Reino Unido

En Gales, las clases populares que más han acusado la crisis se decantan por el Brexit

Cartel a favor de la permanencia de Reino Unido en la UE.

Han instalado el stand a apenas un centenar de metros de la línea de salida. “Hemos querido ser discretos”, apunta Hazel Norris. En el impermeable verde fluorescente con el que se protege de la lluvia, en la espalda, se lee un mensaje que no deja lugar a dudas: “Queremos salir de la Unión Europea, ¿y tú?”. Alrededor de ella, grupos de runners corren y hacen estiramientos, ejercicios de calentamiento. Se celebran los 10 km de Caerphilly, una carrera en el interior del verde Cardiff, en Gales. Pese a que el tiempo es invernal, un millar de participantes se daba cita el pasado domingo, desde bien temprano, a los pies de un monumental y robusto castillo de muros negros, que data del siglo XIII y que al que los lugareños conocen como The big cheese (expresión equivalente a pez gordo).

Como a lo largo y ancho de Reino Unido, el domingo se reanudaba la campaña oficial, dos días y medio después del asesinato de la diputada laborista Jo Cox. Para Hazel Norris, militante de Ukip, el partido del eurófobo Nigel Farage, la suspensión ha durado demasiado. “Por supuesto que es horrible. Sin embargo, siempre pasa lo mismo: como era diputada, se sobreactúa. Es sabido que muchísima gente normal muere en actos violentos absolutamente gratuitos y, en esos casos, nadie dice nada…”. Quizás, al percibir cierto escepticismo, insiste: “Piense en la masacre de Orlando, ¿acaso en Estados Unidos han suspendido la campaña?”.

Hazel Norris teme que la tendencia de la campaña, favorable al Brexit en los últimos días, esté cambiando, a medida que se acerca el 23 de junio. Esta rubia, de unos cuarenta años, trabajó durante mucho tiempo como instaladora de calderas de Britain Gas. Tuvo que dejarlo por razones de salud. Ahora vive con su pareja en casa de sus suegros y, desde febrero, trata de “convertir”, como ella mismo dice, a los electores de su entorno para que voten por el Leave (salida de la UE). Esta mujer, exvotante del Partido Verde, ha terminado por simpatizar con Ukip por “realismo”. Una de los desencadenantes ocurrió hace varios años cuando tuvo que vender su coche por necesidad. “Me los compró una pareja joven de polacos. Necesitaban un segundo coche, aunque ya tenía uno nuevo flamante… Acababan de llegar a Reino Unido. Eso me marcó”.

En esta mañana de domingo, Norris, cuando aborda a los deportistas curiosos, da la impresión de que quiere recuperar el tiempo de campaña perdido. A una futura electora que circula en bicicleta, todavía indecisa, le resume de forma expeditiva su manera de pensar: “Es muy sencillo, la UE está pensada para los ricos, no para los trabajadores. Y, si bien es verdad que algunos demonizan a los que abogan por el Leave, es porque tienen miedo a quedarse sin curro”. La ciclista hace un mohín, se quita el caso y empieza a hablar. “No se imagina el derroche en Bruselas. Por ejemplo, dedican importantes sumas a programas espaciales que no sirven para nada”, sigue Norris, antes de aconsejar a su interlocutora que “no escuche ni la BBC ni ITV, subvencionadas por la UE”.

En ese mismo instante, un corredor de pelo canoso, de unos sesenta años, se acerca antes de amenazar en dos ocasiones, mientras se aleja: “No les escuche, será un desastre terrible”. Pancartas, a un lado y a otro del stand, estigmatizan a los dirigentes de la UE, esos “no diputados” responsables del disempowerment de Westminster, es decir, la pérdida de poder del Parlamento Británico frente a las decisiones de Bruselas. Por ejemplo, se puede leer la cita de Martin Schulz, el presidente del Parlamento de Estrasburgo, que en una entrevista el año pasado quiso decir que el Reino Unido “formaba parte de la UE”, pero que terminó por decir que “pertenecía a la UE”. (“The UK belongs to the EU”). 

Sam Gould llega al stand a media mañana. No ha podido llegar antes y se disculpa, acaba de salir de la misa dominical. Por la insignia roja y blanca de Vote Leave en su elegante impermeable negro y comienza a hablar en un francés aprendido en una misión religiosa en Costa de Marfil, a principios del año 2000. A sus 32 años, no escatima elogios dirigidos a su jefe del Ukip local y es una de las esperanzas del partido en Gales. Gould dirigió, en concreto, la campaña de las regionales de mayo de 2016, lo que permitió que esta región euroescéptica hiciese una sonora entrada en el Parlamento galés, al conseguir siete de los 60 diputados en liza. Algunos sondeos sólo le otorgaban tres.

