Elecciones municipales

La debacle electoral de Hollande: ¿qué le ha pasado factura?

El presidente francés, François Hollande, en su mensaje televisado en El Elíseo, este 31 de marzo.

FRANÇOIS BONNET (Mediapart)

Nunca antes en la V República francesa se había votado en unas elecciones municipales en clave nacional de forma tan clara. La segunda vuelta de las elecciones municipales de 2014, celebradas el pasado domingo 30 de marzo, ha contado con todos los elementos propios de unos comicios legislativos. Pueden haber tenido alguna influencia determinados actores, algún peso pesado de la política, pero lo importante era aprobar o castigar las grandes líneas de la política puestas en marcha en mayo de 2012 por el Ejecutivo socialista.

El resultado es de una dureza fuera de lo común porque desautoriza y castiga a buena parte de los socialistas, que pierden más de 155 ciudades de más de 9.000 habitantes. 68 ciudades de más de 30.000 habitantes han caído en manos de la derecha y el FN ha conquistado una docena de alcaldías. De entrada, ya no se sostiene el argumento esgrimido tanto por los candidatos sociales como por el propio Gobierno, según el cual las municipales sólo eran elecciones “locales”, unos comicios sin mayor alcance.

Además, estamos ante un ciclo que termina o más bien asistimos al final de un sistema que se ve comprometido por este voto: el de cierto socialismo municipal que permitía a los socialistas sostener que el balance local de su gestión municipal bastaba para conseguir la reelección. También hay que señalar que se ha castigado a un responsable: el presidente de la República y, con él, el Gobierno, puesto que todo apunta a que el voto de castigo se dirige, sobre todo, en primer lugar a las políticas del Ejecutivo.

En esto, las municipales de 2014 difieren de dos comicios anteriores. 1983 supuso una dura derrota para los socialistas de Mitterrand, pero una derrota que se vio atenuada por la fuerte movilización que se registró en la segunda vuelta y por la unidad de las fuerzas de izquierda, todavía viva, lo que, unido a la transferencia de votantes, hizo posible la limitación de los daños. Esta vez no ha sucedido así; la abstención ha sido aún más alta en la segunda vuelta (38,5%, frente al 36% de la primera vuelta); la transferencia de voto entre fuerzas ha sido escasa o incluso muy mala, dejando aislados a los candidatos del PS.

El otro antecedente se remonta a 1977, cuando se registró una enorme ola roja que llevó al PS a instalarse de forma prolongada y masiva al frente de las alcaldías. Este éxito no se debió solo al rechazo de las políticas de Giscard d'Estaing, sino también a la aparición de una nueva generación de responsables políticos movida por dinámicas sociales y por la unión de la izquierda. En 2014 ha sucedido como en 1977, pero a la inversa.

El primer ministro Jean-Marc Ayrault, en su alocución el domingo por la noche, y la mayor parte de los responsables socialistas no han atribuido a la difícil situación por la que atraviesan en algunas localidades los resultados de los comicios. “Se trata de una derrota del Gobierno. Asumo mi responsabilidad. Estas elecciones han estado marcadas por la desafección significativa de los y las que nos dieron su confianza en mayo y en junio de 2012”, reconoció sin vacilar Jean-Marc Ayrault. En cuanto al debate sobre los cambios políticos que se han de introducir, el domingo, el PS los puso en marcha de forma tímida. Todos recuerdan que la decisión está en manos de François Hollande... que ya ha decidido relevar a su primer ministro, y sustituirlo por Manuel Valls, hasta ahora titular de Interior

Baste como ejemplo significativo y simbólico de la derrota socialista el caso de la localidad de Limoges. Nadie habría imaginado que el PS perdería lo que era un bastión socialista desde 1912. Sin embargo, Alain Rodet, alcalde saliente, ha sido derrotado. Detrás de esta derrota no sólo subyace el desgaste de un barón local, en el cargo desde hace 24 años. Tras perder casi la mitad de los votos en la primera vuelta, con respecto a los resultados obtenidos 2008, Alain Rodet descubrió de la noche a la mañana las ventajar de presentarse en coalición con otras fuerzas democráticas y fusionó su lista con los ecologistas. Ya era demasiado tarde. En una ciudad con alta tasa de desempleados, Alain Rodet ha sido barrido por un candidato desconocido de la UMP.

Pero no es la única cara de la derrota. Al examinar la lista de las ciudades de más de 30.000 habitantes, el Partido Socialista y el Gobierno central pueden echar cuentas: pierden medio centenar de ciudades. Bastiones, ciudades conquistadas en 2008, ciudades dirigidas por figuras de la política nacional o no: el voto de castigo ha golpeado en todas partes. Toulouse, cuarta ciudad francesa; Quimper, la ciudad de Bernard Poingnant, consejero próximo a Hollande; Roubaix, Reims, Belfort, Argenteuil, Asnières, Colombes, Chambéry, Angers, Caen, Ajaccio, Montbéliard, Valence, Évreux, Tours, Roanne, Saint-Étienne, Laval, Pau, Amiens, La Roche-sur-Yon, Athis-Mons, Livry-Gargan.

Otro símbolo de la derrota socialista: Grenoble. La lista encabezada por el ecologista Éric Piolle, que agrupaba al Frente de Izquierda y a asociaciones de la ciudad, fue la sorpresa de la primera vuelta, al quedar en cabeza, por delante de los socialistas. La negativa del candidato del PS Jérôme Safar a fusionar la lista ha sido muy castigada por los electores. La brecha entre unos y otros aumentó y la alianza de los ecologistas ha logrado el 40,8% de los votos, frente al 27,6% de los socialistas.

