China

El presidente chino refuerza su poder para dejar claro su liderazgo

El presidente de China, Xi Jinping.

A principios de diciembre de 2015, las ONG que velan por los derechos laborales en la provincia de Guangdong [sureste de China] fueron víctimas de varios ataques coordinados por parte de las fuerzas de seguridad, que llevaron al interrogatorio de una veintena de militantes. A día de hoy, siete de ellos siguen detenidos, algunos de ellos están acusados de haber “congregado a una multitud para alterar el orden público”, a otros ni siquiera se les acusa de ningún delito. Estos activistas son las últimas víctimas de la locura represiva del régimen que sufre la sociedad civil china en este año de la cabra, tras las feministas (en marzo), los abogados (julio) y los cristianos (en agosto).

El año chino concluye en febrero de 2016. Todavía quedan dos meses, tiempo suficiente para que el Gobierno arremeta contra los únicos que han logrado sobrevivir a esta persecución, los ecologistas. La represión emprendida contra las figuras emblemáticas de la oposición china –iniciada en 2008 con el arresto de Liu Xiaobo, galardonado con el Nobel de la Paz en 2010– se aceleró con la llegada al poder de Xi Jinping a finales de 2012 tras las sucesivas condenas del profesor de Derecho Xu Zhiyong, de la periodista Gao Yu y del profesor uigur Ilham Tohti. Y ha conocido un nuevo capítulo tras la apertura de un proceso en contra del exabogado del artista Ai Weiei, Pu Zhiqiang –finalmente condenado a tres años de cárcel condicional y a la inhabilitación profesional mientras viva– y con la condena, a finales de noviembre, a seis años de cárcel del activista Guo Feixiong.

Mientras en Guangdong eran detenidos los sindicalistas, se conocía que el hombre de negocios Xu Ming, un multimillonario próximo a Bo Xilai, moría en prisión víctima de una misteriosa crisis cardiaca a pesar de que gozaba de una excelente salud, según su familia. Días más tarde, Guo Guangchang, otro millonario, presidente del Grupo Fosun desaparecía misteriosamente para reaparecer días más tarde tras haber “colaborado con las autoridades en una investigaciónn”. El caso de Wang es él último en la lista de hombres de negocios acaudalados que han sido interrogados y a veces detenidos por las autoridades en el marco de la lucha contra la corrupción.

Así las cosas, todo indica que la inclinación política y el hecho de ser percibido como una amenaza –real o imaginaria– representan los dos criterios principales utilizados por el régimen para aplastar a sus adversarios. Simples militantes de base o acaudalados hombres de negocios, más vale elegir bien los contactos en el seno del Partido y seguir la línea política fijada por el Gobierno central para evitar problemas. La dificultad estriba en el hecho de que esta línea cambia con frecuencia.

En el plano político, el fortalecimiento de la figura del secretario general sobre el resto de miembros del Comité Permanente se traduce en su omnipresencia al frente de las diferentes estructuras claves que dirigen el país. Además de los papeles tradicionales como presidente de la República y jefe de la Comisión Militar Central, Xi Jinping también está al frente de dos estructuras creadas por él mismo, el Consejo Nacional de Defensa y el Grupo dirigente para la profundización de las reformas, lo que le permite ampliar todavía un poco más su poder de decisión en materia económica y de seguridad.

Mientras que con los expresidentes Jiang Zemin y Hu Jintao, los miembros del Comité Permanente tenían una parcela reservada de poder y el primer ministro se ocupaba de las cuestiones económicas, este reparto de papeles varía con Xi Jinping. Salvo en lo que compete a la lucha contra la corrupción, en manos de Wang Qishan, el resto de asuntos parecen recaer sobre el presidente. Steve Tsang, profesor de estudios chinos contemporáneos en la Universidad de Nottingham asegura a Mediapart que: “Es innegable que Xi Jing es un dirigente más fuerte que su predecesor. Sin embargo, no hay signos aparentes de la eventual escisión entre el presidente y su primer ministro. Li Keqiang parece aceptar su papel de subalterno”.