En la circunscripción de Caerphilly, en lo que antaño eran tierras mineras que ahora atraviesan una difícil reconversión, Ukip ha conseguido uno de sus mejores resultados (el 22% de los votos). El laborismo permanece en cabeza, con el 35% de los votos, pero ha perdido 16 puntos con respecto a las elecciones de 2011. Gould dio que hablar durante la campaña, arrastraba un cañón por las calles de la ciudad medieval y lanzaba nieve artificial a los transeúntes. A día de hoy, el auge de Ukip, a costa del Partido Laborista, en estos valles empobrecidos del sur de Gales, favorece el voto por el Brexit. La tasa de paro en Gales se ha situado en tasas anteriores a la crisis, en torno al 5%, como en el resto de Reino Unido. Sin embargo, son las ciudades del interior, en los alrededores de Cardiff, las que más han sufrido la crisis económica de los últimos años.

“Por aquí hay muchas comunidades obreras de la industria del carbón. Gente que toda la vida ha votado a los laboristas. Yo mismo, he llegado a votar al Partido Laborista. Pero los laboristas se han mostrado muy seguros de sí mismos. Y han traicionado sus promesas”, dice Gould. Como la mayoría de los defensores del Leave, apenas tarda unos segundos en vincular la pertenencia de Gran Bretaña a la UE y las políticas migratorias. Salir de la UE ha de permitir recuperar el “control” sobre las fronteras nacionales. Hace meses que se repite machaconamente el argumento.

“Es motivo de preocupación para los trabajadores aquí. Sus posibilidades de empleo son reducidas; sus sueldos son reducidos; sus posibilidades de comprar una casa un día, también. El sector inmobiliario está bajo presión por la inmigración”. Mientras que la polémica está en los últimos carteles electores de Nigel Farage, porque para algunos recuerda a la propaganda nazi, Gould dice que nunca se habría hecho de Ukip si el partido fuese racista. “Mi hermana está casada con un latinoamericano. No puede venir a trabajar a Reino Unido porque su marido no es ciudadano europeo. Mientras que un europeo sin cualificación y sin empleo, él sí que puede venir sin problema ninguna aquí, en nombre de Europa. Creo que es totalmente injusto. Se debe tratar a todo el mundo igual”.

En su opinión, el Brexit marcaría el comienzo de un movimiento más amplio, el estallido del proyecto europeo. “Quiero la abolición de la UE. Es una institución sólo funciona para beneficio de los burócratas, que tienen sueldos demasiado altos. Por eso también estoy a favor de la salida de Francia, llegado el caso. Después de todo, el comisario europeo que representa a Francia no ha sido más elegido en las urnas que el comisario británico… Y tampoco él tiene más peso que el comisario de un pequeño país como Malta, lo que es escandaloso”, prosigue, impasible pese a la lluvia que arrecia. En el Ejecutivo europeo, los comisarios no “representan” a sus respectivos países, sino que deben defender el interés general de la UE. Sam Gould pasa por alto este matiz y lo que el discurso gana en eficacia lo pierde en exactitud. Es uno de los numerosos artífices de la de la campaña del Out, lejos de los platós de televisión de Londres, que a fuerza de juntar a los descontentos, podrían terminar por imponerse.

“¡Nuestro dinero va a acabar en los Balcanes!”

Con 2,2 millones de electores (en una población de poco más de tres millones de habitantes), durante mucho tiempo se consideraba a Gales un caladero de votos casi seguro para los partidarios del remain (permanencia en la Unión). De las cuatro naciones que integran Reino Unido, era en Inglaterra donde –salvo la notable excepción de Londres– parecía que pesaban más los anhelos de independencia. En Escocia, Irlanda del Norte y Gales, las tres naciones que conseguían más autonomía gracias a las políticas de “devolución” de Tony Blair de finales de los 90, la desconfianza hacia la maquinaria europea no parecía tan marcada.

Si bien dicha afirmación parece que sigue siendo válida en el caso de Escocia y de Irlanda del Norte, quizás ya no lo sea en Gales. La implantación histórica del Partido Laborista (más cercano a la línea muy proeuropeísta de Gordon Brown que a la, muy crítica, de Jeremy Corbyn) y la buena salud de los nacionalistas galeses (también ellos proeuropeísta) puede que no basten para garantizar una victoria del IN. Los sondeos prevén un resultado muy igualado.

“Inglaterra y Gales tienen comportamientos bastante similares en esta campaña”, comenta Roger Scully, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Cardiff. “El esquema que se observa en los valles del sur [donde se encuentra Caerphilly-Cardiff] recuerda por ejemplo a lo que sucedido en el norte de Inglaterra [donde el Leave debería arrasar]. En ambos casos, el voto por el Leave procede de la clases populares que antaño votaban laborista. Son sobre todo hombres, más bien de edad avanzada, blancos, como poca cualificación, conservadores en cuestiones sociales. También a menudo son ingleses que se han instalado en Gales pero que ante todo se sienten británicos y no galeses”. Los que los profesores Matthew Goodwin y Robert Ford llamaron, en 2014, los left behind voters,  los electores excluidos. Un colaborador de The Guardian identificaba recientemente el aumento del Leave con una forma de “revolución de la clase media” empobrecida, que sacude desde hace meses Inglaterra y Gales, al tiempo que proliferan los comentarios racistas.

