Jean Tirole, Premio Nobel de los “impostores de la economía”

Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2014

Laurent Mauduit (Mediapart)

Como era de esperar, el fallo del “Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel” –al que se denomina erróneamente Premio Nobel de Economía–, otorgado al francés Jean Tirole, ha sido recibido con enormes alabanzas. Desde el ministro de Economía, Emmanuel Macron, a Jacques Attali, pasando por Najat Vallaud-Belkacem o Valérie Pécresse, todos se han querido sumar a las felicitaciones dirigidas al presidente y fundador de la Escuela de Economía de Toulouse y profesor visitante en el célebre Massachusetts Institute of Technology (MIT). 

Antes de dejarse abducir por esta unanimidad conmovedora, un tanto chovinista, es preciso saber quién es el feliz ganador de este reconocimiento planetario ya que el personaje suscita también una gran controversia. Se trata del mismo que en mayor medida ha contribuido, en Francia, a la OPA que el sector financiero y de las aseguradoras han lanzado a la investigación económica puntera. En Francia es una de las figuras más conocidas dentro de esta categoría de expertos que yo mismo bauticé, en un libro publicado en abril de 2012, como Imposteurs de l'économie [Impostores de la economía]. El pasado lunes solo el colectivo ATTAC parecía acordarse, tal y como quedó de manifiesto en el comunicado hecho público: “Mientras que en los medios de comunicación podemos leer toda suerte de loas chovinistas, ATTAC lamenta el fallo de jurado, en la línea de los premios concedidos a Hayek, Friedman y a otros economistas neoliberales responsables en buena medida de la crisis actual”.

Ni una sola mención en este sentido en el comunicado oficial en el que se daba a conocer que el economista francés había sido distinguido con el premio. El jurado del Nobel se limitaba a subrayar que recompensaba a Jean Tirole por su “análisis de la potencia del mercado y de la regulación”. “Jean Tirole es uno de los economistas más influyentes de nuestra época. Es el autor de importantes aportaciones teóricas en gran número de sectores, pero sobre todo ha contribuido a aclarar la forma de comprender y regular los sectores que cuentan con algunas empresas potentes. [...] La mejor regulación o política en materia de competencia debe [...] ser adaptada cuidadosamente a las condiciones específicas de cada sector. En toda una serie de artículos y libros, Jean Tirole ha presentado un marco general para diseñar tales políticas y lo ha aplicado a un determinado número de sectores, desde las telecomunicaciones a la banca”, continúa el comunicado.

Sin embargo, entre los economistas franceses, la noticia puede ser acogida con muchas más reservas. En primer lugar, porque el jurado del Nobel de Economía tiene la horrible costumbre desde hace más de dos décadas de distinguir únicamente –salvo en el caso de Paul Krugman, en 2008– a una única corriente de pensamiento, la del neoliberalismo. Ahora bien, la economía no es una ciencia exacta, sino una rama de las ciencias sociales, es decir, una disciplina cuya riqueza depende de la pluralidad de enfoques. Con Jean Tirole, esta horrible costumbre sigue un año más.

Hay otra razón que explica la decepción que van a experimentar muchos economistas y que está relacionada con la personalidad misma del galardonado ya que Jean Tirole es el fundador –y actual director– de la Escuela de Economía de Toulouse, punta de lanza en el seno de la universidad francesa de las corrientes de pensamiento liberal o ultraliberal en economía. Es más, se encuentra entre los pioneros a la hora de invitar al sector de las finanzas a patrocinar la investigación económica.

En el libro Les imposteurs de l'économie, aparecen muchos otros economistas. Quise hacerme eco sobre todo de cómo la crisis financiera había suscitado en EEUU un amplio debate público, alimentado especialmente por el documental Inside Jobs, con respecto a la honestidad y a la independencia de los economistas. Sin embargo, yo mismo constataba que en Francia no se había realizado ninguna investigación seria a este respecto.

A partir de otros estudios, sobre todo los realizados por el economista Jean Gadrey, quise elaborar una lista de economistas franceses que echan mano de su condición de profesores universitarios para monopolizar los debates públicos, sobre todo en los platós de televisión, pero que ocultan la mayor parte de las veces que se sientan en los consejos de administración de los grandes bancos, de las compañías aseguradoras –algo prohibido por ley– o que se ocupan de misiones que estas dirigen, algo también prohibido si el interesado no lo comunica a su superior. En esta investigación, me centré en personalidades como Daniel Cohen, Jean-Paul Futoussi, Jean-Hervé Lorenzi o Olivier Pastré y sus amigos del Círculo de Economistas (¡del pensamiento único!).

