Crisis en la eurozona

La (limitada) recuperación irlandesa

El primer ministro irlandés, Enda Kenny (centro), del partido Fine Gael (FG) saluda a una votante en un colegio electoral en Castlebar en Irlanda hoy, 26 de febrero de 2016.

Una muchedumbre se dirige presta a las columnatas de piedra del edificio que alberga la oficina central de Correos de Dublín. Cuatro veces por semana, Sinead Kane y sus amigos de la asociación Hope in the Darkness despliegan una mesa, sacan una enorme olla de curry, galletas y agua caliente para el café. Durante tres horas se registra una afluencia continua de los sin techo que conocen la zona.

Hace seis meses, este comedor social no existía. “Pero las necesidades aumentan continuamente”, explica Sinead. “Las personas que se han quedado sin techo cada vez son más. Hay hombres, mujeres, niños, jóvenes, viejos…”. Los carteles colgados en las farolas en esta céntrica calle de Dublín recuerdan que las elecciones legislativas se celebran este viernes 26 de febrero de 2016. El eslogan de campaña del primer ministro saliente, Enda Kenny, del partido Fine Gael (centroderecha), es sencillo: Sigamos adelante con la recuperación.

Sinead no quiere perder tiempo con esas historias. “No existe tal recuperación. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Eso es todo”. Era una voluntaria más, cansada de ver cómo el número de personas sin hogar iba en aumento, se decidió a dar el paso. “Al Gobierno le da exactamente igual”, dice su colega, Linda Ennett.

Las estadísticas presentan una realidad bien distinta, que poco o nada tiene que ver con lo que realmente ocurre en la calle. El balance del Gobierno saliente es espectacular. Cuando Enda Kenny se convirtió en primer ministro en 2011, Irlanda acababa de aceptar un plan de rescate del FMI y de la Unión Europea. El país, que tuvo que reestructurar su sistema bancario dos años antes, no lograba atajar los problemas: el déficit representaba el 32% del PIB (¡el 20% se había destinado a salvar a los bancos), un récord muy triste.

A día de hoy, no sólo Irlanda ha salido del plan de rescate, sino que en 2015 registró un impresionante crecimiento del 7%. Y la cifra es algo más que una ilusión, ya que el paro ha pasado, en cinco años, de alcanzar un pico del 15% a ser del 9%; la creación de empleo más rápida de toda la Unión Europea. Las finanzas del Estado también se han recuperado. En 2015, el déficit era del 1,5% del PIB y todo apunta a que este año puede ser del 0%. La deuda también se rebaja rápidamente, hasta situarse en el 100% del PIB, tras haber alcanzado el 125% del PIB. En resumen, Irlanda es EL alumno modelo de la eurozona, el país que sonroja (para bien) a Angela Merkel.

Con este panorama, la reelección del primer ministro saliente Enda Kenny debería ser un mero trámite. Su programa gira en torno a su famoso eslogan sigamos adelante con la recuperación. Y el mensaje viene a ser: las cosas van mejor, no nos detengamos ahora que vamos por el buen camino. “Nos hirieron muy gravemente, financiera y psicológicamente. Pero comenzamos a ver la cicatrización”, asegura.

No es así como lo ven los electores, que vacilan entre la aparente recuperación y una realidad cotidiana a todas luces menos complaciente. El partido en el poder, el Fine Gael, puede ganar las elecciones –los sondeos le otorgan en torno al 28%-30% de los votos, porcentaje insuficiente para gobernar–. Eso sí, formar un gobierno de coalición va a constituir un difícil ejercicio de equilibrismo. Mientras que, sus actuales socios, los laboristas, se hunden. El Fianna Fail, el antiguo gran partido en el gobierno, puede cosechar el 21% de los votos emitidos, según los sondeos, pero esta formación es el enemigo tradicional del Fine Gael, por lo que es difícil considerar la posibilidad de conformar un ejecutivo de coalición en el que formen parte ambos partidos. Por su parte, el Sinn Fein, como portavoz de la izquierda anti-austeridad, puede mejorar los resultados logrados en las urnas, sin superar el 15% de los sufragios. Las pequeñas formaciones restantes y los numerosos candidatos independientes pueden sumar el 25% de los votos. De modo que, todo apunta a un gobierno formado por una gran coalición, conforme al modelo alemán.

