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Francia

Valls quiere acabar con la “izquierda del pasado” y se lanza a depurar el partido

François Hollande condecora al primer ministro, Manuel Valls, con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil en el Palacio del Elíseo este miércoles.

François Bonnet (Mediapart)

¡Y ahora la purga! Hete aquí que nuestros paladines del social-liberalismo (¿sigue siendo social?), en el Gobierno desde el nombramiento de Manuel Valls como primer ministro, han hecho suyo el viejo principio leninista: El partido se refuerza depurándose. Mano dura con las voces discordantes. La destitución, en el mes de agosto, de Arnaud Montebourg (exministro de Economia e Industria), Aurélie Filippetti (exministra de Cultura) y de Benoît Hamon (exministro de Educación) solo ha sido el aperitivo. Es el momento de abrir un proceso para expulsar del Partido Socialista tanto a los bocazas (léase, Gérard Filoch [antiguo dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria]) como a las voces disidentes y críticas de estos exministros que se niegan a permanecer callados.

La cuestión no es menor –enésima crisis nerviosa en un PS que se va al garete– ya que ilustra la magnitud de una crisis que no tiene precedentes. Se trata de una crisis provocada por la fusión de un socialismo de Gobierno despojado por completo de sentido y de instituciones de la V República, que está en las últimas. El resultado da como fruto el autoritarismo de los débiles, la superioridad de que hace gala Manuel Valls, las amenazas de Jean-Christophe Cambadélis y de Jean-Marie Le Guen, los arrebatos de Stéphane Le Foll. Cuando el militarismo pretende acabar con la política de este modo –y las instituciones lo permiten–, la catástrofe de la izquierda está al caer. Y el resultado de los últimos comicios, municipales y europeos, es tan solo el comienzo.

Porque, ¿cómo ofenderse por que Aurélie Filippetti, Benoît Hamon, pero también Delphine Batho y Cécile Duflot, exministros y ahora diputados, así como el entorno próximo de Arnaud Montebourg, se hayan abstenido en la votación de la ley de presupuestos para 2015? Hacer lo contrario sí que habría supuesto un “problema ético”, por utilizar las palabras de Jean-Christophe Cambadélis, todo un especialista en el asunto... Hace meses que estos cargos públicos, primero desde el Gobierno y después abiertamente a la hora de explicar los porqués de su marcha, lanzan mensajes de alerta antes de hacer pública su disconformidad con unas políticas que dan la espalda al electorado de izquierdas y que encadenan fracaso tras fracaso (500.000 parados más desde mayo de 2012).

Que el sentido de su voto sea coherente con los compromisos alcanzados solo puede llamar la atención al trío Cambadélis-Le Guen-Valls. Porque la abstención de unos 40 diputados en la votación de la ley presupuestaria es ni más ni menos que la materialización del debate que debe abrir el PS y, más allá de este, el conjunto de la izquierda. Un debate que el trío en cuestión quiere evitar a toda costa por diferentes razones.

Un mes tras otro, diputados díscolos y otros responsables socialistas críticos, de la mano de ecologistas y del Frente de Izquierda, han logrado instalar en el centro del debate público un asunto que trasciende a la solidaridad con el partido mayoritario y sus aliados en el Ejecutivo. El posicionamiento de partida es distinto; se trata de abordar con carácter de urgencia las derrotas electorales, los fracasos económicos y sociales y el crecimiento de la extrema derecha, de redefinir lo que la izquierda puede y debe hacer en el poder.

Es el planteamiento que realizó Benoît Hamon el miércoles al afirmar que la política del Ejecutivo “amenaza a la República”. Para añadir a continuación que la amenaza de la República es el inmenso desastre democrático que se avecina en 2017”. “No solo por que Marine Le Pen, sin mover un dedo, pase a la segunda vuelta de las presidenciales, sino también por la amenaza que supone que mañana pueda dirigir el país”.

Esta constatación tendría todavía más fuerza si el exministro de Educación hubiese explicado con claridad las razones que le llevaron a aliarse con Manuel Valls y Arnaud Montebourg al día siguiente de las elecciones municipales para imponer un nuevo Gobierno a François Hollande... Pero la ruptura se ha consumado y Manuel Valls no tiene intención de iniciar este debate, por una razón fundamental, sería minoritario en el seno mismo de su partido, por no hablar de mencionar a otros miembros de izquierda. Incluso a los radicales de izquierda les gusta salir dando un portazo, que ya es decir...

Porque la legitimidad de Manuel Valls a día de hoy tiene un mero carácter institucional tras ser elegido por el presidente [François Hollande] para ocupar el Palacio de Matignon. Sin mayoría política en el seno del partido, su poder radica en su condición de primer ministro. Y ha echado mano de dicho poder para situar a Jean-Christophe Cambadélis al frente del PS, sin consultar a la militancia, y a Jean-Marie Le Guen como responsable de las relaciones con el Parlamento, para dirigir por tanto a la mayoría parlamentaria.

De celebrarse una consulta abierta –como sucedió en las primarias de 2011– no cabe la menor duda de que el trio sería barrido del partido. De ahí quehaga valer la autoridad, aduciendo que los límites están en las instituciones, para hacer pasar por el aro a las voces discordantes. Porque al mismo tiempo, siempre desde el fortín de Matignon, el primer ministro pretende hacer avanzar el que es su proyecto político subyacente: la liquidación de la herencia ideológica del partido por un social-liberalismo moderno y sin complejos.

“Acabar con la izquierda del pasado”

A su manera, Emmanuel Macron, en declaraciones a Mediapart, ya lo había adelantado antes incluso de ser nombrado ministro de Economía: “La ideología de izquierdas clásica no permite concebir lo real tal y como es”; es hora de deshacerse de esta “estrella muerta”. Jean-Marie Le Guen, encargado el lunes de disparar a Martine Aubry y a su crítica virulenta sobre la política del Ejecutivo, insistió en este mismo programa en Le Monde. “La incapacidad de la izquierda para dirigir un proyecto de sociedad moderna empuja a los franceses a virar a la derecha y, lo que es peor, al FN. Seamos honestos, el viejo software socialista ya no llama la atención”.

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Manuel Valls ha ido más allá en una entrevista concedida al semanario L'Obsdel 23 de octubre. “Hay que acabar con la izquierda del pasado, hechizada por el superego marxista y por el recuerdo de los Treinta Gloriosos”, espeta el primer ministro, que aparece en la portada de la publicación. Avisa de que ha llegado el momento de un nuevo partido sobre el que ¡la militancia no ha sido consultada ni invitada a debatir! Se trata de “construir una casa común integrada por todas las fuerzas progresistas” y de abrirse al centro. Se trata de dejar de hablar de izquierda socialista, para hacerlo de “izquierda pragmática, reformista y republicana”. ¿Qué habría dicho este electorado socialista que, hace tres años, le otorgó menos del 6% de los sufragios emitidos (de unos tres millones de votantes) al candidato a las primarias Manuel Valls?

Esta imposición del primer ministro solo es síntoma de su fragilidad política. Viene a subrayar el agotamiento del modelo clásico de la V República, que cuenta con un Ejecutivo irresponsable y un Parlamento títere. Así es cómo François Hollande ha comprometido esta última fase de la crisis de la izquierda en la V República.

Traducción: Mariola Moreno

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