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Brexit

El 'Brexit' bloquea el proceso de integración en la UE de los países de los Balcanes

Cameron conversa con Angela Merkel durante el último Consejo Europeo

“No hay razones para cambiar de estrategia. En lo que respecta a los Balcanes, el futuro pasa por la ampliación”. El comisario austriaco de Negociaciones de Ampliación Johannes Hahn trataba de mostrarse tranquilizador al comienzo de la cumbre, celebrada este lunes 4 de julio en París, entre la Unión Europea y los países de los Balcanes occidentales. No obstante, la situación era  tensa como consecuencia del Brexit, que han vivido como un mazazo los seis países de la región –Albania, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia–, todos ellos ya embarcados, a distinto nivel, en el largo proceso de integración europea.

No obstante, hace ya mucho tiempo que cualquier perspectiva de integración se ha aplazado sine die. Antes incluso de ponerse al frente de la Comisión Europea, en otoño de 2014, Jean-Claude Juncker indicó sin ambages a los eurodiputados: “No se pondrá en marcha ningún proceso de ampliación en los próximos cinco años”. Acto seguido, apuntó: “La UE necesita hacer una pausa en su proceso de ampliación para consolidar lo que han hecho los Veintiocho”. El que fuera primer ministro de Luxemburgo, sin embargo, quiso ofrecer garantías a los países de los Balcanes occidentales, a los que prometió, que con él como presidente “las negociaciones en curso continuarían, sobre todo con los Balcanes occidentales que necesitan una perspectiva europea”.

A falta de un objetivo concreto, la UE puso en marcha el proceso de Berlín. Cien años después del atentado de Sarajevo que desencadenó la Primera Guerra Mundial, los países de los Balcanes se reunían por vez primera a finales de agosto de 2014 en Berlín, por iniciativa de la canciller Angela Merkel. “Berlín silba y todo el mundo acude”, titulaba irónicamente el diario vienés Die Presse.

Alemania se ponía al frente de las maniobras en la Europa del Sureste, sin que los demás países europeos, ofuscados por sus propios problemas, mostrasen oposición alguna. El año siguiente, la cumbre se celebró en Viena, y ahora es París la capital que acoge la tercera edición. En 2017 será el turno de Roma, pero, para 2018, habrá que encontrar otra capital, ya que estaba previsto que la anfitriona fuese Londres. La UE reconoció la “perspectiva europea” de los Balcanes occidentales ya en 2000 en Zagreb y tomó oficialmente la decisión tres años más tarde, en la cumbre de Tesalónica. Desde entonces, sólo Eslovenia en 2004 y Croacia el 1 de julio de 2013 se han incorporado a la familia europea.

Los seis países de los Balcanes occidentales se hayan inmersos en la larga carrera de obstáculos que es la integración. ¿Cómo pensar en seguir adelante con la ampliación ahora que estamos en pleno proceso de adelgazamiento de la UE, tras la salida del Reino Unido? Los más optimistas pensarán que la Unión podría sufrir un proceso de descentralización hacia el Este, pero hay que tener en cuenta el peso de las opiniones públicas y de la ultraderecha, en pleno auge en toda Europa, y abiertamente hostiles a cualquier nueva ampliación.

De hecho, esta cumbre tendría que permitir que los socios balcánicos y europeos reanudasen las conversaciones tras la conmoción que ha supuesto el Brexit, en un momento en que las inquietudes son grandes en uno y otro lado: los países de los Balcanes temen caer en el olvido y ser abandonados a su suerte y los dirigentes europeos recelan que algunos países de la región, sobre todo Macedonia y Serbia – aunque también la República de Srpska, la entidad serbia de Bosnia-Herzegovina– se acerquen a Rusia. Fuentes diplomáticas aseguraban que, en las reuniones preparatorias, el ambiente era de miedo, pero los dirigentes de los Balcanes se fueron tranquilos del Palacio del Elíseo.

“A pesar de la conmoción del Brexit, se ha confirmado la perspectiva de la ampliación”, se congratulaba el primer ministro de Montenegro Milo Đukanović, decano de la clase política balcánica y europea, en el poder desde 1991. “El Brexit podría ser una buena oportunidad si Europa consigue refundarse”, llegaba a decir su homólogo albanés Edi Rama. Tras proclamarse próximo a Rocard, el mandatario, único jefe de Gobierno socialdemócrata, y que habla francés perfectamente, añadía que “Europa necesita tanto a los Balcanes como los Balcanes a ella”.

Efectivamente, la paradoja radica en que todas las élites políticas de los Balcanes han pasado a ser “proeuropeas” pese a que la perspectiva de la integración se alejaba. Los dirigentes de los Balcanes, que llevaban la cuestión en sus respectivos programas, carecen de perspectiva alternativa que proponer en sus respectivos países, donde se acumulan las frustraciones económicas, sociales y políticas.

Bien es verdad que, en 16 años, no ha cambiado nada. Una vez más, la cumbre de París 2016, “está dirigida a acompañar los esfuerzos de estos países en su acercamiento europeo y en reforzar la cooperación regional a través de iniciativas concretas”, se podía leer en el comunicado oficial divulgado. En una región devastada por una crisis económica interminable, vinculada a la transición –que todavía no ha acabado– de una economía socialista enmarcada en el ultraliberalismo, los europeos –ellos también– tienen bien poco que proponer a cambio de las difíciles reformas inherentes al proceso de integración.

