COP21

El ascenso de las energías renovables es ya imparable

Parque eólico.

Sea cual sea el resultado de la cumbre del clima COP21, el año 2015 marcará un punto de inflexión en el uso de las energías renovables. Al menos, así lo señalan analistas de grupos financieros como Bloomberg o Goldman Sachs, poco sospechosos de ser activistas verdes.

En 2015, la energía eólica se ha convertido en la fuente de producción de electricidad más barata –incluso aunque no reciba subvenciones– en Alemania y en el Reino Unido, países ambos del G7 cuyas economías se encuentran entre las más importantes del planeta, según Bloomberg. Dinamarca, que no forma parte del G7, también cruzó este umbral en 2014. Estados Unidos y China pasarán dicho umbral antes de 2023. Y en 2030, el sector eólico y solar fotovoltaico serán las fuentes de energía menos costosas en el conjunto de Europa.

Antes de 2040, dos tercios de las inversiones mundiales destinadas a la construcción de nuevas centrales eléctricas, es decir, ocho billones de dólares, irán a parar a energías renovables, según un estudio de Bloomberg New Energy Finance, filial del grupo Bloomberg especializada en el sector energético. Los analistas de Goldman Sachs coinciden. Mantienen que en 2015, la capitalización bursátil de las cuatro primeras compañías de carbón de EEUU ha descendido en más del 90%. Este mismo año, el “sector eólico y solar fotovoltaico superarán por vez primera el umbral de 100 gigavatios en nuevas instalaciones y permitirán, según nuestras estimaciones, reducir en una gigatonelada las emisiones de dióxido de carbono anuales”, puede leerse en un informe reciente. “Mientras el debate político se centra en las previsiones para 2030 y los objetivos para 2050, estimamos que los mayores cambios del mercado se produzcan entre 2015 y 2025”.

Entre 2009 y 2014, las inversiones globales en el sector eólico y solar alcanzaron el billón de dólares, lo que supone un importante descenso del coste de estas energías (hablamos de eólicas terrestres, las instalaciones en alta mar todavía son costosas). Los nuevos parques eólicos y los paneles solares instalados en el mundo van a producir más energía en los cinco próximos años que el gas de esquisto en Estados Unidos en el periodo 2010-15, según los analistas de Goldman Sachs. Éstos estiman que el mercado de las emisiones de bajo carbono representa 600.000 millones de dólares anuales (550.000 millones de euros) y que estará dominado por cuatro tecnologías: las lámparas (que consumen hasta un 80% menos que las bombillas clásicas), tecnología fotovoltaica solar, eólicas terrestres y vehículos híbridos o eléctricos.

“Antes del año 2020, seis de cada 10 lámparas serán tipo LED y los fabricantes de coches venderán 25 millones de vehículos eléctricos e híbridos”, continúa el informe de Sachs. Los mismos expertos prevén que antes de 2020, China habrá construido centrales de carbón con una capacidad de 23 gigavatios y centrales de gas con una capacidad de 40 gigavatios, pero al mismo tiempo instalará 193 gigavatios de solares y eólicas. Dicho de otro modo, las instalaciones basadas en energías renovables son el triple de aquellas basadas en combustibles fósiles.

Los analistas estiman que estos desarrollos tecnológicos van a permitir reducir las emisiones globales de dióxido de carbono a partir del año 2020, de modo que las emisiones en 2025 sean inferiores en 5,3 gigatoneladas.

En estos momentos, la progresión del sector eólico ya es imparable en todo el mundo. En 2008, había una potencia instalada equivalente a 120 gigavatios, casi el doble del equivalente en centrales nucleares en Francia. A finales de 2014, la energía eólica mundial representaba 369,6 gigavatios, casi el triple de la potencia instalada en 2008 y más de 20 veces la existente en 2000. China es líder mundial, con una potencia eólica que en 2015 superará a la de todas las centrales eléctricas francesas. Estados Unidos se encuentra en segunda posición, Alemania en la tercera, por delante de España y de India. Francia ocupa la octava posición.

