Hungría

El resultado del referéndum antirrefugiados ¿debilita el sueño xenófobo de Orbán?

El resultado del referéndum antirrefugiados ¿debilita el sueño xenófobo de Orbán?

Para el Gobierno de Budapest, se trata simultáneamente de una victoria y de una derrota. El 98,3% de los electores húngaros, que acudieron a las urnas, este domingo 2 de octubre respondían al llamamiento de Victor Orbán y votaban no a la pregunta plebiscitaria: “¿Aprueba que la Unión Europea pueda imponer el establecimiento en Hungría de ciudadanos no húngaros sin el aval del Parlamento Nacional?”. No obstante, sólo se movilizó el 43,35% del electorado: una participación que se encuentra muy por debajo del umbral del 50% necesario para que la consulta sea válida.

De esos resultados cabe hacer dos lecturas, tal y como pone de manifiesto el hecho de que tanto los partidarios del sí como los del no hayan reivindicado la victoria. La oposición cree que ha ganado, politizando al máximo la abstención, con su llamada al boicot de la consulta. Y, por su parte, Viktor Orbán se resiste a presentarse como perdedor, después de que los votantes se hayan inclinado claramente a favor del no.

El resultado del referéndum revela las diferencias existentes entre la capital y el resto del país, mucho más permeable a la matraca antimigración orquestada por el Gobierno (de los 20.000 vallas publicitarias que hay en el país, 5.888 se han empleado a favor de la campaña del Gobierno, según un estudio de Transparency International). Budapest registraba la tasa de participación más baja (39%) y también la tasa de no más baja (86%), mientras que la mayoría de las regiones presenta porcentajes de participación que oscilan entre el 43 y el 48%; los mejores resultados se han obtenido en las dos regiones del noroeste del país (52% en la región de Vas y 51% en la región de Györ-Moson-Sopron).

Es más, en la capital, los partidos de la oposición que abogaban por el boicot de la consulta, parecen haber recogido algunos frutos. El domingo por la tarde, el partido de izquierdas Diálogo por Hungría consiguió reunir a varios cientos de personas en la plaza Lajos Kossuth, delante del Parlamento. El resto de fuerzas de izquierdas y diversas ONG también se habían manifestado en días anteriores. “¡No tenemos miedo!”, clamaban el domingo los manifestantes. A la salida de un colegio electoral del distrito IX de la capital, Katalin, de 29 años, contaba que había marcado las dos casillas, la del sí y la del no en la papeleta y añadía: “A preguntas estúpidas, ¡respuestas estúpidas!”, seguía las consignas dadas por el partido satírico del Perro de dos colas. La mujer también se había molestado en tachar en la pregunta los términos: “ciudadanos no húngaros” para sustituirlos por el de “refugiados”. En total, el 6,23% de los votos emitidos fue nulo o inválido... con lo que la participación válida fue inferior al 40%.

La división participación/abstención parece recortar la división entre el electorado de derechas y de ultraderecha, por un lado, y el resto del cuerpo electoral, por el otro. En las últimas legislativas, celebradas en 2014, el Fidesz cosechó el 44% de los sufragios y la ultraderecha de Jobbik el 20%. La tasa de participación fue del 62%. En número de votantes, casi 2,3 millones de electores se decantaron por el Fidesz y algo más de 1 millón por el Jobbik, lo que supone casi 3,2 millones de electores... Exactamente el número de húngaros movilizados el domingo (de los 8,2 millones del país).

No obstante, el llamamiento al boicot parece que sólo ha dado resultados parciales. Tradicionalmente, en Hungría, los referendos no movilizan a muchos votantes. En 2003, la consulta sobre la adhesión de Hungría a la Unión Europea sólo interesó al 45,6% del electorado. El año siguiente, una consulta sobre la concesión de la ciudadanía húngara a los magiares transfronterizos sólo contó con la participación del 47,5% de los inscritos. Únicamente el último referéndum logró superar el umbral de validez: en 2008, en una consulta sobre la revocación de los gastos médicos y de universidad, consiguió que el 50,5% de los electores fuesen a votar.

Al no conseguir mejores resultados que en las consultas precedentes celebradas en Hungría, pese a entregarse en cuerpo y alma, Viktor Orbán ha quemado todas su naves. En términos de política interior, permanece bloqueado en su ascenso; a la vista del resultado de este domingo es difícil convocar elecciones anticipadas y aspirar a conseguir la mayoría de los dos tercios en el Parlamento, necesaria para la reforma constitucional que contaba introducir. El hombre que quería a toda costa quería que se pronunciase el pueblo ha caído en su propia trampa: más de la mitad del electorado del país ha rechazado responder a su pregunta.

“La capacidad de movilización del Gobierno no es infinita”

Bien es verdad que Viktor Orbán controla el país y va a seguir dirigiéndolo con mano de hierro. Sin embargo, todavía parece posible una alternativa –a poco que la izquierda sea capaz de reconstruirse en torno a un proyecto y de un equipo unido–. Porque el resultado de este referéndum también muestra la resiliencia del pueblo húngaro: aunque sectores enteros de la sociedad han claudicado frente a la propaganda angustiosa y xenófoba, el pueblo húngaro no ha sucumbido al pánico moral en el que el Gobierno ha tratado de ahogarlo durante año y medio.

