Francia

La izquierda de Hollande deberá reinventarse

La izquierda de Hollande deberá reinventarse

 Los socialistas franceses han evitado la debacle, aunque no tengan nada que celebrar. En la segunda vuelta de las elecciones regionales celebradas este domingo, el PS logró salvar los muebles al vencer en cinco regiones, frente a las siete que han pasado a manos de la derecha (en la 13ª región en liza, la isla de Córcega, se han impuesto los independentistas). Pero en la historia de la Quinta República, el número de votantes del FN nunca había sido tan elevado. Mientras, la izquierda, que ha desaparecido en varias regiones, está hecha añicos.

Pese a todo, al menos sobre el papel, François Hollande y Manuel Valls han evitado la anunciada catástrofe electoral: las elecciones regionales sólo podían saldarse con una derrota, dado que la izquierda gobernaba desde 2010 en 21 de las 22 regiones metropolitanas (la reciente reforma territorial ha reducido el número de regiones a 13); los socialistas han perdido todos los escrutinios convocados desde las presidenciales de 2012 (municipales, europeas y departamentales).

Por su parte, la ultraderecha no ha conseguido imponerse en ninguna región: en Nord-Pas-de-Calais-Picardía y en Provenza-Alpes-Costa Azul, la retirada de los candidatos socialistas, a petición del presidente del Gobierno y del primer ministro, ha reportado cómodas victorias para las listas de Los Republicanos, la formación de Nicolas Sarkozy.

El primer ministro Manuel Valls, que permaneció alejado de los focos mediáticos tras la primera vuelta electoral, se recorrió las radios y las televisiones la semana pasada con una intención clara, lanzar un llamamiento al dique de contención republicano: pidió el voto para los candidatos de derechas allí donde el FN estaba en posición de alzarse con la victoria. Al cierre de los colegios electores, este domingo, Valls se felicitó por los resultados. En su alocución, poco después de las ocho de la tarde, agradeció que “los electores hubiesen respondido a una llamada muy clara –la de la izquierda– dirigida a contener a la extrema derecha, que no consigue, esta noche, ninguna región […]. Esta petición está destinada a acabar con los juegos políticos, las invectivas, los sectarismos. Los responsables políticos de todos los colores deben poder, cuando es necesario, construir juntos”.

El primer ministro también se felicitó por la movilización del electorado en la segunda vuelta: el 58,5% de los votantes acudieron a las urnas este domingo, frente al 50%, en la primera vuelta. “Los franceses han demostrado que querían votar y que la idea, defendida por algunos, de posponer las elecciones por los atentados era mala idea”, se congratulaba una persona próxima a François Hollande.

Pero más allá de estas declaraciones optimistas, el Ejecutivo se encuentra ante un auténtico rompecabezas, con un Frente Nacional que nunca antes había estado tan fuerte. El partido de ultraderecha, que se situó en cabeza en la primera vuelta de los comicios, ha arañado nuevos electores en esta segunda vuelta. “No es una buena noticia, sobre todo en las zonas rurales. Debemos responder a estas inquietudes”, señalaba un asesor ministerial. El domingo por la noche, el Elíseo, Matignon y el PS evitaban cualquier signo de triunfalismo, sobre todo por la derrota sufrida en Isla de Francia (región parisiense), por cuanto supone un auténtico revés en el aspecto político y simbólico.

No hay razones para sentirnos aliviados ni para triunfalismos. El peligro de la extrema derecha no se puede descartar, al contrario. No olvido los resultados conseguidos en la primera vuelta y en las pasadas elecciones”, declaró Manuel Valls. Por su parte, Jean-Christophe Cambadélis, secretario general del PS afirmaba en un tono similar: “Para el Partido Socialista, estos resultados representan un éxito sin alegría”. “Esta noche nadie sale victorioso. Cada uno debe tener presente el camino que queda por recorrer para recuperar a nuestros conciudadanos, que se han decantado por el FN”, subrayó también Didier Guillaume, presidente del Grupo Socialista en el Senado, próximo a Hollande.

El presidente de la República sabe que el panorama político está dividido en tres bloques. Y que los resultados del FN hacen más que factible que Marine Le Pen pase a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. A la vista de los resultados de las elecciones celebradas desde 2012, su propia situación política, es muy incierta. La suma de votos de la izquierda tiene poco peso: en la segunda vuelta, las listas del PS han caído hasta alcanzar el 29% de los sufragios, frente al 46,4% logrado en 2010. En algunos territorios, el PS, sencillamente, ha desaparecido.

Ahora, Hollande tiene tres alternativas entre las que deberá decantarse. Debe optar o bien por la que representa su primer ministro, Manuel Valls, que aboga por una agrupación de la izquierda y del centro derecha en torno a la República (y haciendo caso omiso a las divergencias en materia política económica y social); la reclamada por el Frente de Izquierdas, los ecologistas y parte del PS que consiste en un giro a la izquierda; o puede no decidirse por ninguna de estas alternativas, tratando de representar –como acostumbra– el papel de padre de la nación razonable y tranquilo que tanto le gusta.

