Violencia

Alemania trata de restañarse las heridas tras los ataques de Colonia

Alemania trata de restañarse las heridas tras los ataques de Colonia

Cuando han pasado más de dos semanas de lo que se conoce ya como los “sucesos de Colonia”, tras el estupor y la conmoción que desencadenó la ola sin precedentes de agresiones sexuales –perpetradas por individuos todavía no identificados pero que, según los testimonios coincidentes de las víctimas, eran de origen árabe–, las aguas comienzan a volver a su cauce. Es hora de analizar lo ocurrido, de tratar de dar explicaciones y de valorar las reacciones políticas.

La Policía de Colonia –y de Hamburgo, donde sucedieron hechos similares– afirma haber recibido en torno a 560 denuncias que pueden estar vinculadas con los sucesos registrados en Colonia, mientras que en Hamburgo ascienden a 160. En Colonia, la Policía ha precisado que las denuncias incluyen casos de robo, agresiones sexuales diversas y, en menor número, violaciones. No se ha precisado más. En cuanto a los agresores, las fuerzas del orden de Colonia han reiterado en numerosas ocasiones que, aunque se llegó a estimar que al menos 1.000 personas se habían dado cita el 31 de diciembre en la estación de Colonia (y en las inmediaciones), la cifra no se corresponde en ningún caso con el número de agresores, número total que se desconoce y que resulta difícil determinar.

Para poder hacerlo, la Policía cuenta con diferentes vídeos grabados por particulares. La mala calidad de las imágenes, disponibles en YouTube, pone de manifiesto las dificultades a la hora de llevar a cabo las labores de identificación. El testimonio de las víctimas también es importante. Por ejemplo, una estudiante llamada Michelle, explicó en el talk-show Maischberger, que emite la ZDF, que se vio hostigada por un grupo de entre “20 y 30 hombres”. Su primera reacción fue la de protegerse y huir. Sólo cuando se encontraba a salvo pudo constatar que le habían robado el teléfono. Las aglomeraciones y el pánico le impidieron ver con claridad el rostro de los agresores. Por su parte, la Policía Judicial Federal (BKA) ha señalado que esta forma de agresión es idéntica, punto por punto, a un delito conocido con el nombre de taharrush gamea (literalmente "agresión sexual colectiva"), en algunos países árabes. Sin ir más lejos, varias periodistas occidentales resultaron agredidas de modo similar en 2013, en Egipto, en la Plaza Tahrir de El Cairo.

Estadísticas de criminalidad

A día de hoy, la Policía de Colonia cuenta con 19 sospechosos, 14 de ellos demandantes de asilo de origen marroquí y argelino, cuatro de los cuales se encuentran detenidos para impedir que huyan. Un portavoz de la Policía ha señalado que a los sospechosos se les investiga exclusivamente por la comisión de supuestos robos. Por su parte, el presidente de la BKA Holger Münch ha rechazado que tras los sucesos exista una organización criminal: “En el mundo del crimen organizado, nos encontramos con grupos cerrados, preexistentes con estructuras jerárquicas, pero no es el caso en esta ocasión”, según explicó en los micrófonos de la radio berlinesa Inforadio. Al margen de las informaciones que incriminan directamente a migrantes en lo acontecido la noche de San Silvestre, estadísticas más amplias ya existentes permiten entender mejor la relación entre migrantes y criminalidad en las ciudades de la cuenca del Ruhr. Por ejemplo, en un estudio llamado Casablanca, la Policía de Düsseldorf siguió a un grupo de magrebíes delincuentes compuesto por unas 2.200 personas. Según los agentes, los integrantes de este grupo, con fines estadísticos, cometían un delito aproximadamente cada 3,5 horas y resultaban ser “particularmente agresivos”. El informe no explica por qué este grupo muestra un comportamiento así.

Por su parte, la Policía de Colonia ha realizado otras constataciones interesantes. Desde octubre de 2014, los peritos policiales vienen clasificando los delitos que se cometen en la ciudad en función del país de origen del delincuente. De esa clasificación se desprende que, en un periodo de un año, sólo el 0,5% de los sirios llegados a Alemania han delinquido; frente al 40% de los magrebíes y el 40% de los refugiados procedentes de los Balcanes. Por último, en lo que respecta a todo el país, el diario Bild se ha referido a otro estudio realizado por la BKA y que analiza 186.235 delitos cometidos por refugiados entre enero y noviembre de 2015. En este periodo, se dice en el informe, se cometieron 70.000 delitos más que en 2014, año en que el número de refugiados aumentó en 800.000. Dos tercios de los delitos perpetrados fueron robos, golpes y heridos y estafas en los transportes públicos. Menos del 1% corresponden a agresiones sexuales, es decir, aproximadamente el mismo porcentaje de delitos sexuales registrados entre la población alemana en 2014 (47.000 casos y 0,8% del conjunto). Estas estadísticas, pese a estar incompletas y pese a que no aclaran muchos aspectos, tienen un valor: demuestran que la “criminalidad de los migrantes” está muy diferenciada y que en ningún caso permite concluir que el 1,1 millón de refugiados llegados en 2015 a territorio alemán son los culpables del aumento de la delincuencia.

