Emigración

La crisis de refugiados oculta el éxodo masivo en los Balcanes

La crisis de refugiados oculta el éxodo masivo en los Balcanes

Jean-Arnault Dérens (Mediapart)

“En Pljevlja no queda nadie, todo el mundo se ha marchado”. Quien habla así es Kenan, un joven oriundo de esta ciudad del norte de Montenegro, donde hasta la fecha solía participar, a menudo, en diferentes iniciativas de la sociedad civil. Acaba de completar sus estudios de bachillerato y, en julio, puso rumbo a Noruega, país donde vive ya uno de sus primos. Su objetivo es encontrar un trabajo y, si puede, retomar un día los estudios.

Pljevlja es una pequeña ciudad industrial de 25.000 habitantes. Las minas de carbón y la central térmica, sacudidas por las privatizaciones “dudosas” llevadas a cabo en estos últimos veinte últimos años, todavía dan trabajo a varios centenares de personas aunque, para los jóvenes, no hay futuro. Hace un cuarto de siglo, cuando se produjo el desmembramiento de Yugoslavia, un tercio de los habitantes de la ciudad eran bosnios musulmanes, aunque muchos se marcharon en los 90. La ciudad, fronteriza con Bosnia, fue durante mucho tiempo bastión de los nacionalistas serbios de Montenegro. A raíz de la independencia de este pequeño país, en 2006, el éxodo ha sido incesante, sobre todo por razones de índole económica.

En la primavera de 2015, el fenómeno se aceleró de forma notable. Desde el mes de abril, al menos 10.000 bosnios de Montenegro se han exiliado, lo que representa casi el 10% de la población del norte del país. La mayoría se ha marchado a Alemania, más concretamente a Baja Sajonia. Se han instalado en las ciudades de Goslar y de Brunswick, donde desde el primer momento han sido bien recibidos en una región, tocada por la crisis demográfica y necesitada mano de obra.

No obstante, la magnitud de la avalancha humana ha terminado por preocupar a las autoridades alemanas, mientras que sus homólogos de Montenegro practican la política del avestruz. En localidades como Rožaje, Berane o Bijelo Polje, petrificadas por veinte años de “transición” y de crisis económica, muchas escuelas reabren sus puertas, en este principio de curso, con sus aulas vacías. Por su parte, los bosnios de Montenegro, en el momento en que han sabido que carecen de posibilidades de lograr el asilo o la condición de refugiados en Alemania, se han mostrado dispuestos a comenzar una huelga de hambre. O a morir en el sitio. Cualquier cosa antes que regresar a Montenegro.

Este importante éxodo de los bosnios de Montenegro no es sino la continuación del iniciado por los kosovares. Al menos 100.000 salieron del país entre noviembre de 2014 y febrero de 2015. Hasta la fecha, no se ha registrado ningún movimiento importante –voluntario o forzoso– en sentido inverso. Pese a todo, el futuro de estos demandantes de asilo es muy incierto. Desde el momento en que Alemania abrió sus puertas a los refugiados de Siria, el director de la Agencia Federal de Migraciones y de Refugiados, Manfred Schmidt, aseguró al diario Der Spiegel, que las autoridades alemanas iban a rechazar a la práctica totalidad de las peticiones de asilo presentadas por ciudadanos de los Balcanes occidentales.

Solo en el primer semestre de 2015, se registraron 180.000 demandas de asilo en Alemania, de ellas 31.400 procedían exclusivamente de ciudadanos de Kosovo. En total, las demandas que tienen su origen en los Balcanes occidentales ascendían a 78.000, lo que representa un aumento del 132% con respecto al año anterior.

La emigración es una vieja tradición en los Balcanes. La Yugoslavia socialista llegó incluso a promover el fenómeno migratorio con la firma, en los años 50, de sendas convenciones con Alemania y con Turquía. El país trataba de controlar el número de parados exportando mano de obra supernumeraria, mientras que los Gastarbeiter enviaban preciosas remesas a su familia. Tanto es así que el término, adaptado en lengua eslava como gastarbajteri, se ha convertido en una palabra de uso común en todos los países de la antigua Federación Yugoslava para referirse a los emigrantes.