Todo parece indicar que Xi Jinping pone en entredicho “la institucionalización” del sistema iniciada por Deng Xiaoping, según la cual los altos mandatarios se retiran a una determinada edad, no pueden en ningún caso ejercer más de dos mandatos, dejan de interferir en los asuntos del Estado una vez jubilados y eligen a sus sucesores por consenso.

Reformas

En opinión de Andrew Nathan, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia, consultado por Mediapart: “Xi Jinping está modificando dichas prácticas para concentrar el poder en sus manos. Lo controla todo. En mi opinión, Xi Jinping toma esa determinación porque tiene prisa por poner en marcha las reformas. No se trata de reformas progresistas, como querría Occidente, sino de reformas profundas. Parece que desea reforzar el papel de las empresas estatales, acentuar la politización del sistema jurídico convirtiendo los tribunales en herramienta de represión política; llamar al orden a artistas y universitarios multiplicando las directivas políticas contra ellos; extirpar la corrupción del sistema cambiando el modo en que trabaja la burocracia; modernizar el Ejército. Al poner fin al sistema institucionalizado por Deng, hace depender la supervivencia del régimen de su capacidad a la hora de soportar una importante carga de trabajo, tomar las decisiones correctas y no cometer grandes errores. Se trata de una actitud muy peligrosa que puede causar importantes problemas al país”.

La China de Xi Jinping también quiere tener más peso en el panorama internacional, incluso aspira a exportar una parte de su modelo. Allí donde sus predecesores insistían en la “emergencia pacífica” del país y se rebelaban contra la voluntad de Occidente de exportar sus valores, Xi Jinping saca la carta nacionalista, mantiene posiciones más firmes con respecto a los conflictos territoriales abiertos con sus vecinos y ensalza de un modo más abierto las ventajas del sistema chino.

En la segunda conferencia mundial de internet celebrada en la provincia de Zhejiang del 16 al 18 de diciembre de 2015, el presidente chino reiteró la necesidad de “respetar la soberanía en el ciberespacio” y de establecer un sistema de gobernanza mundial de internet donde China y sus 650 millones de usuarios están llamados a desempeñar un papel de primer orden. Quiere promover la regulación de internet al estilo chino, que permite “proteger los intereses legales de los individuos y de las empresas que utilizan internet, tanto en China como en el extranjero”. En un momento en que la cuestión de un mayor control del Estado sobre internet goza de cada vez mayor respaldo por parte de los Gobiernos de Europa y Estados Unidos en nombre de la lucha contra el terrorismo, Xi Jinping aprovecha la coyuntura para promocionar el sistema de censura más elaborado del mundo, el suyo.

Esta posición más fuerte y la voluntad de intervenir en las relaciones internacionales se dirigen a ensalzar las tendencias nacionalistas de la sociedad china con el fin de limitar las críticas vertidas contra el Partido. Steve Tsang advierte de que “es evidente que el Gobierno desea reforzar el papel de China en las relaciones internacionales. La inversión total de Xi Jinping en la promoción de la política de 'nuevas rutas de la seda' [dirigida a reforzar la cooperación entre China y sus vecinos, por vía terrestre al oeste y por vía marítima al sur] subraya esta voluntad de compromiso. Es fundamental una política exterior fuerte para colmar la sed nacionalista del régimen, comparable con los nacionalismos europeos de finales del siglo XIX”.

Así las cosas, 2015 habrá sido el año de la consagración de Xi Jinping. Mediante el aplastamiento de las voces discordantes, la persecución y el fortalecimiento de la lucha contra la corrupción –que en estos meses ha llevado a la condena de Zhou Yongkang, el máximo dignatario del régimen encarcelado desde la Banda de los Cuatro– y el desarrollo de una política extranjera invasora, la nueva dirección del Partido ha aportado más cambios en dos años que la precedente en una década. Queda por saber ahora si estas política firmes, que contribuyen a multiplicar la comisión de abusos (tal y como se subraya en las 17 páginas de observaciones finales del Comité contra la tortura de Naciones unidas, publicas el pasado 9 de diciembre), permitirán que el régimen se consolide o si constituyen su particular canto del cisne.

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Traducción: Mariola Moreno

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