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Británicos y europeos contra viento y marea

Manifestación en Londres contra el resultado del referéndum.

Amandine Alexandre (Mediapart)

El 24 de junio por la mañana, cuando se enteró de que había triunfado el Leave, Peter French sintió una enorme rabia. La rabia no ha desaparecido. Este londinense de 57 años no tiene lazos familiares en el continente. Ni nunca ha residido en él. Este británico de origen escocés entiende la salida del Reino Unido de la UE poco menos que como “una traición”. La idea de que su país, la patria de Churchill, se disponga a poner fin a una asociación que data de hace más de cuatro décadas, con el beneplácito de una amplia mayoría de diputados, le parece intolerable. “Es asombroso. Ahora, somos nosotros la verdadera oposición”, dice Peter en un tono tan amargo como incrédulo.

Con el “nosotros”, se refiere a los irreductibles proeuropeos británicos. En el seno de la clase política, la especie está en vías de extinción rápida: el miércoles pasado, en una votación final celebrada en la Cámara de los Comunes, 494 diputados de 650 aprobaron el proyecto de ley sobre la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa. Por el contrario, en las redes sociales miles de contrarios al Brexit se oponen a renunciar a su vinculación a la UE y a sus derechos como ciudadanos europeos. El grupo Facebook The 48%, denominado así en alusión al porcentaje de electores que votaron a favor de la permanencia de Gran Bretaña en la UE el pasado 23 de junio, suma ya más de 55.000 miembros.

 

Cada día, los huérfanos del Remain manifiestan en internet sus angustias, el desconcierto y la desesperación que les inspiran los responsables políticos, demasiado pasivos, en su opinión, frente al Brexit duro programado por la primera ministra Theresa May. Nacidos como simples foros de expresión, algunos grupos, que surgieron espontáneamente en Facebook al día siguiente del referéndum, han adquirido, con el paso del tiempo, una estructura más formal.

En otoño pasado, Peter French se convertía en uno de los líderes de esta nebulosa de internautas contraria al Brexit. Cantante profesional de estándares crooner, dejó aparcada su carrera en diciembre. Atrás quedaron los estudios de grabación y las salas de espectáculo. Este neomilitante encadena las entrevistas con diputados, miembros de la Cámara de los Lores y representantes del mundo de los negocios. Reúne opiniones para preparar la respuesta. Su gran proyecto es la organización en Londres, el próximo 25 de marzo, de una manifestación proeuropea.

Frente al Gobierno muy favorable al Brexit que pilota Theresa May, la potencia de fuego de los batallones partidario del remain parece irrisoria. Sin embargo, este movimiento de guerrilla no es del todo inofensivo. Sin la acción judicial emprendida por la mujer de negocios Gina Miller, el peluquero de origen brasileño Deir Dos Santos y los alrededor de 5.000 miembros del People’s Challenge, el Gobierno habría cortocircuitado el poder parlamentario con la activación del Brexit. Y violado con ello el “derecho constitucional más importante del Reino Unido”, según una sentencia de noviembre del Alto Tribunal de Londres. Confirmado en apelación por el Tribunal Supremo a finales de enero, el fallo llevó al Gobierno a presentar con carácter urgente en el Parlamento, a finales de noviembre, un proyecto de ley sobre el BrexitBrexit.

Para desesperación de los militantes proeuropeos, los diputados no han aprovechado la oportunidad para presionar sobre la salida de la UE. El 31 de enero y después el 8 de febrero, por amplia mayoría, los representantes de la Cámara de los Comunes votaron a favor de la activación del artículo 50 y, muchos de ellos, lo hicieron en contra sus convicciones. La laborista Margaret Beckett llevó la división hasta el paroxismo. En el examen del proyecto legislativo en segunda lectura, en un tono solemne, la diputada alertó a sus colegas de los Comunes en contra de un proceso “potencialmente catastrófico”. Acto seguido, el exministro de Asuntos Extranjeros anunció que no se opondría al proceso de divorcio con los 27 para, acto seguido, volver a sentarse.

Becket no es una excepción. De los 229 electos laboristas de los Comunes, medio centenar de diputados se atrevían a oponerse al proyecto de ley y a la consigna de voto dada por su líder, Jeremy Corbyn. En la bancada de la mayoría conservadora, Ken Clarke, diputado desde hace 47 años y 5 veces ministro, se enfrentaba al Gobierno. Antes del referéndum consultivo del 23 de junio, aproximadamente dos tercios de los representantes de los Comunes se oponían al Brexit.

Este viraje ideológico no escandaliza a Anand Menon, profesor en el King’s College. “A los diputados les resultaba imposible oponerse al 52% de los electores que votaron a favor del BrexitBrexit. Habría tenido implicaciones desastrosas para el sistema político británico”, dice. El politólogo considera que la dirección del laborismo habría podido actuar con mayor perspicacia. Corbyn anunció que el partido apoyaría el proyecto de ley sobre el Brexit, al tiempo que se comprometía a enmendar considerablemente el texto. Al final, no se ve ninguna de las enmiendas defendidas por los laboristas. Según Anand Menon, “Sin duda, Corbyn habría ganado condicionando el apoyo del laborismo a la votación de un determinado número de enmiendas”. En lugar de eso, el líder de la oposición impuso a sus diputados la aprobación del proyecto de ley sobre el artículo 50, con la amenaza de imponer medidas disciplinarias.