Durante la guerra, en los años 90, nuevos flujos de refugiados se dirigieron a Alemania, pero también a Bélgica, los Países Nórdicos, Gran Bretaña, Canadá o Estados Unidos. Sin embargo, nunca antes se había registrado en tiempos de paz una ola tan masiva.

No han dejado de dibujarse nuevos destinos. Si hace unos años, los albaneses de Presevo, en el sur de Serbia, se dirigían a Bélgica. Desde hace un año, son los jóvenes del norte de Albania los que se desplazan al este de Francia. En los países de la región, a excepción de Kosovo, no se requieren visados para circular libremente por el llamado espacio Schengen. Sus ciudadanos pueden viajar libremente, siempre que fijen su residencia por un tiempo máximo de tres meses en el extranjero, donde teóricamente no pueden trabajar. Esta medida se estableció como una suerte de “etapa” en el largo proceso de la integración europea.

Se amenaza con el restablecimiento del régimen de visados como medida de presión en los países de origen, pero éstos carecen de los medios legales para impedir la salida de sus ciudadanos. Los kosovares han aprovechado la libre circulación de ciudadanos de que goza Serbia para llegar a la frontera húngara, que cruzan de forma ilegal, tomando las mismas rutas y recurriendo a las mismas organizaciones mafiosas que los refugiados sirios. En Macedonia y en Serbia, nunca antes el negocio del tráfico de personas había funcionado tan bien.

Primera línea antes del espacio Schengen

El lunes 7 de septiembre, la canciller Merkel convocó en Berlín al primer ministro serbio, Aleksandar Vučić, para recordarle la política oficial de Alemania. Si las puertas del país se iban a abrir para los refugiados, los migrantes económicos de los Balcanes debían ser repatriados a sus países de origen, pese a que éstos no han previsto nada para llevar a cabo dicha repatriación. En Kosovo, tal y como reconoce Valom Krasniqi, director del Departamento de migraciones y de asilo de la Dirección de la Policía, se ha previsto proporcionar ayuda financiera a los repatriados, aunque solo para aquellos que salieron del país antes de 2010.

A cambio de acabar con el sistema de visados, todos los países de la región firmaron un acuerdo de readmisión, en virtud del cual se comprometían a acoger a los ciudadanos repatriados. También tuvieron que instaurar políticas migratorias acordes a la normativa europea, lo que incluía procedimientos de concesión de asilo a los demandantes procedentes de terceros países y la creación de centros de acogida y de detención.

Estos mecanismos se establecieron a principios de 2010, precisamente cuando ciudadanos de Oriente Medio y de Oriente Próximo, pero también de África o del subcontinente indio, comenzaban a recorrer la “ruta de los Balcanes”, con el fin de alcanzar la Europa occidental. Para estos migrantes y refugiados, solicitar asilo en Serbia o en Montenegro, sin llegar a conseguirlo nunca, era únicamente un modo de poder hacer una etapa más del camino, durante algunas semanas o meses, antes de volver a reemprender el viaje.

La UE convirtió a los Balcanes en una especie de países tampón, con el objetivo de trazar en ellos una “primera línea avanzada de defensa” antes de entrar en el espacio Schengen. A pesar de que los flujos migratorios no han dejado de crecer en los últimos cinco años, la región nunca se ha considerado una prioridad para la misión Frontex. A lo sumo, se ha contentado con enviar algunos asesores a la Policía y a los Servicios Aduaneros. Tampoco la UE abrió más líneas de crédito dirigidas a ayudar a estos países a hacer frente a las obligaciones de acogida impuestas.

Todo ello, a pesar de que Kosvo, precisamente donde la misión europea Eulex tiene las competencias en la gestión de fronteras, era considerada hasta principios de año un auténtico colador. Sirios, afganos, pakistaníes o somalíes accedían casi sin control al aeropuerto de Prístina, antes de proseguir con destino a Serbia. El rutilante centro de alojamiento creado con financiación europea y situado a pocos pasos del aeropuerto ha estado siempre vacío, mientras que su primer director era acusado de corrupción...

