El futuro de la UE

El futuro comisario de Finanzas, bajo la lupa de la austeridad

Ludovic Lamant (Mediapart)

A simple vista, la victoria francesa es indiscutible. Pierre Moscovici logra una importante cartera en el seno de la futura Comisión Europea de Jean-Claude Juncker.Comisión Europea Se ocupará no solo de los asuntos económicos y financieros, también de las cuestiones relativas a aduanas y de la fiscalidad. Estará al frente de cuestiones tan decisivas para el futuro de la Unión como el estímulo fiscal, la armonización fiscal en todo el continente, la lucha contra los paraísos fiscales o la tasa sobre las transacciones financieras... Se puede decir que se lleva dos por el precio de uno; dos puestos de comisario en uno.

Francia tiene razones para estar satisfecha tras los anuncios que Juncker realizó el miércoles en Bruselas sobre todo porque parecía, al menos sobre el papel, que las cosas no iban a ser sencillas. François Hollande venía reclamando desde principios del verano una cartera económica de primer orden para su candidato (había llegado incluso a pedir una “vicepresidencia”, según advirtió en julio). Sin embargo, los alemanes se mostraban reacios al nombramiento de un francés para ocupar un puesto tan sensible –el de las cuentas públicas de los Estados de la zona euro–, sobre todo porque Francia incumple sus compromisos presupuestarios.

Juncker se mantuvo firme ante las presiones alemanas; se trataba de una primera prueba de fuego para el luxemburgués, deseoso de mostrar su independencia frente a Berlín. Y sin duda, de paso, marca de este modo una ruptura con la era Barroso, ya que el portugués se había mostrado demasiado dócil con la Alemania de Angela Merkel. Los alemanes recuperan un puesto económico estratégico, el de la Economía digital –pero mucho menos decisiva que la cartera obtenida por los franceses–, mientras que la otra gran cartera económica, la de Regulación financiera, recae en un británico con un perfil bastante controvertido, Jonathan Hill.

Sin embargo no todo es así de sencillo. Juncker ha cambiado la arquitectura de los servicios de la Comisión. Durante las intensas jornadas de negociación, se ha llevado a cabo una reorganización en profundidad de la organización, ha ampliado algunas carteras, ha creado otras (estabilidad financiera) y, sobre todo, ha impulsado a su lado a seis vicepresidentes que deben desempeñar un papel de coordinadores.

Juncker quiere un Ejecutivo más dinámico, más flexible, capaz de hacer evolucionar su estructura en función de los proyectos impuestos. Se trata en todo caso del mensaje oficial que se oye en Bruselas.

El luxemburgués ha optado así por dotar a Moscovici de dos vicepresidentes en materia económica, ambos pesos pesados de la política europea. El exprimer ministro finlandés, Jyrki Katainen, ha sido nombrado vicepresidente de “Empleo, Crecimiento, Inversión y Competitividad”. En cuanto al letón Valdis Dombrovskis, también exjefe de Gobierno, recupera una vicepresidencia: la del euro y el diálogo social.

Ahora bien, Katainen y Dombrovskis, ambos procedentes de las filas del PPE, de la derecha conservadora europea, son defensores sin ambages de las políticas de austeridad presupuestaria, a la derecha del rigor. Letonia, que ha pasado por la casilla del FMI durante la crisis, también es percibida como la “campeona de Europa de la austeridad” (el número de funcionario en Letonia ha caído de 78.000 a 62.000 por efecto de la crisis).

Es difícil saber a día de hoy cuál sea el margen de maniobra de Moscovici, en su diálogo con Katainen y Dombrovskis, para poner en marcha la reactivación económica. Moscovici, el socialdemócrata francés, ¿corre el riesgo de verse tutelado por dos defensores acérrimos de la austeridad? ¿Quedará relegado a una segunda fila cuando se trate de poner en práctica “el ritmo de consolidación presupuestario” de Francia por usar la jerga de Bruselas –es decir la velocidad a la que París debe poner orden en sus cuentas? La respuesta no debería tardar en llegar. Algunos están convencidos, como Alain Lamassoure, eurodiputado de UMP: “Pierre Moscovici quedará sometido a la tutela de dos vicepresidentes que han logrado la recuperación que no se ha conseguido en Francia”.

Sea como fuere, los dos vicepresidentes, a diferencia de Moscovici, no tendrán bajo su autoridad ninguna administración en sí misma. Serán comisarios en órbita, sin funcionarios asociados, responsables de coordinar la marcha de los asuntos económicos, de establecer las prioridades en la agenda del Consejo... Pero el grueso del trabajo recae en manos de Moscovici.

Según varias fuentes de Bruselas, Juncker propuso inicialmente a Moscovici un puesto como vicepresidente de la Comisión, la responsable del crecimiento, el equivalente al puesto del filandés Katainen. Pero los franceses lo declinaron, prefiriendo una cartera más clásica, en su opinión más segura, ligada directamente a los servicios de la Comisión. Nadie puede garantizar a día de hoy que estos cargos de vicepresidentes no estén vacíos de contenido.

Sin embargo, el reparto de papeles no será tarea fácil. El exministro francés representará a la Comisión en el seno del Eurogrupo, la reunión de los ministros de Finanzas de la Eurozona. Pero es Dombrovskis el que, según ha precisado Juncker, presentará las conclusiones del “semestre europeo”, ese diálogo permanente entre la Comisión y las capitales sobre el estado de sus finanzas públicas. Y es aquí donde Francia corre el riesgo de ser sancionada, si no respeta el compromiso de reducir el déficit público, de aquí a 2015, hasta el 3% del PIB.

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Juncker ya ha negado que “los vicepresidentes de la Comisión sean supercomisarios” y que “los simples comisarios vayan a ser comisarios de segunda”, avisa. Y alerta “contra las simplificaciones”. Pierre Moscovici, preguntado en Bruselas sobre el asunto, tras su nombramiento, se manifiesta en el mismo sentido: “No existirá tal relación de supervisión, de acompañamiento, no funcionan así las cosas, se trata de un colegio de comisarios. No hay que medirlo en términos de poder de unos contra otros, vamos a remar todos en la misma dirección, para lograr un mayor crecimiento”.

“Cuando se viene a la Comisión, uno no se olvida de su nacionalidad, de sus convicciones; soy socialdemócrata, estoy orgulloso de serlo, pero cuando uno se convierte en comisario europeo, se erige en defensor del interés general europeo”, explicó Moscovici, que avisa de que no habrá “suspensión, derogación ni excepción para ningún país”. Tan preocupado como está por demostrarlo, Moscovici el socialdemócrata ¿corre el riesgo de mostrarse aún más ortodoxo que los ortodoxos?

Traducción: Mariola Moreno

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