La salida de la crisis

El BCE 'regará' con un billón de euros la economía de la eurozona para salir del estancamiento

El BCE mantiene los tipos en el 0,75%

La economía europea no funciona, está estancada y corre el riesgo de empantanarse para muchos años. La situación es tan delicada que hasta en el consejo del Banco Central Europeo (BCE) las opiniones y enfoques sobre lo que hay que hacer para evitar años de penuria empiezan a ser unánimes, lo que no es habitual. Lo que antes era heterodoxo, ahora es necesario. Con Francia e Italia paradas, la inflación de la eurozona en septiembre se situó en el 0,3%, la más baja desde 2009, lo que ha disparado las pocas alarmas que no estaban ya activas.

En ese marco, el presidente del BCE, Mario Draghi, ha anunciado que el BCE va a empezar a comprar a los bancos cédulas hipotecarias. Al final del trimestre comprará también deuda privada (préstamos convenientemente empaquetados, los ABS). Todo para que fluya el crédito y se anime la actividad. Pero, a pesar del anuncio, los mercados reaccionaron a la baja. Aunque el BCE mantuvo los tipos en el 0,05%, esperaban más.

El programa de compras, que puede durar dos años, no excluye la adopción de medidas aún más audaces –para una Europa impregnada de la política de austeridad–, al estilo de lo que ya han hecho otros bancos centrales como los de EE UU, Japón o Reino Unido, con compras de deuda pública. Pero el BCE se da tiempo porque la unanimidad de los socios del euro no llega hasta ahí. Al menos todavía.

Las pistas de Draghi

Draghi no concretó el importe total de las medidas puestas en marcha. Pero sí dio pistas. Al comentar su impacto en la bolsa (balance) del BCE, Draghi reiteró que, a futuro, piensa en un tamaño similar al que la entidad tenía en 2012. Entonces, ese balance era de tres billones de euros, mientras que el balance actual apenas supera los dos billones. En suma, la autoridad monetaria se dispone a regar la economía de la eurozona con dinero nuevo por un importe de un billón de euros.

Tarde y de forma titubeante, la situación de la economía de la eurozona obliga a retomar la teorías monetaristas que, como sucede con los gases, defienden que el dinero puede ser regulado por presión y flujo (tipos de interés y cantidad de dinero en circulación). Las crisis financieras, fruto de la contracción del crédito, desaparecen si se inyecta dinero en abundancia.

Pero la cuestión no es tan clara. Para que el dinero fluya y la actividad se anime tiene que haber empresas y particulares dispuestos a endeudarse para producir e invertir. Y el horizonte no lo permite. Falla la confianza

Las consecuencias de esa falta de confianza en el futuro se observaron en septiembre, cuando el BCE celebró la primera subasta de dinero barato para la banca (0,15% de interés a cuatro años), condicionada a la concesión de créditos. La subasta de  liquidez TLTRO (Targeted longer-term refinancing operations) cerró con una modestísima demanda. Fueron 82.601 millones a bajo interés (0,25% a cuatro años), cuando los analistas esperaban entre 92.000 y 114.000 millones. Los bancos españoles solicitaron 15.000 millones, el 18% de lo adjudicado.

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Un fracaso

El fracaso de la subasta confirmó, según la opinión extendida entre los economistas más críticos, que el problema de la eurozona no está en la liquidez. El BCE tiene previsto realizar una nueva subasta de dinero barato en diciembre. Si el resultado fuera tan decepcionante como el de septiembre, el BCE tendrá que tomar medidas más contundentes, quizá más allá incluso de la simple compra de deuda privada.

El problema que aqueja a la economía europea es tan profundo, señalan economistas como Emilio Ontiveros (Analistas Financieros Internacionales), que "ni siquiera la liquidez casi gratuita resulta atractiva".

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