En suma, me centré en probar que el sector financiero había lanzado una OPA al mundo de los economistas y que algunos de ellos la habían aceptado, convirtiéndose en lobistas de sus discretos empleadores.

Para hacer el suficiente hincapié en esta evolución, también me centré en probar que el sector financiero había lanzado una auténtica OPA a la investigación económica puntera en Francia y especialmente a los centros de excelencia de la universidad. De ahí mi interés por Jean Tirole. Lo que sigue es lo que escribí en Les Imposteurs de l'économie con relación a la Escuela de Economía de Toulouse y, por otro lado, sobre su gran rival, la Escuela de Economía de París. Esto no permite poner el foco en los trabajos de Jean Tirole, pero visto ahora con perspectiva sí es útil para aquellos que quieran comprender la importancia que ha adquirido en el mundo de la enseñanza y de la investigación económica en Francia.

Efectivamente, decir que el mundo de la economía y, por ende, el de la enseñanza y el de la universidad padecen desde hace años una especie de epidemia es decir poco, como si un virus se hubiese propagado en todos los sectores de la universidad encargados de la enseñanza de la economía, esos campos que parecían precisamente los más a salvo de estas funestas evoluciones al no obedecer más que a una sola lógica, la de la investigación y la del saber. No es el virus de las de las subprimes, pero es igual. Por comodidad, llamémosle el virus Tirole.

En la galaxia de la universidad, el economista Jean Tirole ocupa un lugar aparte. Junto con Jean-Jacques Laffont (1947-2004), que gozaba de un gran reconocimiento por sus trabajos sobre la teoría de los incentivos y de la regulación, es el fundador de la Escuela de Economía de Toulouse –la célebre Toulouse School of Economics (TSE)– , sin lugar a dudas uno de los grandes éxitos franceses, junto con la Escuela de Economía de París (PSE).

Gran especialista en economía industrial, distinguido con la medalla de oro del CNRS [Centro Nacional para la Investigación Científica, por sus siglas en francés], Jean Tirole es uno de los principales economistas franceses, uno de los de mayor talento. Pero, seamos francos, también es uno de los que despiertan más recelo por haber dejado entrar al zorro en el gallinero, en Toulouse. O más bien al sector financiero en el mundo de la universidad, lo que servido de ejemplo para otras universidades y que se encuentra en el origen del verdadero hundimiento de la enseñanza de la economía y de la investigación.

El 'virus Tirole'

El Instituto de Economía Industrial (Idei), predecesor de la Toulouse School of Economics, hizo de avanzadilla en los años 90, al establecer colaboraciones con empresas dirigidas a crear y financiar una fundación de profesores-investigadores, que percibían complementos salariales adicionales a sus respectivas remuneraciones y que permitían cubrir de este modo nuevos sectores de investigación de interés sobre todo para las empresas. O para financiar una cátedra determinada.

A su vez, para rivalizar con esta fundación, numerosas universidades crearon estructuras similares con financiación pública pero también echando mano de financiación privada. A lo largo y ancho de Francia, han florecido fundaciones y cátedras financiadas por el sector privado. Pero en esta financiarización de la enseñanza de la economía, Toulouse siempre ha ido muy por delante de los centros con los que rivalizaba.

El verdadero drama radica en que el proceso es invisible, subterráneo. Los nuevos centros florecientes aspiran a convertirse en centros de excelencia. Y todos los criterios de validación, propios de la investigación científica, se respetan escrupulosamente, pero el sector financiero se ha colado, si se puede decir así, en el núcleo del reactor. La ley de 2006 sobre la investigación, que prevé este sistema de fundaciones financiada con fondos públicos y por grupos privados, léase incluso mecenas, que reciben importantes incentivos fiscales, ha acelerado de forma brutal esta privatización apenas disimulada de la enseñanza universitaria puntera y de la investigación económica.

