Crisis migratoria

Más de 1,5 millones de sirios malviven en Líbano

Más de 1,5 millones de sirios malviven en Líbano

De lejos, un mar de plástico blanco destaca sobre los campos verdes. Al acercarse, descubrimos una hilera de tiendas, cada una más miserable que la anterior, alrededor de las cuales corretean niños, no siempre bien vestidos. Con el paso primero de los meses y después de los años, en el valle de la Becá, al este de Líbano, los improvisados campos de refugiados han ido proliferando en terrenos agrícolas hasta integrarse en el paisaje. Sin embargo, sus ocupantes no se habitúan a las condiciones de vida que les impone el exilio.

Hace ya cuatro años que estalló el conflicto sirio; en la mayoría de los casos, hace tres que sobreviven como pueden en estas tiendas hechas a remiendos, sin que su situación mejore. Al contrario, no deja de empeorar, mientras la desesperanza y la frustración les embarga, fruto del impasse en el que se encuentran. Según un estudio realizado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Unicef y el Programa Alimentario Mundial (PAM), el 70% del 1,1 millones de refugiados registrados en Líbano viven por debajo del umbral de la pobreza, es decir, con tres euros al día. En 2014, representaban el 50%. De esos refugiados, el 87% además, está endeudado.

Cada una de las puertas permite adentrarse a una miseria particular. Fardous, que huyó de Hama y de la represión del régimen sirio en 2012, no es una excepción. Mientras se seca las lágrimas, esta mujer, viuda insiste en mostrar el interior de la que es su tienda, donde se han instalado unas finas planchas de espuma que reposan sobre una estera, en el piso de tierra. Ella y sus cinco hijos comparten este espacio, sombrío y compartimentado. Aunque Fardous llegó el mes pasado a este campamento, en las inmediaciones de la ciudad de Saadnayel, ya corre el riesgo de ser expulsada. “Tenemos que pagar 147 euros al mes por la tienda y la luz”, lamenta. “Pero no ganamos lo suficiente para reunir esta cantidad”.

En Líbano, buena parte del 17% de los refugiados que vive en campos improvisados debe abonar un alquiler al propietario del terreno en el que viven. Una situación rocambolesca, fruto de la oposición categórica del Gobierno libanés a la hora de establecer estos campos gestionados por el Estado y el Acnur, como sucede en Turquía o en Jordania. En la memoria de muchos dirigentes, permanece anclado el temor de ver a los refugiados establecerse de forma permanente en Líbano, tal y como sucedió con los asentamientos palestinos tras la creación del Estado de Israel en 1948.

Esta situación, unida a la insuficiente ayuda humanitaria, que se ha visto recortada, ha contribuido a empeorar notablemente sus condiciones de vida. “El PAM ha reducido el número de beneficiarios y el montante de las ayudas mensuales, que han pasado de 24 euros en 2013, a 12 euros por persona en 2015”, resume Lina Abou Khaled, portavoz de Acnur en Líbano. “¡Es lo que cuesta una comida!”. Cuatro años después del inicio del conflicto, los donantes son menos generosos. En 2015, Acnur solo recibió el 40% de los fondos demandados.

Las primeras víctimas de esta caída de las ayudas son los niños. “Las familias necesitan ganar más dinero, por lo que les ponen a trabajar”, constata Turki, director del centro learn and play (aprender y jugar), de la ONG libanesa Beyond, de Saadnayel. Los menores, que trabajan desde los ocho años, son presas fáciles de explotar. Un niño gana una media de cinco euros por una jornada de ocho horas de trabajo en el campo. El centro de Beyond intentan llevar algo de alegría a los pequeños refugiados que viven en los campos de la zona. En el interior de las tiendas, pintadas de colores, los profesores transmiten a unos niños desbordantes de entusiasmo nociones básicas de matemáticas o de inglés.

“Tratamos de hacerles olvidar los malos recuerdos que tienen de Siria porque han vivido cosas muy duras”, continúa Turki, que también vive en un campamento. El objetivo es darles unas pautas: “Como consecuencia de la guerra, hay mucha violencia entre ellos, que después se esfuma”. Los centros learn and play de Beyond, financiados por Unicef, son también una alternativa a la escuela. Solo el 50% de los niños que acuden al centro de Saadnayel están escolarizados.

