Ucrania

Ucrania: un país en guerra que se prepara para volver a las urnas

En un par de semanas, el 26 de octubre, los ucranianos acudirán a las urnas. ¿Todos? Probablemente, no. En el Este, en las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, tal y como ocurrió con las elecciones presidenciales de mayo pasado, no se celebrarán comicios. Por el contrario, sí habrá elecciones legislativas el 2 de noviembre y comicios locales el 7 de diciembre, tal y como han anunciado los separatistas, lo que tensará un poco más la cuerda con la capital ucraniana. Las autoridades prorrusas han rechazado el “estatus especial” propuesto por Kiev a inicios de septiembre que debía otorgar a las provincias del Este mayor autonomía y una amnistía, con determinadas condiciones, para los combatientes. La elección de los integrantes de la nueva Rada Suprema [Parlamento], una reivindicación del movimiento Maidán del pasado invierno, llega a un país que tiene ante sí un futuro incierto y que ha visto amputadas dos de sus regiones, Crimea —anexionada desde entonces por Rusia— y la zona Este, Donetsk y Lugansk, bajo control separatista.

Amplia recomposición política en curso

En Kiev, la situación ha cambiado mucho en los últimos meses. En estos momentos, la guerra se presente en la mente de todos y el patriotismo se manifiesta a diario. Ya sea en el cóctel, con los colores de la bandera ucraniana, que se sirve en los bares o en los puestos callejeros que tratan de captar voluntarios. La capital se ha transformado con la guerra. En este contexto, ¿qué van a votar los electores? Resulta muy difícil predecir el resultado de unos comicios que carecen de precedentes, mientras el panorama político ucraniano se halla en plena transformación. Menos de un año después del nacimiento del movimiento Maidán —desencadenado después de que el entonces presidente Viktor Yakunovich rechazara de forma repentina firmar el acuerdo de Asociación con la Unión Europea—, el Partido de las Regiones, en la época mayoritario en el Parlamento, no es sino la sombra de sí mismo. Por su parte, varios diputados procedentes de las filas de dicha formación han creado nuevos partidos.

No obstante, desde la independencia del país, el panorama político ucraniano sigue caracterizándose por su extrema volatilidad. Baste recordar que el número de diputados con que contaba el Bloque Yulia Timochenko al final de la última legislatura, en 2012, era de apenas un centenar... frente a los 156 logrados en las elecciones celebradas cinco años antes. Actualmente, en un contexto en el que se ha votado a un presidente (Petro Porochenko) procedente de un partido (Solidaridad) sin representación en el Parlamento, todo parece susceptible de volver a cambiar.

El primer ministro Arseni Yatseniuk, que presentó su dimisión en julio, aunque sigue en el cargo hasta la celebración de elecciones legislativas anticipadas, se ha desvinculado del presidente y dirige una nueva formación, el Frente Popular. En las últimas semanas, se han hecho patentes las discrepancias entre ambos. Con respecto a la actitud que se debe tener ante Rusia, Yatseniuk se muestra más hostil que Porochenko. “Rusia quiere acabar con la independencia de Ucrania”, declaró a mediados de septiembre. Por su parte, Yulia Timochenko continúa defendiendo la integración de Ucrania en la OTAN, contrariamente a lo que plantea el resto de formaciones. Sin embargo, las diferencias políticas se quedan ahí. “De momento, los partidos no hablan de su programa, solo de los nombres de los candidatos”, explica a Mediapart la socióloga Iryna Bekeshina.

Esto no es óbice para reconocer los aires renovadores que traerán los comicios: “Solo un partido del antiguo Parlamento estará presente en el nuevo, se trata de la formación de Yulia Timochenko, Batkivchtchina (patria)”. La investigadora, que trabaja en Kiev, en el Instituto Internacional de Sociología, hace hincapié en el hecho de que el Partido de las Regiones, el mayoritario en la Rada Suprema al inicio de la legislatura (187 diputados a finales de 2012) se ha disuelto, que se ha conformado una gran coalición en torno al presidente (el “Bloque Porochenko”) y en que la derecha nacionalista de Svoboda (“Libertad”) y el Partido Comunista tienen poca posibilidades de superar el umbral del 5% de los votos. Por su parte, la Alianza Democrática Ucraniana para la reforma (Oudar), el partido del exboxeador Vitali Klitchko, convertido en alcalde de Kiev la primavera pasada, que se ha integrado en el Bloque Porochenko, ya no significaba mucho para el electorado.