Esta vez, entre las “iniciativas concretas” figura en primer lugar “el desarrollo de las infraestructuras de conectividad en materia de transportes y de energía, para facilitar el desarrollo de la región y favorecer los intercambios económicos, fuente de crecimiento y de empleo sostenibles”, pero ni rastro de iniciativas de peso en los dos últimos años. Pese a su ambicioso programa, la cumbre de París se ha resumido, sobre todo, en la creación de una oficina regional de juventud (Regional Youth Cooperation Office of Western Balkans, RYCO) sobre la base del modelo que reivindica la Oficina Franco-germana de la Juventud (OFAJ), instrumento fundamental de la reconciliación entre los dos exenemigos, cuya sede se establecerá en Tirana (Albania). El presupuesto de esta “nueva herramienta de cooperación regional” se limita a dos millones de euros, financiados en un 51% por los Balcanes Occidentales.

“Estabilidad, en detrimento de la democracia”

“Esta oficina regional de juventud no va a cambiarlo todo, pero creo en la política de pequeños pasos”, dice el historiador Nicolas Moll, excoordinador de programas de la OFAJ en los Balcanes. “Los jóvenes de los Balcanes quieren irse a Alemania o a los Países Escandinavos. Incluso los titulados se van, en busca de trabajo y de mejores sueldos”, decía una joven serbia que participaba en el encuentro de jóvenes organizado en paralelo a la cumbre. “Nuestros países se están quedando vacíos, pero nadie tiene ganas de ver lo que pasa en el país vecino”.

Oficialmente, la UE dispone del instrumento de ayuda a la preadhesión (IAP), dotado de 12.000 millones de euros para el periodo 2014-2020, dirigido a financiar los proyectos de reformas puestos en marcha por los Balcanes occidentales que tienen como objetivos “favorecer el desarrollo económico” y “reforzar el Estado de derecho”. “Por ejemplo, la Unión Europea va a financiar la apertura de una incubadora dedicada a las nuevas tecnologías, situada en Novi Sad, en el norte de Serbia”, se congratula Johannes Hahn para explicar cómo Bruselas pretende relanzar la economía de la región. “También hay que continuar con el proceso de privatización”, añade.

Estos últimos años, sin embargo, la apertura del mercado reclamada por Bruselas no ha tenido los resultados esperados. No sólo los inversores extranjeros, ya escasos, son cada vez más raros, sino que además los fondos de la diáspora han disminuido. Europa promete prosperidad, pero la realidad de las cifras provoca desilusión. Desde 2008, el paro no ha dejado de aumentar, hasta el punto que representa casi la mitad de la población activa de Bosnia-Herzegovina, una tasa todavía superior en Kosovo. En el mismo momento en que se celebraba la cumbre de París, la Comisión Europea confirmaba que Macedonia no recibiría los 27 millones del IAP correspondientes a 2016 por incumplir el programa de reformas de las instituciones nacionales.

“Es verdad que, estos últimos años, la Unión Europea ha apostado más por estabilidad en detrimento de la democracia”, reconoce Ulrike Lunacek, la vicepresidenta (Verdes, Austria) del Parlamento Europeo, ante los representantes de la sociedad civil de los Balcanes en una reunión celebrada de forma paralela a la cumbre de los jefes de Gobierno de a Maison de l'Europe de París. En abril, la Comisión Europea, seguida por todos los dirigentes de los Veintiocho, se apresuraba a saludar la amplia victoria del primer ministro europeísta Aleksander Vučić en las elecciones legislativas anticipadas, pese a las numerosas irregularidades que salpicaban los comicios.

En Montenegro, el régimen corrupto de Milo Đukanović confisca las riquezas y socava la democracia desde hace más de 25 años, sin que la UE tenga nada que decir: el pequeño país sigue adelante, un año sí y otro también, con el proceso de integración. En Kosovo y en Bosnia-Herzegovina, la diplomacia europea ha preferido ignorar los amplios movimientos ciudadanos que cuestionaban, por primera vez, la hegemonía de los partidos en el poder desde el final de la guerra de los años 90.

Por supuesto que la UE se preocupa por las crisis, pero se niega a atacar frontalmente a las élites locales con las que cuenta para garantizar la “estabilidad regional”, ese mantra que los dirigentes europeos no han dejado de repetir.

Bien es verdad, no obstante, que los dirigentes europeos no pueden “perder” los Balcanes. La crisis de los refugiados y la amenaza del terrorismo islámico, que puede cuajar en la región, han venido a recordar la importancia geoestratégica de la zona. En su comparecencia ante la prensa, François Hollande lanzaba un llamamiento a la cooperación en la “lucha contra la emigración”, insistiendo en la necesidad de “defender las fronteras”.

El ministro austriaco de Asuntos Exteriores, Sebastian Kurz, se dirigía a los representantes de la sociedad civil para defender la política de cierre de fronteras, impulsada por su país, pero el mensaje de Hollande también era una aviso a los países de los Balcanes: durante el invierno 2014-2015, decenas de miles de kosovares se dirigían a Alemania –fenómeno inédito en tiempos de paz– para tratar, sin éxito de solicitar asilo; este éxodo alcanza a todos los países de la región.

Por su parte, la realizadora bosnia Jasmila Žbanić, invitada a este foro de la sociedad civil, no ocultaba una forma nueva de escepticismo: “Siempre he militado a favor de los valores europeos de democracia y de tolerancia, pero en todos los países de Europa central, la integración ha conducido al poder a dirigentes nacionalistas y fascistas. En estas condiciones, la ampliación es una perspectiva que ha dejado de interesarme”. Omnipresentes en las protestas ciudadanas de los años 2000, cuando aún la UE se veía como una promesa de democracia, las banderas europeas ya no ondean en las manifestaciones que recorren, día tras día desde el mes de abril, las calles de Skopje, la capital macedonia. Pero si el "sueño europeo" se estanca, aún queda por inventar otras perspectivas.

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Traducción: Mariola Moreno

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