Bien es verdad que Jean Tirole rechaza el efecto corruptor de esta OPA del mundo financiero al mundo económico. En una tribuna publicada en el diario Le Monde (el 11 de diciembre de 2007), desarrolló un extenso argumentario en defensa de su escuela: “¿Y la independencia? Aunque están financiadas en gran medida por empresas privadas, las universidades norteamericanas no solo son centros con una efervescencia cultural importancia, sino también espacios de enorme libertad. ¿Existe el riesgo de que ocurra de otra forma en las universidades francesas? No lo creo. En primer lugar porque, por mi experiencia personal, las empresas respetan la independencia de la universidad. En el futuro, financiarán la universidad francesa de modo colectivo para poder acceder a los estudiantes bien formados y a los expertos. Violar esta independencia iría en contra de los objetivos perseguidos. La independencia puede además verse reforzada por la diversificación de los socios, la captación de capital, el derecho a publicar con libertad, la validación de los trabajos en las grandes revistas internacionales (garantes de calidad) y la competencia entre universidades (freno a las derivas intelectuales)”.

Sin embargo, sus argumentos son difícilmente aceptables porque no dan más que una ligera idea del hundimiento del sistema universitario al que llevan estos socios desequilibrados con el sector privado. Para hacerse una composición de lugar, basta con leer un informe –nada sospechoso y del que la prensa nunca ha hablado porque no se hizo público– del Tribunal de Cuentas sobre esta escuela.

Este informe confidencial del Tribunal de Cuentas se puede consultar en este enlace [en francés].

Bandeja de plata para Axa y BNP

En este informe, que abarca los años 2007 a 2010, efectivamente se plasma que esta asociación pública-privada adoptó una figura extraña. El Estado hizo todo lo posible para que los grandes grupos industriales y financieros estuviesen en los puestos de responsabilidad, alcanzando casi la paridad con los organismos públicos. Así, estamos ante una privatización, o al menos una privatización parcial, de la universidad y de la investigación económica.

La Escuela de Economía de Toulouse está gestionada por una fundación como las previstas en la ley ultraliberal de investigación de 2006. Se llama Fondation Jean-Jacques Laffont y es un organismo creado por instituciones públicas de prestigios como el CNRS, la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), el Instituto Nacional para la Investigación Agronómica (Inra) y la Universidad de Toulouse 1. Sin embargo, en lugar de mantener el control sobre su “bebé” y de invitar a socios privados de forma minoritaria, estos organismos hicieron todo lo posible, de la mano de Jean Tirole, para que el sector privado se colase con fuerza en la fundación, para compartir la gobernanza y la financiación de esta.

Las aportaciones financieras previstas para el periodo 2007-2012 con las que financiar la Fundación y los 140 investigadores de la escuela así lo corroboran: 42,8 millones de euros proceden del Estado, 0,825 de los fundadores y 33,4 millones de las empresas privadas. A modo de ejemplo, solo en 2010, el Estado aportó 7,5 millones de euros, los fundadores 0,165 y el sector privado 6,825 millones.

En definitiva, las puertas de la TSE, a la vanguardia de la investigación económica en Francia, se han abierto de par en par al sector privado. El grupo Axa aportó 600.000 euros; EDF, 500.000 euros; Electrable (filial de GDF Suez), 600.000 euros; la Caisse des dépôts, 600.000 euros; BNP Paribas, 600.000 euros; La Poste, 300.000 euros; Crédit Agricole, 600.000 euros; Total, 600.000 euros y France Télécom, 250.000 euros.

La gobernanza de la fundación es casi idéntica. Los financiadores privados tienen en el consejo prácticamente el mismo número de puestos que los fundadores. Además de Jean Tirole, que ejerce de presidente, y de dos personalidades cualificadas, los miembros del consejo por parte de los fundadores son seis y los miembros que representan a las empresas suman cinco (a saber, representantes de Exane, de GDF Suez, de France Télécom, de Crédit Agricole y de BNP Paribas).

En suma, una buena parte de los “gestores” de la investigación puntera de Francia son empresas privadas y especialmente bancos. Establecimientos privados que por supuesto han importado el funcionamiento del sector privado al seno de la escuela.

