Terrorismo islamista

Las temidas consecuencias de la caída de Mosul

Imagen de una supuesta explosión de una mezquita en Mosul

La batalla por recuperar el control de Irak, en marcha desde principios de año, no está próxima a su fin, pero hace varios meses que se plantea la cuestión: ¿qué va a hacer el Estado Islámico cuando la coalición internacional tome Mosul, segunda ciudad del país en manos del EI? El pasado martes 25 de octubre, en el discurso de apertura de la reunión de París, donde se dieron cita los ministros de Defensa de 13 países de la coalición internacional antiyihadista, el presidente francés François Hollande instó a “anticiparse a las consecuencias de la caída de Mosul”, haciendo hincapié en el problema del “retorno de yihadistas extranjeros” a sus respectivos países de origen. “También habrá terroristas que se esconderán y que tratarán de llegar a Raqqa [capital del Estado Islámico en Siria]. Debemos identificarlos. Para ello, es imprescindible compartir la información de que disponemos. Es estrictamente necesario”, dijo François Hollande. Esta reunión tenía lugar una semana después del inicio de la ofensiva del Ejército iraquí y de los combatientes kurdos contra Mosul.

Según fuentes francesas citadas por la agencia AFP, en Mosul hay unos 300 franceses y otros tantos en Raqqa, en Siria. ¿Qué va a pasar con ellos? ¿Y cuál será su suerte en la futura estrategia del EI? El pasado fin de semana, el diario británico The Independent trataba de dar algunas respuestas a la cuestión de los yihadistas extranjeros con el testimonio de dos ciudadanos belgas, entrevistados en Turquía, que han abandonado las filas del Daesh. “Los dirigentes del Estado Islámico se han visto obligados a aceptar la pérdida del califato en Siria y en Irak y a ver los ataques terroristas en Occidente como el modo de hacer la yihad”, señala el autor del artículo a partir de los testimonios recabados. 

No obstante, el periodista daba demasiadas cosas por supuestas. Es verdad que el Ejército de la coalición avanza hacia Mosul y que se encuentra a cinco o seis kilómetros de la ciudad. “Nuestra coalición está a las puertas de Mosul, una ciudad de 2 millones de habitantes, en manos de Daesh desde 2014, y organizada como capital de su califato imposible”, señalaba el martes François Hollande, para acto seguido referirse al “desafío” que supone la toma de Mosul. El "futuro político de esta ciudad, de la región y de Irak” pasa por que en la administración de la futuro ciudad, de mayoría sunita, estén representados “todos los grupos étnicos y religiosos”. Por su parte, el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, manifestaba el mismo martes que la ofensiva de Mosul se desarrolla “conforme a lo previsto”. “En este punto, todos los ejes han hecho los avances que esperábamos; algunos incluso se han adelantado a los plazos”, informó Brett McGurk, emisario norteamericano de la coalición.

Pero el EI, que ha desplazado combatientes desde Siria, dispone de una defensa eficaz y la batalla puede prolongarse en torno a trincheras rellenas de petróleo, camiones bomba, túneles cavados por el EI para sorprender a los asaltantes por la espalda. Y si los aproximadamente 5.000 hombres de que dispone la organización yihadista luchan hasta el final sin abandonar sus posiciones, la toma de la ciudad será difícil.

El artículo de The Independent, si bien anticipa una renuncia que parece contradecirse por estos últimos elementos, trata sin falsos pretextos de algo que preocupa a periodistas, investigadores y miembros de los servicios de inteligencia de todo el mundo: ¿Cómo va a reaccionar el EI tras la caída de Mosul, ciudad muy simbólica donde proclamó el califato en junio de 2014? ¿Y cuál será a partir de entonces su estrategia?

Se plantean tres hipótesis no necesariamente excluyentes:

1. Un recrudecimiento de los ataques del EI en una técnica de guerrilla para recuperar todo o parte de su territorio.

2. Una concentración del esfuerzo de la organización yihadista a la hora de atentadar en Occidente.

3. Debilitamiento del EI, ahora incapaz de suscitar o coordinar atentados en el extranjero.

La primera hipótesis está en marcha. El lunes, las autoridades iraquíes anunciaban que el ataque llevado a cabo por sorpresa por el EI en Kirkuk, ciudad a 170 km de Mosul, se había saldado con la muerte de 74 yihadistas y el arresto del jefe de la operación. Se trataba de una tentativa de distracción lanzada el viernes por el EI: el EI ocupaba con 100 combatientes la mitad de Kirkuk durante medio día.

Esta táctica de guerrilla sobrevivirá tras la caída de Mosul e incluso de Raqqa, su capital en Siria. El EI siempre ha ido, en cierto modo, de farol. La actuación más espectacular fue la ofensiva para tomar Mosul en 2014, donde participaron varios miles de hombres frente a un Ejército iraquí derrotado. Al igual que la intentona por tomar Kirkuk, o de los ataques aéreos contra las ciudades sirias de Kobané o de Tal Abyad en Siria, hace varios meses, esta estrategia de guerrilla sólo requiere de un puñado de combatientes y, a medio plazo, el EI puede permitirse mantenerla, después de la caída de sus bastiones y del cese de los bombardeos de la coalición.

