Estados Unidos

Trump-Clinton: dos universos enfrentados

Trump-Clinton: dos universos enfrentados

Donald Trump en el papel de Donald Trump. Resulta difícil resumir de otro modo el primer debate televisivo celebrado entre el candidato republicano y la demócrata Hillary Clinton este lunes 26 de septiembre (madrugada del martes en España) en la Universidad de Hofstra, en el Estado de Nueva York. Después de más de un año de campaña electoral, con una cobertura mediática particularmente intensa debido a la presencia de un candidato atípico, un hombre de negocios convertido en estrella de la telerrealidad que nunca ha ocupado un cargo público, da la impresión de que ya se ha escuchado todo: el tono agresivo, el modo de abordar los temas y los errores materiales o las propuestas políticas simplistas a imagen y semejanza de los eslóganes publicitarios.

¿Cabía esperar algo más, por ejemplo un tropiezo de tal calibre como para que el candidato republicano se hundiese en directo? Era uno de los escenarios posibles. Y, a decir verdad, es uno de los objetivos de estos debates presidenciales (de un total de tres): asistir en la pequeña campaña al hundimiento o al eventual triunfo de uno de los candidatos. También sirven para ofrecer a los electores poco implicados en las primarias un resumen de la campaña y para ayudar a los indecisos.

Nada de esto ocurrió. En la noche del lunes, durante hora y media, preguntados por el presentador de televisión Lester Holt sobre temas de economía, relaciones interraciales o sobre seguridad nacional, los telespectadores asistieron fundamentalmente a un cara a cara entre dos candidatos que prácticamente no tienen nada en común, llegando a dar la impresión de que casi no hablan el mismo idioma. Y el hecho de que estén muy igualados en los sondeos, cuando falta menos de un mes y medio para las elecciones, dice mucho de la división del país.

En su intervención televisiva, Donald Trump se dirigió sobre todo a su electorado, echando mano para ello de los temas más recurrentes de campaña. Presentó a su adversaria como símbolo de “una élite que no ha hecho nada por el país”. Un país del que efectuó un retrato apocalíptico –“zonas industriales devastadas”, centros urbanos donde “los afroamericanos y los hispanos viven un infierno por su peligrosidad”, donde hay “inmigrantes ilegales y además armados”–, que necesita una terapia de choque, en su opinión.

Por su parte, Hillary Clinton se dirigió a los electores demócratas para convencer a los indecisos. Les pidió que tuvieran en cuenta los hechos, que recordasen que “Donald Trump vive en su propio mundo”, citó estudios independientes que avalan sus propuestas de reforma económica, señaló que su rival “piensa que el calentamiento climático es un bulo”. Dio la impresión de dominar el debate cuando fue desarrollando con calma aspectos de su programa, sin evitar ciertas puyas a su contrincante

Clinton denunció las reiteradas quiebras de Trump y señaló la conveniencia de “abstenerse de trasladar las recetas del mundo de los negocios al Gobierno”. Insistió en la obsesión republicana con el certificado de nacimiento de Barack Obama, “una mentira racista”. Único asunto al que Trump respondió, aseverando que está “orgulloso de haber conseguido que se publique”.

También desgranó algunas de las salidas de tono misóginas de su rival, “se presenta a las mujeres como holgazanas y cuyos embarazos causan trastornos a sus empleadores”. Consiguió dar por zanjada la polémica de los e-mails sin grandes dificultades, disculpándose de nuevo para, después, reorientar el debate sobre el misterio que rodea, todavía a día de hoy, a las declaraciones de la renta de Donald Trump...

Además del combate dialéctico, en el plano de las ideas, se pusieron de manifiesto las principales diferencias entre los dos candidatos en materia de política económica, esencial en la contienda, según los estudios de opinión. Preguntado por su propuesta para reactivar el mercado laboral, Donald Trump basó todo su discurso en los daños causados por los grandes tratados de libre comercio y la deslocalización fruto de esos acuerdos. Ése fue el único momento en que puso en un aprieto a Clinton al recordar que su marido Bill, entonces presidente, apoyó y firmó el acuerdo de libre comercio norteamericano (Alena) y que en varias ocasiones cambió de opinión en lo que a los tratados transpacífico y transatlántico se refiere. A esas cuestiones, Hillary Clinton no dio respuestas convincentes.

Clinton insistió también sobre la reforma impositiva y la subida de los impuestos para las rentas más altas. Aprovechó para detallar las medidas sociales que contiene el programa demócrata (que vio la luz tras la convención del Partido Demócrata y fruto de semanas de las negociaciones con Bernie Sanders): bajas por enfermedad a nivel federal, permisos de paternidad y un sistema público de guarderías accesible a todos los bolsillos.

Uno y otro no ven con los mismos ojos las tensiones raciales que dañan al país y que ocupan portadas en forma de violencia policial (ahora, en Charlotte, en Carolina del Norte). Hillary Clinton se refirió a la necesaria reforma del sistema de justicia penal, marcado por un “racismo sistémico”. Trump no se preocupó por los detalles: “La ley y el orden”, insistía, orgulloso de poder recordar que cuenta con el respaldo de la mayoría de los principales sindicatos de policía del país. Se trata de la única forma de devolver la paz a los barrios “donde vas y te tirotean”, según espetó sin pestañear, en un estilo que le ha permitido imponerse en las primarias del Partido Republicano.

Cuando el debate estaba a punto de tocar a su fin, el moderador les preguntó por la política exterior y la seguridad nacional. El debate se tornó confuso y los dos candidatos se enzarzaron en torno a Irak. Clinton fue acusada entonces –como Barack Obama– de haber permitido el auge del Estado Islámico al retirar las tropas norteaamericanas del suelo iraquí de forma muy rápida. “Tengo mejor juicio que él”, dijo Donald Trump, que a esas alturas ya no se esforzaba por referirse a su rival como “secretaria Clinton”, la única fórmula de cortesía que empleó en el debate.

“No tiene la resistencia necesaria para llevar a cabo el trabajo de presidente”, concluyó. Hillary Clinton pasó también llamar a su oponente “Donald”, para referirse al candidato republicano en tercera persona. Y le calló: “Cuando haya viajado a 112 países, negociado un tratado de paz, un alto el fuego [...], podrá hablar de resistencia”. La próxima cita es el 9 de octubre, fecha en que está previsto el segundo debate presidencial.

Clima de crispación en la convención demócrata en la que se designa candidata a Hillary Clinton

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Traducción: Mariola Moreno

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