“Las nuevas candidaturas representan aproximadamente el 60% de la lista del Bloque Porochenko”, precisa la socióloga. “Lo que quiere decir que habrá también muchos nombres conocidos, nimerosos exdiputados del Partido de las Regiones se presentan como no adscritos”. Y algunos tienen muchas posibilidades de resultar elegidos porque la mitad de los 450 diputados de la Rada se votan individualmente en su circunscripción, a una sola vuelta, conforme a una ley de 2011, mientras que la otra mitad se elige en listas cerradas mediante un sistema de votación proporcional.

¿Las elecciones permitirán pasar la página del sistema antiguo? “¡Desde luego que no!”, espeta la socióloga. “Los ucranianos no pueden esperar la renovación completa de la Rada Suprema, aunque era lo que deseaba el Maidán”, escribe el semanario Ukrainian Week, que añade: “Aun cuando cierto número de personalidades nuevas harán su irrupción en el Parlamento, la mayoría en el seno del partido de Porochenko y del Partido Radical de Oleg Liachko, estarán controlados por los antiguos diputados, viejos conocidos de la política”. Entre las nuevos nombres integrados en el Bloque Porochenko hay muchos militantes del Maidan y periodistas como Mustafá Nayyem.

Un futuro parlamento que debe hacer frente a importantes desafíos    

La nueva Rada no solo deberá resolver un conflicto todavía pendiente en el Este del país, sino que tendrá que emprender además algunas reformas impopulares, mientras que el estado de las finanzas del país es, a día de hoy, crítico. Para Igor Burakovsky, director en Kiev del Instituto para la investigación económica y el consejo político, el PIB ucraniano retrocederá del 7% al 10% a finales de año. “Sin embargo, no es la peor recesión que habrá conocido Ucrania”, tranquiliza el economista. “En 2009, el PIB se contrajo un 14%”.

Es difícil estimar cómo ha influido la guerra en el hundimiento de la economía ucraniana. El mes pasado, el primer ministro Arseni Yaseniuk calculaba que el conflicto había costado 1.000 millones de hryvnias (aproximadamente unos 61 millones de euros) al mes al Estado ucraniano. “En realidad, este conflicto no es costoso solo en términos de movilización militar. Conlleva también una caída de la producción en las regiones afectadas. Serán necesarios de 5 a 10 años de trabajos para reconstruir las infraestructuras y viviendas destruidas y serán precisos importantes esfuerzos para reactivar la economía de la región. Dicho de otro modo, el coste real es imposible de evaluar. Según las estimaciones, varía de 1.000 a 8.000 millones de dólares”.

En cualquier caso, un montante desorbitado para un país al borde de la quiebra y que debe apretarse el cinturón en todos los niveles. El presupuesto de 2015, aprobado por Arseni Yaseniuk, debe incluir importantes recortes en el gasto público, sobre todo en salud y educación. La función pública ya ha sufrido el tijeretazo, aunque de momento, los salarios de los funcionarios no se han tocado. Se han eliminado algunos ministerios y el personal ha disminuido. Estas medidas de austeridad —y muchas otras que están por venir— forman parte del acuerdo alcanzado entre el Gobierno ucraniano y el FMI, quien a cambio de una línea de crédito de 13.000 millones de euros (concedida en varios plazos, el próximo previsto para mediados de diciembre) exigió al Estado ucraniano ciertas reformas.

Para Igor Burakovsky, dichas medidas son “imposibles de poner en marcha en la situación actual” por lo que será necesario “esperar”. Especialmente determinante es “el nuevo acuerdo duradero con Gazprom sobre el precio del gas”. Asunto clave de la economía ucraniana, el gas importado de Rusia se facturaba a Kiev, desde la caída de Yanukovitch, dos veces más caro que a otros socios comerciales de Moscú. Aunque parece que acaba de alcanzarse un acuerdo recientemente, el suministro de gas permanecía cortado desde mediados de junio, lo que obligó a imponer medidas draconianas durante el verano en previsión de los eventuales cortes de agua caliente en invierno. La población también temía el cierre de escuelas y universidades en pleno invierno para ahorrar en calefacción.

Desacuerdos en la cumbre de Estado

En el nuevo acuerdo diseñado durante el fin de semana, el precio de la venta del gas a Kiev seguía siendo muy elevado, habida cuenta de la situación financiera de Ucrania y que la deuda que el país tiene contraída con Rusia todavía no se ha saldado por completo, lo que sin duda será fuente de nuevos conflictos en el futuro... Eso sí, mientras que Ucrania no haya resuelto la cuestión de su aprovisionamiento de gas, la economía del país tendrá bastantes dificultades para volver a despegar. Por no hablar del conflicto armado que se vive en la región más industrializada del país. En su última conferencia sobre Ucrania del mes pasado, el FMI afirmó que si el conflicto continuaba, el país necesitaría un nuevo préstamo.

