Ampliación de la UE

Las elecciones serbias ponen al descubierto las prácticas cada vez más autoritarias del Gobierno

El primer ministro serbio, Aleksandar Vučić.

Compra masiva de votos, traslados forzosos a los multitudinarios mítines del primer ministro, funcionarios que se enfrentaban a la posibilidad de quedarse sin empleo si no votaban “correctamente”. Belgrado no se ha olvidado de ninguna de las efectivas “viejas recetas” destinadas a asegurarse el triunfo en las elecciones del pasado domingo 25 de abril. En Voivodina, cada voto costaban entre dos mil y tres mil dinares (entre 18 y 25 euros) en los barrios romaníes de Novi Sad. “Los métodos de Aleksandar Vučić recuerdan a los de Nikola Gruevski, en Macedonia, o los de Viktor Orbán en Hungría”, advierte Rasa Nedeljkov, del Centro para la Transparencia y la Responsabilidad (CRTA). Pese a todo, en esta jornada electoral, la OSCE sólo desplazó a diez expertos internacionales y a 12 observadores.

En los enclaves serbios de Kosovo, incluso se votó conforme al sistema conocido como tren búlgaro: a la entrada de los colegios electorales, militantes del partido hacían entrega a los electores de papeletas ya marcadas, listas para depositarlas en las urnas, de modo que el elector se llevaba de vuelta a casa la papeleta en blanco que también habían recibido. Este tipo de prácticas tiene la ventaja de que son poco visibles para los observadores presentes en los colegios... Sobre todo, si optan por cerrar los ojos ante lo que sucede en el exterior. Un portavoz del Centro para las Elecciones Libres y la Democracia (CeSID), que desplegó a casi mil observadores, justificaba que la organización no podía informar de este tipo de irregularidades. El CeSID, que llegó a encabezar la oposición democrática al régimen de Milósevic en los años 90, ha perdido su independencia desde la llegada al poder de Aleksandar Vučić. Durante buena parte de la noche electoral del domingo, llegó a atribuir el 55-56% de los votos al partido del primer ministro. Pese a todo, la victoria de Aleksandar Vučić fue relativamente ajustada. Así, y aunque consiguió el 48% de los votos, no lograba mejorar su anterior resultado, alcanzado en los comicios también anticipados de 2014.

Desde que accedió al Gobierno en 2012, el que fuera ministro de Información de Slobodan Milosevic tiene a Serbia sometida. Una de sus prioridades es el control de los medios de comunicación. Sólo en el año 2014, fue portada de los periódicos nacionales en al menos 877 ocasiones; apenas seis de ellas fueron críticas. “Aleksandar Vučić ha puesto en marcha un sistema de censura de los medios de comunicación de una sofisticación nunca vista”, se indigna Olja Bećković, expresentadora de Utisak nedelje, programa político estrella de la cadena B92 durante 23 años, que fue despedida de un día para otro en junio de 2014.

La sociedad civil serbia está preocupada por la asfixia a que se ven sometidos los medios de comunicación de Serbia. Según la asociación de periodistas NUNS, el debate público casi ha desaparecido para dar paso a “ruedas de prensa donde los periodistas formulan preguntas que bien podría hacer directamente el Gobierno en su lugar”. Para garantizar que el bloqueo de los medios es efectivo, Aleksandar Vučić tiene entre sus “perros guardianes” toda una red de tabloides ultraagresivos encargados de poner en marcha campañas mediáticas difamatorias contra todos los que se atreven a enfrentarse al todopoderoso primer ministro. “Vučić ha transformado caniches en pitbulls”, resume Vukašin Obradović, presidente de la asociación NUNS. “Les ha dado mucha más libertad que antes. Los tabloides han sustituido a los tribunales y a los policías. Ellos son los que arrestan y juzgan”.

