PIB, pero muy notable en aquellos que superaban esa marca.

La teoría Rogoff-Reinhart (coautores del libro "Esta vez es diferente. Ocho siglos de locura financiera") mantenía que los países con más del 90% de deuda en relación al PIB mostraban un crecimiento (en media) del -0,1% y sufrían incluso más en las perspectivas económicas a más largo plazo.

Tres profesores de Massachusetts

Ahora, toda la teoría está en discusión. Un trabajo de tres profesores de la Universidad de Massachusetts, Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin, recogido en las páginas del New York Times, viene a cuestionar la verdad más asentada: las teorías de la austeridad pueden estar equivocadas y sostenidas en una hoja de cálculo errónea.

Según los tres profesores, los cálculos de Rogoff y Reinhart están mál hechos. La prueba, países con porcentajes de deuda por encima del 90% mantienen tasas de crecimiento anual de sus economías por encima del 2%. No sólo no caen, como advertían Rogoff-Reinhart, sino que crecen.

Para España, socia de un club regido por la austeridad que impone Alemania, el debate es vital. La deuda española se situó en el 84,08% del PIB en 2012 (883.873 millones de euros) pero, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), este año la deuda alcanzará el 91,8% del PIB y superará el 100% en 2015. Por comparar, en 2012, la deuda alemana se situaba en el  81,96% del PIB y la italiana en el 126,98%. Para los defensores de las políticas de austeridad, las cifras hablan por sí solas del riesgo en el que se encuentra la economía y de la necesidad de mantener bajo control la deuda.

Pero estremece pensar que un error aritmético haya podido traducirse en desempleo y sufrimiento, y así lo señalaba en las páginas del New York Times Dean Baker, del Center for Economic and Policy Research. Y estremece pensar que la dureza de comisarios europeos, como el finlandés Olli Rehn, con las asfixiadas exonomías sureñas descansen, aunque sea en parte, sobre un error de cálculo.

El debate ya ha saltado, de alguna forma, más allá de las páginas de la prensa o de las publicaciones universitarias. El FMI se ha mostrado públicamente partidario de una cierta flexibilidad a la hora de abordar los problemas de las economías más debilitadas, caso de España.

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Pero mientras el debate debilita la teoría más asentada, España mira con prevención la evolución de la deuda y de los mercados. Sólo en intereses, esa deuda se lleva más de 38.000 millones de euros al año, más que la nómina de los empleados públicos.

Cada colocación de deuda (la última, esta semana, adjudicó 5.000 millones en letras a seis y 12 meses con descensos en los tipos de interés) se celebra como un éxito. El Gobierno está obligado, quizá, a mostrar optimismo. Pero conviene saber unas cuentas cosas: la prima de riesgo (diferencia entre lo que paga Alemania por sus bonos a 10 años y lo que paga España por los suyos) se mantiene alta, en torno a los 350 puntos básicos, lo que supone pagar tipos en torno al 5%. Y así no hay quien se financie con comodidad.

Más aún. La bajada en la prima de riesgo no es sólo una cuestión de España. Italia, con un alevado endeudamiento y una situación política inestable, también ve como se reduce su prima. La razón: los excepcionalmente bajos tipos de interés de EE UU y Japón, principalmente, están canalizando dinero hacia activos que ofrecen rentabilidades más altasen zonas del mundo que aún se presumen estables.

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