“Un factor más coyuntural también perjudica aquí a la campaña del remain”, explica Scully. “En Escocia y en Irlanda del Norte se celebraron elecciones locales, en mayo, a los parlamentos regionales. Y la mayoría de los partidos tradicionales se centraron en esos escrutinios locales, por lo que empezaron la campaña del referéndum muy tarde, a principios de junio, con la militancia a menudo cansada, desmovilizada. Lo que favorece al Leave”. Más allá de las grandes figuras nacionales favorables al Brexit (los conservadores Boris Johnson o Michael Gove, la laborista Gisela Stuart o, en Ukip, Nigel Farage), la galaxia del Leave ha movilizado sobre el terreno a activistas variopintosLeave, no sólo electores conservadores o de Ukip. Muchos de ellos se mantienen lejos de la política institucional y se muestran infatigables desde principios de año.

Un paseo por la zona industrial de Cardiff así lo pone de manifiesto. Desde la carretera, es difícil no ver el almacén, donde hay dos pancartas rojos de la campaña Vote for the Leave. Pese al tiempo lluvioso, Lee Canning, de 32 años, recibe a la entrada del local en bermudas beige, chanclas negras y camiseta de manga corta. Hace cinco años que dirige una empresa de distribución de folletos que trabaja en todo Gales. “En la recta final, se aprecia el acelerón. Cada día salen de este almacén unos 20.000 pasquines proBrexit”, se felicita. Es un trabajo que realiza de forma totalmente altruista, por convicción.

Hace tiempo que Lee Canning pertenece a la Tax Payer's Alliance, una red que reclama bajadas drásticas de impuestos (y la reducción del gasto por parte del Estado). También es el responsable galés de Business for Britain, un lobby que nació con los ojos puestos en el 23-J y que aglutina, a lo largo y ancho del país, a pequeñas y medianas empresas partidarias de la salida de la UE. “Algunos adoran hacer deporte, yo adoro hacer campaña”, resume este norirlandés de nacimiento, rubio de ojos azules, que llegó a Cardiff hace 13 años. Desde febrero, participó en una decena de debates frente a los defensores del Remain y en este final de campaña recita sus argumentos, convencido de lo que hace.

“Voy a votar por la salida de la UE, en primer lugar por cuestiones de fiscalidad: de cada libra esterlina que va a Bruselas, el contribuyente británico no recupera, al final, más que 49 peniques. Aquí atravesamos dificultades económicas como para que nuestro dinero se destine a subvencionar países que se podrían calificar de segundo mundo”segundo mundo, explica, sentado en el sillón de cuero que ocupa la práctica totalidad de su minúsculo despacho. Canning se refiere a Estados como Polonia o Rumanía, que forman parte de la UE desde 2004 y que se encuentran entre los principales beneficiarios de la UE. “Se habla también de la adhesión de Albania, de Serbia, de Bosnia, en un futuro próximo. Nuestro dinero va a acabar en los Balcanes!”, prosigue. A corto plazo, estos países no tienen ninguna posibilidad de pasar a formar parte de la UE, lo mismo que la Turquía de Erdogan. Pero su eventual entrada en la UE ha sido objeto de interminables debates en Gran Bretaña.

En el seno de Europa, Reino Unido es un contribuidor neto. Es decir que efectivamente aporta más al presupuesto europeo de lo que recibe a cambio. Pero no sucede así con Gales, más pobre que el resto del Estado y que se beneficia de más fondos estructurales. Los agricultores galeses obtienen también generosas ayudas de la Política Agrícola Común, la PAC. Según un estudio de la Universidad de Cardiff, representa un beneficio neto por habitante galés de 79 libras (100 euros) por persona y año. Para Lee Canning, estos cálculos no cambian nada: “Los responsables de la campaña por el Leave [sobre todo los conservadores contrarios a David Cameron] ya han prometido que el dinero que no se vaya destinado a Bruselas, permitirá refinanciar los proyectos en curso con Europa”.

¿La recesión anunciada por los remainers en caso de Brexit inquieta a la joven empresaria? “Creé mi empresa en plena crisis y eso no me ha impedido salir adelante; doy trabajo a 30 personas a tiempo completo. No hago caso de las advertencias del FMI, del Tesoro o del Banco de Inglaterra. Son los mismos que no vieron venir nada en 2008”. En cuanto a los propósitos racistas de algunos partidarios del Brexit, no parecen molestarle. Prefiere insistir, como empresaria, en la relación que ve entre la inmigración y la actividad económica. “Para una pyme como la mía, esta relación es evidente. Distribuir pasquines, es un trabajo muy poco cualificado. Pago 9,5 libras por hora y veo a gente que trabaja en negro, por dos o tres libras por hora. Hay migrantes que aceptan esos sueldos. Eso tiene que cambiar”. Como casi siempre, cuando se discute sobre el Brexit comienza, la figura del migrante vuelve a hacer acto de presencia.

La permanencia se impondrá con el 55% en el referéndum del ‘Brexit’, según el último sondeo

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Traducción: Mariola Moreno

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