Medio ambiente

La energía nuclear no es la solución al cambio climático

La energía nuclear no es la solución al cambio climático

La campaña Nuclear for climate en Twitter tiene como protagonistas a conocidas personalidades, incluido el presidente Barack Obama:

¿Qué tienen en común James Hansen, uno de los primeros científicos en alertar al gran público del cambio climático, Richard Branson, fundador de Virgin, Bil Gates, fundador de Microsoft, y Barack Obama? Sus rostros figuran en los carteles de la campaña Nuclear for climate (Energía nuclear para el clima), lanzada en vísperas de la COP21, cumbre de la ONU sobre el clima, por Foratom, una asociación europea que promueve el uso de la energía atómica.

En su página web, la Sociedad Francesa de Energía Nuclear (SFEN), que reagrupa a profesionales (en activo o retirados) del sector, recoge en tiempo real las toneladas de dióxido de carbono que “se han dejado de emitir en 2015 en todo el mundo gracias a la energía nuclear” (sin concretar cómo se efectúan los cálculos).

El principal argumento que esgrimen los defensores de la energía nuclear en nombre del clima se basa en que ya que ni la fisión del átomo ni la producción de electricidad que genera emiten dióxido de carbono, esta tecnología es la mejor para producir energía y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y así lo ha defendido el máximo responsable del gigante energético francés EDF, Jean-Bernard Levy, para quien sin la energía nuclear, Francia multiplicaría “por 15 las emisiones actuales de dióxido de carbono”.

Este discurso encuentra un amplio eco en el seno del Gobierno francés, que acaba de votar una ley que pretende reducir a la mitad, en 2025, el peso de la energía nuclear en la electricidad. Esto conllevaría una reducción significativa de la energía atómica (actualmente, el 75% de la producción de electricidad), pero también deja constancia de su pervivencia como fuente indispensable en el mix energético nacional.

La energía nuclear, ¿es de verdad una solución viable en la lucha contra el cambio climático? ¿En qué cifras, mediciones de emisiones de gases de efecto invernadero, análisis del mercado de electricidad y políticas de transición energéticas se basan estas afirmaciones? Para responder a estas preguntas, varias ONG ecologistas (Amigos de la Tierra, la Fundación Heinrich Böll, France Nature Environment, Greenpeace, Red Acción Contra el Clima, la Red Salir de lo Nuclear y Wise Amsterdam) han encargado un informe a los especialistas de Wise-París.

El valor de este documento radica en que adopta un enfoque pragmático a la hora de analizar los beneficios y los perjuicios que causa la energía nuclear en el clima. No es un secreto que las organizaciones que promueven el estudio están en contra de la energía nuclear. El despacho WISE-París no parte de una actitud favorable o desfavorable hacia esta industria, pero se muestra muy crítica con la industria atómica, en particular en lo que concierne a las cuestiones relativas a la seguridad. También comparten el mérito de analizar con detalle la evolución de las opciones energéticas mundiales y los análisis de grandes instituciones internacionales. Esto les permite vincular su argumentario con la realidad física y económica de la producción y de la demanda de energía. Este trabajo de análisis otorga una gran credibilidad a las conclusiones que se extraen del estudio: la industria nuclear no es necesaria en la acción contra el cambio climático. Y puede revelarse contraproducente en el desarrollo de una transición energética bemeficiosa, eficaz y socialmente justa.

Estas son las principales conclusiones del estudio, a las que ha tenido acceso Mediapart (en francés):

La energía nuclear sólo tiene efectos sobre las emisiones del sector eléctrico

No obstante, la electricidad sólo supone una parte del dióxido de carbono emitido por la combustión de energías fósiles (alrededor del 30%). Y el dióxido de carbono representa menos de dos tercios del conjunto de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los defensores de la energía nuclear exageran su influencia en el cambio climático. De modo que, por definición, la energía nuclear sólo puede tener un papel marginal en el clima.

