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Crisis en la eurozona

Jean-Luc Mélenchon endurece su discurso sobre el euro

El fundador del Partido de Izquierda francés endurece su discurso sobre el euro

En La Malfaçon (Los lazos que liberan), ensayo publicado antes de las elecciones europeas de 2014, Frédéric Lordon dedicaba uno de los capítulos más mordaces a “lo que la extrema derecha no nos copiará”. En él, el economista abordaba aspectos de esta izquierda crítica francesa “aterrada con la idea de alcanzar la más mínima connivencia objetiva con el FN”, lo que la lleva a mostrarse incapaz de hacer suyo una cuestión esencial, en su opinión, para acabar con la austeridad: la salida del euro.

Los debates celebrados los días 23 y 24 de enero en París, en la llamada “cumbre del plan B”, han permitido constatar el camino recorrido desde 2014 por determinados sectores de la izquierda francesa. La formación cofundada por Jean-Luc Mélenchon, aún tocado por el acuerdo alcanzado el pasado verano entre Atenas y Bruselas, ha terminado por poner las cartas boca arriba y ha invitado a participar en estas jornadas a, entre otros, una decena de profesores universitarios y a activistas partidarios de la salida, sin mayor dilación, de la moneda única.

Desde ese punto de vista, la cumbre, en la que se ensalzaron las virtudes del internacionalismo, marca una nueva etapa en el endurecimiento del discurso que Mélenchon mantiene sobre una cuestión tan estratégica como es la moneda única. Aunque sigue sin querer hacer un llamamiento, de buenas a primeras, a la salida de la moneda única, Mélenchon nunca antes había escenificado de forma tan clara la necesidad de trabajar en escenarios concretos que implican la salida del euro. La estrategia del Partido de Izquierda se basa en dos pilares. El primero de ellos, hacer todo lo posible, una vez en el Gobierno, por renegociar los tratados y apartar a Europa de la senda de la “austeridad” (plan A), y en caso de no conseguirlo, salir del euro (plan B). La intuición le dice a Mélenchon, tras el fracaso de las negociaciones de Syriza en Bruselas, que le puede resultar más decisivo en las conversaciones con Berlín sobre un eventual plan A (para la construcción de un euro más democrático, en resumen) llevar preparado el terreno, de forma creíble, para poner sobre la mesa un escenario de salida del euro (plan B). De ahí la conveniencia de mantener ambos planes, el plan A y el plan B.

En su discurso de clausura del domingo 24 de enero, en el que arremetió contra los “insectos burócratas” y otros “neuróticos del mercado”, el fundador del Partido de Izquierda francés advirtió de que “el euro no es Europa”. Y recordó que nueve de los Estados miembros de la UE habían optado por permanecer fuera de la zona euro. Pero, al mismo tiempo aseguró que la moneda única no era más que un “pequeño eslabón de esta cadena que queremos romper”, en referencia a los tratados europeos que, en su opinión, encierran a Europa en un proyecto nocivo de inspiración ordoliberal, impuesto por Berlín. 

“Con respecto a 2014, todo ha cambiado radicalmente desde el punto de vista de la percepción de las cosas y en particular en lo que respecta a la comprensión de los nefastos mecanismos provocados por el euro, también desde el punto de vista económico y democrático”, señala el profesor universitario Cédrid Durand, autor de un ensayo, publicado en 2014, que lleva por título En finir avec l’Europe [Acabar con Europa]. “Políticamente, las cosas aún son algo difíciles de articular”, matiza Durand, que se encontraba el sábado entre los asistentes a la cumbre.

“El acuerdo alcanzado en julio con Grecia alteró la percepción que un cierto número de camaradas tenía sobre el euro. La cuestión ha dejado de ser un tema tabú”, reconoce Jacques Généreux, asesor cercano a Mélenchon. No obstante, asegura que “la posición del Partido de Izquierda no ha cambiado” desde la resolución sobre el euro de 2011 y prefiere hablar de una “clarificación”, con respecto a la campaña del Frente de Izquierda de 2012, donde “hubo una ambigüedad que hacía que la posición [del partido] fuese difícil de comprender [sobre todo] porque los comunistas no querían que el euro acaparase la campaña”. “Después de lo ocurrido en Grecia, ya no es posible mantenerse en esa ambigüedad”, dice.