En Líbano, la educación de los refugiados sirios está infradesarrollada. Según Unicef, de los 400.000 niños en edad de permanecer escolarizados, solo 106.000 acuden a las escuelas públicas. El Gobierno libanés no los aceptó hasta enero de 2015. El número de niños que apartados del sistema escolar es muy elevado. “Observamos que tienen muchas lagunas y sobre todo que dejan de ser aceptados en el sistema clásico”, explica Charlotte Bertal, fundadora de la asociación Yalla, que el año pasado acogió a 120 niños en su establecimiento próximo a Aley, cerca de Beirut. Además de ir a clase, los niños participan en actividades artísticas y deportivas. “Nuestro objetivo es conseguir que alcancen el nivel que les permita integrarse en la educación libanesa”.

Aunque la vuelta a las aulas será el 12 de octubre, el Gobierno aún no ha hecho público cuántos niños sirios podrán matricularse este curso. Esa es la razón principal que llevó a Lina, kurda de Siria, instalada en Beirut en 2011, a pensar en la posibilidad de emigrar ilegalmente a Europa antes de cambiar de idea, por miedo: “Mi hija de seis años nunca ha ido a la escuela, tengo ganas de darle un futuro mejor”.

Los sirios no son los únicos que sufren esta crisis humanitaria. Líbano, que acoge a alrededor de 1,5 millón de refugiados –registrados o no– en un territorio equivalente a la provincia de Valencia, ahora se encuentra con que su población ha crecido un 25% y debe hacer frente a una importante crisis económica.

Los efectos son devastadores en las regiones más pobres, en Akkar, al norte, y en el Becá. Lejos de los barrios elegantes de Beirut, estas regiones rurales tienen el 18% y el 10,81% respectivamente de su población en situación de extrema pobreza, es decir, que sobrevive con menos de 2,2 euros al día. Sin embargo, son estos territorios los que acogen el mayor número de refugiados. En septiembre de 2013, un informe del Banco Mundial precisaba que “otros 170.000 libaneses se encontraban en situación de pobreza, mientras que aquellos que ya lo estaban habían empeorado su situación”, a causa de la crisis siria.

Con lo que la tensión entre la población local y los refugiados aumenta. “Los libaneses piensan que los sirios tienen acceso a más servicios que los libaneses gracias a las ONG y que les roban el trabajo”, resume Lubna Shaheen, responsable de los talleres de formación profesional del centro de la ONG internacional Rescue Committee (IRC), en Deir Salloum, en Akkar. Dos veces por semana, una veintena de mujeres sirias y libanesas se reúnen para recibir cursos de cocina, que son impartidos por chefs del restaurante Tawlet de Beirut. “El objetivo es rebajar la tensión entre ambas comunidades”, precisa. “Inicialmente, es un poco complicado, después se hacen amigas”.

De este modo, Rabya, madre libanesa de nueve niños, y Hayam, refugiada siria, fueron conscientes de los problemas la una de la otra. “Mi vida es muy dura, el trabajo me impide dormir más de cuatro horas al día y no gano suficiente dinero para mis hijos, aunque al menos no vivo en el exilio sin poder regresar a casa”, relativiza Rabya. A su lado, Hayam explica que a pesar de ser lo que más desea, no puede volver a Siria: “Me fui de Qusseir porque desde que empezaron los combates con los rebeldes, el régimen arrestaba sistemáticamente a los ciudadanos”, suspira antes de venirse abajo. “Hay libaneses que son racistas, pero también algunos son generosos y solidarios”, insiste.

¿Invitar a los refugiados a irse?

Aunque la ONG consigue hacer que caigan algunas barreras, “el problema del empleo sigue siendo un motivo de tensión que permanece latente”, admite Cyril Al Khoury, responsable del área de medios de subsistencia del centro de IRC, que se encarga de poner en marcha proyectos que ayuden a los sirios y a los libaneses a encontrar un trabajo. “A los sirios se les pagan 88 euros al mes cuando un libanés no acepta un sueldo inferior a 530 euros, por lo que muchos están en el paro y para eso no hay solución”. En su opinión, la ONG a la que pertenece, está llevando a cabo un trabajo que corresponde al Gobierno: “No hace bastante porque carece de suficientes medios, pero también porque algunos ministros no quieren ayudar”.