En 2013, un estudio de Bloomberg ponía de manifiesto que en Australia, era menos costoso construir parques eólicos que nuevas centrales térmicas de carbón o gas, aunque no recibiesen subvenciones. El precio de la electricidad que genera un parque eólico asciende a 80 dólares australianos por MWh, frente a los 143 que cuesta la energía de una central de carbón nuevo (más ecológico) y los 116 de una central de gas, habida cuenta del coste de las emisiones. Incluso sin incluir el precio del carbón, la energía eólica tenía un precio un 14% inferior al del carbón nuevo y era un 18% menos caro que el nuevo gas.

“La idea de que los combustibles fósiles son baratos y de que las energías renovables son caras forma parte del pasado”, decía en febrero de 2013 Michael Liebreich, director ejecutivo de BNEF. “El hecho de que la energía del viento ahora sea menos cara que el carbón y el gas [en Australia], país donde los combustibles fósiles están entre los mejores del mundo, pone de manifiesto que la energía limpia es capaz de cambiar las cosas y de alterar la economía de los sistemas de energía”.

Conclusión de BNEF: en el futuro, de aquí a 2030, la economía australiana se apoyará, en gran parte, en las energías renovables y la inversión en combustibles fósiles debería ser limitada, aunque las viejas centrales térmicas seguirán siendo rentables porque su coste se habrá amortizado. Incluso el gas tendría que ser menos rentable que la energía eólica y los grandes paneles fotovoltaicos en una década, dado que se dispondrá de tecnologías dirigidas a hacer frente a la intermitencia del viento y del sol, según los analistas de Bloomberg.

Alemania ha manifestado una fuerte voluntad política en favor del medio ambiente. Por esa razón, ha puesto en marcha un programa de transición energética muy voluntarista, Energiewende, que acaba con la producción de energía nuclear, de ahí que se recurra al carbón y que aumentasen las emisiones en una primera fase. Pero las emisiones, a día de hoy, han vuelto a los niveles de 2009 y la producción de energía eólica representa en estos momentos el 45% de la de Europa.

En 2040, un tercio de la electricidad europea será solar

La eficacia del programa Energiewende se puso de manifiesto coincidiendo con la inauguración de la cumbre COP21, gracias a la meteorología. A finales de noviembre, Alemania registró varios días de viento, lo que puso de relieve el papel de los parques eólicos al otro lado del Rin, alcanzando producciones históricas. En verano, un día de sol, las placas fotovoltaicas combinadas con el viento pueden producir hasta el 75% de la electricidad de Alemania. El 25 de julio pasado, se alcanzó una cifra récord de producción de electricidad procedente de las renovables, incluida la producida por la energía eólica, solar fotovoltaica, la biomasa e hidráulica.

Estos resultados son puntuales, dado que también ha habido días sin viento ni sol. Pero en su conjunto, Alemania está a punto de producir con renovables, en este 2015, un tercio de la electricidad, frente al 27,4% de 2014. El objetivo de alcanzar el 45% antes de 2040 se alcanzará antes de lo previsto. A largo plazo, el principal obstáculo para que la producción energética sea renovable 100% es consecuencia del carácter fluctuante del viento y del sol, pero las tecnologías de acumulación que van a permitir superar este hándicap avanzan a buen ritmo.

De hecho, hay países que ya tienen en marcha sistemas que permiten superar el inconveniente de la intermitencia. En concreto, Dinamarca aspira a producir el 50% de su electricidad con renovables antes de 2020. La energía del viento produce el 20% de la electricidad en Portugal y un 18% en España. En Francia, con 9,285 gigavatios instalados a finales de 2014, todavía se está muy lejos de alcanzar las capacidades potenciales y la electricidad eólica no representa más que el 3% de la producción del país, frente al 75% que supone la energía nuclear.

En Estados Unidos, los parques eólicos terrestres representan el 31% de las nuevas capacidades de producción energética instalada de 2008 a 2014. La electricidad eólica alcanzó su precio más bajo en 2014 y sigue bajando, igual que sucede con las instalaciones fotovoltaicas: progresan a buen ritmo. Ambas producen alrededor del 5% de la electricidad en Estados Unidos, un porcentaje muy pequeño, pero la parte de producción que procede de la renovables aumenta exponencialmente.