Para los autores del estudio, Yves Marignac y Manon Besnard, el caso de Francia ilustra este techo. Aunque su mix energético alcanza la parte más importante en el mundo de la energía nuclear, Francia mantiene unos niveles de emisiones de gases de efecto invernadero no sostenibles y debe reducirlos un 25% antes de 2050 (con respecto a los niveles de 1990). He aquí una respuesta a las fabulaciones del dirigente de EDF, que no se sostienen en ningún cálculo concreto. Para WISE-París, la industria nuclear sobreestima sus ventajas frente al dióxido de carbono al considerar que las centrales reemplazan las unidades térmicas fósiles más contaminantes. Estos expertos proponen un modelo de cálculo alternativo basado en la composición real del mix eléctrico y llegan a la conclusión de que la energía nuclear evita un máximo de unas 1.500 toneladas de dióxido de carbono anuales, es decir, algo menos del 4% de las emisiones de dióxido de carbono. Lo que supone 20 veces menos que el aumento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono desde la puesta en marcha de los primeros reactores atómicos. “La energía nuclear no es una alternativa al modo de desarrollo responsable del crecimiento de las emisiones. A lo sumo ha retardado varios años el crecimiento de las emisiones, pero nunca ha invertido la dinámica”.

Además, el informe insiste en otro punto muy importante: si el recurso a la energía nuclear limita las emisiones, “este beneficio presenta una fuerte dependencia de lo que reemplaza realmente”. No obstante, las renovables progresan, así como la eficacia energética, a medida que los beneficios de la energía nuclear disminuyen mecánicamente. Esta disminución de la energía nuclear se va a acentuar con el descenso de la proporción de la energía nuclear dedicada a la producción mundial de electricidad. Este retroceso es casi constante desde que alcanzó su pico de 17,6%, en 1996. A día de hoy no representa más del 11% de la producción de electricidad mundial. El pico de emisiones evitadas se alcanzó en 2000, año en que la energía nuclear permitió evitar el 6% de las emisiones totales de dióxido de carbono, según los cálculos de WISE-París, frente al 4% actual.

La extracción de uranio y su transporte emiten dióxido de carbono

En su ciclo de vida completo, la energía nuclear emite dióxido de carbono: con la extracción del uranio, el transporte, la fabricación de combustibles, la construcción de reactores, explotación, gestión de los residuos y desmantelamiento. Teniéndolas en cuenta, las emisiones de dióxido de carbono de la energía nuclear suponen una media 66 gramos por dióxido de carbono, kilovatio-hora. Es mucho menos que el carbono, el petróleo y el gas, no obstante, es incorrecto hablar de energía “con bajas emisiones”:

La energía nuclear es un obstáculo para la transición energética

Una de las características de la energía nuclear es que funciona con una carga mínima, es decir que su nivel de producción debe ser tan estable como sea posible y requiere de una red muy centralizada. Estas dos especificidades entran en “contradicción sistémica con el desarrollo de soluciones flexibles sobre la demanda y producciones variables y descentralizadas” que permiten las nuevas energías renovables (fotovoltaica, eólica, biomasa). La energía nuclear constituye “un freno tal a la puesta en marcha de las opciones más eficaces que se convierte en contraproducente”, según el estudio.

La energía nuclear ha dejado de ser competitiva

La cuestión energética no se limita a la elección de la tecnología para su producción. Se trata de una cuestión de economía. Los costes crecientes de la energía nuclear (especialmente debidos a las condiciones de seguridad más estrictas a raíz de la catástrofe de Fukushima, ocurrida en 2011) la hacen cada vez menos competitiva. Aunque la “brecha de rentabilidad por emisión evitada con las renovables y la eficacia energética aumenta”. Existen “límites al voluntarismo”, explican los autores del estudio. Para ser llegar a contar con un peso mayor en una política climática ambiciosa, la energía nuclear debería cambiar de escala. Según las estimaciones, si el consumo de energía se mantiene constante, “la multiplicación por diez del parque nuclear puede proporcionar, en la teoría, algo menos del 25% de la energía consumida en el mundo y representa la mitad aproximadamente del esfuerzo necesario de reducción de las emisiones”. Pero esta proyección es teórica. “En el horizonte de los próximos veinte años, en el que se juega el control de las emisiones, un nivel tal de desarrollo del parque nuclear, se quiera o no, está absolutamente fuera del alcance”. Para ello haría falta construir miles de reactores.

Incluso un peso menor, como la contribución en un 10% a la reducción de las emisiones previstas en los escenarios del Organismo Internacional de Energía Atómica, necesitaría de un esfuerzo mayor de construcción de reactores “a unos niveles históricamente nunca alcanzados”.

