Análisis

La canciller Merkel lamina las señas de identidad del proyecto europeo

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Angela Merkel defiende las políticas de ajuste a ultranza. Lo ha hecho en una entrevista en el diario alemán Bild en el que rechaza que la prosperidad de los países europeos esté basada en el crédito. No es una sorpresa. Pero revela que la canciller alemana no se deja influir, ni poco ni mucho, por los recientes mensajes de advertencia de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las consecuencias que puede tener la amarga medicina que los países acreedores del norte de Europa están aplicando a los deudores del Sur.

Las declaraciones suponen también un enterramiento definitivo de las señas de identidad del proyecto europeo, basadas desde 1950 en la solidaridad entre Estados para aproximar las condiciones de vida entre los ciudadanos de sociedades prósperas y menos prósperas. 

En la entrevista. que se interpreta como un mensaje a los electores de cara a las elecciones de otoño, Merkel defiende la importancia de seguir adelante con las reformas destinadas a fomentar la competitividad de las economías europeas. En otras palabras: no puede haber tregua en las políticas de ajuste

Merkel da una de cal y una de arena. Destaca que todos los países del Sur de Europa han puesto "más o menos en marcha" las reformas necesarias para entrar en una senda sólida, pero reconoce que implicarán "recortes dolorosos" que sufrirán muchos ciudadanos.

Pero, el núcleo amargo del mensaje es éste: debe quedar claro, sostiene la canciller,que en el largo plazo que cada país debe vivir de aquello que genera y debe tener una "economía competitiva" con una base industrial, "grande o pequeña". Así, añadió que debe quedar claro para todos que el bienestar basado en el crédito ya no es una opción.

La visión que tiene Merkel sobre el futuro de la Unión Europea (UE) a largo plazo es una asociación de países dotados, cada uno de ellos, de una economía "competitiva" basada en una base industrial "grande o pequeña", según los casos, que no se endeuden más allá de lo previsto. ¿Servicios? Los que cada país pueda pagar.

La política de austeridad (o austericidio) pone en cuestión los principios que imperaron en Europa, al menos hasta la década de los 90. Desde el primer tratado, el del Carbón y del Acero (1950) entre Francia y Alemania, la proximación entre las condiciones de vida de los ciudadanos de Europa, la solidaridad y la apuesta por el diálogo estuvieron siempre presentes a la hora de impulsar el proyecto común.

A segundo plano

Esos principios que ahora parece enterrar definitivamente Merkel pasaron a un segundo plano con la creación de la Unión Monetaria. La Ley que rige el funcionamiento del Banco central Europeo (BCE) estableció como primer principio de actuación la estabilidad de los precios (una obsesión alemana). Las políticas económicas generales de la Comunidad se apoyaría, sí, pero si no perjudicaran al primer objetivo,

La renuncia a la cohesión social de las diferentes sociedades es también la renuncia a las señas de identidad que distinguieron al Viejo Continente hasta hace unos años.

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Pero todo podría darse por bueno si las políticas que se están aplicando en Europa, y con especial énfasis en los países del Sur, garantizaran el bienestar futuro, tal y como sostiene la canciller alemana. Pero hay debate. Nada está claro.

Un reciente estudio elaborado por Isabel Ortiz y Mathew Cummins (The Age of Austerity), citado por el catedrático de Economía Aplicada Juan Torres, analiza 314 informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) elaborados entre enero de 2010 y febrero de este año concluye que las políticas de austeridad ni promueven el empleo estable, ni el crecimiento, ni mejoran el nivel de vida o la cohesión social. Muy al contrario, sostienen, empeoran la situación, aumentan la desiguadad y nos llevan de cabeza a una nueva recesión.

El principio que defiende Merkel puede ser razonable: hay que controlar el endeudamiento y asegurarse de que se pueda pagar. La deuda no puede ser un fin en sí mismo.  Pero sin olvidar que han sido las políticas y los políticos neoliberales los que han favorecido la desregulación bancaria y el impulso de un negocio que se ha basado, en buena parte, en la generación de deuda y el dinero ficticio. Burbujas.

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