Aunque Aleksandar Vučić reconoció en una ocasión que había sido “el ministro de Información más estúpido”, no se ha olvidado de cuáles son los métodos buenos para acallar a los que molestan. Lo importante son las apariencias. A finales de 2015, se había celebrado una sorprendente rueda de prensa en el Palacio de Serbia, el edificio que alberga el Gobierno. Entonces, el primer ministro se sometió, “por decisión propia”, ante un auténtico ejército de policías de la unidad antiterrorista, a un detector de mentiras a raíz de la denuncia presentada por un editor de prensa por un caso de chantaje. Finalmente, ningún periodista se atrevió a preguntar nada. Ni tan siquiera durante la etapa más sombría de Milósevic se habían visto tantos policías armados en el Palacio de Gobierno. El mensaje era claro, era toda una clara advertencia a los medios de comunicación antes de pasar a “las cosas más serias”. Limpio de toda sospecha gracias al detector de mentiras, el primer ministro evitaba de este modo que se abriera una investigación... Circulen, aquí no ha pasado nada.

En tiempos de Slobodan Milósevic, la prensa independiente de Serbia estaba sometida a presiones, pero gozaba de un apoyo internacional sólido, sobre todo en el seno de la Unión Europea. Actualmente, los periodistas serbios que no quieren pasar por el aro deben arreglárselas solos. Para el comisario de Negociaciones de Ampliación, Johannes Hahn, estas presiones sobre los medios sólo son “rumores”. “Necesito pruebas”, señalaba a comienzos de 2015, poniendo en duda el informe de Reporteros sin Fronteras sobre la libertad de prensa, en cuyo ranking Serbia no deja de perder posiciones. Bruselas, dicho sea de paso, ve en Aleksandar Vučić un garante de la “estabilidad” de Serbia y de la región.

Europa o Rusia

Este mismo año, Aleksandar Vučić hizo todo lo posible para dramatizar el desafío electoral, que presentó como una "elección" entre partidarios de la Serbia europea o del tropismo prorruso. Incluso las agencias de prensa internacionales llegaron a hacer suyo este planteamiento, llegando a informar de la victoria del “proeuropeo Vučić”.

El recorrido político del ambicioso dirigente de Serbia es, sin embargo, de los más sinuoso. Comenzó su carrera en las filas de la extrema derecha nacionalista. A los 23 años, en 1993, fue elegido diputado del Partido Radical Serbio, la formación de Vojislav Šešelj, recientemente absuelto por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) de la Haya. En 1998, coincidiendo con la guerra de Kosovo, fue nombrado ministro de la Información con Slobodan Milósevic. El impetuoso joven denunciaba en aquel entonces “a los periodistas serbios vendidos a las potencias extranjeras”, mientras expulsaba del país a los periodistas extranjeros. Explicaba también que, por cada serbio muerto, era necesario acabar con cien musulmanes, palabras que hoy atribuye a un “exceso verbal”.

Tras la caída de Milósevic, en los albores del año 2000, Aleksandar Vučić y Tomislav Nikolić dirigieron el Partido Radical serbio (SRS), cuyo jefe de filas Vojislav Šešelj se encontraba en la prisión internacional de Scheveningen. El partido era abiertamente nacionalista y antieuropeo. Hasta que, en 2008, los dos hombres dejaban la formación para crear el Partido Progresista Serbio (SNS), que se define como “conservador y proeuropeo” y que ahora domina toda Serbia. Aleksandar Vučić reconoce los “errores” cometidos en el pasado y reivindica el indiscutible derecho de cada uno a cambiar de opinión. Por su parte, los dirigentes europeos, que han saludado este oportunista viraje de 180 grados, creen que han encontrado en Aleksandar Vučić un interlocutor fiable...

