Unión Europea

Jonathan Faull, el hombre que debe evitar la salida de Reino Unido de la UE

Jonathan Faull, el hombre que debe evitar la salida de Reino Unido de la UE

En el argot de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, Europa tendrá que hacer frente este año a una “policrisis que no está totalmente controlada”. Entre los funcionarios de la institución europea encargados de desbastar esa crisis, Jonathan Faull tiene un papel fundamental. Este británico grandón de pelo canoso, nacido en 1954 en el condado de Kent, es el enviado de Juncker al frente para calmar una de las sacudidas más importantes del momento: el fantasma de un Brexit, la salida de Reino Unido de la Unión Europea, de aquí a finales 2017.

Faull, poco hablador desde su nombramiento en junio de 2015 al frente del grupo operativo especial, se vio sometido el pasado miércoles durante una hora a una ráfaga de preguntas-respuestas, ante un público muy particular: los 22 eurodiputados del UKIP, el partido antieuropeo y contrario a la inmigración que lidera Nigel Farage, y sus aliados en el seno del Parlamento Europeo (sobre todo los diputados italianos del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo). De hecho, ha sido en parte por la presión del UKIP, tras su éxito en las europeas de 2014, por lo que el conservador David Cameron, en el Gobierno de Londres, se ha visto obligado a radicalizar su discurso sobre la UE, hasta el punto de poner en marcha el proyecto de referéndum sobre la Unión.

El pasado miércoles 27 de enero, unos y otros –la Comisión de un lado, el UKIP de otro– eran plenamente conscientes de sus posturas irreconciliables y nadie se mostró dispuesto a convencer al otro de la legitimidad de sus planteamientos. El tono de los discursos, salpicados por las bromas de Farage, fue muy cordial. El momento más animado del debate, a propósito de la financiación de la campaña, hemos de agradecérselo a los diputados Roger Helmer y Ray Finch. Dado que el Ejecutivo de Jean-Claude Juncker aboga por que el Reino Unido no abandone la UE, ¿qué presupuesto tiene previsto destinar la Comisión Europea a “propaganda” en los próximos meses para convencer a los ciudadanos británicos?, preguntaron los eurodiputados. ¿Va a declarar públicamente las sumas que destina a ese concepto, tal y como exige la ley británica? “La Comisión no gastará un penny en propaganda durante la campaña”, zanjó Faull, provocando un revuelo en la sala.

Pero los eurodiputados escépticos no tardaron en referirse a las dos consultas previas organizadas en Irlanda para ratificar el Tratado de Lisboa (en 2008 y después en 2009) y para las que la Comisión puso en marcha, en su opinión, una importante campaña sin escatimar en gastos. A lo que Nigel Farage respondió irónico: “Quizás no llaman a eso propaganda, sino información…”. El UKIP ha hecho del presupuesto destinado a comunicación de la Comisión de Bruselas uno de sus caballos de batalla, dado que considera inaceptable que “el dinero de los contribuyentes” sirva para financiar la promoción de una institución ilegítima, a su entender. “Gracias por venir, Faull, ¿a quién quiere engañar?”, concluyó Ray Finch.

Por lo demás, Faull, que ya compareció a principios del mes de enero ante una comisión en el Parlamento, se limitó a cubrir el expediente, consciente de que se encontraba en un terreno minado. Sobre todo porque estos días en Bruselas la tensión va en aumento, ante la inmediata celebración de un Consejo Europeo, los días 18 y 19 de febrero, durante el cual David Cameron, responsable de la maniobra, puede alcanzar un acuerdo con sus homólogos de los otros 27 países miembros. El jefe del Gobierno británico, que se juega su futuro político en esta consulta, se comprometió a hacer campaña por la permanencia de Gran Bretaña en la UE, si recibía garantías para introducir cambios en cuatro ámbitos. Así lo precisó en la carta del 10 de noviembre dirigida al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Éste último debe disponer ya el lunes de una primera propuesta de acuerdo.

“Honestamente, soy incapaz de decir lo que saldrá de la cumbre en tres semanas”, advirtió Faull, quien repitió que la Comisión se limitaba a ejercer el papel de “facilitador” entre Londres y el resto de Estados miembro, para alumbrar un acuerdo. En febrero o antes de que acabe el año. “Queremos ayudar a alcanzar un acuerdo justo que permita a Reino Unido permanecer en la Unión Europea”, insistió. “Algunas de las demandas de Londres son más complicadas que otras, de un punto de vista político o jurídico, pero ninguna de ellas es sencilla”.

Sucintamente, Cameron espera lograr concesiones en cuatro frentes:

– Soberanía. Londres ya no quiere estar sometido a la expresión de los tratados, que promete una “unión cada vez más estrecha” (ever closer union). 

Competitividad. En resumen, profundizar en el mercado único, firmar el tratado de libre comercio con Estados Unidos, acabar con las regulaciones consideradas excesivas para las empresas…

– Relación entre los países miembros de la zona euro y los demás. En esencia, Londres quiere asegurarse de que la integración reforzada de la zona euro, por ejemplo vía la unión bancaria bajo el efecto de la crisis, no va en contra de los intereses de la City.

 – Inmigración. Es el punto más delicado, todavía no resuelto, porque sentaría un precedente en la discriminación de trabajadores europeos. Cameron quiere suspender el pago de ayudas sociales a los inmigrantes europeos durante los cuatro primeros años de estancia en Reino Unido. Según fuentes próximas a las negociaciones, en el último texto se hace mención a un mecanismo bautizado como “freno de mano” que autorizaría al Ejecutivo británico a poner en marcha la prohibición, de demostrarse que sus servicios administrativos están sometidos a fuertes presiones a causa de los flujos migratorios.

En opinión del UKIP estas reivindicaciones, incluso si llegaran a buen puerto, son insuficientes. Los eurodiputados británicos, durante buena parte de la audiencia del miércoles, trataron de demostrar hasta qué punto estas reformas serían superficiales. Hay un aspecto decisivo: ¿será necesaria una reforma de los tratados? Durante un tiempo, Londres ha hecho creer que era necesaria. Pero Jonathan Faull echó balones fuera: “Decidimos concentrarnos en los contenidos y en ponernos de acuerdo sobre el fondo, antes de ver cómo aplicar, acto seguido, dichas reformas”. “Cualquiera diría que la reforma de los tratados ya no se contempla”, ironizó Farage.

Varios eurodiputados no británicos mostraron su inquietud por el eventual efecto dominó, en caso de que el paso dado por Londres dé sus frutos. Cada Estado podría entonces presentar sus propias reivindicaciones, con la perspectiva de una Europa a la carta, cada vez más fragmentada… En este sentido, Faull apeló al “pragmatismo”. Después de todo, la Europa de varias velocidades ha existido desde siempre. Por ejemplo, en lo que respecta a la política monetaria, 19 países integran la zona euro mientras los demás Estados miembro han conservado su moneda nacional (dos de ellos, Reino Unido y Dinamarca cuentan también con un estatus específico que precisa que en ningún momento se sumarán a la eurozona).

Jonathan Faull, exportavoz de la Comisión, exresponsable de la dirección general de servicios financieros, tras rechazar especular sobre las consecuencias económicas de un Brexit para Europa, señaló que el Ejecutivo de Bruselas no había realizado ningún estudio al respecto. Lo que no deja de ser inquietante.

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Traducción: Mariola Moreno

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