Para entender la indignación de los irlandeses, baste como ejemplo la multitudinaria manifestación contra la austeridad celebrada el pasado sábado 20 de febrero, que logró congregar a 20.000 personas en las calles de Dublín. Sandra Walsh y su marido francés Stéphane Filipelli, que tras 30 años en Irlanda habla la que es su lengua materna con marcado acento, salieron a la calle para decir basta. Tienen una pequeña empresa de artículos de cocina. En el mejor momento del llamado Tigre celta, antes de la crisis, tenían 14 empleados. Tuvieron que despedir a 11. El año pasado por fin pudieron contratar a uno. Estadísticamente, el aumento en el número de empleados ha sido del 33%, una cifra tan halagadora como los datos macroeconómico. En realidad, la crisis todavía es muy dolorosa.

“Estuvimos dos años sin poner calefacción porque no podíamos pagarla. Este año, por fin, hemos podido volver a encender los radiadores”, explica Stéphane. En la localidad donde vive, en Kildare, una zona relativamente próspera a una hora al oeste de Dublín, la recuperación no ha llegado . “El paro baja, pero se trata de empleos a tiempo parcial, contratos temporales o prácticas mal pagadas…”. Efectivamente, las cosas van mejor, pero sólo porque los irlandeses llegaron a tocar fondo.

Estrategia económica

La receta de la mejora irlandesa está tomada directamente de los libros de ortodoxia económica: políticas de austeridad muy duras a lo largo de siete años, hasta hace uno. De 2008 a 2014, los salarios de los funcionarios cayeron un 15%, subieron los impuestos, se redujeron las ayudas sociales, se recortaron las inversiones del Estado… Al mismo tiempo, los precios en el sector inmobiliario caían a la mitad y los salarios en el sector privado bajaron. Y funcionó. “Nos hemos vuelto más competitivos”, reconoce Alan McQuaid, economista en Merrion Capital, quien pese a todo se opuso a las políticas de austeridad.

El éxito se debe al modelo económico irlandés, que presenta unas peculiaridades muy concretas. Este pequeño país de la zona euro se muestra extremadamente acogedor con las multinacionales, a las que atrae gracias a un impuesto de sociedades especialmente bajo (del 12%). Esas políticas hacen que las exportaciones representen el 110% del PIB (si descontamos las importaciones, la balanza comercial supone el 20% del PIB). A las grandes empresas norteamericanas, sobre todo a los laboratorios farmacéuticos (Pfizer…) y a las de nuevas tecnologías (Google, Facebook…), les encantan la mano obra formada, que habla inglés, en la zona euro y que… ahora resulta mucho menos cara que antaño.

Pero lo que es bueno para las multinacionales no lo es necesariamente para la población. De 2010 a 2014, se desarrolló una economía a dos velocidades: el sector de las exportaciones estaba en plena forma, pero la economía interior se encontraba completamente deprimida, minada por la austeridad. Apenas hace 18 meses que ésta última ha despegado. Ahora, con el descenso del paro, gracias a las contrataciones de las multinacionales y la salida del plan de rescate del FMI, la confianza ha regresado. “La principal razón por la que el crecimiento ha superado las previsiones en 2015 es que el consumo en los hogares ha sido mejor de lo esperado, ha aumentado un 3,5%”, asegura el IBEC, la patronal. La gente por fin ha empezado a aflojarse el cinturón.

Irlanda también ha tenido suerte. Este país exportador se ha beneficiado de la debilidad del euro. Los dos principales países a los que exporta –Estados Unidos y Reino Unido– han tenido tasas de crecimiento sostenidos. En 2016, con la ralentización del crecimiento mundial, el escenario puede ser menos positivo.

