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Grecia

Grecia: repaso a seis años de nefastas políticas europeas

Miles de griegos salen a la plaza Syntagma para respaldar al Gobierno de Tsipras.

Una vez más, la salida de Grecia del euro no es una hipótesis escolar. En las casas de apuestas británicas, la eventual Grexit se paga 1/2, frente al 1/3 de la semana pasada. Sin esperar, el primer ministro británico David Cameron anunció el pasado 9 de febrero una reunión de urgencia con los principales responsables del Tesoro y del Banco de Inglaterra con el fin de, según explicó, que el Gobierno estuviese preparado para cualquier escenario.

El pulso entre los responsables europeos y el Gobierno griego desde su elección, hace poco más de tres semanas, tiene paralizado a todo el mundo. En vísperas de la reunión extraordinaria de ministros europeos de Finanzas para abordar la cuestión de Grecia, este miércoles 11 de febrero, las posturas parecían ya irreconciliables. Los dirigentes europeos rechazaban aceptar la menor modificación del programa de austeridad impuesto a Grecia y renegociar su deuda. Al otro lado, el Gobierno griego parece tener intención de cumplir lo que promete.

Los responsables europeos –que tenían la esperanza de que el Gobierno de Syriza cediese o, al menos, de ganar tiempo– recibieron como un jarro de agua fría, el pasado 8 de febrero, las palabras de Alexis Tsipras, más determinado que nunca a obtener una renegociación del plan de rescate, que ha fracasado por completo. “Es hora de decir en voz alta lo que las fuentes oficiales admiten cuando los micrófonos se cierran y se expresan sin tapujos. [...] En este momento, alguien tiene que decir 'no' y esta responsabilidad recae sobre nosotros, la modesta Grecia”, repitió el ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, el lunes ante el Parlamento griego, al pedir un crédito puente de 5.000 millones de euros hasta septiembre, mientras se pone en marcha un nuevo programa de reformas.

El Gobierno norteamericano, dejando a un lado cualquier reserva, por segunda vez en menos de una semana, temeroso de que la situación quede fuera de control, ha instado a los responsables europeos a alcanzar un compromiso con Grecia. El Ejecutivo canadiense tampoco le ha ido a la zaga, lo mismo que las instituciones financieras. Timothy Adams, presidente del Instituto Internacional de Finanzas –organismo que tuvo mucho peso en la renegociación de la deuda griega de 2012– también ha roto el silencio. “Creo que todavía existe una posibilidad para todas las partes de alcanzar un compromiso, pero se va reduciendo por momentos. Esperemos que podamos encontrar una salida”, advirtió en la cumbre del G-20, en la que se dieron cita esta semana, en Estambul, los responsables de Finanzas.

Economistas de todo el mundo multiplican sus llamamientos a los responsables europeos para que acepten ofrecer una quita a Grecia. Consideran que el programa de austeridad impuesto a Grecia, por desgracia, ha fracasado (véase el reportaje sobre el coste social y humano de la austeridad), lo que se ha traducido en un desplome del PIB del país del 27% en seis años. Se trata de una caída nunca vista desde la crisis del 29. Recalcan los niveles insostenibles de la deuda griega (el 177% del PIB). “No se trata de reestructurar la deuda, sino de no hacer lo que es inmoral”, escribe el economista Joseph Striglitz, que encabeza la cruzada contra la posición inflexible de la Comisión Europea. 

¿Cómo Grecia, que representa menos del 2,5% del PIB europeo, ha llegado a amenazar al conjunto de la zona euro? ¿Por qué los responsables europeos no han sido capaces de resolver una cuestión de menos de 300.000 millones de euros, cuando desde 2008 han movilizado 4,5 billones (el 37% del PIB europeo) para salvar el sistema financiero? He aquí un repaso a seis años de nefasta gestión de la cuestión griega por parte de los responsables europeos.

  • 2009, la falta griega

Cuando el Gobierno de Yorgos Papandreu (Pasok) llega al poder, en octubre de 2008, solo puede constatar las evidencias: Grecia está en quiebra. El déficit presupuestario se dispara, lo mismo que la deuda. En la primavera del año siguiente, confiesa que el déficit presupuestario no va a ser del 6% del PIB, sino del 8,3% (en realidad, superó el 9%). Inmediatamente, se comienza a librar en Europa una lucha sin cuartel. Alemania, que encabeza la liga de los virtuosos, transforma directamente el problema en un asunto moral. El endeudamiento es una falta; el pago de las deudas, una obligación moral y las finanzas del Estado deben gestionarse como las de un hogar.

