Elecciones a la Casa Blanca

México trata de esquivar al ‘huracán Donald’

México trata de esquivar al 'huracán Donald'

El muro entre México y Estados Unidos, prometido por Donald Trump en campaña, se levantó en una noche. Sin ladrillo y sin cemento, en la mente. La victoria del candidato republicano, y de su retórica xenófoba antimexicana, ha sumido a México en el estupor y en la preocupación. Desde entonces, en los platós de televisión, las emisiones especiales ofrecen un triste espectáculo sobre la debacle del orgullo mexicano.

“No me lo acabo de creer, este hombre es el peor peligro para nuestro país, ¿tenemos un plan B?”, se preguntaba una periodista, en directo, en la televisión mexicana, tras conocerse los resultados del escrutinio. Tan pronto como se confirmó la victoria republicana, Eduardo Medina Mora, ministro mexicano de la Suprema Corte de Justicia, trataba de apagar el fuego: “La situación se prevé muy difícil para México, pero tenemos capacidad para defendernos, el país está preparado”.

“No nos esperábamos la victoria de Trump…”, lamentaba Alberto, empleado de banca, sentado en la principal avenida de México, con un plato de tacos en la mano, a pocos metros de la majestuosa embajada de Estados Unidos. “Ahora tenemos miedo, por los comentarios racistas de este hombre”. Un hombre, a su lado, participa en la conversación: “Nuestro Gobierno debe prepararse, sobre todo si Trump lleva a cabo todas las amenazas horribles que ha realizado contra México”.

¿Está listo el Gobierno mexicano? ¿Y para qué exactamente? Hasta la fecha, el aparente optimismo parece ser la única arma de un Gobierno traumatizado por este “huracán Donald”. Porque hay una urgencia: el pánico se ha adueñado de los mercados financieros y monetarios. El peso mexicano que, frente a la amenaza creciente de Trump, llevaba un año depreciándose, en unos días acaba de perder el 15% de su valor frente al dólar. La moneda nacional se ha convertido en indicador de la volatilidad económica mexicana frente a las ocurrencias de Trump.

México, con su economía ultradependiente de la de su vecino del Norte, va a ser –de lejos– el país más perjudicado si Donald Trump cumple sus promesas electorales. El magnate neoyorquino, que quiere renegociar el Alena, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, firmado con México y Canadá en 1994, ha prometido relocalizar a Estados Unidos las famosas maquiladoras, las empresas norteamericanas instaladas al sur de Río Grande. Ahora bien, más del 80% de las exportaciones mexicanas tienen como destino el mercado norteamericano, mientras que Estados Unidos es el primer inversor en México.

“México se encuentra en posición de fuerza y nuestras finanzas públicas nos permiten evitar reacciones prematuras frente a posibles acontecimientos todavía desconocidos”, han tratado de tranquilizar el gobernador del Banco de México y el ministro de Finanzas. El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha querido hacer lo mismo: “Se abre un nuevo capítulo en la relación entre México y Estados Unidos, habrá cambios, desafíos, pero también grandes oportunidades”, señaló para anunciar, sonriente, “en cooperación con el futuro presidente norteamericano”, el inmediato lanzamiento de una “nueva agenda de trabajo entre los dos países, sobre asuntos de interés común, como la seguridad, la cooperación y la prosperidad de nuestras sociedades”.

Si bien los asuntos económicos y financieros son lo que más preocupan a la clase política mexicana, hay otras dos cuestiones que también hacen temblar al país. Símbolo de la retórica xenófoba antimexicana de Donald Trump, su política migratoria se basa en la promesa de levantar “bonito e inmenso muro” en la frontera. Financiado, además, por México.

Esta gran muralla ¿seguirá siendo una prioridad para Donald Trump? El pasado fin de semana, en una entrevista a la cadena de televisión CBS, lo confirmó. Simplemente añadió que, además de un muro –que sigue prefiriendo– “habrá vallas en algunos puntos”. Claro que, los tres mil kilómetros de frontera ya están vallados desde los 90 y ya hay tramos amurallados. El futuro presidente de EEUU también parece dar un pequeño paso atrás en el número de migrantes sin papeles que quiere expulsar: después de prometer la expulsión masiva de más de 11 millones de personas en situación ilegal, ahora habla de unos “dos a tres millones de sin papeles que han cometido un delito”.

De hecho, nadie sabe si el 45º presidente de EEUU llevará a cabo sus promesas. Precisamente esa falta de transparencia en las relaciones bilaterales preocupa a México, aunque todo el mundo parece ponerse de acuerdo en el hecho de que el país no saldrá indemne de esta campaña de hostilidad y de desprecio, de consecuencias imprevisibles. ¿Cuál será el margen de maniobra de México, objetivo continuo de las burlas y de las humillaciones del candidato Donald Trump?

Privado ahora de un “vecino amigo” que a menudo actuó como mentor, México debería, según varios intelectuales, aprovechar para acabar con esa tutela política, económica e intelectual. “Ahora hay que actuar con más autonomía y seriedad”, insta en el diario La Jornada Claudio Lomnitz, investigador de la Universidad de Columbia. “México ya no va a poder depositar todas sus esperanzas en la negociación porque ahora habrá menos negociaciones, más imposición y distancia por parte de EEUU”.

Los dos próximos –y últimos- años del sexenio de Peña Nieto, que se preveían complicados, dada de la impopularidad del Gobierno y de los numerosos escándalos ocultos en el armario, se presentan como un viacrucis. El hombre que fue muy criticado por invitar al candidato Trump a México, en agosto, debería dedicar ahora el grueso de sus esfuerzos a gestionar una relación bilateral que es un campo de minas. Y, sobre todo, no parecer sometido Trump, evitando alejarse de un homólogo hostil, impulsivo… pero fundamental. La batalla se prevé peligrosa.

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Traducción: Mariola Moreno

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