Lo mejor de Mediapart

Trump hace las delicias de los humoristas

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Según las últimas noticias, está amortizado, quemado, acabado y, en breve, de confirmarse los rumores, recibirá el agradecimiento expeditivo de su empleador. Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, cometió el error de debutar en el cargo con un ataque furibundo a los periodistas encargados de cubrir las informaciones de Presidencia, tan sólo un día después de la investidura de Donald Trump. Los acusó de haberse olvidado de mencionar, el 20 de enero, “a una multitud nunca vista en esta ceremonia”. Claro que no es eso lo que le reprocha su jefe.

El desafortunado portavoz, dos semanas después, ha visto cómo el boomerang regresaba... desde programa cómico Saturday Night Live, en forma de imitación antológica, de la mano de magnífica actriz Melissa McCarthy. A Spicer se le presentaba como un mercenario demente, exudado, baboso, de mala fe y que recurre a engaños delirantes, vociferante, con la boca llena de chicle, utilizando su cargo como un carnero que arremete contra los representantes de la prensa enemiga.

Esta parodia (sobre estas líneas), próxima a la realidad, pese a lo exagerada de la misma, ya la han visto en internet 20 millones de personas en diez días, incluido el presidente de Estados Unidos en persona. Donald Trump que, para preocupación de la gente que trabaja con él, diríase que vive pegado a las cadenas de todo noticias, parece que no se pierde ni un episodio de Saturday Night Live, a cuyas emisiones responde a través de furibundos tuits. Eso sí, en esta ocasión, se limitaba a compartir sus opiniones con sus subordinados, según el diario Político, a los que confesó su sorpresa por que... una mujer diese vida a su portavoz. Alguien cercano al presidente e importante donante de fondos añadía: “No le gusta aquello que proyecta imagen de debilidad”.

No hizo falta más que este estereotipo sexista oficial y antediluviano para convertir a Melissa McCarthy en heroína de la disidencia y confirmar el advenimiento de la edad de oro de los humoristas norteamericanos, vanguardia de la oposición política. Sean Spicer reaccionaba con una gracia relativa a una caricatura, que le va a perseguir en el futuro y que refuerza las dudas despectivas que siente Trump hacia su persona. Pero el incidente ha puesto de evidencia, una vez más, el temor obsesivo del presidente de EE. UU. al ridículo y a la ofensa. Constituye su talón de Aquiles y millones de opositores quieren ver cómo los actores se ceban con él. Son sus nuevos líderes.

Y así lo revelan, mejor que todos los sondeos, las audiencias crecientes que registran los lates shows, emitidos generalmente a partir de las 23:30, y el éxito, revelador, de sus versiones más agresivas y más políticas. ¿Quiénes los protagonizan? Stephen Colbert se había moderado un poco desde que se convirtió en la estrella del Late Show que emite la cadena hertziana CBS, pero Colbert, tan cerebral como descerebrado, conocido por haber parodiado, desde Comedy Central, a los incendiarios de los talks shows conservadores o por haber incluso inventado antes de tiempo el concepto de verdaderidad ("truthiness") para describir los argumentos de los demagogos de Fox News, prepara ahora su arsenal letal contra el Gobierno Trump. Su nueva ofensiva consiste utilizar al público a la hora de medir el tamaño de las manos del presidente de Estados Unidos. El asunto puede parecer de una trivialidad surrealista, pero desde hace 25 años es el punto de contención entre Trump y el dueño del mensual Vanity Fair, Graydon Carter, que en uno de sus editoriales lo describió como un “retrasado de dedos cortos”. El magnate inmobiliario, mucho antes de entrar en campaña, decoraba todas sus cartas, dirigidas a la dirección de Vanity Fair con una huella de su mano marcada con un rotulador dorado o incluía un sempiterno mensaje: “No tan pequeñas, como puede ver”.

Colbert pretende llevar su campaña absurda a la cuenta de Twitter del presidente, pero sus primeras víctimas son ante todo sus rivales de la vieja escuela del cómico de consenso. Jimmy Fallon, joven protagonista del Late Show de la NBCD, paga ahora el alto precio de la audiencia por haber realizado una suave entrevista al candidato Trump durante las primarias; en aquel momento se limitó a chinchar a su invitado sobre su corte de pelo. Jimmy Kimmel, en la ABC, trata de salvar la distancia creciente que lo separa de Colbert incluyendo alusiones políticas a sus monólogos iniciales. En una de sus últimas emisiones aborda el nombramiento del último juez del Supremo, Neil Gorsuch, en una parodia del antiguo reality show de Donald Trump. Seth Meyer, a eso de la medianoche en la CBS, desmonta la nueva Presidencia mientras que Trevor Noah, el sucesor sudafricano del genial Jon Stewart, en el Daily Show, lo compara a Amin Dada o Gadafi.

