Estados Unidos

La falta de transparencia debilita a Hillary Clinton

Un último sondeo reduce la ventaja de Clinton sobre Trump a menos de tres puntos

“La neumonía puede tratarse con antibióticos, pero ¿existe tratamiento para los que padecen una propensión enfermiza al secretismo, que lo único que hacen es causar problemas continuamente”, tuiteaba el lunes el demócrata David Axelrod. El que fuera asesor de Barack Obama está visiblemente superado por los métodos de Hillary Clinton y parece dispuesto a manifestar en voz alta lo que muchos demócratas, que a priori respaldan a Clinton, dicen por lo bajini. Falta de transparencia, arte del disimulo, desconfianza hacia la prensa: la forma en la que este domingo se gestionaba la enfermedad ilustraba de nuevo que la candidata tiene cierta propensión a comunicar de forma tortuosa, torpe y a menudo contraproducente.

Su equipo de campaña parece incapaz de rectificar el tiro y de ayudar a Clinton a parecer más transparente, espontánea y honesta. Y todo ello a pesar de que diversos estudios de opinión recogen que su imagen deja que desear precisamente por esas razones. Su gestión del caso de los e-mails, así como las polémicas en torno a la Fundación Clinton así lo han puesto de manifiesto. A dos meses de las elecciones, cuando Hillary Clinton se sitúa a la cabeza de los sondeos con una ligera ventaja, los demócratas tienen razones para inquietarse por estos últimos acontecimientos.

Recapitulemos. El domingo por la mañana, Hillary Clinton asistía a la ceremonia oficial de conmemoración de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en la llamada Zona Cero de Nueva York. A eso de las 9:30, una hora antes del final de la ceremonia, la candidata demócrata se viene abajo, literalmente. Mientras espera a su chófer en compañía de una decena de asesores, asistentes y agentes de seguridad, un curioso se pone a grabar. Sus imágenes corren como la pólvora en internet: en apenas unos segundos de grabación, se ve a la candidata de espaldas, que a duras penas se sostiene en pie, mientras es asida por el brazo por una joven antes de que rápidamente la cojan en volandas dos agentes de los servicios secretos para conducirla al interior del monovolumen. Tal y como confirmaría más tarde su equipo, Hillary Clinton se sintió indispuesta.

El vehículo se dirigió al apartamento neoyorkino de su hija Chelsea, sin el equipo de periodistas que finalmente habían logrado autorización –apenas una semana antes– para seguir de cerca a la candidata. No salió hasta una hora y media después. Entonces, a la entrada del inmueble, declaró que estaba “muy bien” y que hacía "un día magnífico en Nueva York”; de inmediato volvía al monovolumen que la llevó a su domicilio, en las afueras de Nueva York.

Sin embargo, no, no tenía pinta de encontrarse “muy bien”. Es difícil de entender que Hillary Clinton pensara que podría borrar de un plumazo la preocupación que había despertado en miles de personas, que la habían visto débil en el mencionado vídeo. Las explicaciones que dan las personas de su entorno, a cuentagotas, tampoco ayudan.

Nick Merrill, uno de sus portavoces, terminó por declarar que había sufrido “un golpe de calor”. Habló de alergias. No fue hasta última hora de la tarde cuando se difunfió un comunicado de la doctora de Hillary Clinton en el que se revelaba que la candidata de 68 años sufría neumonía, diagnosticada el viernes por la mañana. No se daban más detalles: está siendo tratada con antibióticos y debe descansar unos días. Anuló un viaje previsto a California y su equipo anunció que reanudaría la campaña a finales de semana, en Baltimore.

El problema es que las explicaciones tardaron en llegar. ¿Por qué no se informó antes? ¿Por qué Hillary Clinton no pudo o no quiso explicar lo que le sucedía a los periodistas congregados a las puertas del edificio donde vive su hija? ¿Por qué no se midieron las repercusiones negativas de esta nueva polémica y por qué no se ofreció, por ejemplo, una rueda de prensa para explicar lo ocurrido (no hay que olvidar que son escasas: sólo ha dado dos ruedas de prensa en nueve meses, una a principios de agosto y la otra la semana pasada)? ¿Cuál es el estado de salud de la candidata? Éstas son sólo algunas de las preguntas que se formula la prensa norteamericana y que dan mucho juego a numerosos sitios web centrados continuamente en la teoría del complot en torno a la pareja Clinton.

