Golpe a la soberanía energética

El Gobierno permite a Enel vaciar Endesa mientras países como Italia o Francia blindan sus sectores estratégicos

El presidente de Endesa, José Bogas, a la derecha, junto al vicepresidente, Borja Prado, en el centro, y el consejero delegado de Enel, Francesco Starace, en la Junta de Accionistas de esta semana.

El presidente de Endesa y de Mediobanca, Borja Prado, informó en julio al Gobierno y a los órganos reguladores de que la empresa estatal italiana Enel, propietaria de un 92% de Endesa desde 2007, iba a hacer caja con la eléctrica española. Prado no lo explicó así. Vendió la operación como una reestructuración que permitiría a Endesa -vaciada de sus activos en Latinoamérica- mantener la consideración de empresa española.

El Gobierno, sin herramientas legales directas para intervenir, ha consentido el traspaso de activos a Enel y el reparto de un fabuloso dividendo (14.606 millones este año y 24.000 millones desde 2007) sin mover una ceja. Todo a pesar de que países como Italia y Francia, por la vía de los hechos, mantienen el blindaje de los sectores que consideran estratégicos.

La reciprocidad fue uno de los argumentos que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero utilizó para justificar la venta de la privatizada Endesa a la empresa estatal italiana Enel en 2005 y tras una dura pugna. Habría (posteriormente) compras por empresas italianas en España y compras de empresas -y de bancos- españoles en Italia.

Libertad de establecimiento

La libertad de establecimiento y de compra de empresas regía para todos los países de la UE, incluidos los espacios "naturales" por su cercanía como Italia o Francia, mercados fundamentales para España. Pero ni Francia ni Italia, con una importante presencia empresarial al sur de los Pirineos -Renault, Aguas de Barcelona, Carrefour o Endesa- han permitido la entrada de empresas españolas en sectores que consideran estratégicos como la energía, la construcción de obra pública o el negocio bancario.

Francia e Italia han ido aún más lejos. En mayo pasado, el Gobierno francés aprobó un decreto que permitirá al ministro de Economía vetar operaciones de compañías extranjeras en sectores considerados clave. El decreto, cocinado en torno al interés por la compañía Alstom, está siendo examinado por Bruselas.

Italia también ha maniobrado en el mismo sentido. Aunque en 2012 reformó la vieja norma que protegía sus sectores estratégicos, mantuvo la llamada "acción de oro". Todo para proteger sus empresas emblemáticas: Enel, Eni, Telecom Italia o Finmeccanica.

Una defensa a ultranza

La defensa a ultranza frente a grandes compañías extranjeras ha hecho descarrilar importantes operaciones en los últimos años tanto en Italia como en Francia. En Italia, ni el BBVA, ni el Banco Santander, ni Telefónica, consiguieron cumplir sus planes. Tampoco La Caixa y ACS en el año 2006, con los planes para fusionar Abertis con la italiana Autostrade, la concesionaria de autopistas italiana.

En el caso de Abertis, el Gobierno italiano intervino sin medias tintas. El entonces ministro de Infraestructuras, Antonio Di Pietro, fue categórico al señalar que "aunque se caiga el mundo", el Ejecutivo no facilitaría la operación. Sin admitirlo de forma explícita, el Ejecutivo encabezado entones por Romano Prodi cuestionaba que la sede y la dirección de la compañía resultante de la fusión fueran españoles. La fusión, simplemente, fracasó.

El BBVA y el Santander también lo intentaron en Italia. En 2005, el BBVA intentó comprar la Banca Nazionale del Lavoro (BNL), el quinto banco italiano, para convertirse  en el séptimo banco de Europa y el tercero de la zona euro por capitalización bursátil. La entidad presidida por Fracisco González -aliada con Generali-encontró una fuerte oposición. Surgieron rivales para la oferta y el Banco de Italia no disimuló su disgusto por la operación. BBVA tiró la toalla.El Banco Santander también abandonó su apuesta en Italia. En 2007 vendió la última participación que mantenía en el banco San Paolo, la entidad en la que había entrado 12 años atrás. El banco había gestionado la entidad gracias a un pacto de accionistas, pero, finalmente, la parte italiana decidió la fusión con Intesa y el Santander decidió hacer caja.

Banca, autopistas y telecos

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Banca, autopistas...y telecomunicaciones. Telefónica lo intentó también en el mercado italiano. No tuvo éxito. En septiembre anunció la intención de abandonar definitivamente la compañía en la que entró en 2007. "El problema ha sido que no somos italianos" resumió el presidente de la compañía, César Alierta. Toda una clase sobre cómo funcionan los negocios pese a la supuesta igualdad de oportunidades dentro de la Unión Europea.

Como en Italia, en Francia tampoco es fácil adquirir empresas consideradas estratégicas para la economía del país. Sacyr es un bue n ejemplo de cómo se las gastan en el país vecino a la hora de defender los intereses nacionales. Con sectores "blindados" por su carácter público (EDF y GDFSuez controlan el sector energético), es más que difícil entrar.

La constructora Sacyr, pilotada entonces por Luis del Rivero, intentó asegurar el futuro con la compra de una participación en el gigante francés Eiffage en 2006. Tras más de un año de disputas que llegaron a los juzgados -con imputaciones a Del Rivero- Sacyr tiró la toalla y vendió en 2008 su participación en Eiffage (33%) por 1.920 millones. Sin plusvalías.

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