El sábado, el minidebate mantenido entre Mélenchon y Lordon dio mucho que hablar. En sí mismo, este intercambio improvisado de pareceres resume bastantes de las complejidades y de las vacilaciones sobre un aspecto europeo que divide a la izquierda. En su intervención, Lordon trató intencionadamente de radicalizar la orientación de la “cumbre del plan B”, es decir, trató de convencer a los promotores de que un plan A –una reforma de la zona euro– estaba abocada al fracaso de entrada. Porque la “idiosincrasia monetaria alemana” sigue siendo el “cerrojo de los cerrojos” o, por decirlo de otro modo, porque la "complicación ordoliberal alemana” invalida cualquier tentativa de reconstruir “un euro democrático”.

En estas condiciones, más vale “ganar tiempo”, evitar caer en un “plan B como mal menor” y salir del euro, en defensa de un “internacionalismo real”, es decir, “la coordinación de las izquierdas europeas para trabajar en todas partes ante la eventual ruptura, y salida, y alentar al que se encuentre en condiciones de llevarla a cabo”. Por si alguien todavía no había recibido el mensaje, Lordon insistió, a modo de conclusión: “Antes de ir a la guerra, más vale tener claros los objetivos de la guerra. Salvo para los amantes de las infusiones, recoger rabos de cerezas carece de interés. Ahora le corresponde a la izquierda del plan B saber si quiere una infusión, y a pasar buena noche, o si por fin ha recuperado el gusto por la verdadera política”.

Presente en la sala, Jean-Luc Mélenchon aplaudió a rabiar, pero más tarde señaló aquellos puntos en los que discrepaba, con el objetivo de defender, a cualquier precio, las posibilidades de alcanzar con éxito el plan A. De modo que, el desacuerdo de Mélenchon no radica tanto (y ésta es la novedad) en el análisis de fondo de los mecanismos nocivos en marcha, sino más bien sobre el modo de explicar la situación a la sociedad. Aquí es donde muestra su principal reserva: aunque puede compartir la opinión de Lordon, sería contraproducente defender sus puntos de vista así en público, por “parámetros ocultos”, que los profesores universitarios tienen tendencia a olvidar.

“No es posible ningún plan si no se plantea a un alto nivel de acción popular. […] Es necesario que la población entienda cuáles son los desafíos. Carece de sentido salir a la palestra y decir pura y simplemente “vamos a salir del euro”, porque esto lleva a convertir en un asunto fetiche la cuestión del euro, sin permitir entender el mecanismo diabólico de alienación del pueblo”, señaló. En lugar de asestar verdades académicas, se hace necesario convencer a la opinión pública, a tenor de la estrategia de Mélenchon, que concibe un “plan B” que “parte de la movilización popular”.

El fundador del Partido de Izquierda sigue pensando también en el papel que “la preparación de los dirigentes” políticos puede desempeñar. Cree que todavía existe cierto margen de maniobra para ganar alguna batalla en el corazón de la maquinaria de Bruselas. En resumen, allí donde el Ejecutivo griego se enmarañó, un Gobierno francés podría ser capaz de conseguir sus objetivos, gracias a sus habilidades negociadoras, o dicho de un modo más prosaico, habida cuenta de la importancia de su economía. “La historia la hacen seres humanos, no las máquinas, ni la aplicación mecánica de teorías. Es un ser humano el que se sienta en frente de otros para negociar, y si no tiene costumbre de negociar, ninguna fe en la relación de fuerzas, ninguna confianza en sí mismo, ninguna voluntad a la hora de apoyarse en el movimiento de su pueblo, entonces, en ese caso, está perdido”.

Además, Francia, como segunda economía de la zona euro, “el 18% de la economía europea”, tiene más argumentos para hacerle frente a los alemanes: “Tenemos la fuerza que representan los 2 billones de deudas, porque podemos decidir no pagarlas”, soltó. Exactamente el mismo argumento que empleó Pablo Iglesias el pasado a la hora de argumentar de que, en caso de que Podemos se impusiera en las elecciones generales, saldría mejor parado que Alexis Tsipras en Bruselas; España tiene más peso que Grecia, tanto en PIB como en el importe de la deuda. Desde entonces, Iglesias ha evitado volver a referirse a este asunto en la pasada campaña. Por su parte, Mélenchon parece decidido a hacer del euro uno de los ejes de la campaña de las presidenciales de 2017.

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Traducción: Mariola Moreno

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