Paraísos fiscales

Jersey, el secreto mejor guardado de los ricos

El monte Orgueil y la bahía de Gorey, en la isla de Jersey.

Dan Israel (Mediapart)

Embarcarse con destino a Jersey en la localidad bretona de Saint-Malo [al norte de Francia] supone sumergirse en una atmósfera extraña. Ya en la misma terminal portuaria, la compañía que conecta Francia con la mayor de las islas anglonormandas utiliza como reclamo en sus ferris “la evasión ya está a bordo”. Al poner un pie en el barco, es posible comprobar que está matriculado en Nassau, en Bahamas, conocido paraíso fiscal por el pabellón de conveniencia que ofrece a todos los armadores de cualquier parte del mundo. Tras una hora y veinte minutos de travesía, al desembarcar en Saint-Hélier, la agradable capital de Jersey, llama la atención el número de placas metálicas que relucen en las paredes. Remiten a bancos, abogados fiscalistas o a domiciliación de sociedades que amasan una fortuna en la isla, segundo territorio europeo con mayor riqueza por habitante, tan solo por detrás de Luxemburgo.

Porque Jersey es un paraíso fiscal y un lugar conocido en el mundo entero por no revelar el nombre ni de las empresas ni los particulares ricos que desean de ocultar en la isla sus actividades o su dinero. Pero si bien contribuye a aumentar la riqueza de la isla, esta actividad altamente lucrativa no redunda de forma equitativa entre sus 100.000 habitantes. En Jersey, conviven la opulencia de los representantes del mundo de las finanzas y la pobreza extrema de una parte creciente de la población. Y en esos términos lleva denunciándolo la Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC) desde hace 13 años.

El pasado 12 de septiembre, el colectivo se desplazaba por cuarta vez a la isla, donde organizaba un coloquio que, al día siguiente tendría continuidad en Saint-Malo, ya en territorio francés. En junio de 2001, en la llamada operación paraísos extranjeros, 140 de sus integrantes desembarcaron por primera vez en la isla. Susan George, cofundadora de ATTAC, formaba parte de esa primera expedición. El pasado fin de semana volvía a la isla por primera vez desde entonces. A su lado, en la sala alquilada para la ocasión en Saint-Hélier, estaban Thomas Coutror, uno de los portavoces de la asociación, acompañado de una veintena de militantes, principalmente de la región de las Islas Malvinas, los representantes de Jersey, la profesora universitaria canadiense Alain Deneault o Lucie Watrinet, de la asociación francesa CCFD-Tierra Solidaria, muy activa en los asuntos relacionados con el desarrollo y el fraude fiscal.

Iban acompañados por representantes del Tax Justice Network, la ONG más a la vanguardia y quizás la más exigente en lo que se refiere a la lucha contra la evasión fiscal y contra lo que denomina “juridicciones del secreto” (el libro de uno de sus miembros, del periodista Nicolas Shaxson, es imprescindible). Presentador de un programa de debates, el dirigente y fundador del Tax Justice Network, John Christensen sabe de lo que habla cuando denuncia que “las finanzas tiene atrapados al Gobierno y a la élite de la isla”. Originario de Jersey, fue asesor fiscal del Gobierno local durante 12 años antes de dejarlo y de oponerse ferozmente a sus antiguos colegas.

Autor de un libro titulado La maldición de la finanza (disponible gratuitamente en inglés aquí), John Christensen lamenta haber asistido al asalto al poder, en su propia ciudad de nacimiento, del sector financiero, que representa una cuarta parte de los empleos directos que se generan, numerosos empleos indirectos y el 60% del PIB. “Esto ha destruido el equilibrio económico”, afirma. “Los bancos, los asesores financieros y los abogados fiscalistas están en todas partes, pero el turismo y la agricultura han desaparecido. Y a día de hoy el coste de vida es superior al del centro de Londres”.

En busca de plátanos de Jersey

Jersey, que se encuentra a 135 km al sur de Inglaterra, mantiene un estatus particular con el Reino Unido y con la Unión Europea. La isla depende de la corona británica desde el siglo XIII. Todas las leyes son sancionadas por la reina y sus actividades financieras están estrechamente ligadas con la City de Londres, a quien sirven con frecuencia de discreto parapeto. Sin embargo, formalmente es independiente y dispone de un Gobierno y de un Parlamento autónomos, de modo que puede establecer legítimamente sus propias reglas fiscales, ante las narices de la Unión Europea, de la que puede ignorar los tratados porque no es formalmente un país miembro.