Y más aún cuando esta estrategia económica llega muy lentamente a la población; fuera de Dublín y de las grandes ciudades, apenas es perceptible. Los salarios vuelven a situarse a duras penas en los niveles anteriores a la crisis. Y el fin progresivo de las ayudas del Estado hace que surjan problemas cada vez más graves, sobre todo en lo que a la vivienda se refiere. En 2008, se paralizaron todas las obras de construcción, incluida la edificación de alojamientos sociales. Con los salarios actuales, los irlandeses ya no logran encontrar un alojamiento decente.

Es el caso de la familia de Mark Richardson. Él es jardinero y ella es ama de casa. Tienen tres niños. Hace nueve meses, el casero que les alquilaba el apartamento a buen precio decidió vender. Tuvieron que mudarse. “Nos resultó imposible. Pagábamos mil euros al mes. Ahora nos pedían no menos de 1.400-1.500 metros”, cuenta Mark, que lleva la cabeza rasurada y que habla con un fuerte acento irlandés. El fin las ayudas al alquiler agravó el problema.

Hace nueve meses que la familia ocupa una vivienda social, propiedad del ayuntamiento. Acaban de recibir una carta de desahucio. ¿La fecha de ejecución? Este mismo viernes. “No sé dónde vamos a ir”. Y así es cómo miles de personas terminan yendo al comedor social situado en el edificio central de Correos de Dublín.

A las consecuencias sociales de la austeridad se suma otra cuestión fundamental: ¿ese 7% de crecimiento es sostenible?, ¿existe el riesgo de una nueva burbuja? La duda surge porque la crisis irlandesa nació de una primera burbuja bancaria enorme, en condiciones que se parecen terriblemente a las actuales. De 2000 a 2008, los bancos irlandeses prestaron dinero casi sin hacer preguntas, provocando con ello el ascenso de los precios de la vivienda. ¿El motivo? Además de la irresponsabilidad que supone, los tipos de interés eran muy bajos. Irlanda formaba parte de la zona euro y los tipos los fijaba el Banco Central Europeo, tipos relativamente bajos, para ayudar a aquellos países que presentaban un crecimiento lento –lo que no era el caso en Irlanda, que registraba un extraordinario crecimiento en la época–.

En estos momentos, las circunstancias son exactamente las mismas. El BCE ha puesto en marcha una política de estimulación monetaria con un tipo de interés a los depósitos negativos (¡hay que pagar para que acepte los depósitos!) y un sistema de emisión de moneda que funciona a pleno rendimiento. Paralelamente, el crecimiento irlandés es del 7%. ¿Volvemos a empezar como en el 14?

“Es un verdadero riesgo”, opina Alan McQuaid, economista en Merrion Capital. “Sin embargo, por ahora, no creo que los bancos corran el riesgo de cometer el mismo error”. Es verdad que el banco central irlandés ha impuesto condiciones más duras para la concesión de hipotecas: ahora se concede un máximo del 80% del precio de venta de la vivienda. Antes de la crisis, a menudo se ofrecía el 100% del importe de la hipoteca.

Una recuperación que aún no perciben en el día a día los irlandeses; una economía que corre el riesgo de sufrir otra burbuja a largo plazo… La imagen confusa explica las vacilaciones políticas de los irlandeses. El país nunca han votado por las formaciones muy a la izquierda y parece poco probable que ahora se produzca un giro repentino. Los dos grandes partidos que dominan el panorama político irlandés desde hace un siglo, el Fianna Fail y el Fine Gael –que comparten grosso modo las mismas políticas de centroderecha– están listos para controlar el paisaje político nuevamente. Pese a que ahora cuentan con menor apoyo. Salvo sorpresa de última hora, Enda Kenny repetirá como primer ministro, apoyado en una coalición de gobierno más o menos estable. Eso sí, será reelegido sin ningún entusiasmo, a falta de algo mejor.

Amnistía Internacional reclama a Irlanda que suavice su restrictiva ley contra el aborto

Amnistía Internacional reclama a Irlanda que suavice su restrictiva ley contra el aborto

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Más sobre este tema
stats