Reino Unido

Corbyn exhorta a la reconstrucción de la izquierda británica

Corbyn exhorta a la reconstrucción de la izquierda británica

Si la popularidad se midiese en metros, Jeremy Corbin sería sin lugar a dudas un héroe nacional. Este martes 29 de septiembre, las colas para escuchar al nuevo líder del Partido Laborista ocupaban los pasillos del palacio de congresos de Brighton, se extendían escaleras arriba y abajo, continuaban por entre los stands y parecían no tener fin. La primera persona en llegar al recinto había tomado posiciones tres horas y media antes de que hubiese dado comienzo el acto y un buen número de militantes no logró acceder al edificio.

Desde hace tres meses, este vegetariano pacifista de 66 años, que se desplaza en bicicleta, provoca reacciones similares allá donde va. Sus profundas convicciones –antinucleares, antiausteridad, antiprivatizaciones...– generan una honda impresión entre la militancia de izquierdas, que el pasado 12 de septiembre lo eligió, con el 59% de los votos, máximo dirigente del laborismo.

Pese a todo, en las filas del partido, su configura no concita unanimidad. Nada más lejos de la realidad. Según los sondeos, desecandena reacciones tremendamente encontradas; el 33% le apoya, un porcentaje similar al que registraba Tony Blair en sus comienzos, pero suma un 36% de opiniones contrarias. Este saldo negativo (-3 puntos) es el peor resultado obtenido, hasta la fecha, por un líder recién elegido de uno de los dos grandes partidos políticos británicos.

En el seno de la formación, Jeremy Corbyn causa una profunda división. Andy Burnham, quien fuera candidato a las primarias del partido, hace un gesto y reconoce, tras ser abordado en los pasillos: “Realmente, queremos que funcione; aunque las bases están entusiasmadas, lo cierto es que en el aparato del partido reina, ¿cómo decirlo?, la incertidumbre”. Pura litotes. Solo el 10% de los diputados laboristas apoya al nuevo líder. La cuestión en boca de todos en estos momentos no es otra que: ¿Cuánto tiempo podrá aguantar?, ¿cuánto tiempo pasará antes de que un golpe de Estado interno termine por derrocarle?

A día de hoy, son pocos los que –incluidos aquellos que le apoyan– le toman en serio. Y así lo ponen de manifiesto dos concejales municipales, Mike Miller y Paul Bidwell, que aguardaban cola antes de que diese comienzo el discurso. Tras defender a Jeremy Corbyn y preguntados sobre si podían imaginar a su nuevo líder como primer ministro, antes de responder, tras un incómodo y largo silencio, finalmente Mike Miller responde: “No creo que vaya a estar más de tres años al frente del partido”.

Tampoco la prensa británica escatima las críticas. Presentan al nuevo líder laborista como un trotskista leninista lunático que está poniendo en riesgo el país. Este marte, el diario The Sun, en un artículo titulado “El planeta rojo”, abordaba el descubrimiento de agua en Marte y el congreso del Partido Laborista. El Daily Mail lamentaba la “guerra fiscal contra las clases medias” que supuestamente se avecina. En la misma línea, The Daily Telegraph titulaba: “Corbyn y sus camaradas desvelan la existencia de un complot para machacar con impuestos a las clases medias”. Y unos y otros pusieron el grito en el cielo cuando el republicano ateo que dirige el laborismo británico no cantaba God save the Queen en una ceremonia conmemorativa de la batalla de Inglaterra.

En este ambiente “todos contra Corbyn”, se esperaba con avidez el discurso del nuevo líder. Él, que casi nunca había hablado leyendo un autocue, logró superar el desafío. Acostumbrado a los mítines electorales intimistas, en esta ocasión pronunció un discurso muy sencillo, pero que conseguía entusiasmar a los presentes (aquí se puede ver el discurso en su integridad  y aquí se puede leer). Su mensaje era una exhortación a la reinvención del Partido Laborista. “La democracia social [...] está caduca. Y sin embargo surge algo nuevo y revitalizador, popular y auténtico [...] Nuestro proyecto común debe ser el de acoger un movimiento moderno de izquierdas que emerge y utilizarlo para construir una sociedad hecha por una mayoría [de la población]”.

Ovación en pie

Para conseguirlo, Corbyn apeló al retorno a los valores que en el origen del nacimiento del Partido Laborista, a finales del siglo XIX. “Históricamente, algunas personas tienen mucho, mientras la mayoría no tiene casi nada [...] Se nos ha dicho que no se puede hacer nada [...] Pero el Laborismo nació para luchar contra esto. Y todavía hoy es la razón de ser del laborismo. Somos esa voz que dice: 'No tenéis que aceptar el lugar que se os ha atribuido”. La enorme ovación, con los presentes puestos en pie, que se escuchó a continuación dice mucho del alivio que siente la militancia a la hora de escuchar que se alude de estos modos a sus raíces.

Para reinventar el laborismo, Jeremy Corbyn cuenta con empezar por la base, con una nueva forma de hacer política. “No soy un líder que quiere imponer continuamente la línea de sus dirigentes. No creo que alguno de entre nosotros tenga el monopolio de la sabiduría. Todos tenemos ideas y una visión para mejorar las cosas. Voy a abrir el debate en el seno de nuestro partido y de nuestro movimiento. Voy a escuchar a todo el mundo”. En un partido, traumatizado durante veinte años de casi dictadura interna impuesta por Tony Blair y Gordon Brown y después por Ed Miliban, la sensación de alivio no es desdeñable. Jeremy Corbyn resumió su método con un lema: “una política más amable” (a kinder politics), expresión que llegó a repetir hasta en 14 ocasiones.