Europa no se moverá ya nunca de esta posición, mientras que los problemas de Grecia van a hacer aflorar secretos ocultos: Grecia, ayudada por el banco Goldman Sachs, maquilló sus cuentas para poder entrar en el euro. De no haber sido así, nunca habría podido formar parte de la eurozona.

El banco Goldman Sachs –¿es necesario recordar que por aquel entonces un tal Mario Draghi había sido nombrado por la entidad responsable de la deuda soberana de los países europeos?– nunca fue sometido a la más mínima comisión de investigación por parte las autoridades europeas por estas actuaciones. Por el contrario, Grecia se convirtió en la cabeza de turco de Europa. En Alemania, cuyos mandatarios siempre han considerado que Atenas era un polizón en la zona euro, la prensa popular se desata y califica a los griegos de “holgazanes, tramposos”. Tienen que poner en venta sus islas y el Partenón. En ningún momento, Angela Merkel intentó contener esta tendencia. Al contrario, la canciller alemana llegó a declarar entonces que no había lugar para la solidaridad europea en un gobierno que había quebrado. Comenzó a plantearse la salida de Grecia de la eurozona como un escenario posible. Nicolás Sarkozy, aliado fiel, se alineó con la posición alemana y no dijo nada.

En aquella época, la deuda de Grecia ascendía a 300.000 millones de euros. El país se endeudó mucho a raíz de su entrada en la eurozona, que le permitió financiarse a intereses cada vez más bajos. Los diferentes gobiernos (Karamanlis sucedió a Papandreu y así sucesivamente durante 30 años) aprovecharon estas facilidades para sostener un sistema político donde reinaban el clientelismo, el nepotismo, la ineficacia, la evasión fiscal y la corrupción.

Pero, tal y como recuerda Martin Wolf, columnista de The Financial Times, si los que reciben los préstamos se benefician, también hay prestamistas que aceptan concederles el préstamo. Son las dos caras de una misma moneda. “La verdad es que los acreedores tienen la responsabilidad moral de hacer préstamos con prudencia. Si se equivocan al realizar la estimacion de riesgos de aquellos que reciben el préstamo, merecen lo que les suceda. En el caso de Grecia, la magnitud del déficit exterior, en particular, era evidente”, escribe. Pero esta cara de la moneda cayó en el olvido.

De esa deuda de 300.000 millones de euros de entonces, 200.000 millones están en manos de bancos e instituciones privadas. Los bancos franceses, seguidos por los bancos alemanes, son los más expuestos. Prestaron al Estado griego, pero también a los grandes grupos europeos, encantados al ver en Grecia un nuevo mercado, un país que destina cada año el equivalente al 4% del PIB nacional a construir las grandes instalaciones de los Juegos Olímpicos de 2004 (Siemens), a armamento, submarinos, equipamiento terrestre (Thales, DCNS, TKMS, DASA) para el ejército griego. En la época, Grecia ocupa la cuarta posición en gasto militar.

Los responsables europeos impusieron las primeras medidas drásticas a Atenas, sin prestarle ayuda, y dejaron que el país se asfixiase con las cargas financieras. Pensaban que una cura de rigor y de austeridad bastaría para reconducir a Grecia.

  • Mayo de 2010, desembarco de la troika

Tras alcanzar a Grecia e Irlanda, la crisis fue ganando terreno en los países del sur de Europa. Los errores cometidos al construir la eurozona, ocultos durante un tiempo, iban saliendo a la luz. La zona euro no es una zona permeable entre países ricos y países pobres, entre exportadores e importadores. Los países del sur de Europa, que ya no podían efectuar ajustes monetarios y devaluaciones, ven cómo sus respectivas industrias se hunden y sus economías pierden competitividad, asfixiadas por una moneda sobrevalorada con relación a la economía, pero infravalorada para los países del Norte. Grecia, que carece de industria, que no cuenta con una economía desarrollada, es el país más afectado, al borde del hundimiento.

“Si el problema griego se hubiese abordado antes, no habría adquirido estas dimensiones”, declarará Christine Lagarde, una vez al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero los responsables europeos dieron muchas vueltas durante meses. Alemania se niega en un primer momento a oír hablar de un plan de rescate para Grecia y después hay elecciones en Renania-Westfalia. Una vez celebradas estas elecciones de importancia planetaria, Alemania, ante la insistencia apremiante de EEUU, acepta el plan de ayuda, pero bajo ciertas condiciones: el programa de ayuda europeo debe hacerse bajo la égida del FMI, experto en países en peligro.