El Tribunal de Cuentas hace hincapié en esta cuestión sobre todo en lo tocante a los sueldos. Mientras que la remuneración de un profesor universitario a final de su carrera ronda los 5.000 euros netos al mes, los beneficiarios de una “cátedra senior” en la Escuela de Toulouse cuentan con remuneraciones financiadas por la Fundación que oscilan entre “21.000 y 80.000 euros”. Estos sueldos, precisa el Tribunal de Cuentas, son fruto de una “negociación entre la dirección de la TSE y los interesados”, en condiciones de discreción “próximas a la opacidad”.

A esto se añade una remuneración por méritos, un sistema de primas concedidas a los investigadores que publican en las revistas internacionales más prestigiosas. Estas primas alcanzaron un montante próximo a los 700.000 euros en 2010 para los 140 investigadores. Es decir, suponen una media de 5.000 euros por cabeza. Pero los dos tercios de los investigadores no perciben nada por este concepto. Dicho de otro modo, 46 investigadores se reparten el monto total, es decir, más de 15.000 euros por persona. “Los beneficiarios de una cátedra junior reciben remuneraciones por importe de 35.000 a 42.000 euros al año (es decir casi el doble de la remuneración de un profesor adjunto al inicio de su carrera), más 10.000 euros en concepto de gastos de investigación”, continúa el Tribunal de Cuentas.

En resumen, toda una bomba en el seno de la universidad francesa. Una bomba que corre el riesgo de provocar el estallido de la universidad en las disciplinas económicas al poner una universidad de lujo en las garras del sector privado, disponiendo de profesores y de investigadores que se benefician de remuneraciones considerablemente superiores a las que paga el Estado y una universidad del pobre, abandonada al sector público, con profesores infrapagados.

[...] Pero las consecuencias de esta privatización, que ni siquiera se oculta, van más allá porque este sistema induce a una peculiar manera de contratar investigadores. En efecto, se sospecha que los economistas especializados en la exclusión social o en las desigualdades tienen pocas posibilidades de hacer carrera en Toulouse. En todo caso, tienen menos posibilidades que los investigadores de tendencia más liberal y cuyo campo de investigación está más vinculado a los mercados financieros. Un caso muy ilustrativo es el de Augustin Landier, sucedido a comienzos del curso universitario 2009-2010.

En los pasillos del CAC 40

Graduado en la Escuela Normal Superior, profesor asociado de Matemáticas y doctor en Económicas por el célebre Massachusetts Institute of Technology (MIT), fundó un hedge funds en Nueva York antes de pasar por el Fondo Monetario Internacional para aterrizar finalmente en la Toulouse Schools of Economics. Corredor de bolsa y economista, especulador y teórico, Augustin Landier es la personificación de los peligros de eliminar la frontera entre el sector financiero y la universidad. Está incluso entre los preferidos del TSE y no tuvo que esperar mucho antes de cooptar al Consejo de Análisis Económico.

[...] Pero también son previsibles otras consecuencias, como que el atribución de fondos a un departamento o a otro ya no responda a criterios puramente académicos o, en cualquier caso no solo a ellos. En lo sucesivo, los patrocinadores privados son los que tienen la última palabra. Incluso entre los diferentes centros de excelencia, pueden favorecer así un tipo de investigación en lugar de otro. Favorecer por ejemplo la investigación sobre todos los aspectos relacionados con el sector financiero para dejar en segundo plano las investigaciones relacionadas con el modo de regular mejor la economía.

Los promotores de la regulación, con Jean Tirole a la cabeza, niegan que exista tal deriva. Alegan que el sector privado cofinancia las fundaciones –tanto la de Toulouse como las que vieron la luz a continuación– pero que hay una frontera estanca entre la gestión y los contenidos científicos. Esta es su línea de defensa. Se trata también de una fábula. Y no es difícil de probar.

Tomemos otro ejemplo, también prestigioso, el de la Escuela de Economía de París (PSE), creada en diciembre de 2006 y gestionada del mismo modo, es decir a través de una fundación en la que están representadas grandes instituciones públicas (la Escuela Normal Superior, la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, el Centro Nacional para la Investigación Científica, el Instituto Nacional de Investigación Económica y la Universidad París I Panteón-Sorbona), pero donde también están presentes grupos privados como Axa y Exane.