De estos comicios podemos extraer otra enseñanza: el PS pierde varias ciudades por no haber sido capar de llegar a acuerdos de unidad entre las dos vueltas. Así sucedió en la política nacional, cuando los responsable del PS apelaron la semana pasada a un hipotético frente republicano contra el FN sin preocuparse de hacer un llamamiento a las otras formaciones de izquierda a la unidad. También ocurrió de este modo en las agrupaciones locales, donde los alcaldes salientes sólo han accedido a rehacer las listas con la boca pequeña. El resultado es la pérdida de varios ayuntamientos debido a una transferencia de votos desastrosa entre formaciones, como ha ocurrido en Reims, en Angers, en Tours...

François Hollande, único responsable

El éxito de la alianza ecologista con la izquierda en Grenoble o la victoria del candidato del Frente de Izquierda Patrice Bessac en Montreuil no deben ocultar las dificultades persistentes por las que pasa el Partido Comunista Francés, especialmente en Île-de-France. Los comunistas han perdido varios de sus feudos, Saint-Ouen, Bagnolet, Bobigny, Villejuif. Se salva por la mínima Saint-Denis y preservan algunas ciudades en la región, como Dieppe. Pero el debilitamiento del comunismo municipal sigue. Todo ello, unido a la pérdida, en Île-de-France de varias ciudades que el PS había ganado en 2008, dejan la región de Île-de-France [próxima a París] de un color bastante distinto, a un año de las elecciones regionales.

Además, esta pérdida de ayuntamientos traerá consecuencias en cadena. Los socialistas han perdido el rumbo en tres grandes zonas urbanas como son las ciudades de Burdeos, Lille y Marsella. Si Martine Aubry es reelegida, su margen de acción será muy reducido, con la pérdida del poder de la comunidad urbana de Nord. Todo hace pensar que el Senado, cuando se celebren en otoño las elecciones, quedará en manos de la derecha.

Esta situación, ¿da como resultado una “oleada azul” tal y como se ha apresurado a decir el responsable de la UMP Jean-François Copé? “Esta oleada azul es fruto de la reconstrucción de la UMP, desde hace dos años; de su gran movilización sobre el terreno”, señaló en un mensaje dirigido a sus no pocos rivales dentro de las filas de la UMP. Pero si bien la progresión de la derecha clásica es indiscutible, se ve limitada por el Frente Nacional, que ha logrado una docena de alcaldías. Tal y como estaba previsto, el partido de Marine Le Pen se consolida un poco más en el sureste de Francia al conquistar Beaucaire, Cogolin, Fréjus, Le Luc, Béziers, Le Pontet, la alcaldía del distrito VII de Marsella. Además de Hénin-Beaumont en Pas-de-Calais, se lleva Villers-Cotterêts (Aisne), Hayange (Mosela), Mantes-la-Villes (Yvelines).

Marine Le Pen podía triunfar el domingo al reivindicar casi 1.300 concejales, cifra muy superior al objetivo de un millar que se había fijado. Este resultado no tiene parangón con el obtenido en 2008 (cuando obtuvo 80 consejeros municipales) y es muy superior al de 1995. “El Frente Nacional da un vuelco al bipartidismo de PS y UMP. Hay que contar con una tercera fuerza política”, apuntó el domingo Marine Le Pen. Algunos de estos candidatos mejoraron sus resultados entre la primera y segunda vuelta, beneficiándose del voto de los abstencionistas de la primera vuelta pero sobre todo del voto de los electores de la UMP. La consolidación del Frente Nacional, su banalización y la porosidad creciente del electorado de la derecha clásica quedan así confirmados.

En este campo de batalla, los dirigentes socialistas aparecieron el domingo por la noche paralizados. La victoria de Anne Hidalgo en París, el hecho de conservar Estrasburgo, Lille, Lyon, Rennes quedaron eclipsados por la inquietud política manifestada por los responsables socialistas. Es verdad, como se encargó de repetir con insistencia el presidente de los diputados del PS Bruno Le Roux, que el devenir de los acontecimientos ya no es asunto de ellos. “Es cosa del presidente decidir qué medidas se toman”, apuntó Bruno Le Roux, tras ser preguntado por la ecuación de la remodelación y sobre los eventuales cambios de gobierno. La V República es así, prohíbe a los diputados del partido mayoritario pronunciarse, dejando a voluntad únicamente del presidente los eventuales cambios.

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Así que cada uno se limitó a presentar sugerencias vagas. Jean-Marc Ayrault, para subrayar la “necesidad de justicia social”, manifestó: “Nuestras reformas darán frutos”. Pero el primer ministro (ya destituido) parecía decirlo como si estuviera haciendo su propio testamento: se encontraba en una posición insostenible dada la amplitud de la derrota [horas después presentó su dimisión a Hollande]. Pierre Moscovici, ministro de Economía y Finanzas, echando mano de una dialéctica surrealista manifestó que “esta derrota es el precio de las reformas puestas en marcha”. Benoît Hamon, representante de la corriente de izquierdas del PS, quiso desmarcarse subrayando la insatisfacción social creciente.

Sin embargo, de este clásico reparto de papeles que se deriva de las diversas corrientes del PS, nada ha dejado entrever una respuesta política a la altura del fracaso electoral sufrido los dos últimos fines de semana. La respuesta es cosa del Elíseo. Hasta entonces, el PS derrotado y maniatado está condenado a calcular lo que serán las eventuales respuestas presidenciales.

Traducción: Mariola Moreno

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