Sin embargo, hace dos años, al día siguiente de las elecciones del 16 de marzo de 2014, Aleksandar Vučić e Ivica Dačić, el jefe del Partido Socialista de Serbia (SPS), emprendieron, con relativa discreción, un viaje de Moscú. El Kremlin creía que tenía algo que decir sobre la formación del Gobierno serbio. Este año, los socialistas, aliados históricos de Rusia, tendrían que abandonar la coalición gubernamental, pero Aleksandar Vučić se propone seguir su sutil juego de malabarismo entre Moscú, Bruselas y Washington. De este modo, el hombre fuerte de Belgrado pasa a convertirse en el “garante” de la orientación europea de su país, pese a que siempre se ha mostrado contrario a la aplicación de las sanciones que Bruselas ha impuesto a Rusia, tras la crisis de Ucrania. “Una vez el país se integre en la UE, el margen de maniobra de Serbia se va a reducir. El país tendrá que alinear su política exterior con la de la Unión”, estima Jelena Milić, directora del Centro de Estudios Euroatlántico de Belgrado (CEAS).

El 24 de febrero de 2015, el secretario de Estado americano John Kerry declaraba, en una audiencia ante el Comité de Asuntos Extranjeros del Senado, que Serbia, Kosovo, Montenegro y Macedonia podían encontrarse en una “línea de fuego” que enfrenta a Rusia a Occidente. Los Balcanes ¿pueden haberse convertido en peones del “gran juego” de una nueva guerra fría?

La presencia económica rusa en la región se limita al sector energético y se ha visto mucho más mermada desde que, en diciembre de 2014 se abandonaba el proyecto de construcción del gasoducto South Stream. Sin embargo, Moscú conserva importantes centros de influencia en la región, en Macedonia, en Montenegro, en Serbia y entre los serbios de Bosnia-Herzegovina, sobre todo en la iglesia ortodoxa serbia y en algunos círculos intelectuales.

Por su parte, Belgrado sabe que puede contar con el valioso apoyo de Rusia en lo que a la cuestión de Kosovo se refiere, dado que Moscú bloquea cualquier posible reconocimiento del pequeño país en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin embargo, en los dos últimos años, Serbia ha multiplicado los gestos de apertura hacia la OTAN, llegando a efectuar incluso maniobras militares comunes con la Alianza Atlántica. Una evolución que no es bien recibida por la opinión pública serbia, que no ha olvidado los bombardeos de la primavera de 1999, durante la guerra de Kosovo. Según todos los sondeos, una inmensa mayoría de serbios sigue siendo contrario a este acercamiento, aunque la influencia de los partidos de ultraextrema, que reivindican abiertamente su rusofililia, sea limitada. Algunos pequeños partidos “rusos” concurrían a las elecciones del pasado domingo, pero los resultados obtenidos son confidenciales.

El juego “de equilibrio” de Aleksandar Vučić se inscribe en una vieja tradición, la de la Yugoslavia no alineada del mariscal Tito que tendió, durante 40 años, un puente entre Este y Oeste en un mundo lacerado por la Guerra Fría. En realidad, la elección es de carácter pragmático: mientras la perspectiva de la integración europea todavía está lejos, Belgrado quiere multiplicar sus alianzas estratégicas, ya sea con Rusia o con otros actores como China o los países del Golfo Arábigo-Persa, cada vez más presentes en los Balcanes.

¿El regreso de los nacionalistas?

Delicado arte éste del malabarismo, aunque Aleksandar Vučić sabe que puede contar con un adversario ideal que le puede dotar de legitimidad, al menos a ojos de los socios europeos de Serbia. A los 61 años, el fénix del panorama político serbio regresa pese a sufrir un cáncer de colon. Vojislav Šešel –“Voivoda de los tchetniks”, jefe histórico de la ultraderecha nacionalista, absuelto el 31 de marzo pasado por el Tribunal Penal Internacional para la ExYugoslavia, tras interminable proceso que se ha prolongado durante casi 12 años y que se ha revelado como un lamentable fiasco judicial– será nuevamente diputado. Aunque obtuvo el 8% de los votos, está muy lejos de conseguir un triunfo.

En la noche electoral, decenas de militantes erraban por los largos pasillos iluminados con luces de neón de la sede del partido, antiguo Ayuntamiento de la comuna de Zemun, cerca de Belgrado, ocupada por los radicales desde los 90. Numerosos periodistas esperaban en la sala de prensa a que el “presidente” tuviera a bien hacer acto de presencia, mientras éste comía cochinillo asado con aguardiente de ciruela, un clásico “imprescindible” de las jornadas electorales de los Radicales.