Después de dejar que la situación se enrareciese al permanecer extremadamente pasivo, el Gobierno dio un giro a finales de 2014. Desde octubre pasado, las fronteras permanecen cerradas para los refugiados y desde enero de 2015, los sirios no pueden trabajar en Líbano, salvo en tres sectores (agricultura, construcción, limpieza), para lo que necesitan un permiso. Las nuevas normas son muy estrictas y el 70% de los refugiados se encuentran en situación irregular, según Acnur. “En el mercado del trabajo no se han visto los resultados porque los sirios siguen trabajando, pero la situación de irregularidad en la que viven los hace todavía más vulnerables a la explotación”, subraya Anabella Skof, experta en recuperación socioeconómico de la Organización Mundial del Trabajo en Beirut.

¿Por qué el ha reaccionado tan tarde el Gobierno libanés? “Pensaba que, dado que ambos pueblos son hermanos, Líbano debía ser solidario y dejar entrar a los sirios”, opina Anabella Skof. “Pero 2014 fue un año clave, el peso de los refugiados tuvo un impacto extremadamente negativo en la distribución del agua y de la luz, los servicios empezaron a hundirse y tuvo que reaccionar”. Efectivamente, Líbano es un país cuyas infraestructuras, que nunca fueron remozadas al término de la guerra, en los 90, son frágiles.

No obstante, según Anabella Skof, al Gobierno le falta buena voluntad. “Simplemente, no quiere que los refugiados permanezcan en Líbano”. Una constatación que comparte un trabajador de una organización humanitaria y que desea permanecer en el anonimato: “En 2015, aunque antes no hacía nada, el Gobierno decidió ocuparse de la educación de los refugiados porque se dio cuenta de que las escuelas dirigidas por organizaciones islamistas ganaban terreno. Pero el acceso de los niños sirios a la escuela sigue siendo limitado, lo que contribuye a que no se instalen demasiado”.

En efecto, estas nuevas leyes han hecho salir corriendo a los sirios más pobres y a los más cualificados. Después de pasar tres años en Líbano, Mahmoud, originario de Deir-Ez-Zor, al este de Siria, llegó a Austria en julio ilegalmente. “Trabajaba en un restaurante pero las nuevas normas obligaban a tener un patrocinador libanés y el que yo encontré quería percibir una comisión”, cuente este exestudiante de Comercio. “Decidí irme a ir a un país donde el ser humano es más valorado, con la esperanza de conseguir una vida mejor”.

La ocupación siria de Líbano durante 20 años, que traumatizó a la sociedad libanesa, también ha alterado su capacidad de mostrar empatía. Una parte de la población se muestra hostil con los sirios. Por su parte, el panorama político libanés también muy dividido e implicado en el conflicto sirio, no hace fácil la vida de los refugiados. Hezbolá está acusado de haber detenido arbitrariamente a refugiados opositores al régimen sirio.

Según el Acnur, la mayoría de los refugiados que llegan en estos momentos a Europa proceden de Siria, aunque pasan por Líbano. Ninguno de los refugiados entrevistados por Mediapart desea llegar a Europa de forma ilegal. Es “demasiado caro” para familias que a menudo son pobres y numerosas y “demasiado arriesgado”, pero también porque Líbano es un país culturalmente y geográficamente próximo de Siria, donde muchos esperan regresar cuando se callen las armas.

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En el Ministerio libanés de Asuntos Sociales, la asesora del ministro en cuestiones internacionales y humanitarias, Hala al-Helou acusa a Europa. “Hemos sufrido mucha presión para que mantengamos las fronteras abiertas, por razones humanitarias”, recuerda. “Ahora, Europa se está peleando para ver quién acoge a 100.000 refugiados cuando aquí tenemos a más de un millón”. En su opinión, Líbano debe recibir más ayuda para hacer frente a esta crisis humanitaria. El argumento de la seguridad también sale a relucir: la presencia de 1,5 millones de refugiados puede desestabilizar a un país que se encuentra ya muy dividido con relación al conflicto sirio.

Actualmente se debaten dos posibles formas de reabsorber la llegada masiva de sirios en Europa, “aumentar la acogida legal a través de Acnur o aumentar la ayuda financiera a Líbano para mantenerlos alejados”. La consejera se inclina más por esta segunda opción y reconoce que el aumento de visitas oficiales registrado estas últimas semanas va a derivar, probablemente, en más ayudas para las instituciones libanesas. Habrá que ver si el dinero no desaparece en los bolsillos de los dirigentes libaneses, que no tienen fama precisamente de íntegros y transparentes.

_____________Traducción: Mariola Moreno

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