Así, en este contexto, Jersey ha desarrollado en 50 años poderosas infraestructuras de gestión de fortunas offshore, offshoreque se sostienen en el secreto que los clientes tienen garantizado. Representa apenas el 1% del mercado de los servicios financieros offshores y ocupa la novena posición en el índice de opacidad financiera, la herramienta de medida establecida por el Tax Justice Network.

Este territorio ofrece una ventaja considerable a las empresas que hacen lo imposible por pagar menos impuestos. Desde 2009, los beneficios conseguidos por las sociedades que se establecen en la isla no están gravados (las empresas estrictamente financieras deben pagar un 10% de impuestos). Lo que convierte a Jersey en un lugar de paso muy deseado entre la larga lista de destinos exóticos por los que las grandes empresas hacen transitar sus actividades y beneficios. Una ingeniería financiera que solo tiene lugar por supuesto sobre el papel, ya que los intermediarios presentes en masa en la isla se encargan de garantizar la presencia simbólica de una empresa o de sus filiales, sin que tengan la menor necesidad de desarrollar allí actividad real alguna.

Baste decir como ejemplo emblemático de este absurdo, nacido por obra y gracia de la mundialización de las finanzas y totalmente legal, que esta pequeña parcela de territorio perdido en el Canal de La Mancha es el primer exportador de bananas de Europa. Y ello simplemente porque las empresas norteamericanas productoras hace mucho que se han sumado al chanchullo. En una magnífica película sobre los callejones sin salida que representan los paraísos fiscales, el periodista Xavier Harel (autor de otro libro de referencia) embarcó a John Christensen en un periplo en busca de los plátanos de Jersey. Los dos hombres acabaron en unas oficinas llenas de polvo y sin ningún tipo de actividad de la empresa que supuestamente realizaba una actividad floreciente en la isla.

Los 'trusts', perlas de Jersey

Pero la verdadera perla de Jersey hay que buscarla en el sector de los trusts, que goza de buena salud aunque discreto. Poco conocido en Francia, pero común y legal en los países anglosajones, este contrato es la última herramienta en términos de simulación y una de las armas favoritas de los evasores y de otros defraudadores fiscales. Mientras que en todas partes la presión va en aumentar en lo que se refiere a la transparencia financiera, los trusts aún son considerados el agujero negro del sistema fiscal internacional. Su existencia se remonta a la época de las cruzadas, permiten a un rico depositar su fortuna o a una empresa radicar una parte de sus actividades en el territorio y después hacer como si ya no fuesen propietarios ni beneficiarios directos. ¿Por qué? Porque una vez que se deposita un bien o una actividad en un trust, en lo sucesivo el encargado de dirigir dicha actividad o de ocuparse de dicha fortunas es el trustee, un hombre de confianza nombrado a tan efecto para llevar a cabo la tarea, por así decirlo, con independencia total.

En la práctica, esta ingeniería financiera la mayoría de las veces es teórica; una de las tareas oficiales del trust puede ser el de asegurar el tren de vida de uno o varios beneficiarios, también puede tener como fin la transmisión de una herencia, por qué no, de varias generaciones. Todo ello de manera completamente legal y en el secreto más absoluto. El acuerdo alcanzado solo lo conoce el trustee y la persona que lo ha ordenado, ¡no se informa a las autoridades ni queda recogido en ningún registro! Es imposible que nadie sepa con exactitud las cifras que se mueven en los trusts de Jersey, aunque se estima que los no residentes en la isla tienen de 400.000 a 600.000 millones de libras esterlinas (alrededor de 500.000 a 750.000 millones de euros).

Oficialmente, las autoridades se mantienen al margen de estas actividades financieras, de las que hace años repiten machaconamente que son perfectamente legales. Jersey Finance, el organismo paraestatal que es la voz oficial del sector, y su director general Geoff Cook insisten en que Jersey es un centro financiero completamente serio y que está regulado por una autoridad de control rigurosa y eficaz. Por otro lado, los pocos gestores de fortunas que se atreven a dar su opinión, con el compromiso de que se mantenga en secreto sus identidades, mantienen que los trusts “tienen una utilidad real y pueden englobar actividades totalmente legales”. De hacerles caso, a cambio de varios miles de euros en gastos de gestión, estaríamos ante la solución soñada por aquellos que desean que su dinero financie actividades filantrópicas tras su muerte o que quieren evitar que su fortuna sea dilapidada por sus herederos.