Por el contrario, desde hace 10 años, las inversiones en las nuevas energía renovables eléctricas en el mundo han sido más de diez veces superiores a las inversiones en la construcción de reactores, de media. En total, tomando en cuenta el sector hidráulico, las fuentes renovables de electricidad representan cinco veces más de su capacidad instalada que la energía nuclear. El sector eólico ha conocido una tasa de crecimiento media del 25% anual, entre 2000 y 2013.

El informe de WISE-París insiste en el papel determinante de la eficiencia energética (el control del consumo de energía) en la acción contra el cambio climático. Sin embargo, los poderes públicos a menudo se muestran reticentes a ponerlo en marcha (sobre todo en Europa). Preguntado sobre esta cuestión, Yves Marignac responde: “Los responsables políticos, influidos por los productores de energía, subestiman sistemáticamente el potencial de la eficiencia. Y sobreestiman sistemáticamente el potencial de desarrollo de las producciones no carbonosas, ya que tienen que presentar soluciones. En Francia, dado que subestiman también notablemente el potencias de las renovables, no hay más alternativa que la energía nuclear. Su visión del papel actual de la energía nuclear en el descenso de las emisiones en Francia, y en el mundo, y de su potencial para reducir la emisiones hasta unos niveles sostenibles está totalmente desconectado de la realidad. Por tanto, el peso de la energía nuclear existente, y su influencia en la percepción de las prioridades de acción, lo que supone un freno mayor a la puesta en marcha de políticas de eficiencia energética al nivel del potencial que pueden desplegar, que es enorme”.

Alemania abandona la energía nuclear y reduce sus emisiones de gases de efecto invernadero

Al contrario de la idea preconcebida existente en Francia, según la cual Alemania no ha sacrificado sus objetivos climáticos en el altar de la salida de la energía nuclear. Desde el compromiso de Energiewende, sus emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido un 10%. Alemania no está recuperando el carbón para compensar el cierre de centrales nucleares. “Sus capacidades térmicas no han aumentado, aunque no han disminuido mucho y está programado su cierre”, explica Yves Marignac a Mediapart.

El consumo de electricidad cae, sus renovables aumentan. Además, al contrario de lo que dicta otro lugar común, Alemania no se apoya en la producción nuclear francesa. Al contrario, su saldo exportador de electricidad con Francia aumenta. Yves Marignac prosigue: “Alemania tomó hace 15 años la decisión de abandonar de forma paralela la energía nuclear y la del carbón gracias a las energías renovables. Tardó en incluir al nivel deseado la eficiencia energética en la ecuación. Y después de Fukushima optó también por acelerar el abandono de la energía nuclear con el cierre inmediato de sus reactores más antiguos y, por ende, peligrosos”.

Para el director de WISE-París, “desde un punto de vista sistémico, Alemania ha tomado la decisión correcta. Puede encontrarse complementaridad en el sistema eléctrico entre la energía nuclear (base) y térmica (de apoyo) o entre las renovables (variables) y térmica (constante). No entre la energía nuclear como básica y las energías renovables, en tanto que variables. Dicho de otro modo, el abandono de la capacidad nuclear abre la vía al aumento de las energías renovales para, a continuación, con el aumento de las renovables, cerrar las centrales térmicas”.

Greenpeace denuncia la falta de seguridad nuclear colándose en una central francesa

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En su opinión, “por esa razón la verdadera lección que debe aprenderse del ejemplo alemán es que sólo se conseguirá la transición hacia las energías renovables si se empieza cerrando centrales nucleares y no, como pretenden numerosos actores, esperando a que las renovables se desarrollen suficientemente para cerrar reactores. Es el famoso efecto cerrojo sistémico a la transición que ilustra hasta sus máximas consecuencias la energía nuclear en Francia”.

WISE-París es un despacho de expertos que se dedica a la divulgación de información relativa a la energía (WISE es el acrónimo de World Information Service on Energy). Se trata de un organismo independiente de cualquier organización llamada Wise, incluida Wise Amsterdan, entre las promotoras del estudio. Tras leer el estudio remití varias preguntas a su director, Yves Marignac, que me respondió por e-mail.

Traducción: Mariola Moreno

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