“¿Por qué su equipo no pudo ser honesto, simplemente? Cayó enferma. Que digan que ha enfermado y a otra cosa”, le espeta un demócrata próximo a los Clinton a la periodista Amy Parnes del diario The Hill. La periodista, coautora de una obra sobre el “renacimiento” de Hillary Clinton tras su campaña de 2008, se pregunta en las páginas del diario sobre la capacidad que Hillary Clinton tiene para lastimarse a sí misma y a la hora de transformar un “no problema en titulares muy problemáticos que puede atormentarla de cara a las elecciones”.

Frente a la presión mediática y política, en el círculo más próximo de asesores de la candidata se reconoce tímidamente que la gestión de los acontecimientos no ha sido óptima. “Pudimos hacerlo mejor. Pero el hecho es que el público sabe más sobre HCR [Hillary Rodham Clinton] que sobre cualquier candidato que ha existido a lo largo de la historia”, declaraba el lunes Jennifer Palmieri, portavoz de campaña. Y su equipo se comprometía a mejorar, empezando por hacer público “un informe médico más completo”, en los próximos días. Dicho informe no sacará a la luz “ninguna otra enfermedad guardada en secreto”, aseguró el lunes por la noche Brian Fallon, también portavoz de Clinton, en la cadena MSNBC.

Existe el riesgo de que la campaña presidencial se centre en el estado de salud de los candidatos durante al menos una semana; no sorprende. El asunto estaba latente y amenazaba con hacer acto de presencia en cualquier momento habida cuenta de la edad de los dos candidatos y de la falta de transparencia que los caracteriza. Hillary Clinton y Donald Trump, de 68 y 70 años respectivamente, están entre los candidatos a las presidenciales de más edad.

“Piensen en personas de su entorno dedicadas a las actividades agotadoras propias de una campaña presidencial, encadenando jornadas de 17 horas... Estas elecciones también tienen que ver con el estado de salud de los candidatos”, decía recientemente a Mediapart el politólogo Donald Green. Ambos candidatos además tienden a negarse a informar sobre la cuestión. Sólo han facilitado informes médicos escuetos redactados por sus facultativos y nunca se han sometido a un control independiente, puesto que no es obligatoria.

Los resultados del último chequeo médico de Hillary Clinto datan de julio de 2015 y constan de dos páginas. En él se concluye que la candidata tiene una salud de hierro tres años después de su hospitalización por una trombosis, a raíz de sufrir una conmoción cerebral. En cuanto a Donald Trump, su médico firma un informe de una página en el que certifica que el candidato gozaba de una salud “excepcional” en diciembre de 2015. En agosto pasado, este mismo médico, Harold Bornstein reconoció haber redactado esas “cuatro o cinco líneas a toda prisa, para que ellos [el equipo de campaña de Trump] estuviesen contentos”, sin extenderse en las conclusiones. “Su salud es excelente, sobre todo la salud mental”, precisó.

Donald Trump se presenta desde hace varios meses como un candidato enérgico y vital, frente a una Hillary Clinton“poco resistente” y “demasiado débil”. Estas últimas semanas, ha multiplicado las declaraciones y los tuits sobre el estado de salud de la candidata, al percibir que sus discursos eran demasiado cortos y sus ataques de tos, inquietantes. El lunes, simplemente le deseó un pronto restablecimiento a Hillary Clinton. Pero también prometió decir mucho más sobre su “salud de hierro” el jueves, en el curso de un célebre programa televisado dedicado por completo a la salud, el "Dr. Oz show".

Queda por ver cómo va a afectar en la intención de voto estas polémicas, que repercuten tanto en la salud de los candidatos como en su integridad. Después de un mes de agosto malísimo para Donald Trump, en el que encadenó desengaños y se hundió en los sondeos, comienza a remontar. La distancia entre los dos candidatos es de apenas tres puntos. Y están casi empatados en algunos Estados fundamentales como Florida. En sus mítines y spots de campaña, Donald Trump esperar atacar a la candidata demócrata echando mano de las torpezas de estos últimos días.

Antes de que la atención se centrase en la salud, Hillary Clinton daba que hablar el viernes al calificar a los electores de Donald Trump de “penosos”. En un acto para recaudar fondos en un lujoso club de Wall Street, presentado como una “gala LGTB para Hillary”, decía: “Generalizando, podéis poner a la mitad de los partidarios de Trump en lo que llamo el canasto de los penosos. Racistas, sexistas, homófobos, xenófobos, islamófobos, sólo tienen que elegir el calificativo”. Una salida de tono considerada excesiva por sus adversarios y torpe por sus partidarios, ya que tiene fama de mujer política desconectada y nada empática. De poco sirvió que la candidata se excusase públicamente el día siguiente; tras estos últimos episodios de campaña, parece que Hillary Clinton tiene grandes problemas para dar con el tono adecuado.

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Donald Trump o Hillary Clinton

Traducción: Mariola Moreno

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