El regreso de la izquierda plural

Este mismo domingo por la tarde se lanzó el debate. Desde la sede del PS, Jean-Christophe Cambadélis hizo un llamamiento a la “inflexión” de las políticas del Gobierno. “Me dirijo al Gobierno. No podemos seguir así. Hay que actuar en contra de la precariedad y a favor de la actividad, igual que nos movilizamos a favor de la competitividad y a la hora de refundar la escuela. Este es el rumbo que debe seguir el partido en los próximos 18 meses”.

En estos últimos días, varios ministros también reclamaban off the record una corrección, aunque fuese menor, del rumbo del Ejecutivo, que reequilibrado ligeramente la política económica del Gobierno. Algunos ya han traslado a Hollande esta petición; reclaman un “pacto por el empleo, del mismo modo que se ha alcanzado un pacto por la seguridad”, en palabras de algunos de estos socialistas.

“Votar por defecto no es lo más satisfactorio. Los electores no nos quieren. De hecho, no quieren a nadie”, reconocía antes de la segunda vuelta la diputada socialista Cécile Untermaier. Su colega de filas Philippe Baumel era aún más directo: “¿Con este Gobierno que se dice de izquierdas vamos a recuperar la esperanza? El domingo por la noche, Magic Valls va a volvernos a decir 'el resultado es bueno, ¿va todo bien, amigos? Aunque ganásemos una mayoría de regiones, el resultado sería malo. Va a haber que traspasar esta nube”. “Vamos a ganar en regiones donde habrá mayorías otorgadas por desencantados de François Hollande pero que habrán decidido “salvarnos” por última vez”, decía el diputado socialista Christian Assaf. “Es imposible que Hollande ignore esta situación, aunque sea por razones puramente estratégicas de cara a 2017”.

Los partidarios de Manuel Valls consideran que la vieja izquierda, a base de viejas recetas (las de la izquierda plural de Lionel Jospin), está superada. Por lo que apelan a los valores republicanos. “La única línea es la de la República, dirigida a unir”, se reafirmó el domingo Manuel Valls, antes de precisar: “La República que protege, garantiza la seguridad de todos, que no transige ante la amenaza terrorista, el yihadismo, el islamismo radical, que apuesta por la laicidad como base común […]. La República que da su oportunidad a todos los individuos, que invierte en su escuela y que no abandona a nadie, ni en los barrios populares, ni en los territorios rurales”. Y de este modo, Valls, enlazó con una diatriba sobre el “patriotismo que renace” y la “fiereza de Francia”.

Pero, como era de esperar, las personas más próximas a Hollande, se sitúan entre unos y otros e, incluso, señalan la existencia de tres prioridades. “La seguridad y la lucha contra el terrorismo, especialmente tras los atentados, la gente espera protección”, explica una persona cercana al presidente Hollande. La segunda prioridad es la consecución de resultados en la lucha contra el paro “hay que continuar, sumando coherencia y pragmatismo”, se dice en el Elíseo. Y por último, la tercera prioridad es “la nación, para encaminar a la gente que se siente aislada hacia algo que los una”. “¿De verdad los franceses esperan radicalidad o esperan algo que favorece el diálogo. Un proyecto radical o una sociedad que avanza con compromisos y diálogo”?, afirmó en TF1 el domingo el portavoz del Gobierno Stéphane Le Foll, próximo al jefe del Estado.

En el resto de la izquierda, las estrategias varían. Para Jean-Luc Mélenchon, el Ejecutivo se equivoca si “analiza como una victoria un resultado logrado bajo la amenaza y el chantaje”. Para el eurodiputado, Hollande debería “tomar medidas para desmovilizar a Manuel Valls, el principal responsable de la política que ha llevado a esta situación”. Pero Mélenchon no pasa por su mejor momento: el espacio político que aspira a conseguir, el de una izquierda que compite con el PS, parece haberse disuelto en el voto útil anti-FN en esta segunda vuelta.

El aliado comunista de Mélenchon, Pierre Laurent, considera que el Gobierno tiene “mucha” responsabilidad “en este desastre”, que se explica por “el impasse económico, social, político y democrático al que han llevado al país”. En opinión del secretario nacional del PCF, que ha perdido numerosos diputados regionales, “es urgente dejar atrás la austeridad y los dogmas del liberalismo”. Pero de momento, sólo se refiere a un “nuevo periodo político” y no propone nada concreto, más allá de las recurrentes “discusiones” para “reinventar la izquierda y de un nuevo pacto de esperanza para el país”:

Para los ecologistas, la “refundación del régimen político francés” pasa por “una mejor representación de los franceses y francesas”, según Emmanuelle Cosse, secretaria nacional del EELV.

Así las cosas, excepto en la región de Aquitania [suroeste], donde el resultado electoral ya fue positivo en la primera vuelta, el electorado de izquierdas no se movilizó realmente en la segunda vuelta nada más que allí donde el FN estaba en posición de imponerse. En las tres regiones en las que el PS pidió el voto para la derecha, pero también en Borgoña-Franco-Condado, en Centro-Valle de Loira y en Languedoc-Rosiñón-Midi-Pirineos. En cada una de esas regiones, la izquierda ha logrado mantenerse uniendo sus fuerzas y dejando para mañana sus discrepancias. Queda ahora por demostrar si todavía es viable un futuro común o si la izquierda es oficialmente un campo de ruinas.

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Traducción: Mariola Moreno

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