A partir de este momento, los economistas –también en el seno del FMI– apuntaron los inconvenientes del plan de rescate de Grecia. A diferencia de los demás países en la misma situación, Grecia, obligado por la rigidez de la moneda única, no puede recurrir a la devaluación, lo que le habría permitido conseguir algo de oxígeno, al tiempo que se sanean las cuentas públicas. Expertos del FMI, aunque no solo ellos, abogan por obviar el impedimiento de devaluar la moneda y reestructurar la deuda griega. Hacerlo habría aliviado la carga y las obligaciones financieras del país.

Sin embargo, los responsables europeos rechazan esta propuesta. Todos los ajustes han de pasar por la devaluación interna. Nace la troika, integrada por el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Unión Europea (UE), que tiene como misión velar por el respeto punto por punto de la aplicación de los “remedios” que se defienden: disminución del gasto público, reducción de sueldos y pensiones, revisión de los derechos sociales, privatizaciones, desregulación. El grueso de los esfuerzos recae sobre las clases populares y medias. Ni una palabra de luchar contra la evasión fiscal, nada de gravar a los más ricos (armadores, iglesia ortodoxa, pero también a las profesiones liberales) que eluden el pago de impuestos. A día de hoy, los responsables de la troika se defienden haciendo hincapié en que los gobiernos griegos son los que diseñaron el plan de austeridad y adoptado las medidas. Como si la implantación de los planes de austeridad no hubiese sido cosa suya.

En el marco de este plan de rescate, el FMI aprueba préstamos por valor de 30.000 millones de euros, la mayor suma aportada por fondos internacionales hasta el momento, tal y como se encarga de recordar el organismo. Por su parte, Europa anuncia la creación de un fondo europeo de estabilidad financiera por valor de 500.000 millones de euros para ayudar a los países de la zona euro en dificultades –y en particular a Grecia– a refinanciarse, mediante la compra de deudas soberanas sobre todo en el mercado secundario. Este fondo, que se constituye en Luxemburgo, se concibe como un instrumento de financiación que genera un efecto arrastre: los países europeos aportan un capital mínimo, pero se presentan como garantes ante los mercados. Su garantía, calculada proporcionalmente en la zona euro, solo se exige si el país que recibe el préstamo no cumple con los vencimientos.

Con este colchón financiero de ayuda y las medidas de austeridad impuestas, Grecia, según el escenario dibujado por la troika, no debía tener demasiadas dificultades. Tras un año o dos de recesión, las aguas debían volver a su cauce. La economía tenía que crecer de nuevo, las finanzas públicas debían mejorar y el endeudamiento, disminuir. La troika creía entonces que Grecia estaría en condición de volver a los mercados a partir de 2012; en el peor de los casos, en 2014. Nada sucederá como estaba previsto. “El programa se basaba en una serie de hipótesis ambiciosas, los riesgos se habían minimizado. Se cometieron notables fracasos”, escriben en 2015 expertos del FMI en un informe interno, muy crítico.

“Esta gestión del flujo no resuelve la cuestión de la liquidez. El problema es el conjunto de deudas acumuladas en los países europeos. ¿Cómo van a hacer frente estos países a los intereses de la deuda y reembolsarlos si sus economías no crecen? ¿Cómo van a encontrar una situación financiera sostenible a largo plazo? Pretender alcanzar un nivel muy bajo de endeudamiento en un tiempo récord no es realista”, comenta en 2011 el economista, muy ortodoxo, Jean Pisani-Ferry, en su libro El despertar de los demonios – La crisis del euro, que señala el evidente error cometido por los responsables europeos a la hora de afrontar la crisis.

El ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, habla de lo mismo cuando afirma: “No resolvemos un problema de insolvencia abordándolo como si estuviésemos ante un problema de liquidez”. El FMI es todavía más crítico con los errores cometidos por los responsables europeos a la hora de hacer frente a la crisis griega, apunta a intereses ocultos y a maniobras entre bastidores de Europa. El plan de rescate no consistía en salvar a Grecia, sino en salvar a los bancos europeos, especialmente expuestos a la deuda griega. “Este aplazamiento ha dado una vía a los acreedores privados para reducir su exposición y colocar la deuda en manos públicas. Este trasvase se ha realizado a una escala impresionante y ha puesto al sector público en riesgo”, escribe.