Esta función de estado tampón ha marchado en estos últimos años, ralentizando los flujos migratorios, hasta que han arreciado de forma incontrolable. La valla de espino que ha levantado Hungría responde a esta lógica, pero, en un primer momento, los responsables europeos no pusieron objeciones. ¿Acaso la “consigna” que durante años se dio a Budapest no había sido la de “vigilar mejor” la frontera del espacio Schengen, al que Hungría pertenece desde el 21 de diciembre de 2007?

También Bulgaria empezó a construir una valla en 2014 en su frontera con Turquía. Este país, miembro de la UE pero que todavía no forma parte del espacio Schengen, aspira a hacer valer su “rigurosa” política de control de fronteras. La ministra del Interior, Rumyana Bachvarova, Rumyana Bachvarova, se felicitaba recientemente por que las “personas [que deseaban llegar a Europa] eran conscientes de la dificultad de acceder a Bulgaria”. Y ante la hipotética reforma de Schengen, Bulgaria espera poder sumarse al club, “aprovechando” en suma la crisis migratoria.

Serbia ha sabido hacer frente algo mejor a la crisis, pasando de preconizar sobre todo la seguridad a una verdadera dinámica de acogida, lo que ha hecho que el país reciba múltiples alabanzas... Belgrado está aprovechando la ocasión incluso para realizar una de las mejores campañas de comunicación de su historia, como ponen de manifiesto las fotografías de policías serbios que toman en sus brazos a los niños sirios –presentes en las páginas web de todo el mundo– en fuerte contraste con la violencia de que han hecho gala las autoridades húngaras.

La crisis de los refugiados, en efecto, provoca dinámicas inesperadas en las sociedades de la región. Las reacciones de miedo y de rechazo siguen siendo minoritarias, mientras que la compasión y la solidaridad se imponen. “Nosotros también conocimos la guerra y el exilio”, repiten los ciudadanos serbios y macedonios. En Macedonia, ha surgido una cadena de solidaridad muy eficaz dirigida a acompañar a los refugiados a lo largo de su recorrido. Incluso grupos de voluntarios se han desplazado a Croacia para ayudar a los voluntarios de Serbia.

En Macedonia, la movilización se produjo en junio, durante el periodo del ramadán, un mes de ayuno pero también de solidaridad. Rápidamente se extendió a todas las comunidades nacionales y confesionales del país. Por primera vez desde la independencia del país, en 1991, una misma causa ponía en marcha a los macedonios y a la minoría albanesa, los ortodoxos y los católicos. De este modo, los refugiados sirios habrán logrado la proeza de unir por vez primera a las comunidades antagónicas de Macedonia.

Así las cosas, las crisis de los refugiados está moviendo muchas cartas políticas en la región, habida cuenta de que la UE no da muestras, hasta la fecha, de solidaridad. En julio, concedió una ayuda excepcional de 90.000 euros a Macedonia y de 150.000 euros a Serbia. A finales de agosto, la Comisión Europea finalmente prometió seis millones de euros a los dos países, pero incluso esta suma parece irrisoria.

Ola de salidas incluso en Croacia

Los países de los Balcanes se han visto solos ante la crisis y no dejan de recordárselo a la UE. La ecuación europea, que reposaba sobre tres términos –delegación a los países de los Balcanes de una función de “línea de avanzadilla” del espacio Schengen, rechazo de los migrantes procedentes de los Balcanes, pero apertura a los refugiados sirios–, tiene pocas posibilidades de sostenerse mientras que prosigue la doble crisis, la de la llegada de refugiados y la del éxodo masivo de los ciudadanos de los países de los Balcanes. Esta ola de salidas, también afecta a un país como Croacia, país miembro de la UE desde hace dos años.

En efecto, al comienzo del curso, en el noreste de Croacia, la atmósfera es abrumadora. En Baranja y en Eslovenia oriental, enclave de regiones agrícolas entre Bosnia Herzegovina, Hungría y Serbia, muy lejos del dinamismo turístico de la Costa Dálmata, las escuelas están vacías. Cada día, los directores registran bajas; los padres ponen rumbo a Alemania, a Irlanda o a Noruega, llevándose consigo a sus hijos. Muchas escuelas rurales deben cerrar sus puertas, pero no son los únicos. Los centros urbanos también padecen las consecuencias.

