Elecciones europeas

Eurofuncionarios críticos quieren otra Europa

Algo se mueve en Bruselas. Se escuchan voces críticas, en el corazón mismo de la máquina europea, en defensa de otra Europa. Los funcionarios europeos no tienen un comportamiento tan gregario ni son tan dóciles como a menudo se cree fuera. En un manifiesto de 50 puntos, que Mediapart publica en exclusiva, jóvenes funcionarios, consejeros y diplomáticos, afirman que “otra Europa es posible”.

Son originarios de diferentes países de la Unión, rondan la treintena –la mayor parte de ellos– y trabajan para diferentes instituciones europeas (Parlamento, Consejo, Comisión o Banco Central Europeo) o en las oficinas de representación nacional permanente ante la Unión Europea (en los servicios diplomáticos, en Bruselas). Todos ellos consideran que en Europa no se debate suficiente, a dos semanas de la celebración de unos comicios decisivos para el futuro de la Unión Europea.

La dificultad a la hora de ponerse de acuerdo para debatir sobre el tema, en horario de máxima audiencia, en una televisión francesa, les da pavor. Así que han optado por implicarse más en la campaña. Por esa razón, acaban de abrir un sitio web, disponible en inglés y en francés, desde donde hacen un llamamiento y someten a debate sus 50 propuestas dirigidas a replantear el “contrato social europeo”.

“Europa no está a la altura de sus promesas”, reconocen estos “eurócratas críticos” que piden permanecer en el anonimato. Las conclusiones que se desprenden no dejan a la UE en muy buen lugar y contrastan con los discursos oficiales que lanzan machaconamente los gabinetes de comunicación de las instituciones con sede en Bruselas: “Existe un círculo vicioso entre la falta de capacidad ejecutiva que impide obrar a Europa y la falta de democracia, lo que que provoca cada día más rechazo y tensión. Existe el riesgo de que los ciudadanos, empobrecidos y tentados por el repliegue nacional, incluso nacionalista, dejen de respaldar la unidad europea”.

Como es de esperar, no se trata de desmembrar Europa ni de “poner punto y final a la UE”, sino de mejorar su funcionamiento, lograr una Unión Europea más política, más integrada y, anhelan, también más eficaz. “A los intelectuales que defienden la salida del euro como solución para salvar a las naciones europeas, les respondemos con vehemencia que se trata de todo lo contrario, que la unión monetaria permite preservar la soberanía europea”. Sin embargo, es necesario dotarse de los medios institucionales, económicos y políticos. El texto se muestra “realista”, frente a los que animan a hacer “tabla rasa” en Europa.

No se trata del primer manifiesto en esta línea que se publica en vísperas de las elecciones, dirigido a relanzar la unidad de la zona euro. A finales del año pasado, universitario alemanes, próximos a la CDU y al SPD (los partidos en el poder en Alemania), conocidos con como “grupo de Glienicke”, elaboró un texto manifiesto similar. Estimaban que “ni de lejos” se ha resuelto “ninguna crisis subyacente a la crisis del euro” y se inquietaban por la “radicalización del espectro político” en los países en crisis.

Una iniciativa semejante vio la luz en Francia a principios de año, dirigida sobre todo por la eurodiputada Sylvie Goulard y que recibió el sobrenombre de “grupo Eiffel”. Académicos y periodistas franceses (Thomas Piketty, Pierre Rosanvallon, Xavier Timbeau, Guilleaume Duval, etc.) publicaron en febrero un manifiesto para la unión política del euro, partiendo del principio de que “nada sería más falso que imaginarse que lo peor ha quedado atrás”.

Todas estas iniciativas, que han tenido más o menos eco, comparten un mismo análisis: la crisis que atraviesa la Unión Europea no es solo de carácter económico, sino que afecta a las bases mismas del proyecto político. El llamamiento que realiza el grupo Euro2030, sin embargo, es ligeramente distinto. Primero, porque surge del núcleo mismo de la máquina belga, algo infrecuente. Además, porque pretende ir un poco más allá; no ser una simple declaración política, sino avanzar propuestas muy precisas, incluidas algunas de carácter social, para salir del estatus quo actual.

Los autores defienden la “unidad monetaria”, que dote a la zona euro de un presupuesto propio y de un Ministerio de Economía. Entre las propuestas realizadas, se plantea que el Parlamento Europeo vea reforzado su papel y que esté legitimado para presentar leyes –a día de hoy, solo puede hacerlo la Comisión Europea–, mientras que las remuneraciones de los eurodiputados tendrían que estar vinculadas a su trabajo en las sesiones plenarias, en Estrasburgo, pero también a las sesiones en las comisiones en Bruselas, donde se lleva a cabo fundamentalmente el trabajo legislativo.

De este modo, la Comisión Europea tendría una función de gobierno más política; contaría con un número limitado de comisarios –una regla no escrita permite que a día de hoy cada Estado miembro cuenta con un comisario, es decir, que hay 28–. En cuanto al Consejo Europeo –cuyo poder de decisión durante la gestión de la crisis ha sido muy criticado–, se podría transformar en un senado con un papel más limitado. También proponen que se acabe con las presidencias rotatorias de la UE, que cambian cada seis meses ya que, según la opinión general, no sirven de gran cosa.

Sin embargo, más allá de los debates de cuestiones meramente institucionales que no apasionan al gran público, algunas de las propuestas lanzadas por estos eurócratas son más concretas. Defienden la creación de una fiscalía financiera europea, por ejemplo, capaz de luchar contra la evasión de capitales en todo el continente; la existencia de un fondo monetario europeo, fantasma recurrente en Bruselas desde el inicio de la crisis, y que reemplazaría a la troika, que no ha sabido socorrer a los países en crisis.

Sugieren otra medida, en apariencia técnica, pero que sin duda es una de las más políticas: autorizar a los países a escrutar el presupuesto europeo y a utilizar los fondos estructurales de la UE de modo “contracíclico”, es decir para combatir los efectos de las políticas de austeridad puestas en marcha en los diferentes países.

Los autores sugieren asimismo la creación de un nuevo tipo de contrato de trabajo que cada Estado de la zona euro podría presentar a sus asalariados “partiendo del modelo de flexiseguridad”, y que iría aparejado a un seguro de desempleo concreto en los países de la zona euro. “Los ciudadanos no deben ver a Europa como mera fuente obligaciones, sino que, a semejanza de los Estados nacionales, debe ser fuente de derechos”, escriben.

¿En qué van a quedar estas 50 propuestas? ¿Se inspirarán de ellas algunos partidos de aquí a finales de mes? El colectivo –que no utiliza ni una sola vez la palabra “federación” en su texto– se describe como “apolítico” y niega respaldar a un partido en particular ante la proximidad electoral. Están convencidos de que existe lugar para “una tercera vía” entre “la inercia de los partidos tradicionales” en lo que respecta a Europa y la “tentación nacionalista” que va viento en popa.

Traducción: Mariola Moreno

Más sobre este tema
stats