El EI y la antigua estrategia de Al Qaeda

No obstante, todavía no estamos en ese punto. Actualmente, todas las miras están puestas en Mosul. Las expectativas internacionales son enormes. El Pentágono ha enviado varias decenas de analistas sobre el terreno para, una vez caído Mosul, intentar sacar el máximo partido al material de inteligencia intervenido al Estado Islámico. Este botín, ¿permitirá evitar el paso del EI a la etapa 2 (el recurso masivo a los atentados suicidas en Europa)? Eso esperan los servicios de inteligencia.

Por su parte, ¿el Estado Islámico ha anticipado la pérdida de Mosul e incluso de Raqqa y pretende dirigir una estrategia masiva de atentados en Europa? Varios indicios así lo ponen de manifiesto. Desde la proclamación del califato en 2014, el Estado Islámico ha pasado de una estrategia local (la de su predecesor, el Estado islámico en Irak, fundado en 2006 después de absorber a la filial local de Al Qaeda) a una estrategia internacional. En efecto, en junio de 2014, Al Baghdadi instó a todos los grupos yihadistas del mundo a jurar lealtad al Estado Islámico. Para el Estado Islámico, la época de las organizaciones había pasado con la instauración del califato. Presente a escala global, integrante de los grupos que ya han amenazado o atacado a Europa y Estados Unidos, el EI entra necesariamente en conflicto con Occidente a partir de este periodo. En estas condiciones, resulta difícil de creer que Al Baghdadi y sus lugartenientes no hayan anticipado el establecimiento de una coalición contra ellos y la caída, antes o después, de sus bastiones frente a los importantes medios militares de los occidentales.

Es la gran paradoja del periodo y de la mutación que está por llegar del movimiento yihadista encarnado por el Estado Islámico: después de entrar en conflicto con Al Qaeda, el EI corre el riesgo de convertirse en algo similar a la organización de Bin Laden; una organización desterritorializada, móvil y capaz de atacar en todos los países del mundo, sobre todo en Occidente.

A la inversa, la competencia en el seno del movimiento yihadista se inscribe más en una estrategia de integración local. El ejemplo más sorprendente es el frente Fatah Al Cham de Siria (antigua Al Nusra, que rompió su vinculación con Al Qaeda el pasado verano), dejando de lado su retórica anti-Occidente. Entre los dos, la de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) permanece incierta. Siempre en el punto de mira de los drones americanos, AQPA ha cambiado de nombre varias veces (se hizo llamar Ansar Al Charia en Yemen) y parece decidida a limitar su estrategia al ámbito principalmente regional.

En esta perspectiva, el EI seguirá atrayendo a la mayor parte de los yihadistas occidentales, interesados en su estrategia global de ataques indiscriminados contra sus propios países. “En el caso de los musulmanes enfadados contra Francia, contra Occidente, el discurso del EI siempre será más seductor que el de una organización regional”, afirma Romain Caillet, experto en yihadismo. Una estrategia internacionalista del terror que el EI desea intensificar para mantener su atractivo.

Queda la tercera hipótesis: después de la caída de sus bastiones, ¿el EI conservará su fuerza de choque y su capacidad para coordinar atentados de envergadura? Partidario de atacar a Occidente lo antes posible, Al Qaeda dedicó más de una década a poner en marcha redes que le permitieron cometer atentados ya conocidos (11-S, Madrid...). La caída del califato, ¿supondrá la disminución de la capacidad de hacer daño del Estado Islámico? Es poco probable.

Hollande ya instó a los ministros de la coalición, el martes en París, a trabajar para “fijar las etapas de las próximas operaciones” y particularmente la recuperación de Raqqa. “Si Mosul cae, [Raqqa] será el último bastión del Daesh. Tenemos que lograr la destrucción y la erradicación del Daesh en todo el mundo”, insistió. La semana pasada, el primer ministro, Manuel Valls, había instado a atacar Raqqa después de Mosul. Estados Unidos anunció que los preparativos para aislar la capital del EI en Siria habían comenzado.

Pero el debilitamiento militar del EI no va a resolver la cuestión de los militantes yihadistas procedentes de países occidentales: “Tenéis que saber que muchos de esos ataques [los atentados de París, Saint-Denis, Bruselas] fueron planificados en Europa, en Estados Unidos, con personas que simplemente han jurado lealtad al Cheikh [Abu Bakr al Baghdadi, que dirige el Estado Islámico]”, recuerda el exyihadista citado por The Independent. “No han pedido instrucción a Raqqa [...]. Nada va a terminar con la toma de Raqqa”.

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Traducción: Mariola Moreno

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