[...] En apariencia, la PSE, que cuenta con unos 150 profesores y economistas da la impresión de haberse mantenido al margen de las derivas de su homólogo de Toulouse. La Escuela de París veló de este modo por que las empresas privadas que financian la fundación no dispongan nada más que de tres asientos en el Consejo de administración, que preside Roger Guesnerie, profesor en el Collège de France. La PSE se mantiene por tanto a una distancia razonable del sector financiero, que participa en el proyecto, pero que no se ha hecho con el control.

Esta situación obedece en gran medida a la personalidad del primer director de la Escuela, Thomas Piketty. Extremadamente celoso de su independencia, poco dado a los asuntos mundanos–al contrario que muchos economistas–, el joven investigador aparcó sus investigaciones durante unos meses, desde finales de 2006 a principios de 2007, para poner en marcha el proyecto y conseguir financiación privada. Sin embargo, tras ceder el testigo a otro economista, François Bourguignon, execonomista jefe del Banco Mundial, regresó a sus estudios tan pronto como se creó la escuela a principios de 2007 provocando con ello cierto enfado entre algunos de sus patrocinadores, entre ellos Henri de Castries, jefe de Axa. La minicrisis que rodeó al nacimiento de la Escuela de Economía de París contribuyó también a poner algo de distancia entre la prestigiosa escuela y sus patrocinadores privados. Por razones circunstanciales y de fondo, la OPA sobre la Escuela de Economía de París es posible que haya fracasado.

Sin embargo, ahí también se puede constatar sin mucha dificultad que el sistema puesto en marcha a partir de 2006 ha tenido unas consecuencias nefastas en esta institución.

Inicialmente con la ley de 2006, los investigadores o economistas se vieron obligados a frecuentar los pasillos del CAC 40 [índice bursátil francés] para mendigar. Algo de por sí poco saludable y humillante [...], sin embargo hay algo más preocupante, comparado con la Escuela de Toulouse que avanzó a marchas forzadas en este proceso de privatización, la Escuela de Economía de París trató de defender su independencia, pero lo hizo en condiciones cada vez más complicadas tal y como pone de manifiesto este informe confidencial [en francés] del Tribunal de Cuentas que abarca exactamente el mismo periodo, de 2006-2009.

33 millones para Toulouse, 2 millones para París

[...] La financiación obtenida por la PSE, muy inferior comparada con la conseguida por la Escuela TSE, constituye el ejemplo más ilustrativo de esta desigualdad patente. Mientras que Toulouse consiguió recaudar 42,8 millones de euros del Estado, 0,825 de los fundadores y 33,4 millones de empresas privadas, la Escuela de París comparativamente consiguió una miseria. El Estado aportó 20 millones de euros en 2007, los fundadores (Escuela Normal Superior, CNRS, EHESS, París I...), 300.000 euros y los grupos privados solo... 2,375 millones, aportados especialmente por Axa y Exane (grupo financiero vinculado a BNP Paribas). Y aunque a estas cantidades haya que sumarle los casi 20 millones en concepto de bienes inmuebles que recibió la PSE, la hucha total de esta Escuela no supera los 45 millones de euros.

En total, los grandes grupos privados aportaron 33,4 millones de euros a la TSE y solo 2,375 millones a la PSE. Al ver esta disparidad de cifras, se comprende de inmediato los riesgos derivados de la privatización creciente de la investigación y de la enseñanza puntera de la economía; el sector privado –los grandes bancos, los grupos de seguros o algunos gigantes de la industria– tiene la facultad de poder favorecer un centro de excelencia antes que otro.

¡Triste, pero lógico! La Escuela de Economía de París, que tiene fama de situarse más a la izquierda y de ser más partidaria de la regulación, recaudó mucho menos dinero que Toulouse, que tiene fama de situarse más a la derecha y de estar más abierta a las tesis liberales, por no decir ultraliberales. ¿Cabe imaginarse que el reaccionario que dirige Axa, Henri de Castries, esté dispuesto a subvencionar de buen grado la Escuela de Economía de París y, al mismo tiempo, los trabajos de Thomas Piketty que critican las desigualdades del mundo que el propio Henri de Castries representa?

Por pura lógica, grupos como Axa o BNP Paribas adoran al economista Augustin Landier y las temáticas liberales y reaccionarias en las que trabaja y detestan a Thomas Piketty y las temáticas progresistas que inspiran sus trabajos. No es difícil imaginar que Henri de Castries no debe de ser partidario de la “revolución fiscal” de la que Thomas Piketty es el primer y más ardiente defensor.