Mientras que se confirma la quiebra griega, los responsables europeos dan un golpe de Estado rastrero durante la Cumbre de Cannes de 2011, al exigir la dimisión de Papandreu e imponer un gobierno tecnócrata, pero esto no resuelve la crisis, que hace mella también en España e Italia.

Para evitar una vez más el hundimiento de toda la zona euro, el presidente del BCE en la época, Jean-Claude Junckers, deja a un lado todos los principios y tratados de la entidad y compra títulos en el mercado secundario, de los países en dificultades. A finales de 2011, la deuda griega se eleva a 350.000 millones de euros. Los acreedores privados no tienen más del 37% (130.000 millones), los acreedores griegos, esencialmente los bancos, el 22% (80.000 millones). Los acreedores públicos tienen el resto: el FMI tiene 30.000 millones, el BCE 55.000 millones, el fondo de estabilidad europea 53.000 millones.

  • Febrero de 2012, reestructuración al servicio de los bancos

No se debe hablar de bancarrota, pero se le parece mucho. En febrero de 2012, después de intensas negociones con el Instituto Internacional de Finanzas, se decide la reestructuración de la deuda. El BCE rechaza llevarla a cabo porque la anulación de la deuda griega en sus manos supondría la financiación indirecta de un Estado, algo que va en contra de los tratados europeos, explica. Los países europeos tampoco se suman a la iniciativa porque se tendrían que erigir en garantes, lo que implicaría hacer pagar a los contribuyentes.

Solo se reestructura la deuda en manos de acreedores privados. El acuerdo prevé la anulación del 53% de la deuda, es decir, 107.000 millones, mediante el intercambio de títulos.

Esta operación debería haber sido un balón de oxígeno para Grecia. Además, Europa aprueba ayudas adicionales por valor de 130.000 millones de euros, hasta alcanzar los 210.000 millones en ayudas. En realidad, este plan va a parar al sistema financiero; se pagan 35.400 millones de euros en compensación a los acreedores que aceptaron intercambiar los títulos; 48.200 millones a los bancos griegos, incluidas las filiales de los bancos extranjeros, que necesitan recapitalizarse tras la reestructuración. Para comprar la deuda inicial y pagar los intereses correspondientes, se destinan 149.200 millones (96.000 millones y 53.200 millones, respectivamente).

De esta forma, solo 20.300 millones de euros, es decir menos del 10% de los créditos concedidos a Grecia, se inyectaron realmente en la economía del país y en la población. El resto solo sirvió al sistema financiero. Al término de la reestructuración, los niveles de endeudamiento de Grecia seguían siendo del 140% del PIB. Lo nunca visto en la historia económica.

  • ¿En manos de quién está actualmente la crisis?

Con un endeudamiento que alcanza el 177% del PIB y una economía en depresión, Grecia está en quiebra. Desde 2010, ha destinado casi 150.000 millones de euros a reembolsar su deuda y a pagar los intereses de esta. Estas sumas proceden o bien del plan de rescate o directamente de la economía griega. A diferencia de otros países, al ya no tener acceso a los mercados para refinanciarse, Atenas debe pagarlo todo. Esta situación explica que la troika exija un superávit presupuestario de al menos el 4,5% del PIB, que es el nivel que estima necesario para que Grecia pueda hacer frente a sus vencimientos. Sin embargo, el Gobierno heleno pretende que ese superávit se quede en el 1,5% con el fin de conseguir los recursos necesarios para paliar la grave crisis social y sostener la economía.

La mayor parte de los expertos consideran inevitable una condonación total o parcial de la deuda. Poco después de resultar elegido, el Gobierno griego abrió el debate sobre este asunto, que no fue bien recibido.

Mientras que los acreedores privados armaban mucho ruido al principio de la crisis griega, ahora se muestran muy discretos en las conversaciones entre el Gobierno griego y los responsables europeos. Normal, los juegos malabares de Europa han funcionado: no les afecta o están al margen. El 12% de la deuda griega está en manos de acreedores privados. Estos normalmente son fondos buitre, los llamados hedge funds que han comprado títulos griegos con un enorme descuento –a veces por el 20% del valor facial– y consiguen cupones sustanciales: las emisiones griegas pueden pagarse al 8% de interés o superior. Cuando el dinero se compra a un interés cero, estamos ante una inversión magnífica. A finales de 2012, un hedge funds de Nueva York declaraba que la deuda griega había sido su mejor inversión del año.

