Elecciones 20-D

La suma del voto en blanco y el nulo marcó su récord en 2011: 2,66%

Más de 650.000 personas votaron en blanco o nulo en 2011

Ibon Uría

La suma del voto blanco y el nulo alcanzó un récord en las elecciones generales de 2011. Juntos supusieron el 2,66% de los sufragios emitidos y más de 650.000 ciudadanos acudieron a las urnas para optar por estas opciones que no se traducen en una representación parlamentaria. En su conjunto, el voto blanco y el nulo superaros los apoyos de fuerzas como el PNV o Esquerra Republicana, y se quedaron cerca de los 779.000 votos que obtuvo Convergència i Unió.

En líneas generales el voto blanco y el nulo han seguido trayectorias opuestas desde 1977. El voto nulo fue una opción mucho más frecuente en las primeras elecciones que en las últimas. Alcanzó su pico máximo en 1982, cuando el 1,95% de electores votó nulo. Después cayó hasta su mínimo en 1996, con un 0,5%, y desde entonces ha experimentado varios repuntes. En la última cita con las urnas, las generales de noviembre de 2011, subió hasta el 1,29%, la cifra más alta desde 1986. El CIS prevé que se decantarán por el voto nulo el 0,6% de los electores el 20-D.

El voto en blanco, en cambio, ha subido elección tras elección con la salvedad de 2008. En 1977, 1979 y 1982 se movió entre el 0 y el 0,5%. Traspasó esa barrera en 1986 y siguió subiendo hasta rozar el 1% en 1996. En 2000 y 2004 representó exactamente el mismo porcentaje, el 1,58%, un techo que no se ha superado nunca desde entonces. En 2008 cayó notablemente hasta el 1,11% y en noviembre de 2011 repuntó dos décimas y media hasta el 1,37%. El barómetro preelectoral del CIS afirma que hasta un 2% de votantes podrían votar en blanco el 20-D. De confirmarse, sería una cifra récord.

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¿A quién favorece cada opción?

El voto nulo se produce cuando dentro del sobre hay algo diferente a una única papeleta. Si hay papeletas de dos candidaturas diferentes, cuando se reescribe la lista electoral o cuando se introduce algún objeto extra, el voto es nulo. Los expertos sostienen que esta clase de voto es casi siempre voluntario y se asocia a un voto de protesta o "gamberro". De cara al recuento de escaños se consideran votos emitidos no válidos, por lo que no cuentan para el reparto de escaños. Traducido: no perjudican ni benefician a los partidos grandes ni a los pequeños.

El voto blanco, en cambio, ocurre cuando dentro del sobre no hay nada. Según la vigente Ley Electoral esta clase de voto se considera válido, por lo que se suma a los votos obtenidos por candidaturas a la hora de repartir escaños. Habida cuenta de que hay una barrera mínima para obtener escaños –el 3%–, incluir los votos en blanco puede complicar a los partidos más pequeños acceder a ese primer representante. Sin embargo no es menos cierto que sólo en las circunscripciones que reparten más diputados se puede obtener un acta con el 3%, por lo que es casi imposible que un partido quede sin representación por ese listón del 3% y, menos aún, por el efecto de incluir los votos en blanco.

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