Así es. Pero lejos de ocuparse de negocios de estas características, como los habitantes de la isla saben bien, los “sham trusts”, los trusts ficticios que sirven para camuflar dinero o beneficios son numerosos.trusts Sin embargo, es difícil demostrar este secreto a voces. Baste como prueba que la sala en la que se han dado cita los miembros de ATTAC y sus invitados, la asistencia es más bien escasa. En total, hay poco más de cincuenta personas. Muchos peinan canas, hay pocos jóvenes y bastante militantes. Mostrarse crítico en público es una cuestión muy delicada en este territorio dependiente totalmente de las finanzas donde todo el mundo se conoce y se vigila. El ambiente plomizo recuerda a Luxemburgo, otro territorio minúsculo que marca el paso de la industria financiera.

La omertá reina en la isla

“Es verdad que es difícil dejarse ver con nosotros si se trabaja en el sector de las finanzas. O si un primo, hermana, hijos están empleados en el sector. Al margen de la educación y del sector sanitario, aquí solo se puede trabajar en el mundo de las finanzas”, dice Pat Lucas, una mujer menuda y enérgica, de pelo blanco y con mirada de acero, una de las activistas que lleva el peso desde hace años de la pequeña sección de Jersey de ATTAC, creada tras el “desembarco” de los militantes franceses en verano de 2001. “Mucha gente no se atreve a dejarse ver con nosotros pero nos apoyan y nos ayuda a escondidas”, asegura. “Muchas personas se han movilizado en estos años, pero solo se han quedado unos meses, porque eran amenazados con perder el trabajo o la casa. No somos conscientes de la presión que sufren”, confirma Jacques Hareal, uno de los responsables de la sección de las Malvinas de ATTAC.

En la isla, el debate político es casi inexistente. Alcanzó la independencia en el siglo XIII, pero nunca ha existido alternancia política... ¡ya que hasta el año pasado los partidos políticos estaban prohibidos! Los 29 diputados lo son en nombre propio (y, como el primer ministro, con frecuencia son muy ricos). Hace meses, tres de ellos crearon la primera formación política, el Reform Party, para tratar de despertar conciencias. Sus militantes ocupaban un lugar prominente en la reunión organizada por ATTAC y aspiran a obtener más escaños en las elecciones del próximo 15 de octubre.

Mientras tanto, las voces disidentes a las que representan tienen dificultades para ser aceptadas. El diputado Montfort Tadier ha sufrido en sus propias carnes la amarga experiencia en la primavera de 2013. En una excelente doble página que Le Parisien  dedicó al caso de Jersey, se destacaba el testimonio del joven responsable político. Decía que las prácticas locales “privan al fisco francés de millones de euros” y que Jersey es un paraíso fiscal donde la industria de los “sham trusts” funciona a pleno rendimiento. Sacrilegio. “Solo dije cosas muy banales, pero decirlas fuera de la isla se consideró casi como un crimen sancionable con la pena capital”, mantiene. “Los periódicos y los responsables políticos, todo el mundo me señaló como el enemigo del sector financiero”. Y por tanto de Jersey. Asegura haber pasado por “momentos muy difíciles” en los últimos meses.

Los bancos franceses, bien presentes

En respuesta a sus ataques, las autoridades han hecho creer que muchas cosas han cambiado en las islas anglonormandas. La lucha contra el fraude fiscal se ha convertido en una prioridad de los Gobiernos de todo el mundo, Jersey no puede seguir apareciendo como contrario a cualquier regulación. Desde hace años, la comisión de control independiente vigila de cerca las actividades que debe regular. Algunos profesionales han sido invitados a ser rigurosos en su gestión. Sin embargo, Jersey, no ha aceptado someterse al intercambio automático de informaciones fiscales, ¿el non plus ultra de la lucha contra el secreto bancario? Se pliega también a los deseos del primer ministro británico David Cameron, que ha anunciado que los territorios asociados con Gran Bretaña lucharán contra los paraísos fiscales.

El largo camino a la transparencia está por tanto lejos de llegar a su fin y los principales afectados lo saben bien. ¿Por qué los trusts, la piedra angular de la industria financiera de la isla, no deberían verse afectados por los ardores reformistas? ¿Cómo podrían hacerlo? Las autoridades ignoran a menudo los acuerdos alcanzados por un abogado y sus clientes ricachones. Bien es verdad que Cameron ha prometido la creación de registros públicos en el que figuren los propietarios reales de las empresas, pero la OCDE, el club de los países ricos que orquesta las tentativas de la reforma para lograr más transparencia no termina de imponer que dichos registros tendrían que poder ser consultados por todo el mundo. Y sobre todo, ¿qué interés tendrá una lista en la que figuren numerosas sociedades en manos de trusts cuyos derechos reales siguen siendo desconocidos?