Ideales pospuestos sine die

El acercamiento de Ucrania a la Unión Europea, que formaba parte de las reivindicaciones del Maidán, de momento no se ha concretado. El 16 de septiembre, el Parlamento Europeo ratificó el acuerdo de Asociación UE-Ucrania, mientras que la Rada hacía lo propio en Kiev. Petro Porochenko fue más allá una semana más tarde, durante su primera rueda de prensa, al llegar a prometer, en contra del criterio de la europea, que Ucrania presentaría su candidatura para integrarse en Europa en 2020. Sin embargo, de momento, el acuerdo de Asociación no se ha dotado de contenido. Aquellas cuestiones relacionadas con el comercio se han aplazado de inmediato. “Esta decisión” –dice el Consejo Europeo en un comunicado— “aplaza hasta el 1 de enero de 2016 la aplicación provisional del título 'Comercio y cuestiones relacionados al comercio' del Acuerdo, incluida la puesta en marcha de una zona de libre comercio”.

Los ideales defendidos por el movimiento del Maidán sobre el fin del sistema oligárquico, la lucha contra la corrupción o incluso con respecto a la puesta en marcha de una justicia equitativa, también se han pospuesto. En la cumbre de Estado se hicieron patentes los desacuerdos. El ministro de Economía, Pavlo Cheremeta, tiró la toalla a finales de verano, aduciendo que las reformas eran imposibles de llevar a  la práctica. Se mostró muy crítico con el Gobierno, al que reprocha que mantenga una gestión corrupta. El mes pasado, la experiodista, clave del movimiento Maidán, Tetyana Chornovil, dimitía de la dirección de la oficina anticorrupción. La mujer denunció que la falta de voluntad política le impedía obrar. En una entrevista publicada la semana pasada en la prensa ucraniana, la periodista —ahora candidata a la Rada— explicaba que la ley contra la corrupción por la que luchó había sido vaciada de contenido.

La semana pasada se sometió a votación dicha ley, tras una intensa batalla política. Se trata del primer paso hacia la mayor transparencia de la vida pública. Ahora los funcionarios y los ministros ucranianos tendrán que justificar su patrimonio y sus ingresos o corren el riesgo de quedar inhabilitados para ejercer cualquier cargo público durante al menos cinco años. Cualquier tentativa por conseguir resultados adicionales quedaron en meros intentos y los medios dedicados a luchar contra la corrupción son ridículos a día de hoy. Los parlamentarios no votaron la creación de una brigada anticorrupción destinada a investigar a los altos dirigentes del país. “La Rada ha fracasado a la hora de sacar adelante los proyectos de ley anticorrupción del Gobierno y la reforma fiscal”, denunció el primer ministro Arsenyi Yaseniuk en Twitter. “Es una vergüenza. Voy a hacer todo lo posible por aprobar estar reformas a pesar de la histeria preelectoral”.

Calma precaria en el Este

Seis meses después del inicio del conflicto en el Este de Ucrania, el balance es terrible para la población civil. Según las últimas estimaciones, a mediados de septiembre, del Alto Comisionariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el número de desplazados por el conflicto es de 310.000 personas en el interior de Ucrania. Según el ACNUR, se trata de un número muy inferior al real, que se ha triplicado desde principios de agosto y que no incluye a las personas desplazadas en el interior de las fronteras ucranianas (tártaros de Crimea que han huido a Kiev y una gran mayoría de personas del Este que han huido a otras ciudades para huir del conflicto).

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El número de personas que ha huido a Rusia es similar y el ACNUR estimaba la semana pasada que casi 170.000 personas habían solicitado asilo en la Federación Rusa. En su última rueda de prensa, el secretario general de los Derechos Humanos hizo un primer balance del número de muertos. Con fecha del 24 de septiembre, el conflicto en Ucrania había matado a 3.543 personas desde el inicio de las hostilidades (incluidas las víctimas del accidente del avión MH17).

Pese a los dos acuerdos de alto el fuego firmados (primero el 5 y después el 20 de septiembre), estos días, sobre el terreno, la violencia vuelve a recrudecerse. El pasado miércoles 1 de octubre, una decena de civiles fueron hallados muertos y la batalla por el control del aeropuerto de Donetsk se reproduce. El jueves, un empleado suizo de la Cruz Roja también halló la muerte en un bombardeo. La aparente calma que reinaba en las últimas semanas en la región no era duradera.

Traducción: Mariola Moreno

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