Por tanto, el resto está en manos públicas. Los créditos del FMI ascienden a 30.000 millones, sin embargo nunca antes, el FMI había aceptado participar en una condonación de préstamos. Esta posibilidad parece aún más improbable sobre todo porque numerosos responsables de países emergentes han criticado el respaldo del FMI a Grecia al considerar que esta se beneficia de un trato de favor.

En el pasado, el FMI aceptó renegociar la deuda, ampliando el vencimiento, bajando los intereses. Participó en el Plan Brady en México en 1990. México, sobreendeudado, se benefició entonces de la recompra de sus deudas al 50% de su valor. La operación se llevó a cabo bajo la égida de EEUU; ahora es necesario que los europeos se pongan de acuerdo.

Los créditos concedidos por el BCE se elevan a unos 30.000 millones (las cifras oscilan según las fuentes, pero se aproxima a esa cifra). El Banco Central mantiene que ya ha realizado muchos esfuerzos para ayudar a Grecia. Lo que recibe en concepto de intereses se reparte entre los países europeos, en función de su participación en el capital del BCE. Estos deben devolver dichas sumas a Grecia. De igual forma, las plusvalías que obtiene el BCE con el reembolso de las emisiones (porque también compró con importantes descuentos) van a parar a los países europeos y posteriormente a Grecia, por el mismo procedimiento. A estas sumas es a las que se refiere el Gobierno heleno cuando reclama al BCE y a los países europeos 1.800 millones de euros que estima que se le adeudan. Sin embargo, los Gobierno europeos supeditan dicha devolución al cumplimiento por parte de Grecia del plan de rescate y del calendario.

Para el BCE, Grecia se beneficia de sus préstamos a interés cero y considera que no puede ir más allá. Permitir la condonación de ciertas deudas lo considera imposible. Sus argumentos son los mismos que en 2012, supondría financiar el Estado griego, algo que va contra los tratados.

Los préstamos que Grecia ha recibido de los países europeos ascienden a 200.000 millones de euros. El grueso (unos 140.000 millones) procede del Fondo Europeo de Estabilidad financiera, el resto (53.000 millones) está vinculado a créditos bilaterales otorgados por países europeos; en concreto, el compromiso de Alemania con Grecia asciende, en su totalidad, a 55.000 millones de euros (aquí también hay un baile de cifras, según las fuentes), el de Francia a 42.000 millones, el de Italia a 32.000 millones y el de España a 27.000 millones. Estos préstamos representan meras garantías. Los países son garantes de los préstamos concedidos a Grecia, pero en realidad nunca se desembolsó directamente el dinero.

Los responsables europeos aseguran haber hecho muchas concesiones a Grecia. Ampliaron los vencimientos de la deuda, bajaron los tipos –el interés medio al que se financia Grecia es del 2,2%, mucho menos elevado, por ejemplo, que el de Portugal–, pero se niegan a hacer la más mínima condonación de la deuda. “Los contribuyentes europeos no pueden pagar por Grecia. ¿Cómo se puede pensar que los portugueses o los españoles que han sufrido rigurosos planes de austeridad tienen que pagar por los griegos?, han afirmado varios responsables europeos, de Jean-Claude Juncker a Wolfgang Schäuble; olvidan que esta situación es fruto de sus decisiones políticas previas.

Acceder a perdonar una parte de la deuda los obligaría a confesar lo que llevan haciendo desde hace seis años: su gestión de la crisis griega, de la crisis del euro, ha consistido en socializar las pérdidas del sistema bancario, en hacer pagar a la población los riesgos asumidos de forma imprudente por los bancos. Sería reconocer también que sus políticas de austeridad es un fracaso manifiesto. Sería reconocer tener que conceder a otros países europeos, empezando por Italia, España, Irlanda, Portugal, una conmutación de la pena y una renegociación de sus deudas. Sobra decir que cualquier cambio les parece imposible. Aunque esto lleve a la explosión de Grecia.

La crisis de Grecia, hasta la fecha, no es un mal negocio para todo el mundo. La fragmentación de la zona euro ha acarreado importantes movimientos financieros; los inversores han salido de los países del sur de Europa para dirigirse a los países considerados más seguros, Alemania a la cabeza. Estos pueden financiarse a un coste próximo a cero desde hace años. En los últimos días, el bono alemán a diez años está al 0,37%, lo que representa al menos 10.000 millones de ahorro al año. Francia ahorra entre 5 y 6.000 millones al año por el servicio de la deuda, aunque de esto nunca se habla en las conversaciones sobre Grecia. Atenas se presenta como responsable de todo.

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Traducción: Mariola Moreno

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