“El problema es que no hay trabajo en Baranja. Cuando Benetton cerró su fábrica, 240 mujeres perdieron su empleo y la mayoría de ellas eran madres que sacaban adelante a toda la familia, que no tiene otra alternativa que ir a probar suerte en otra parte. Las pymes también cierran, no se crea empleo ni hay fábricas nuevas. Lo peor es ver cómo se marcha una familia joven, porque se sabe que no volverán nunca”, explica el director de la escuela, Franjo-Tudjaman de Beli Manastir, la principal ciudad de esta pequeña región.

Croacia se unió a la UE el 1 de julio de 2013, pero el país registra la tercera tasa de desempleo más elevada de la Unión, solo por detrás de Grecia y de España. Los empleos temporales vinculados con el turismo son los únicos que sostienen las regiones costeras. Además, en el este del país, pero también en Lika y en Krajina, regiones arrasadas por la guerra en los 90, donde a menudo la mitad de la población está desempleada, el exilio parece la única salida. El pasado 1 de julio, Alemania abrió su mercado laboral a los ciudadanos croata. Según estimaciones de la Comisión Europea, 200.000 croatas pueden salir del país en los próximos cinco años, de una población total de cuatro millones de habitantes.

En 2013, 25.000 croatas se instalaron legalmente en Alemania, pero el fenómeno conoce una crecimiento exponencial. Decenas de autobuses parten a diario de Zagreb y de las grandes ciudades del país, mientras que en Facebook, el grupo Idemo u svijet – Njemacka (Vamos al mundo, a Alemania), cuenta con miles de seguidores que intercambian consejos sobre la expatriación. Las consecuencias de este éxodo se hace notar, Croacia ya se ha quedado sin enfermeras y médicos, después de que todos se marcharan en busca de la “tierra prometida”.

Lo mismo sucede en Bosnia Herzegovina, en todas las étnias nacionales. Según la organización Unión para un regreso sostenible y la integración en Bosnia Herzegovina, al menos 80.000 personas se marcharon en 2014 de las regiones orientales del país. La asociación destaca que ahora son familias enteras y no solo los hombres jóvenes los que salen del país.

Sin embargo, en este país en que el paro real alcanza a casi la mitad de la población activa, el éxodo afecta sobre todo a los licenciados, una fuga de cerebros que lastra cualquier posibilidad futura de desarrollo. En 2014, 2.300 personas encontraron un trabajo en el extranjero gracias a la Agencia para el empleo de Bosnia Herzegovina. De hecho, se realizó una oferta pública para contratar a médicos en Alemania, por un sueldo de 2.000 euros al mes, cuatro o cinco veces más que el salario que se paga en Bosnia Herzegovina.

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En mayo de 2013, las agencias de empleo alemanas y bosnias también firmaron un acuerdo dirigido a contratar a especialistas sanitarios dirigido a prestar ayuda domiciliaria. Para ir a Alemania, bastaba con haber terminado los estudios de medicina y hablar inglés correctamente. En algunas regiones de Bosnia Herzegovina, hacen falta cardiólogos, anestesistas, pediatras o oftalmólogos. Según un sindicato de la República Srpska, “la entidad serbia” de Bosnia Herzegovina, 100 cirujanos se marcharon el pasado y hacen falta 2.000 enfermeras. Bosnia Herzegovina es el quinto país del mundo más perjudicado por la fuga de cerebros, por detrás de Serbia, Haití, Burundi y Argelia.

En la cumbre europea de junio de 2001, celebrada en Tesalónica, la UE garantizó una “promesa de integración” a todos los “Balcanes occidentales”: 14 años más tarde, esta perspectiva solo se ha concretado en un país, Croacia, mientras que la región solo aspira a servir de limes a una UE en crisis. En el imperio romano, las limes eran las largas franjas fronterizas, sometidas a incesantes movimientos de población, donde los bárbaros debían romanizarse poco a poco, y de donde sus habitantes huían tan pronto como tenían ocasión. ¿Es así como se está rediseñando la geografía europea?

Traducción: Mariola Moreno

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