Mientras se da con los culpables, si es que esto sucede, se han multiplicado las explicaciones públicas. Para el presidente del Consejo Central de los Musulmanes de Alemania Aiman A. Mazyek, que tuvo que desconectar su teléfono hace dos semanas y que trabaja con protección policial, todo lo ocurrido tiene más relación con la cultura machista del mundo árabe que con la religión. “Algunos piensan que pueden ir de machos, despreciar a las mujeres y hacer cosas prohibidas en sus respectivos países”, dice tras puntualizar que en algunos países mirar a una mujer de forma insistente es delito. Por su parte, el especialista en el Islam de la Universidad de Osnabrück Bülent Ucar constata que el círculo más probable de los agresores, en términos generales, está integrado por “jóvenes que han sido separados de sus familia, sin posibilidades de entrar en contacto con mujeres y sin contacto con la sociedad alemana”, en resumen, en una situación de aislamiento y de frustración que explica quizás los excesos, señala. La berlinesa Julia, que durante su tiempo libre colabora con una asociación protestante de ayuda a los refugiados, confirma la indignación, tras los sucesos de Colonia, de los refugiados sirios y afganos (cristianos y musulmanes) con los que trabaja: “Están avergonzados y no comprenden nada. Sobre todo porque comportamientos así son duramente reprimidos en sus países. También temen las consecuencias que las agresiones de Colonia pueden acarrearles. Son completamente partidarios de que las medidas sean ejemplarizantes”, precisa.

La reacción política

Angela Merkel –indirectamente cuestionada por la política de acogida a los demandantes de asilo, considerada por muchos tan generosa como irresponsable– y los partidos de la coalición gubernamental se preparan para responder “con la dureza necesaria”. Al menos en apariencia. Esta reacción se traduce fundamentalmente en diferentes modificaciones en la legislación alemana, entre otros el derecho al asilo. Las medidas, anunciadas el martes 12 de enero por los ministro del Interior y de Justicia, respectivamente, el conservador Thomas de Maizière y el socialdemócrata Heiko Maas, deberían adoptarse en el Consejo de Ministros del próximo miércoles y someterse a votación el fin de semana, probablemente.

En el futuro, los demandantes de asilo podrán perder el derecho a solicitar ser acogidos en Alemania en caso de haber sido condenados a al menos un año de cárcel. Condena que abocará prácticamente a la “expulsión” del delincuente.“Salvo excepciones, será una garantía de devolución al país de origen”, según Thomas de Maizière. Siempre en aquellos casos de delincuentes condenados por “agresiones físicas o sexuales graves”, “golpes o heridas” o “allanamientos y robos graves en serie”. La edad de los delincuentes, mayores o menores de edad, no influirá en la toma de decisiones. El Ministerio del Interior ha reconocido no obstante que esta medida no garantizaría que los expulsados vayan a ser admitidos en sus respectivos países de origen, por lo que sería preciso probablemente negociar convenciones con los países que se pueden oponer. Es el caso de Argelia y Marruecos.

Otra medida importante, aunque criticada, es la consignación del lugar de residencia. Para “evitar los guetos”, para planificar mejor la integración y el reparto de ayudas públicas, pero también para controlar mejor el desplazamiento de los refugiados, éstos podrán ver cómo se les impone un lugar o una región donde vivir. Maas ha hecho hincapié en que se ha de poner mucho cuidado en la formulación legislativa de la medida para evitar “riesgos constitucionales”, dado que la libertad de elegir el lugar de residencia es un derecho fundamental en Alemania.

De forma paralela, el derecho penal en materia sexual también va a sufrir cambios. La legislación actual requiere que la víctima pruebe que opuso resistencia, que se vio sorprendida o gravemente amenazada. El simple hecho de haber dicho “no”, no basta. Entre los cambios anunciados, se encuentra también la creación de un documento de identidad único para el demandante de asilo. Además de la foto y de las huellas digitales, esta tarjeta incluirá datos fundamentales sobre el titular. Está dirigido a simplificar los trámites administrativos. Queda todavía por determinar hasta qué punto la reagrupación familiar de los demandantes que no se acogen a la Convención de Ginebra puede verse suspendida temporalmente.

Críticas a las medidas

Este tren de medidas ¿bastará para canalizar la situación alemana? No está claro. Günter Burkhardt, secretario general de Pro-Asyl, la principal ONG alemana que se ocupa de la cuestión, critica buen número de medidas: “Un joven migrante no tendrá las mismas posibilidades en función del lugar donde vaya. Enviarlo a una zona rural es posiblemente a condenarlo a vivir de las ayudas. Para mí son medidas que van claramente en contra la integración”, dice Burkhardt, quien teme que “los partidos políticos se libren a una batalla por ver quien propone medidas más restrictivas”, legitimando de este modo soluciones que defiende la extrema derecha. Y, como no podía ser de otro modo, la ultraderecha no ha permanecido callada tras los acontecimientos de Colonia. En las redes sociales, los comentarios xenófobos y agresivos se han convertido en moneda corriente.

El movimiento xenófobo Pegida ha organizado manifestaciones en Colonia, Leipzig y Dresde bajo el lema de Fuera, los extranjeros violadores. Pese a los excesos, y a la vista de la gravedad de lo ocurrido en Colonia, habría cabido esperar reacciones más violentas por parte de la ultraderecha alemana. Esta relativa moderación se explica quizás en la inmediata cita con las urnas. En los länder de Baden- Wurtemberg y Renania-Palatinado se celebran elecciones esta primavera. Ambas regiones son ricas y están muy pobladas, son lugares imprescindibles para cualquier partido que aspira a entrar en el Bundestag.

Pero Merkel, que no tiene ninguna gana de ver cómo su partido corre la misma suerte que los conservadores franceses frente al FN, tiene prisa por hallar una respuesta. De hecho, pese a las tensiones y las críticas internas que agitan la Unión de Partidos Conservadores (CDU/CSU), la canciller alemana mantiene el rumbo fijado el pasado verano: pasa por resolver la crisis de los migrantes dando una respuesta europea global. Pero ésta no termina de llegar. Y cada día llegan a Alemania entre tres mil y cuatro mil refugiados.

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Traducción: Mariola Moreno

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