Los contribuyentes deshonestos pueden seguir ocultando su existencia con total impunidad pasando por Jersey. Recientemente, The Guardian y el International Consortium of Investigate Journalists se han asociado para revelar la identidad de célebres poseedores de trusts trustsen la isla, gestionados por la filial local de Kleinewort Benson, un célebre gabinete de gestión de fortunas. Entre las personalidades, el entrenador de fútbol Bryan Robson, Mark Knopfler, el líder del grupo Dire Straits... Ya en 2004, tras el divorcio de un futbolista inglés, se supo que los jugadores del Arsenal, entre ellos el francés Thierry Henry, enviaban millones de euros de primas directamente a la isla, para escapar del fisco.

Numerosos donantes y políticos del partido conservador inglés aparecen también en la lista de The Guardian. Entre ellos, Andrea Leadsom, figura del partido y... ministra de los Servicios Financieros. Su marido y su cuñado gestionaban fondos en Jersey y depositaron más de dos millones de euros al partido o a sus buenas obras a través de un trust.

En Francia, a finales de 2013, el ministro de Finanzas sacó de forma precipitada a Las Bermudas y a Jersey de la lista negra de paraísos fiscales, arguyendo la nueva y reciente cooperación en materia de intercambio de información. Estos dos territorios han permanecido en dicha lista negra menos de seis meses, pero de haber continuado en la lista en enero de 2014, las empresas francesas que hacen negocios allí deberían haber pagado importantes multas.

Igual que en Bermudas, los bancos franceses están muy presentes en Jersey, al menos dos de ellos, BNP-Paribas (que emplea a al menos 222 personas) y Société Générale. ¿Qué actividad realizan? Oficialmente gestionan el patrimonio de los contribuyentes ricos que por supuesto no son franceses o cuyos ingresos son declarados a las autoridades francesas, aseguran.

Calentarse o comer, algunos deben elegir

Incluso si el origen es cuestionable, el maná financiero que cae sobre Jersey debería al menos permitir a todos sus habitantes ser ricos. Nada más lejos de la realidad, y los militantes locales denuncian incluso desigualdades crecientes. “Aquí tenemos un refrán: en invierno, los viejos deben elegir entre “heat” y “eat”, entre calentarse y comer”, aclara John Heys, jubilado y activista desde un primer momento, que de vez en cuando trabaja como guía turístico en el célebre zoo de la isla para ganarse el sustento.

El impuesto sobre la renta que existe en la isla no es progresivo. Al revés, en teoría, todos los ciudadanos pagan el 20% de impuestos, pero en realidad, los más ricos obtienen importantes descuentos sobre sus millones y los más afortunados de entre ellos pueden incluso negociar directamente con el fisco un montante anual, sin relación alguna con su patrimonio real.

De forma paralela, en 2009, fue preciso compensar la pérdida de ingresos derivada de la eliminación del impuesto de sociedades, que representaba el 25% de los ingresos fiscales totales. El Gobierno impuso la good and service tax, un impuesto del 5% sobre los bienes de primera necesidad, equivalente al IVA. “Logramos reunir 20.000 firmas y no cambió nada”, se indigna John Heys. “Nos dijeron que incluso aunque hubiesen firmado los 100.000 habitantes de la isla firmaran, la ley saldría adelante. Esto se llama vivir en una dictadura. Y sé lo que digo”. Para Geoff Southern, diputado del Reform Party, “la presión fiscal para las empresas pasó a ser del 0% porque otros territorios también lo hicieron así” y tenían “miedo de que todas las empresas se marcharan del territorio, ¡incluidas las que no han ejercido ninguna actividad en la isla! Nos encontramos atrapados por nuestro propio razonamiento...”.

Los habitantes más pobres son los que sufren en primer lugar las consecuencias de las decisiones políticas y fiscales de Jersey. En la isla, recuerda Geoff Southern, el salario mínimo equivale al de Gran Bretaña, mientras que el coste de vida es un 20% superior. Lo que sirve para despertar algunas conciencias como la de James, estudiante de 22 años que siempre ha vivido en la isla, y que ha acudido a escuchar las intervenciones de este viernes. Al término de la jornada, tomó el ferry para asistir a la segunda parte de los debates, al día siguiente en Saint-Malo, y no descarta unirse a ATTAC. “No quiero asustar a la gente siendo radical, pero hay que explicarles la situación y tratar de sacar a Jersey de su monoactividad, hacernos menos dependientes de las finanzas", dice. "Quiero implicarme y que mi compromiso marque la diferencia”.

Traducción: Mariola Moreno

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