Así se ponía de manifiesto en la prensa publicada este lunes en Budapest. En las columnas de Népszabadsàg (La libertad del pueblo), se podía leer: “Orbán sólo puede culparse a sí mismo de la derrota. En dos años, el hecho de blandir la inmigración no va a bastar”. Según el politólogo Zoltán Lakner, en declaraciones recogidas por dicho diario, “la primera lección que hay que sacar del referéndum es que por primera vez en diez años, Viktor Orbán no ha conseguido obtener el resultado político que esperaba. Tres millones de votantes, por supuesto, son muchos; el Fidesz no conseguiría un resultado así en elecciones legislativas, pero el objetivo de los comicios no era éste, sino que era el de celebrar una consulta con un resultado válido [...]. Lo que se desprende de esto es que una campaña unilateral sin precedentes también tiene ciertos límites, que la capacidad de movilización del Gobierno no es infinita”.

A tenor del abismo ante el que se encuentra el electorado del país, el site web del diario de derecha progubernamental Magyar Hirlap titulaba este domingo “soberbia victoria” de los conservadores y nacionalistas. “Los húngaros han hecho Historia”, escribía el periódico este lunes.

No obstante, Viktor Orbán no tiene intención de cambiar el rumbo. A la hora de votar, en una escuela del distrito XII de Budapest, el primer ministro húngaro explicaba a la prensa que las consecuencias serían las mismas, con independencia de la participación registrada: “Un referéndum válido siempre es mejor que un referéndum no válido, pero las consecuencias legales serán las mismas, con independencia del resultado, porque hemos prometido que promulgaríamos la ley sobre las personas con quien los húngaros quieren convivir; el Parlamento húngaro es el único que puede tomar una decisión así e incluirlas en el corpus legislativo”. Más tarde, por la noche, tras conocer los resultados, se comprometía a aprobar una enmienda en la Constitución húngara y declaraba: “La alta proporción de partidarios del no me autoriza, pese a todo, a ir a Bruselas la semana próxima para que no se nos obligue a aceptar en Hungría a personas con las que no deseamos vivir”.

Lejos de frenar a Orbán, el resultado de las urnas parece alentarle. Más que nunca, el jefe del Ejecutivo húngaro se ve como precursor de una nueva Europa, una Europa que en lo sucesivo consultará más al pueblo sobre las decisiones que se toman en Bruselas. “Estamos orgullosos de ser los primeros”, añadía el domingo noche mientras que Gergely Gulyás, jefe adjunto de la formación el Fidesz, insistía: “Se trata de una importante victoria para todos aquellos que rechazan las imposiciones europeas de cuotas ilimitadas. Se trata de una amplia victoria para todos aquellos que creen que los cimientos de una Unión Europea fuerte sólo se encuentran en los Estados nación fuertes”.

En lo que a la cuestión europea de los refugiados, hace tiempo que Orbán ha salido triunfante. De hecho, nunca ha querido aplicar el plan de relocalización que, hace un año, fijaba en 160.000 el número de migrantes de Italia y de Grecia que se distribuirían en los 26 Estados miembros. Conforme a este plan, Hungría debía acoger a 1.294 demandantes de asilo. No sólo no ha acogido a uno solo, sino que ha hecho todo lo posible por boicotear el programa: lo ha recurrido, lo mismo que Eslovaquia, ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Desde el año pasado, Budapest trabaja en la creación de un frente antimigrantes en el seno de la UE. También ha terminado por imponerse. Desde las elecciones polacas del pasado otoño, los cuatro países del grupo de Visegrad han acercado postutas: Hungría, Polonia, Eslovaquia y la República Checa ahora se expresan como una sola voz en lo que a la acogida de refugiados respecta. En la última cumbre europea, celebrada el 16 de septiembre en Bratislava, los cuatro Estados miembros movían ficha: se escuchó sus propuesta de “solidaridad flexible”, del mismo modo que, en las conclusiones del Consejo, no se hizo mención alguna al programa de relocalización. Toda una prueba de que los dirigentes europeos han abandonado el proyecto. Ahora se impone un proyecto basado en la seguridad, centrado en la vigilancia de las fronteras. También la canciller alemana Angela Merkel parece haber cedido: “La declaración del grupo de Visegrad, la propuesta de añadir flexibilidad y de estudiar posibles soluciones es una propuesta positiva”, dijo al término de la cumbre.

Tres días después, el primer ministro eslovaco iba más allá: “Las cuotas dividen claramente a la Unión Europea, por eso pienso que políticamente están acabadas [...] lo que los países de Visegrad dicen desde hace año y medio es la política oficial de la UE”. Válido o no, el referéndum de Orbán supone un punto más en el lado de los dirigentes europeos contrarios y pusilánimes a la idea de acoger exiliados, que huyen de la guerra. Por su parte, la Comisión Europea hace como si no viese la relación existente y declina hacer declaraciones. Este mismo lunes, la portavoz de la Comisión, Margaritis Schinas, se limitaba a señalar que tomaba nota de la invalidez de la consulta y que ahora dependía del Gobierno húngaro decidir el modo en que “gestionaba el resultado del referéndum nacional”.

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Traducción: Mariola Moreno

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