El “doctor Šešelj” dejaba finalmente su despacho a eso de las once de la noche. Reconocía “su decepción” y aseguraba que su partido formaría la única “auténtica oposición” frente a todas las fuerzas proeuropeas. En realidad, otro grupo clérico-nacionalista, antieuropeo y prorruso también irrumpía en el Parlamento, al obtener poco más del 5% de los sufragios necesarios. Se trata de la coalición entre el Partido Democrático de Serbia (DSS) del expresidente Vojislav Kostunica y el movimiento Dveri. Así las cosas, a pesar de conseguir un resultado electoral relativamente limitado (13%), tendrán que ser las fuerzas más nacionalistas las que tengan más voz en el futuro Parlamento aunque, en realidad, carezca de capacidad de influir en la política del país.

Este reparto de escaños es como agua bendita para Aleksandar Vučić, que se podrá presentar, pese a todo, como un “moderado proeuropeo”. No es casual que la fecha de las elecciones anticipadas se fijara después de conocerse el veredicto de Vojislav Šešelj, como si el líder de Belgrado quisiera estar seguro de que su antiguo mentor tenía asegurada su presencia en el Parlamento...

No será la primera vez que Vojislav Šešelj desempeñe un papel de espantapájaros. Ya en los 90, Milósevic utilizaba las exageraciones del jefe de los radicales para asustar a los occidentales y convencerlos de que era mejor entenderse con él. La entrada de Vojislav Šešelj en el Gobierno, en marzo de 1998, poco después de estallar la guerra de Kosovo, fue el anuncio de que el diálogo entre Belgrado y la comunidad internacional estaba a punto de romperse.

Del lado de los nacionalistas, “la otra” oposición, de orientación demócrata y liberal, no pasa por su mejor momento: se encuentra dividida en varias facciones rivales. El Partido Democrático, que ha dominado Serbia tras Milósevic, desde el 2000, logra salvar los muebles al alcanzar el 6% de los votos. No desaparece del Parlamento, pero pierde su último bastión, el Parlamento de la provincia autónoma de Voivodina, ahora también en manos del partido Progresista en el poder.

Ahora Aleksandar Vučić tiene vía libre para proseguir con sus drásticas medidas de austeridad impuestas por el FMI desde el comienzo de la crisis de 2008, a la vez que prosigue el diálogo con Kosovo. A falta de concretar las perspectivas de la integración de Serbia en la UE, al menos debería garantizar la “estabilidad” de la región, último mantra de los diplomáticos occidentales que no tienen ya perspectiva política alguna que proponer a unos Balcanes en crisis. “Serbia está dando un importante paso atrás aplaudido por la UE”, lamenta el periodista Teofil Pančić. “Sin embargo, todo es posible en estos momentos. Ahora que en la UE está la Hungría de Viktor Orbán y la Polonia del PIS, ¿por qué Serbia no podría tener un Gobierno que respete algunos criterios mientras contraviene los principios fundamentales de la democracia?”.

A fin de cuentas, tres figuras dominan el panorama político serbio de 2016, Aleksandar Vučić, Ivica Dačić y Vojislav Šešelj. Hace 20 años, este último se disponía a ser viceprimer ministro de Milósevic, mientras que un joven Vučić se disponía a recuperar la estratégica cartera de Información. En cuanto a Ivica Dačić, era el joven dirigente que escalaba puestos en el seno del Partido Socialista de Serbia... El domingo por la noche, circulaba en las redes sociales serbias un fotomontaje; a la izquierda, se podía ver una foto de los tres hombres juntos, cuando eran jóvenes, acompañados del siguiente comentario: “Crecimos bajo su régimen” y, a la derecha, estaban los mismos protagonistas, veinte años después: “Nuestros hijos crecerán bajo su régimen”.

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Traducción: Mariola Moreno

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