Epílogo de esta historia, por otro lado, previsible: A finales de 2010, Henri de Castries anunció que no solicitaría la renovación de su mandato como miembro del consejo de administración de la PSE. En enero de 2011, el fundador de Exane, Nicolas Chanut, dirigió una carta muy vehemente a todos los administradores de la PSE para anunciarles que él también dejaba su sillón en el consejo.

Lo más increíble en todo este asunto es que el informe del Tribunal de Cuentas no aspira a identificar el porqué de las exiguas aportaciones privadas que recibe la PSE ni tampoco los eventuales riesgos. Al limitarse al aspecto contable del asunto, de su competencia, el Tribunal lamenta que la Escuela de Economía de París no haya podido obtener más fondos... ¡de empresas privadas! “El Tribunal recomienda en particular que la fundación aumente de forma notable el capital con la obtención de fondos privados, a fin de aumentar la renta de sus inversiones”, concluye, sin considerar la ineptitud de la constatación.

En un mundo en que el sector financiero tiene el control, las desigualdades entre las escuelas PSE y TSE no se juzgan solo en función de estas dotaciones. A diferencia de su homólogo de Toulouse, la Escuela de Economía de París se ve también confrontado a intrincadas dificultades en lo que se refiere a la remuneración de los economistas que trabajan en su seno. Porque no puede ofrecer las mismas ventajas. La Escuela de París –todo mérito suyo– no ha querido copiar el sistema de remuneración establecido en Toulouse, que dinamita el sistema de remuneración de la universidad. La PSE ha optado por remunerar a los investigadores conforme a lo establecido y a pagar algunos complementos, la mayor parte de las veces modestos. Algunos profesores-investigadores también son invitados a impartir mensualmente uno o dos días de clase o a dar formaciones en empresas públicas (Banco de Francia...), lo que les garantiza un complemento.

¿Qué más se puede hacer? Frente a las prácticas anglosajonas, las remuneraciones públicas francesas son tan bajas que la PSE se quedaría sin algunos de sus economistas, que estarían tentados por marcharse al extranjero, de no haber dado con esta fórmula basada en el pago de complementos.

El informe del Tribunal de Cuentas recoge el montante de las remuneraciones de la PSE, de 1.000 a 2.000 euros netos al mes por dos clases de máster de 24 horas al año para los titulares de una cátedra asociada; 3.600 euros netos por un curso de máster de 24 horas para los profesores asociados; 2.600 euros al mes para los doctorandos y 4.000 euros al mes para los postdoctorados... En resumen, el PSE está a la zaga de la TSE.

Pero este sistema en realidad es hipócrita porque la Escuela de Economía de París no es un oasis. Y en un mundo en el que las finanzas lo han pervertido todo, se ha dejado atrapar, también ella, y ha tenido que idear, sin decirlo muy alto, ciertos subterfugios para que sus investigadores cobren por encima de los sueldos previstos para los profesores universitarios.

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[...] Este sistema de remuneración presenta un aspecto alarmante porque no lo asume totalmente el poder público, ya que de lo contrario no correspondería con las tablas salariales establecidas para la fundación pública. Los economistas de la PSE no son directamente responsables de ello. La lógica infernal del Estado pobre es lo que ha llevado a la escuela a poner en marcha un sistema D, caso por caso. ¡Una lógica terrible! Con su política de austeridad, el Estado hace causa común con el sector financiero, que quiere meter mano a los centros de excelencia de investigación económica francesa.

[...] De modo que todo se junta, las asignaciones de fondos y las remuneraciones, para que la PSE esté en desventaja con respecto a la TSE y aún más si la comparación se hace con el resto de universidades, con respecto a estos centros de excelencia. El Estado asfixia a unos, la banca o las aseguradoras financian a los otros... Si, todo se junta, en última instancia para que los investigadores liberales de asuntos relacionados con el sector financiero o con la industria sean mucho más numerosos que los investigadores de temáticas más próximas a los ciudadanos. En resumen, pese a lo que diga Jean Tirole, el sector financiero se ha hecho con el poder. Y aunque la PSE haya dado largas –y hay que felicitarse por ello–, el sector financiero está a punto de ganar la partida.

Traducción: Mariola Moreno

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