El nuevo líder laborista quiere crear un gran movimiento popular. Tras la derrota en las elecciones legislativas de mayo, 160.000 nuevos militantes han pasado a engrosar las filas del Laborismo. El objetivo es continuar así. Y se prevé poner en marcha un gran movimiento para ganar simpatizantes en las universidades o para conseguir, al menos, que los jóvenes se inscriban en el censo electoral.

Jeremy Corbyn también confía mucho en las redes sociales. También es verdad que no espera gran cosa de los medios de comunicación. En varias ocasiones, ha atacado directamente a los diarios por su cobertura superficial y caricaturesca. Al contrario que Tony Blair, que juró lealtad al grupo del magnate Rupert Murdoch (propietario de The Sun y The Times), no tiene intención de transigir en este sentido.

No obstante, en el fondo, Jeremy Corbyn se muestra muy prudente. Ha evitado buena parte de las cuestiones más espinosas y es muy ambiguo con respecto a las nuevas políticas que pretende instaurar. Tan solo se ha referido a aspectos poco controvertidos. Sobre todo quiere apoyar a los emprendedores, cuyo número ha conocido un importante boom con la crisis. Entre las ideas que baraja, la de que puedan disfrutar del permiso de maternidad y de paternidad, del que actualmente están excluidos. El alojamiento también supone una prioridad, con la la construcción de más alojamientos sociales previstos. La salud mental, que se considera que se trata mal, también es un aspecto que el líder laborista tiene intención de afrontar.

Por último, tal y como recoge su programa electoral, Jeremy Corbyn confía en renacionalizar los trenes británicos. En la actualidad, la red ferroviaria es pública, pero los trenes funcionan mediante un sistema de franquicias privadas regionales. Y el objetivo de Corbyn es volverlos a poner bajo control estatal a medida que vaya expirando el periodo de explotación.

El líder del laborismo también ha multiplicado las concesiones. En lo que respecta a la disuasión nuclear, se ha visto constreñido a asumir una amarga derrota en el seno de su propio partido. Jeremy Corbyn, que se opuso mucho a la renovación de los cuatro submarinos que transportan el arsenal atómico británico, quería que el asunto se debatiese oficialmente en el congreso, para someter a votación una moción. Se ha revelado imposible. Los comités políticos del partido, tras toda una serie de misteriosas maniobras internas, bloquearon el asunto, que no se incluyó en el orden del día. Aunque el líder laborista ha reiterado en su discurso su oposición a la disuasión nuclear, el partido todavía sigue sin tener una posición oficial al respecto.

Otra de las concesiones está relacionada con la renacionalización de la compañías eléctricas, anunciada durante la campaña de las primarias y a la que ha renunciado. En su lugar, el objetivo es ahora es desarrollar fuentes locales de energía limpia.

En cuanto a la cuestión europea, el líder laborista se ha posicionado. Él que históricamente ha sido euroescéptico, ya que, considera, que la Unión Europea no es bastante social, explicó el domingo su intención de hacer campaña por el a la UE en el referendo de David Cameron. “No podemos sentirnos satisfechos del estado actual de la UE, pero eso no quiere decir que debamos salir de la UE, sino permanecer para luchar juntos por una Europa mejor”.

La última gran concesión tiene que ver con la famosa noción del quantitive easing, a la que no se hizo mención en el congreso. El objetivo es recurrir a la estímulación monetaria, como hizo el Banco de Inglaterra durante la crisis (con la compra directa de bonos del Tesoro), pero en lugar adquirirlos para apoyar el sistema financiero, el dinero irá destinado a la inversión en grandes obras de infraestructuras. La cuestión divide a los economistas y el ministro “fantasma” de Economía John McDonnell, finalmente decidió no abordó la cuestión.

Con el llamamiento realizado para recuperar los grandes principios fundacionales del Partido Laborista y esta serie de concesiones, Jeremy Corbyn también logró ganarse a la militancia presente en Brighton. Al término del discurso, los presentes parecían haberse rendido a sus encantos. “Es exactamente lo que queríamos escuchar”, admitía Lindsey Kell, militante desde los 90. “Los valores que enarbola son sencillos, pero hay que repetirlos. Habla con integridad y autenticidad. Hacía 20 años que no tenía tantas esperanzas”, añadía Gwen Tooke, otro militante laborista.

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Sin embargo, fuera del palacio de congresos, a la fuerza atestado de conversos, el mensaje, ¿logrará calar? “Es verdad que había mucha energía en la sala, pero el Reino Unido es un país más bien conservador, con una c minúscula, y en algún momento Jeremy Corbyn tendrá que dirigirse a todo el país”, apunta Dan Hodges, editorialista de The Daily Telegraph. “De lo contrario, la derrota está asegurada en 2020, pero también en 2025”.

Una apreción que la militancia rechaza. “Cuando resultó elegida Margaret Thatcher, se decía que era demasiado extremista y que nunca resultaría vencería”, recuerda Linsey Kell. Jeremy Corbbyn bien podría ser el Thatcher de la izquierda.

Traducción: Mariola Moreno

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