Si tenemos en cuenta las subvenciones existentes, la electricidad procedente de la energía eólica se convirtió, en 2014, en la más barata en EEUU y pasará a serlo antes de diez años aun sin recibir ayudas públicas. La situación es muy parecida en lo que respecta a la energía solar, con un decalaje de entre cinco y diez años. Pero los expertos de BNEF piensan que a partir de 2025, los paneles solares serán menos caros y seguirán los pases de los parques eólicos en Estados Unidos y poco después en Europa y en China. 

Según las previsiones de BNEF, Europa seguirá el ejemplo de Alemania y de Dinamarca en 2040: un tercio de la electricidad europea procederá de los panales solares y una quinta parte de la energía eólica, mientras que la parte de los combustibles fósiles no representará más que de una sexta parte y la de las centrales nucleares, una vigésima parte. Estados Unidos, China e India tendrán que recurrir más a los combustibles fósiles. A nivel planetario, las estimaciones apuntan a que los combustibles fósiles representen el 44%, frente a los dos tercios actuales. De modo que, según los pronósticos de los analistas de BNEF, las emisiones de CO2 no alcanzarán su máximo nivel antes de 2029 y permanecerán elevados hasta 2040.

Sus colegas de Sachs creen que el pico se alcanzará en 2020. Prevén que proliferen las instalaciones eólicas terrestres y los paneles solares, reemplazando el empleo del carbón y del gas a partes iguales. Si a estas proyecciones se le suma una fuerte voluntad política, parece plausible que varios países de Europa alcancen empleen energías 100% renovables antes de 2030 o 2040.

No obstante, los analistas aseguran que las reducciones conseguidas con sus hipótesis no bastan para evitar un calentamiento global superior a los dos grados centígrados, con respecto a la era preindustrial. Y esto es así porque las dificultades económicas y políticas prolongarán el uso de energías fósiles.

Para llegar más lejos y en menos tiempo, hay que contar con políticas voluntaristas como las puestas en marcha en Alemania y Dinamarca. Los analistas subrayan que las técnicas de bajas emisiones en carbono, de las que se prevé el auge, como eólicas, fotovoltaicas, LED y vehículos híbridos y eléctricos, no son el único medio de reducir las emisiones. Reemplazar el carbón por gas o ahorrar energía también es eficaz y puede ser menos costoso. Y si se quiere impedir que el calentamiento global no supere esos dos grados, hacen falta estrategias agresivas para sustituir al carbón.

Otro documento del think thank Climate Policy Initiative, financiado por el multimillonario Georges Soros, pone de manifiesto que el 80% de las reducciones de las emisiones necesarias para mantener a raya esos dos grados se puede conseguir bajando el consumo de carbón. La mitad de este descenso del empleo del carbón afectaría a China, lo que amplifica la dimensión política del problema. Para países como China o India, el carbón es la forma mas accesible de responder a la demanda energética. Y también en economías ricas como la de Australia, hay presiones para mantener el uso del carbón.

Sólo con políticas muy voluntaristas se puede llegar a reducir rápidamente el uso del carbón, y más en general, de los combustibles fósiles. En conjunto, más de la mitad de los activos de los combustibles fósiles pertenecen a los Gobiernos o están bajo su control. Dicho de otro modo, si el desarrollo de las renovables es imparable y va a reducir las emisiones por una lógica económica ineludible, las decisiones a escala nacional de los diferentes países van a seguir teniendo un papel clave. Porque estas decisiones pesarán mucho en la velocidad a la que dejan de recurrir a las energías fósiles.

“Las discusiones más apasionadas de la cumbre COP21 [...] versarán sobre la manera de repartir los costes de la reducción de las emisiones entre países ricos y pobres, Alemania ya ha respondido a la cuestión eligiendo portar el fardo de la transición energética. Es una cuestión de voluntades y el grado de voluntad requerida disminuye cada año a medida que los progresos tecnológicos hacen de las energías renovables una alternativa viable económicamente a los combustibles fósiles”, escribe Leonid Bershidsky para Bloomberg.

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Traducción: Mariola Moreno

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