En la HBO, Bill Maher, el dandy vegetariano y progresista, suelta montones de fuck en el programa de la Casa Blanca, y el británico John Oliver, estrella del magazine de información humorística Last Week Tonight anuncia el comienzo de su nueva temporada de una forma peculiar. Un cartel le presenta debajo de la mesa junto al siguiente titular: “Una época aterradora requiere de un hombre aterrorizado”.

Sin olvidarse del líder indiscutible de la nueva ola insurrecta: Saturday Night Live, cuya audiencia ha aumentado un 22% desde el comienzo de la campaña. El programa, que nació en 1975, siempre ha utilizado a los políticos como cabeza de turco. Cerca de dos generaciones de americanos guardan en la memoria sus corrosivas imitaciones de Jimmy Carter y de Ronald Reagan. El legendario Dana Carvey ha inmortalizado la extraña disfasia y las frases sin verbo de George Bush padre; en cuanto al hijo de éste al que se presenta como un idiota incurable, Will Ferrell le presenta un año antes del 11 de seotuembre, en una oficina transformada en zona de acampada, señalando en un mapa, entre otras catástrofes, que los grandes lagos están en llamas.

Tina Fey ha tenido la cara de Sarah Palin, que será siempre identificada con su caricatura. Pero el Donald Trump que firma Alec Baldwin ya merece un monumento. El actor ha trabajado durante meses para hacer suyo el personaje; en un primer momento se centró en los debates con su binomio Hillary Clinton, nutridos de diálogos a menudo menos duros que los auténticos. Pero su éxito comenzó después del 8 de noviembre, gracias a las reacciones indignadas del presidente en persona. Invulnerable e indiferente a las críticas durante toda la campaña, Trump incluso fue la estrella invitada del programa tras imponerse en las primarias. Pero ahora parece temer por su legitimidad cada vez que el show le muestra como un déspota pueril junto a un Vladimir Putin eternamente con el torso desnudo o flanqueado por un Stephen Bannon, su asesor estratégico idolatrado por las milicias ultraderechistas, caracterizado como una gran guadaña mortífera.

Trump –cuya fortuna tiene su origen tanto en el enorme éxito alcanzado por su reality show The Apprentice como en las comisiones que recibe por la utilización de su nombre en una nebulosa de rascacielos y de clubes de golf– ve en esta indignidad semanal un recordatorio cruel de la que fuera su faceta de animador televisivo. Y lo que es más, Baldwin y Trump se conocían y se veían a menudo en Rockefeller Center, sede de la NBC, donde ambos, el primero como personaje principal de la serie 30 Rock y el segundo como productor y animador principal de su reality show culto, contribuian notablemente a los buenos resultados de la cadena. El conflicto también es el de dos iconos del showbiz y ofrece una redención inesperada a la NBC que, al promover durante años la imagen del businessman prepotente de Trump en The Apprentice ha contribuido en la práctica a sus ambiciones políticos. Además, Saturday Night Live va a presentar en breve Week in review, un verdadero falso diario –hasta ahora incluido en el programa– que va a convertirse en un programa independiente, dedicado esencialmente a las vejaciones de la Casa Blanca...

La proliferación de late showslate shows ¿puede influir en el curso del próximo mandato presidencial? Los humoristas, mejor aún que la prensa, podrán esbozar la imagen desastrosa de algunos colaboradores del presidente. Después del portavoz Sean Spicer, es el turno de Kellyanne Conway, estratega y asesora de medios de comunicación, a la que se describe como una loca homicida en el remake de la película Atracción fatal que le enfrenta a un periodista estrella de la CNN. Eso, sí, el riesgo de saturación está presente. Los guionistas de South Park, los dibujos animados de Comedy Channel, se han rendido con Trump porque la “realidad supera de lejos a la comedia” y John Oliver, de la HBO, se ha comprometido a no dejar que su emisión se vea fagocitada por el culebrón de las exageraciones presidenciales. Si no cambian el curso de la historia, los humoristas al menos habrán aliviado en cierta medida la depresión de la mitad del electorado estadounidenses. Cada noche, gracias a emisiones como Saturday Night Live, los antiTrump se sienten menos solos.

Los misteriosos planes de Trump para Israel e Irán

Los misteriosos planes de Trump para Israel e Irán

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

Más sobre este tema
stats