Malos perdedores

Incapaz de oponerse al hard Brexit de Theresa May, Corbyn tuvo el atrevimiento de tuitear, el miércoles pasado: “El verdadero combate empieza ahora”. Tras lo que el líder del laborismo fue inmediatamente abroncado por los partidarios del remain. Incluidos los simpatizantes y miembros del partido laborista, a los que el diputado socialista inspira cada vez menos confianza.

 

Según el New Statesman, 7.000 militantes laboristas renunciaban al carné sólo en la última semana de enero. Jolyon Maugham dejaba el partido en septiembre. Este eminente abogado y experto fiscal, asesoró a Ed Miliband cuando era líder del partido, después a John McDonnell, responsable de finanzas en el seno del Gobierno fantasma de Corbyn. Pero la “frustración” acabó por poder más. “La dirección del laborismo no mostró confianza en su capacidad a la hora de proteger los derechos de los trabajadores y el medio ambiente frente al Brexit”, denuncia Maugham, verdadero líder de opinión proeuropeo en Twitter.

Este barrister de Londres lleva una campaña contra la salida del Reino Unido de Europa, presentada como inevitable, a través de las redes sociales y también en los tribunales. Seis días después del referéndum, Maugham se unía a la resistencia. Primero inició una recogida de fondos en una página de mecenazgo para asegurarse de que el Parlamento tuviese algo que decir en la activación del Brexit. Y, a finales de enero, Jolyon Maugham daba el pistoletazo de salida a una nueva batalla. Planteó a un tribunal de Dublín si el proceso de salida de la UE era irrevocable después de la activación del artículo 50 del tratado de Lisboa. El abogado espera llevar el caso ante el Tribunal de Justicia de la UE antes del verano.

“El futuro del Reino Unido es muy incierto. Es muy importante intentar la hipótesis de que el país permanezca en la UE”, explica Jolyon Maugham. En los próximos meses, la alta inflación, el deterioro de las finanzas públicas y el agravamiento de la crisis del sistema de salud pública puede “llevar a los electores a reconsiderar la fundamentación del Brexit”, dice el respetado colegiado. A finales de mes, Maugham tiene previsto también fundar una ONG. A falta de una oposición digna de ese nombre, The Good Law Project “pedirá cuentas al Gobierno” ante los tribunales británicos.

En el seno del establishment, Jolyon Maughm es un caso aparte. Se ha adueñado de las élites un conformismo favorable al Brexit. Escocia no quiere salir de la UE, los 3,3 millones de ciudadanos europeos residentes al otro lado del Canal de la Mancha están sumidos en la incertidumbre más absoluta y la falta de mano de obra amenaza el sector agrícola. Pero no es bueno criticar la ruptura sin paliativos con la UE que desea el Gobierno.

En los tabloides, maestros en el arte de la intimidación, los remainers de la primavera pasada han pasado a ser remoaners, vocablo procedente de la contracción de remain (permanecer) y de moan (quejarse). En resumen, malos perdedores, losers, a los que se pide que se callen y otorguen. Porque, en el país de Theresa May, oponerse al Brexit equivale a atentar contra el sacrosanto patriotismo británico.

Los lores, que se disponen a examinar el proyecto de ley del Gobierno sobre el artículo 50, saben algo del asunto. La semana pasada, el ministro encargado del Brexit ordenó votar a los 760 miembros de la Cámara Alta del Parlamento, cargos vitalicios a propuesta del primer ministro, el texto sin enmiendas. Dicho de otro modo “llevar a cabo su deber patriótico”, insistía David Davis. Ante el riesgo de ver desaparecer la institución, avisó el Gobierno.

Tahmid Chowhury, de 22 años, mantiene la fe en el espíritu crítico e independiente de los lores. Este exmilitante partidario del remain participó activamente en la campaña contra el Gobierno, que lo llevó ante el Alto Tribunal y después ante el Tribunal Supremo. A día de hoy, este asesor de personal dedica su tiempo libre a tratar de convencer a sus colegas para que voten a favor de enmiendas susceptibles de limitar el impacto del Brexit en los derechos de los trabajadores y de los residentes europeos. “Quiero que Gran Bretaña siga siendo un país abierto y tolerante”, confía Tahmid.

¿No es demasiado tarde? Al otro lado del Canal de la Mancha, cada día es más patente el clima de caza de brujas. Un grupo de diputados conservadores y una parte de la prensa pide ahora la cabeza del presidente de la Cámara de los Comunes. ¿El error de John Bercow? Haberse opuesto a la visita de Donald Trump al Parlamento, en nombre de los valores que representan los Comunes... y haber votado contra el Brexit, el 23 de junio.

Churchill, or not Churchill

Churchill, or not Churchill

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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